miércoles, 11 de diciembre de 2019

El maldito IVA del 0 por ciento


Aunque muchos sigamos pensando que IVA significa solamente “Impuesto sobre el valor añadido”, ese gravamen impuesto a todos los españoles en 1986 por indicación de la Comunidad Económica Europea y regulado en la ley fundamental 37/1992, hay otra definición a dichas siglas cuando su tasa es del cero por ciento, por desgracia mucho más costosa para el bienestar, el presente y el futuro de todos nosotros que cualquier tramo entre el 4 y el 21%.

Se trata de los “Imbéciles de valor añadido 0”. Para entendernos: los IVA al 0% son todas aquellas personas que no aportan nada al bien común, al crecimiento, a la cultura, al bienestar, a la paz, a la felicidad, a la riqueza, al prestigio, al arte, a la gastronomía, a la medicina, al deporte, a la docencia, a la gobernabilidad, a la justicia, a la ciencia en general…, es decir, los cenizos y vividores que sobran en cualquier sociedad. Esos seres tóxicos que todo lo que tocan lo destrozan. Esos malvados que solamente viven por y para sí mismos, sin mirar a izquierdas o derechas, al frente o hacia atrás, arriba o abajo, los que se pasan el día regodeándose ante el espejo, tocándose con autocomplaciente pasión y disfrutando de su feliz día a día destrozando todo lo que hay a su alrededor.

Y para nuestra desgracia, en esta histórica y gran nación llamada España, cuna de tantas personas que han aportado a lo largo de los siglos su esfuerzo, su bondad, su capacidad intelectual o su liderazgo para engrandecer a la sociedad, para avanzar y crecer, pues resulta que tenemos “IVAS0” para dar y tomar. Tantos como “billetes para asar una vaca” tenía el sindicalista Juan Lanzas, implicado en el tan pernicioso y vil como ocultado y silenciado caso de los EREs en Andalucía.

La relación es interminable: desde el presidente en funciones, el falso doctor Pedro Sánchez, pasando por el enano bailongo Iceta y sus ocho históricas naciones (que de históricas tienen tanto como Bardem de ecologista, Greta Majareta de científica, Ramoncín de músico, la Fallarás de culta, la Secta y Newtral de objetividad u Otegui de ser humano), hasta los malvados asesinos de ETA que ahora se permiten dar charlas sobre derechos humanos en las universidades de las provincias vascongadas: vivimos rodeados de tantos elementos tóxicos que es harto extraño que nuestro país no hay desaparecido del mapa hace muchos, muchos años.

Y aunque el gran Otto Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen jamás dijera que “España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido”, la persona que se sacó el chascarrillo de la manga no andaba equivocada: los españolitos de a pie, todo corazón y bondad, parecen hechos de otro material, y sin saber cómo, siempre conseguimos salir a flote, reinventarnos, salvar los muebles y recuperar nuestra estabilidad, nuestra grandeza y nuestro prestigio.

Esperemos que en estos graves momentos en los que la cuerda de nuestra propia existencia está tensada al máximo, alguien (o quizás todos juntos) consiga parar la locura que se ha apoderado de nuestra clase política. Sinceramente no tengo claro quién o qué puede ser ese salvador, esa persona, institución o autoridad, que sea capaz de frenar la oligofrenia del presidente en funciones que nadie votó.

¿Quizás sea el rey? ¿O los partidos constitucionalistas? ¿Los pocos miembros del PSOE con cerebro y agallas (dicen por ahí que existen)? ¿Los partidos minoritarios con sus votos puestos a subasta en la lonja del Congreso? ¿Los miembros del Consejo de Estado? ¿La Junta de Jefes del Estado Mayor? ¿La Conferencia Episcopal? ¿Luis Enrique?

Buf. No veo a nadie capaz de arreglar el desaguisado.

Y no quiero volver a mentar al deseado, ese meteorito salvador al que, desesperado ante tanta sinrazón, recurro cada tanto.

Menos ahora, cuando estamos a pocos días de celebrar la Navidad y yo de poder disfrutar de unos días en familia, con la escudella, la carn d’olla, el capón y las posteriores copas navideñas por los barrios de Sarriá y San Gervasio, en la siempre agradable compañía de la buena gente de Barcelona.

Los que enriquecen a la sociedad. Con su generosidad, simpatía, paciencia y bondad.

Que comparado con lo que aportan los imbéciles de valor añadido cero, es mucho. Muchísimo.

P.D. Sirva este pequeño artículo como recuerdo y homenaje a Miguel Ángel Gómez Martínez, un amigo de muchos de nosotros, recientemente fallecido a demasiado temprana edad: sin duda un ejemplo de persona con valor añadido, buena, simpática, generosa, paciente y bondadosa. ¡Miguelón, presente!

martes, 3 de diciembre de 2019

Sapere aude, Greta.


He puesto a Greta en el título para atraer a los incautos lectores, ya que con una simple expresión en latín hubieran pasado de largo, al igual que hago yo ante un gimnasio, una tienda vegana o un lupanar. Lo que viene a llamarse un “clickbait”, un ciberanzuelo como lo ha bautizado la Fundeu. Si luego el contenido no tiene nada que ver con lo que has anunciado en el cebo, qué más da. Lo que importa son los clics.

