miércoles, 13 de junio de 2012

Honi soit qui mal y pense: a vueltas con Gibraltar


La edición de hoy del diario ABC publica una carta abierta de Álvaro de Marichalar y Sáenz de Tejada dirigida al príncipe Eduardo de Inglaterra, en relación a la insultante visita de éste, con su señora,  a esa parte de nuestro territorio nacional que ningún gobernante ha sido capaz de reclamar con verdadera firmeza, no digo ya recuperar, desde que en 1704 fuera usurpada, contra toda ley y honor, por una coalición anglo-holandesa, al mando de un príncipe alemán y  virrey catalán, y con unos 400 catalanes como protagonistas del asalto terrestre. Fieles a su estilo pirata y carente de honor, los ingleses, aprovechando la ocasión, pescaron en las aguas revueltas cuyo uso se les niega ahora a nuestros pescadores  y plantaron sus duras caras y blancos traseros en nuestro peñón para perpetuar su presencia hasta nuestros días.
Leída con atención y curiosidad esta carta, se me revuelve el estómago por su tono amigable, cargado de pacifismo y buenas palabras, muy en línea con el estilo del partido UPyD en el que milita el autor, partido que muchas veces parece más empeñado en aplicar las teorías del  Mahatma Gandhi o en demostrar que el nefasto Juan Jacobo (Rousseau) tenía razón y que todos los hombres somos buenos por naturaleza, que en defender de verdad los intereses patrios. No quiero entrar en una discusión sobre Rousseau o Hobbes, pero que el primero se equivocó ha quedado demostrado de sobras a la lo largo de la historia con las sucesivas actuaciones de los habitantes de la pérfida Albión, seres mentirosos, interesados y carentes de honor donde los haya. Y si encima Álvaro remata su artículo, más apropiado a ser leído por el tan actual y simpático barrendero que imita a Bob Esponja para alegría de los niños o para ser parte de un episodio de la serie de dibujos de la abeja Maya, que para expresar nuestro malestar antes los insultos de los ingleses,  lo remata, como digo, con el lema de la Orden de la Jarretera “Honi soit qui mal y pense”, (“Vergüenza de aquél que de esto piense mal”), apaga y vámonos. Vergüenza ajena siento yo al leer esta carta de amor universal y fraternal en vez de oír el tronar de los cañones españoles que debería retumbar a ambos lados del peñón, desde la “Catalan Bay”, también llamada La Caleta, hasta el “Embarcadero de San Felipe” en la bahía de Algeciras.

Mal vamos en esta nuestra España cuando el último que le echó huevos al asunto fue Ricardo Saénz de Ynestrillas un 6 de Diciembre de 1998 con su “asalto” (y posterior procesamiento) al peñón acompañado por un pequeño grupo de camaradas.
Y por mucho que nuestro avejentado y renqueante jefe del estado, el ínclito matador de elefantes y engatusador de princesas Juanqui de Borbón,  se dé un paseo en los próximos días por los alrededores de Gibraltar, para acabar degustando unos pescaditos de la zona, igual hasta comprados ilegalmente con la mediación de alguna de las 20.000 sociedades pirata de la colonia, o que el tan “enérgico y omnipresente” presidente del gobierno  español (Mariano Rajoy creo que se llama), suelte alguna frase aparentando firmeza pero escondiendo sumisión, como en todas las frases que ha soltado en sus últimas, y escasas, apariciones públicas, seguirán riéndose en nuestro morro la Union Jack y la facha pétrea de la Reina de Inglaterra, restregándonos por nuestra amigable y tolerante cara el lema que preside la bandera de esta última y vergonzosa colonia Europea: Nulli Expugnabilis Hosti ( ‘Ningún Enemigo Nos Expulsará’).

Mientras, don Álvaro de Marichalar y los demás compinches de la abeja Maya y de Bob Esponja seguirán llamando amigos a los ingleses y cantando alegremente la "Balada de John&Yoko" de los Beatles, en cuya letra queda dicho, in saecula saeculorum,  que Gibraltar está "cerca" de España, pero no es parte de ella.