“Sapere aude”, “atrévete a saber” en nuestro idioma común. Este lema que han hecho suyo tantas universidades del mundo, cobra en estos días un significado especial en nuestra querida Villa y Corte, en Madrid (que de Corte cada vez tiene menos, visto el desprecio y hasta la suplantación que está haciendo el presidente en funciones de nuestro verdadero y constitucional jefe del Estado, su majestad el rey Felipe VI). Porque por arte de birlibirloque nuestro funesto plagiador mayor nos ha traído a la capital de España la edición 25 de la COP, siglas cuyo significado me imagino que desconoce la mayoría de los nuevos expertos en emergencia climática, emisiones nocivas y energías renovables, y que en concreto quiere decir “La Conferencia de las Partes”, que es el órgano supremo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC). Y han hecho bien en no llamarlo CMNUCC, porque más de uno se hubiera atragantado intentado pronunciarlo. Por no decir entenderlo. Pero eso ya es harina de otro costal. Hoy en día no hay que entender nada, lo importante es hacer ver que sabes, soltar cuatro perogrulladas, gritar e insultar y si hace falta, llorar desconsoladamente, como si te hubieran robado tu tesoro más preciado.

Discutía yo hace unas semanas con mi cuñada y mi hermano sobre el histerismo climático, la suma sacerdotisa Greta y todo el paripé que están montando para al final no avanzar ni un paso en la protección del planeta (teniendo en cuenta que los países más contaminantes del mundo no participan en este circo mediático). El argumento de mi familia de que este teatro “por lo menos remueve las conciencias” me pareció razonable, siempre y cuando estuviera acompañado de una mínima intención de saber algo, de informarse, de conocer la realidad de nuestro clima, de acceder a fuentes independientes y solventes, de buscar la verdad.


Pero por desgracia no es así. El afán de saber, de aprender, de avanzar, hace tiempo que se perdió en nuestra podrida y esclava sociedad. Hoy en día lo que vale es el momento, el “like”, el clic, la moda, el placer inmediato de sentirte parte de algo, de creerte el protagonista de un hecho importante, ya sea compartiendo una foto, anunciando lo que estás comiendo en un restaurante de moda antes de siquiera probarlo, usando una nueva palabra en inglés sin tener ni papa de dicho idioma o soltando histéricas soflamas contra el sistema, las empresas, los “fascistas” y los estados, en aras de salvar el planeta. 
Planeta por el que jamás se han preocupado, comiendo comida preparada, consumiendo y gastando sin parar, circulando en coches humeantes, abusando de los dispositivos móviles con lo que ello conlleva de contaminación o destrozando el medio ambiente con toda su basura en la enésima manifestación o botellón que les ha permitido saltarse sus clases o sus obligaciones laborales. 

El nuevo “estilo Greta”. Que más o menos es lo mismo que hacen los múltiples tertulianos en televisión, los iletrados políticos y los supuestos periodistas. Personas sin formación, sin argumentos, sin conocimiento alguno, pero que se jactan de saber de todo, ya sea de leyes, de geopolítica, de economía, de deporte, de música, de comida vegetariana o del cambio climático. Sabedores que su público, los millones de ovejas aleladas que les siguen y escuchan en horas de máxima audiencia, aún tienen menos conocimientos que ellos mismos. Que ya es decir.

El saber da miedo. Y encima significa un esfuerzo. Significa buscar fuentes diversas, significa abrir un libro y leer frases enteras sin “emojis”, significa confrontar opiniones, significa escuchar sin interrumpir, significa activar las neuronas y utilizar el cerebro para algo más que satisfacer tus instintos básicos.

¡Por Dios! No pidamos esto a los ciudadanos, a los niños, a los jóvenes, hasta a los adultos de carné, pero infantiles mentalmente.

Pensar, leer, escribir, resumir, discernir, escuchar, preguntar, analizar, comparar, entender. Esos bonitos verbos que por desgracia han caído en desuso.

Lo que se lleva hoy en día es asentir sin pensar, compartir sin entender, votar sin valorar, copiar, plagiar, interrumpir, negar, gritar, obviar, odiar, insultar y menospreciar.

Y esta semana toca el mantra de la emergencia climática. Pasados ya “Halloween”, el “Black Friday” y el “Cyber Monday”, hay que llenar las cabezas huecas con algún contenido. De alguna forma hay que puentear las tres semanas que faltan hasta que llegue la Navidad. Esa fiesta consumista que tan poco tiene que ver con su origen, su significado y sus valores. 

Si hasta he llegado a leer a algún retrasado influencer “regre” quejarse de que aún existan belenes “religiosos”.



Lo dicho, sapere aude.

O púdrete en tu supina ignorancia.


miércoles, 27 de noviembre de 2019

Los que aman a España


Debemos ser protagonistas del destino de nuestra Patria actuando conforme a los intereses de la misma, que demanda en los actuales momentos un diálogo nacional inaplazable y necesario para definir su futuro, demostrémosle a la Patria con hechos y no con vanas palabras que somos capaces de enaltecerla.
(Emrique Sandrés Ferrera)

Antes de ponerme a escribir en base a las pocas notas tomadas desde que me he despertado, en el metro, el ascensor y hasta desayunando, me he permitido realizar una simple búsqueda en Google: en concreto mi pesquisa ha sido “amar a la patria”. Y no como recoveco para plagiar alguna cita, frase, página u obra completa, al estilo de muchos de nuestros políticos, sino con la sana intención de citar a alguien que haya expresado con anterioridad y de forma apropiada lo que quiero usar como introducción. Y como era de esperar, el procesamiento de la ingente cantidad de datos sobre los que actúa el buscador, sumado a sus optimizados algoritmos y su “inteligencia artificial”, ha dado en el clavo con el primer resultado sobre 10.700.000. Ojalá acertara yo alguna vez con una lotería o un fugaz amor con tal precisión. Y ha atinado de tal manera el artilugio digital que en el fondo ya podría dejar de escribir en este mismo instante y simplemente enlazar el artículo en cuestión, digno de ser enmarcado y aplicable de pe a pa  a nuestra querida España. Y más aún en estos momentos críticos que estamos viviendo en este Reino que va camino de dejar de serlo. De dejar de ser Reino y dejar de ser cualquier cosa. A un paso de desaparecer, más bien. (Nota: el artículo en cuestión lo firma en fecha desconocida un ex catedrático llamado Enrique Sandrés Ferrera en el diario hondureño “El Heraldo”. Ni sé quién es, ni conozco su filiación política, ni he leído nunca dicho periódico. Y tampoco viene al caso. Lo que me importa es el contenido de dicho escrito).


¿Y quién ama a España hoy en día? Aquí me refiero a amar como sinónimo de entrega, de querer dar algo, de sacrificio; no hablo de un enamoramiento egoísta que busca una recompensa, ni de una pasión infantil y momentánea cual celebración de un gol de la selección o de una victoria del insigne e insuperable Rafa Nadal.

¿Pedro Sánchez quizás, el plagiador, ególatra y mentiroso vividor que con sus ínfulas es capaz de cargarse siglos de historia con tal de seguir ocupando su castillo en la Moncloa? Dudo mucho que este abyecto ser ame a alguien más que a sí mismo. Pobre familia la suya. Lo único que le debe de estar preocupando en estos momentos es que sus nuevos socios quieran eliminar la monarquía constitucional y sustituirla por una república chavista con sus líderes millonarios y su pueblo atontado, subyugado y arruinado. Él, el gran Pedro, que si la memoria no me falla pasaría a ser Pedro V al haber sido el último rey hispano de este nombre Pedro IV de Aragón el Ceremonioso, llamado el del “punyalet” en los condados con playa de la Corona de Aragón, por el puñal que solía llevar al cinto. Daga que nos están clavando por la espalda sin que nos demos cuenta. Porque su afán por suplantar y ningunear a nuestro Jefe del Estado, en claro incumplimiento del artículo 99 de la Constitución (entre otros), denota su enfermiza obsesión por ser rey y presidente a la vez, y a poder ser también príncipe heredero, princesa casadera, ministro principal, arzobispo, consejero mayor, virrey, adelantado, primer ministro y sobre todo “Ministro Plenipotenciario de Viajes y Festejos” de su reino imaginario. Este funesto personaje a España no la ama. Eso está claro.

¿Los previsibles socios de Pedro V aman a España? Ni hace falta que entre en muchos detalles. Pensemos en el chepudo chavista de Galapagar, cuyos dientes de rata brillan desde hace días de emoción y rabia animal ante la posibilidad de ser vicepresidente; ese personajillo deleznable que al tiempo que negocia entrar en el gobierno disfrazado de inocente oveja, convoca manifestaciones para pedir un referéndum que acabe con nuestra monarquía constitucional y con ello con nuestra patria y nuestra convivencia. O echemos una mirada a otro de los protagonistas de este orquestado golpe de estado, al ridículo, seboso, iletrado y renegado mentiroso Gabriel Rufián, que se jacta en público de “poner y quitar gobiernos”, como si estuviera jugando una partida al Risk mientras engulle una magdalena tras otra. O será quizás el racista Aitor Esteban, digno heredero de los hermanos Arana, esos nazis de mujeres unicejas, idioma muerto resucitado a base de setas alucinógenas, regodeándose con sus chantajes continuados, repetidos durante decenios, respaldado por sus socios asesinos de Bildu, ¿este ser inmundo puede ser que ame a España? Olvídenlo.

¿Aman a España los diputados y dirigentes del Partido Popular? Mis dudas tengo. Demasiado callados los veo ante el desmembramiento de nuestra Patria, más preocupados al parecer por mantener sus privilegios que por dar la cara, alzar su voz y resistirse a la involución frentepopulista que se avecina.

¿Quieren el bien de España los pocos supervivientes del altivo galeón naranja que ha acabado siendo una pequeña barcaza que ni conseguiría permiso para navegar por el estanque del Retiro? No haré aquí leña del árbol caído, dura es ya la penitencia que están pasando los buenos que hubo en Ciudadanos, que los hubo, por no hablar de sus antaño votantes que hogaño han tenido que huir despavoridos buscando alternativas serias a la indefinición y el narcicismo de un partido que fue ilusión de tantos y placer de tan pocos.

¿Buscan el bien de España los paniaguados miembros del Consejo de Estado, con Soraya Sáenz de Santamaría como máxima exponente de egoísmo y arribismo? Ni están ni se les espera. Y mejor así.

¿Luchan por su patria, España, los sindicatos de clase, los fiscales politizados o las oenegés subvencionadas? Por favor.

¿Hace algo la jerarquía de la Iglesia Católica, credo mayoritario en nuestro país, a fin de parar esta sinrazón? ¿Rezan por lo menos por la salvación de España o hasta han olvidado sus propios preceptos? O callan y otorgan ante la previsible y definitiva nueva desamortización, esta vez no a cargo de Mendizábal sino de algún economista de renombre internacional como por ejemplo Alberto Garzón. Dios nos proteja.

Amar a la Patria es desprenderse de intereses mezquinos tratando de servirse de ella y más bien adoptar una conducta propia de buen ... español … sirviéndole en todo lo posible, amarla es no callar y más bien denunciar lo que le hace daño en magnitudes que ofenden su dignidad” dice tan acertadamente el autor hondureño que cito arriba.

¿Y quién hace esto? ¿Quién demonios quiere a España y la defiende día a día?