P.D. Por si alguno tiene interés en leer la carta del Sr. Marichalar, clic aquí. 

lunes, 11 de junio de 2012

Palabras impronunciables


Como bien estamos viendo en estos últimos días con el debate sobre el rescate, la ayuda, la subvención, el préstamo o como quieran llamarlo,  que las autoridades Europeas (léase nosotros mismos, digo yo, al ser parte de la UE) han concedido a los bancos españoles, que no a  España como nación, la importancia no radica en el hecho en sí, sino más bien en como lo presentamos y como lo llamamos. Mi admirado Carlos Esteban se me ha adelantado desde “La Gaceta” con un, "as usual", buen artículo titulado “No le llames"rescate", llámale Lola”, por lo que no incidiré demasiado en las diferentes maneras que ha elegido la prensa para mentar el préstamo,  usurero a más no poder, que ha sido concedido a una parte de la banca española para arreglar sus propios desaguisados. Tampoco entraré en discusiones teológicas sobre lo pecaminoso de todo el proceso, atendiéndonos a la Sagrada Escritura (cf. Lc 6,35; Mt 5,42), dado que la usura es un pecado insuperable, omnipresente  y asumido por el sistema capitalista desde hace siglos (como tantos otros “pecados” que ya solamente lo son en los libros de historia o en las sesiones de catequesis, pero nunca en la conciencia de los ciudadanos). Me dedicaré pues a correr un tupido velo sobre el particular y hablaré un poco sobre otros apodos que nuestra sociedad actual suele utilizar para esconder la realidad. Es decir, sobre el lenguaje “políticamente correcto”, o mejor dicho, sobre la poca hombría y decencia para decir las cosas de forma clara.
Los negros, subsaharianos. Obviamente, cuando te presentan a un doctor en medicina negro,   delegado por la Universidad de Boston en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de España, se te hace raro llamarle de esa forma. Vaya cara se le quedaría al pobre al oír que su procedencia la marca el límite del desierto el Sáhara.
Los inmigrantes del Magreb son claramente nuestros “queridos vecinos del sur”. O en Cataluña “els nous catalans”. Y por desgracia no del sur de la península ibérica, sino del sur de nuestro barrio o hasta del sur de nuestra escalera de vecinos. En ciertas regiones de España se han convertido en mayoría en muchas poblaciones, con su nulo respeto hacia nuestras tradiciones, su propensión a delinquir y vivir del cuento y su inexistente intención de integración: pero “moros” no se les puede llamar. Por Alá.
Los terroristas asesinos, pues nada de eso. Dependiendo del político, del contertulio o del medio de comunicación, pasarán de ser unos represaliados políticos y presos dispersados a denominarse luchadores por la libertad, defensores de milenarias tradiciones, gudaris o mil sandeces más inventadas para ocultar la realidad: una panda de asesinos a sueldo, traficantes y matones que han conseguido imponer su ley en una vasta parte de nuestra geografía a base de tiros en la nuca y la connivencia interesada de los medios de comunicación y los partidos políticos, afines o no.
Los ERE, expedientes de regulación de empleo, no son más que una forma suave de endiñarnos por detrás despidos masivos e improcedentes avalados por la autoridad competente. Hecha la ley, hecha la trampa. Como no.
A los maricones, ni nombrarlos. No vaya a ser que me asocien al lúcido y querido obispo de Alcalá de Henares y se me echen encima las huestes de Shangay Lily para demostrarme con sus comportamientos blasfemos, violentos e insultantes que ellos son libres, felices,  buena gente y amantes de la naturaleza. Será de la contra naturaleza, digo yo.
Y, para rematar, a la Selección Nacional Absoluta de Fútbol de la Real Federación Española de Fútbol del Reino de España, denominación quizás un poco larga pero a mi entender la oficial, aunque me conformaría con lo de Selección Española, pues a llamarla “La Roja”, para no herir las susceptibilidades de nadie, mantener viva la maquinaria de la mercadotecnia y vender el máximo de camisetas y demás gadgets, sin nombrar a la nación representada por los futbolistas en los torneos internacionales.

Ya os podéis ir todos a freír espárragos,  políticos bien hablantes, con los “préstamos” bancarios , con vuestros amigos del sur y sus colegas subsaharianos, acompañados por los gudaris por la libertad con apellidos muy castizos como Pérez o Fernández y envueltos en la camiseta de “La Roja”, que no tiene nada que ver con España, y después de condenar a miles de ciudadanos con un despido improcedente en su empresa para disfrute y cobro de comisiones de los gestores  del eufemismo llamado ERE, bien apuntaladas vuestras relaciones con consejeros amigos en todas las grandes instituciones financieras y políticas, y cobrando rentas vitalicias por 7 míseros años de nulo esfuerzo acompañado de comidas, viajes, dietas  y posteriores tertulias bien pagadas.
Y  encima sin poder llamaros a todos lo que de verdad siento dentro: maricones, que sois todos unos maricones.

Menos apodos y eufemismos. Las cosas claras.