Pues haberlos, haylos. Los militares en su abnegada defensa de la Patria y en cumplimiento de su sagrado juramento, los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en su constante y tan mal remunerada labor, pagando siempre los platos rotos por la desastrosa gestión política; los llanos y simples trabajadores que con su diario esfuerzo mantienen viva esta bendita tierra que nos vio nacer; los médicos, los enfermeros, los bomberos, los mecánicos, los vigilantes, los barrenderos, las amas de casa, las abuelas, los pescadores, los agricultores, los pocos profesores no manipulados que quedan, los misioneros allende los mares, los investigadores de renombre exiliados por carecer de apoyo y recursos en este país que derrocha su dinero en la mayor casta política del mundo Occidental…los españoles de bien.

Y quizás algún que otro político, de esos pocos que no se han echado al ruedo para ganar dinero, prestigio y prebendas, sino que al contrario han abandonado su segura y plácida zona de confort para meterse en la boca del lobo y luchar con todas sus fuerzas por la supervivencia de nuestra Patria.
Dicen que de esos también hay. Y hasta creo conocer a alguno de ellos. De un signo político y de otro. Más de uno que del otro.

Todos estos son los que aman a España. Los que amamos a España.

Esperemos que nuestra lucha no sea en balde, que la ilusión no decaiga y que, entre todos, podamos mantener a flote este barco en el que navegamos todos juntos buscando un futuro mejor para nuestros descendientes.

Porque al presente poca solución le veo.

A no ser que, como escribí en un reciente tuit, una nueva y súbita descompresión en la cabina del Falcon a seis mil metros de altura nos saque del atolladero.

Aunque eso es algo que no se puede pedir. Por humanidad. Por cristianismo. 

Aunque quizás si se puede soñar. Soñemos pues.



miércoles, 13 de noviembre de 2019

¿Qué será de la marca España?



Tenía in mente este artículo desde hace unos días, por lo que después de una breve sesión de self-brainstorming (por una vez me permito utilizar un anglicismo, algo que me desagrada profundamente, pero no encuentro ningún equivalente aceptable en nuestro querido idioma) en el corto trayecto del metro de Madrid que me lleva de casa al trabajo, he buscado un par de datos en la red, por aquello de citar correctamente y no equivocarme en nombres, hechos o fechas, y me he puesto a escribir. Igual ha influido también la extraña noche que he pasado, acosado por pesadillas en las que el nuevo Frente Popular que se avecina causaba irreparables estragos en nuestra patria, nuestra vida y con ello en el futuro de las nuevas generaciones. De tal calibre han sido estos malsons, como llamamos a las pesadillas en catalán, estos malos sueños, que he puesto las calles y me he plantado hora y media antes en la oficina, es decir, con el sol aún por asomar en el punto más oriental de nuestra piel de toro, la Punta de S'Esperó en la fortaleza de la Mola en Menorca, isla balear que por ahora aún pertenece a España. A ver lo que nos dura. En cristiano, son las seis y media de la mañana y ya estoy dándole vueltas a “tot plegat”.

Seguro que muchos de vosotros, mis tristemente pocos pero fieles lectores, os acordáis del proyecto llamada “Marca España”, puesto en marcha en 2012 por el gobierno del PP, con el objetivo de “mejorar la imagen exterior de España”., tal como consta en el Real Decreto 998/2012, de 28 de junio publicado en el BOE correspondiente, aunque en la Wikipedia ya hayan manipulado el objetivo original cambiándolo por el del nuevo proyecto, “España Global” (más abajo escribo un poco más sobre esta aberración) , sustituyéndolo por un extraño “objetivo de mejorar la percepción de nuestro país en el extranjero y entre los propios españoles”.

Ahí queda eso. Lo de mejorar nuestra imagen en el extranjero me parece correcto y necesario, eso fue la idea inicial de la “política de estado”, pero lo de “entre los propios españoles” demuestra la estupidez y sobre todo la debilidad de nuestro compulsivamente mentiroso presidente, cautivo y entregado, como todos los gobiernos que hemos tenido en democracia, a los chantajistas nacionalistas de las Vascongadas y de los condados catalanes. Definir un proyecto y una política de Estado para mejorar la imagen que tenemos de nosotros mismos es una clamorosa prueba de que algo, mucho, se está haciendo mal. Desde hace muchos decenios. Yo diría que desde 1978. Y vamos a peor.

Pero volvamos un momento a la “Marca España”. Gracias a Don Carlos Espinosa de los Monteros y Bernaldo de Quirós, “Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España” de 2012 a 2018, el proyecto fue un completo éxito. Y esto no lo digo ahora, al calor de la actual presencia social y el triunfo político de su hijo Iván, uno de los líderes de VOX, que va camino de convertirse en un referente a seguir en España: ya escribí sobre su padre hace un año y medio, cuando tuve el placer de escuchar una conferencia suya en un evento empresarial. Su impecable y a ratos emocional discurso defendiendo a España, con conocimiento y sentimiento, fue impactante y sorprendente, más aún cuando se trataba de una convención del mundo asegurador, un sector digamos que no demasiado emocional, sentimental o patriótico. No detallaré aquí el impresionante curriculum de Don Carlos, el que desconozca su pasado que se informe por la red. Vale la pena. Solamente decir que hasta el gobierno del plagiador Pedro Sánchez le condecoró con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica al tiempo que le defenestraba, como queriendo cubrirse las espaldas por si alguien osaba criticar el desmantelamiento del proyecto “Marca España” para crear un sucedáneo progre-globalista-izquierdoso llamado “España Global”. Nota: Ni me he atrevido a bucear en la nueva web de este proyecto, cuya “url” de entrada ha mutado del original  www.marcaespana.es a un claramente sospechoso www.thisistherealspain.com/ , como avisando de que van a reescribir la historia y los logros conseguidos y cambiarlos por su “nueva historia”, al igual que han hecho con la “Memoria Histórica” unilateral y revanchista, o como practican los separatistas catalanes día si día también con su demencia de convertir hasta el último hecho triunfal, plato típico, descubrimiento, avance social, triunfo deportivo o baile regional español en originario de tierras catalanas. Iluminados. Y peligrosos.


Porque como suele pasar en nuestro país, aunque algo funcione de maravilla, en el momento en el que cambia el signo político del poder ejecutivo gracias a favorables resultados electorales u oscuras alianzas, la primera y prioritaria tarea de los nuevos dirigentes es desmontar lo anterior, sea bueno o malo, despedir a los responsables de puestos clave de la administración y colocar a los suyos. Tanto a amigos y familiares directos como a acreedores de favores y deudas previas o miembros de la judicatura abiertos a vender su alma por 30 piezas de plata. No hace falta que os recuerde los múltiples y recientes casos de nepotismo y amiguismo, llevados a cabo con toda la desfachatez del mundo tanto por el PP como por el PSOE. 
El PPSOE, como solemos abreviar a ese duopolio que lleva cuarenta años sangrando a España para colocar y enriquecer a su fiel tropa. Y utilizando cada cuatro años la palabra “ESPAÑA” para justificar sus propias miserias y sacar los votos necesarios para seguir medrando. Vergüenza les tendría que dar a todos.

¿Qué será pues ahora de la marca España?
Habiendo desparecido el proyecto MARCA ESPAÑA, en mayúsculas, y teniendo a la “ínclita” Irene Lozano al frente de la nueva institución, una Secretaría de Estado “globalista” cuyos objetivos ni quiero conocer, pero cuya remuneración para la responsable está por encima de los 5.000 euros mensuales, me temo lo peor para el nombre, el prestigio, la economía, la convivencia y el futuro de España. Esta Irene, por cierto, es la amanuense, la escribana del libro-plagio de Pedro Sánchez, por si alguno lo desconoce. Así se entenderá mejor su nombramiento.

Porque la realidad social y política, marcada por el golpista y violento “procés” catalán y los enmascarados tejemanejes “nazional-racistas-siempre nos quedará el terrorismo como comodín” del PNV y sus continuos chantajes al gobierno central, las mentiras de nuestros ministros frente a las autoridades europeas sobre la verdadera situación económica del país, sumadas al acuerdo de ayer entre el PSOE y Pablo Iglesias, contubernio frentepopulista que presagia un desastre tras otro para nuestra tullida sociedad... esta realidad realmente no invita a ser optimistas. Para nada.

Decía la señora Irene Lozano en una reciente entrevista que Manuel Azaña "estaría orgulloso de la España plural, diversa, solidaria y tolerante que somos hoy”. Nunca llegaré a entender ni aceptar la suma tontería y sucia mentira populista del “plural, diversa, solidaria y tolerante”, sobre todo si sale de la boca de un socialista, un podemita u otro ser de esa galaxia extraña en la que habita el retrógrado, falso, envidioso y revanchista rojerío patrio. Y menos toleraré que nombren al malvado y sanguinario Manuel Azaña cuando se habla de la imagen y del futuro España.

Plural: ¿Se referirá quizás a las nacionalidades inventadas que no coinciden para nada con la historia de España ni con nuestra realidad social? ¿O a la integración de violentos inmigrantes ilegales, regándoles de subvenciones sin exigirles nada a cambio, mientras el pueblo español languidece y sufre como nunca?

Diversa: ¿Piensan quizás en la dictadura de género, un experimento de manipulación social contra todo sentido y sobre todo contra la propia biología, que establece claramente que el sexo no se asigna, sino que viene determinado en los genes?

Solidaria: ¿Estará hablando del palacio de los marqueses de Galapagar, los vuelos con el Falcon, el duro trabajo de Begoño, los exagerados sueldos de los políticos (¿por cierto, qué partido ha planteado no cobrar si no trabajas en el caso de los diputados?), o el paripé mercadotécnico con los barcos esclavistas como el Aquarius o el OpenArms?

Tolerante: ¿Con quién? Con los de su cuerda, supongo, porque todo lo que no siga las ideas maestras del pensamiento rojiprogre está claro que es fascista, como bien recalcó el otro día nuestra gran e ilustre filósofa patria, la bachillera Adriana Lastra. ¡Fascistas, malditos fascistas!

¿Qué será de la marca España cuando en Europa vean a personajes como Pablo Iglesias aupados a un ministerio?

¿Qué será de la marca España si este nuevo Frente Popular sigue utilizando a la familia real con malas intenciones?

¿Qué será de la marca España si seguimos dejando que una minoría violenta protegida por el poder local coarte la libertad de los demás y destroce nuestro sector turístico, básico e imprescindible para la supervivencia de todos nosotros?

¿Qué sera de la marca España si ...?

¿Y que será de la propia España como nación, heredera de un glorioso imperio que trajo los mayores avances a la sociedad y perpetuó eternos y superiores valores en la historia de la humanidad?

No lo sé. Pero pinta mal.

P.D. Mientras escribo esto me han pasado este mensaje de Twitter que por lo menos me ha hecho sonreír y confiar en el humor, la constancia y la ilusión que en el fondo atesoramos todos los españoles de bien.







lunes, 11 de noviembre de 2019

La verdadera lucha empieza hoy



Al entrar hoy en mi oficina a las ocho de la mañana, después de una noche electoral diferente, en la que por primera vez en muchos años tenía verdadero interés en conocer los resultados, ya sabía lo que me esperaba. Sonrisas cómplices de algún compañero y caras largas de muchos otros. Por aquello de que muchos me tienen catalogado como “facha” (¿por qué será). Algo que por cierto hace años que me la trae al pairo, más aún cuando los que lo piensan se cierran en banda ante cualquier diálogo serio, argumentado, que sirva para explicarles que no somos demonios, ni nos comemos a los niños recién nacidos (eso lo hacen ellos tolerando y promocionando el aborto), ni apaleamos a los inmigrantes, ni odiamos a nadie.

Ellos a lo suyo, erre que erre, siguiendo los dictados del mainstream, de los medios "progres" y del lavado de cerebro al que les han sometido durante tantos años: cualquier cosa que no sea “progre”, que no se precie de ser de izquierdas, representa el mal. La democracia para ellos se limita a aquellos que piensan (si es que tienen esa capacidad) tal como dicta su histórica arrogancia y su complejo de superioridad.

Allá ellos, sigan pues viviendo acongojados en su ignorancia, odiando sin un ápice de razón ni base histórica, apoyando ideas retrógradas, fracasadas, injustas y malas, como han sido y siguen siendo el socialismo, el comunismo y todas sus variantes. Solamente hace falta echar una mirada a como “celebraron” o citaron los medios progres las celebraciones del 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín, para darse cuenta de su carencia de cultura, de un mínimo conocimiento histórico y de sensatez: ni una palabra sobre el origen del Muro, la maldad del sistema socialista/comunista que lo levantó y la libertad que se consiguió para la Humanidad gracias a su derribo. Confundiendo churras con merinas. Al estilo Adriana Lastra y demás borregos.

Lo mismo que les pasa ahora ante los resultados de las elecciones. La campaña de acoso y derribo, de paparruchas, de manipulaciones, de rebuscar en el pasado de todos y cada uno de los nuevos diputados de VOX, de invenciones, de insultos, de manifestaciones, de escraches, se prevé terrible. Y continuada. Ya se ha vivido antes en los demás países de Europa: teniendo el entorno izquierdista y falsamente llamado progresista el dominio absoluto de los medios de comunicación, el ataque continuado contra cualquier opción patriótica, sensata y cristiana, basada en valores superiores, en la unidad, el esfuerzo, el trabajo, la familia y la justicia social real está garantizado, y será vilipendiada, ultrajada, insultada y perseguida desde el minuto uno. Es decir, desde ahora mismo.

Por eso he titulado este artículo “la verdadera lucha empieza hoy”. Porque tengo muy claro por donde van a ir los tiros. Y esperemos que se quede todo en “tiros” virtuales. Porque de esta gente poco te puedes fiar, son socios políticos de terroristas y golpistas separatistas. Y de esa relación interesada con los malvados a pegar tiros en la nuca hay un pequeño paso. Ya lo hemos vivido en otras épocas. Oscuras.

Ahora a por lo bueno. A felicitar de todo corazón a mis amigos, mis camaradas, que después de una travesía en algunos casos de más de 40 años luchando por España (como bien dijo ayer Juan Ricart en nuestra tertulia, ahora por desgracia convertida en un grupo de Whatsapp sin picoteo ni vino español) y defendiendo unos ideales con los que me identifico plenamente, han llegado al Congreso de los Diputados y antes al Parlamento Europeo. ¡Chapó por vosotros!

No hablo de extraños, ni de conocidos de bar, fiesta o guateque. Hablo de personas ejemplares, de luchadores, que desde mi ya lejana juventud han estado ahí, estudiando, trabajando, avanzando, triunfando, dando ejemplo a todos nosotros. Y no son lisonjas gratuitas. Son sentimientos que me salen de dentro, que me reafirman en mis creencias, realidades que me enorgullecen.

Poder comentar con la cabeza alta y una sonrisa de oreja a oreja que conozco a eurodiputados y diputados, que me precio de ser su amigo, no tiene precio. Más bien es un gran placer. Y sobre todo un honor.

Sabemos bien que en todos lados cuecen habas, que no es oro todo lo que reluce, que siempre habrá que separar el trigo de la cizaña. Tampoco es nada nuevo. Al caballo ganador, sabiendo como ha acabado la carrera, apostaría hasta el mayor ignorante. Y habrá intentos de infiltración, largas colas para chupar del bote, conocidos olvidados que llamarán a la puerta, oportunistas de tres al cuarto que pretenderán sacar tajada de los resultados electorales. Como en todos los partidos, agrupaciones, grupos de amigos y clubes sociales.

Pero conociendo a las personas que conforman la dirección de VOX, por lo menos a una buena parte de ellas, no tengo ninguna duda de que sabrán estar a la altura, y que gracias a ellos hemos dado un paso más en pos de esa España grande, libre, justa y eterna que siempre hemos soñado.

Y que nos representarán con la misma nobleza, la misma sinceridad y el mismo esfuerzo que han demostrado en los últimos decenios en los que hemos compartido ideales, luchas, ilusiones, decepciones, victorias y derrotas.

La verdadera lucha empieza hoy.

Pero partimos con una gran ventaja: estamos en buenas manos. Muy buenas.

Felicidades, Jorge, Juanjo, Juan Carlos, Gerardo, Joan, Jordi, Nacho, Lola, Agustín, Paqui, Amanda, José Manuel, Miguel Ángel y todos los demás que habéis contribuido con vuestra incansable lucha a que el sol vuelva a brillar en la piel de toro.



Quien esperar puede, alcanza lo que quiere.





viernes, 8 de noviembre de 2019

La maldita España xenófoba


Ahora que hasta el faro intelectual de occidente llamado Adriana Lastra (igual “Lastre” le iría mejor como apellido) ha descubierto la palabra fascista y ha interiorizado que todos los que no comulguen con las directrices de su partido (iba a decir “con las ideas” pero, como bien es sabido, los actuales “socialistas” españoles carecen de ideas, de ideales, de honradez y del mínimo exigible de cultura) somos fascistas, pues tendremos que pasar al siguiente adjetivo: xenófobos. Palabra por cierto harto complicada de vocalizar: igual por ello la utilizan tan poco las lumbreras del PSOE, los vividores de Unidas Mamemos y los demás grupos de garrapatas que están destrozando nuestra patria a marchas forzadas.

Los xenófobos, los que odian o temen (fobia) a los extranjeros o extraños (xeno), que por desgracia pueblan partes de nuestra amada tierra, son el verdadero cáncer de nuestra sociedad. Y este hecho me entristece mucho, más aún cuando la herencia hispana que atesoramos todos conlleva todos los valores que posteriormente se convirtieron en “Derechos Humanos Universales”, lease la igualdad, la libertad, la seguridad, la propiedad, la nacionalidad et al, como ya dejó escrito Isabel la Católica en su testamento: “Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien.”


¿Cómo ha podido suceder algo así? ¿Qué ha pasado en estos últimos años que ha propiciado que la nación más justa, más tolerante, más libre, más avanzada y más culta, como ha sido España con su Imperio, se haya convertido en tan poco tiempo en una pocilga llena a rebosar de violentos racistas, de odiadores profesionales, de malditos y repugnantes xenófobos?

Nada complicado es contestar a esta pregunta: por culpa de los intereses de las minorías burguesas catalanas y vascas (como en su momento la avariciosa burguesía criolla en las provincias de ultramar). Instaladas en sus reinos mitológicos sacados de la chistera por sus dementes padres fundadores (los Arana Bros., los Badia Bros., Companys, Pujol…), bien cubiertas social y económicamente por sus latrocinios, sus oscuros negocios y sus chantajes a los sucesivos gobiernos centrales, las minorías burguesas catalana y vascuence han amaestrado, manipulado y sodomizado a esa parte importante de la sociedad española, convirtiéndola en el peor ejemplo de la xenofobia europea de los últimos 30 años. Y ahí no quedará: el odio al vecino es contagioso, sus tentáculos son extremadamente largos, y ya empieza a florecer en Valencia, en Galicia, en las Baleares, en Navarra, y dentro de poco, si no lo impedimos, contaminará Asturias, Andalucía, Canarias, León y hasta Aragón. Suerte que siempre nos quedarán Murcia y Extremadura como salvaguarda del hispanismo, la sensatez, el esfuerzo, la honradez y el valor.

El odio al extraño, al diferente, al habitante de la región colindante y al vecino del quinto segunda, ha calado profundamente en nuestra sociedad. Ese “tsunami” de maldad que tan bien queda reflejado en la película “La Ola” (mira que son lerdos los lazis y van y eligen justamente este nombre para su movimiento terrorista/racista), se ha apoderado de las mentes de adultos, jóvenes y niños, sin que nadie con mando en tropa en España haya querido remediarlo. Ni el Partido Popular ni el PSOE han intentado en ningún momento atajar esta epidemia, cortar la cabeza a esta serpiente envenenada llamada nacionalismo.
No les convenía, ni les conviene: dependen de sus cuatro miserables votos para seguir gobernando, y siendo este su único fin y objetivo en la vida, cómo van a ser tan tontos de matar a la gallina de los huevos dorados. O de perseguir al malvado reptil.

Está claro que nuestra patria, España, está siendo intoxicada poco a poco. Que la xenofobia promovida por los movimientos nacionalistas ha calado fuerte en vastas partes de nuestra hermosa piel de toro.

Y que solamente hay una manera de curar esta enfermedad: la extirpación de los tumores ya existentes, la aplicación de quimio y radioterapia a los órganos que rodean a esos tumores (que no son otra cosa que las televisiones mal llamadas públicas ETB y TV3), la recuperación de las competencias de educación y seguridad (entre otras), que deben ser únicas para todos los ciudadanos españoles,  y el inmediato encarcelamiento de todos los delincuentes que promueven el odio racista en nuestro país.

Urge un cambio para acabar con la xenofobia y la violencia en España.

Y el próximo domingo día 10 de noviembre tenemos la oportunidad.

Acabemos de una santa y definitiva vez con la maligna serpiente del nazionalismo y recuperemos la grandeza y la libertad de España.


¡ESPAÑA, SIEMPRE!












jueves, 7 de noviembre de 2019

Llorar


And even though the stars are listening
And the ocean's deep, I just go to sleep
And then I create a silent movie
You become the star, is that what you are, dear?
Your whisper tells a secret
Your laughter brings me joy
And a wonder of feeling I'm Nature's own little boy
But still the tears keep falling
They're raining from the sky
Well there's a lot of me got to go under before I get high.
Even in the quietest moments.Roger Hodgson. 1977.

Me permito usar como introducción a esta reflexión un par de párrafos de un artículo que escribí hace ya diez años a raíz de la muerte de Dani Jarque. En este caso se trata de un autoplagio, algo bastante diferente a los rastreros remedos del burdo copiar y pegar de nuestro presidente por accidente, sus ministros y sus perritos falderos. Vaya banda, por cierto. ¿Dónde quedó aquello de que nos gobiernen los mejores?

Existen pues personas de lloro fácil que por cualquier banalidad dejan escapar unas lágrimas y que, en casos más serios, se derrumban sin contención posible echando por los ojos sus sentimientos de rabia, dolor, alegría o tristeza.

También existen personas más templadas, que han sufrido lo suficiente en su vida para no llorar a la primera ocasión o que simplemente guardan sus sentimientos en su interior, personas que sienten y sufren igual que los demás pero que no expresan sus conmociones de la misma forma que las anteriores. Personas curtidas en sufrimientos, personas que han perdido a familiares, que han sufrido maltratos o que han vivido tales decepciones en la vida que el recuerdo de estas les impide llorar a rienda suelta a la primera ocasión.  

Finalmente tenemos a los duros. Personas que no lloran ni llorarán jamás. Están de vuelta de todo. Han perdido la fe y la esperanza. Ya no creen en nada porque las han visto de todos los colores o porque carecen de la mínima humanidad necesaria. El dolor y la tristeza no consiguen arrancarles ni una simple lágrima, quedándose atascados los sentimientos, si los tienen, en su interior, mordiendo sus entrañas sin que nadie se percate, a veces ni ellos mismos, de lo que están sintiendo. Pueden ser de todo tipo: insensibles, pragmáticos, primitivos, consecuentes, realistas, fríos o escépticos. Pero no lloran ni a la de tres.

Yo reconozco que siempre he sido de los primeros: mis lágrimas son tan autónomas y fáciles de movilizar que parece que tenga un depósito a punto de rebosar localizado entre la laringe y la garganta, repositorio que alimenta de forma continuada las glándulas lagrimales. Sea por tristeza, por alegría, por indefinida emoción, por un recuerdo, por un gol de mi equipo, por ver una bandera de España, por una simple fotografía o por oír los acordes o la letra de una canción olvidada, el húmedo chorro se libera sin que lo pueda evitar. Y tampoco pasa nada. Peor sería que a las primeras de cambio me volviera agresivo y violento.

¿Y a qué viene toda esta introducción? De forma resumida: estos días pasados he disfrutado cual enano con la visita de mi familia, en concreto de mi hermanito, mi cuñada y uno de mis sobrinos. Y han sido tres días inolvidables, con paseos, excursiones, comidas, cervezas (más bien pocas) y, sobre todo, recuerdos, complicidad y risas, muchas risas. Como si el tiempo no hubiera pasado. Las mismas bromas de antaño, los mismos tics, reproches, manías, puntos débiles y reacciones que hace 30 o 40 años. Me imagino que es algo natural, que sucede a todos los hermanos o amigos íntimos cuando se reencuentran: vuelven las imágenes pasadas, recuerdas esas situaciones cómicas, te recreas en algún viejo chiste repetido hasta la saciedad, tarareas una canción que por alguna razón marcó vuestras vidas o te pones a hablar de aquel amigo que hizo tal gamberrada varios decenios atrás. ¡Bendita memoria! Ojalá ninguno de nosotros acabe siendo una de las pobres personas que padecen Alzheimer y nos perdamos estos momentos tan reconfortantes e importantes llamados recuerdos. Uno de los componentes básicos de nuestra vida, junto a los planes y los sueños. Sin estos tres pilares la vida carecería de sentido. Seríamos un simple vegetal. Y encima serviríamos de alimento a los veganos. Dios nos libre.

Y no estoy hablando de la exageración de los sentimientos y la exaltación de la amistad y el amor producidos por la ingesta abusiva de alcohol y demás drogas: esos casos son una simple reacción química forzada en nuestro cerebro por elementos externos. Hablo de lágrimas naturales. Parecidas, pero no iguales.

Paseos por mi cada vez más querida ciudad de Madrid, una tapa aquí y otra allá, vistas increíbles de la ciudad desde el mirador del nuevo hotel Riu de la plaza España, una bonita escapada a Toledo, y todo ello disfrutando de la compañía familiar y conociendo un poco más a mi sobrino, al que llevaba años sin ver (mea culpa, sin duda), y que ha resultado ser un cómplice más, conocedor al dedillo de nuestros tics familiares,  nuestros traumas, nuestras hazañas juveniles, nuestros defectos y nuestras virtudes. Sorprendente y emotivo: más que un sobrino parecía otro hermano más, y encima inteligente, divertido, guapo, espabilado y valiente. Porque lanzarte solo, a sus 18 añitos, a pillar 3 aviones para viajar a las antípodas, en concreto a Noosa, en Australia, es digno de admiración. O quizás lo vea yo así, marcado por la edad y la experiencia, y en el fondo sea algo normal a esa edad. No lo sé. Pero huevos le ha echado, con perdón.

Hay una escena en la película “Salvar al soldado Ryan” en la que el protagonista explica que no es capaz de recordar las caras de sus tres hermanos fallecidos. Su capitán, antiguo profesor, le recomienda intentar recordar momentos o aventuras, y a los pocos minutos al pobre James Ryan se le empieza a iluminar la cara y explica con todo detalle una anécdota vivida con sus hermanos y una vecina fea que pretendían seducir en un granero. Momentos. Escenas. Situaciones. Canciones. Imágenes. Olores. Recuerdos.

La vida pasada revivida en esos instantes. Que te hacen llorar. Que te hacen reír. Y te permiten seguir planeando y soñando. En resumen: seguir viviendo.

Muchas gracias por la vista familia. Ha estado genial.




P.D.: Mientras escribo esto voy mirando en el Flightradar por donde anda ya mi sobrino Robin. Llegando a Taiwan en estos momentos. Vaya viaje. Mucha suerte tengas sobrino, disfruta a tope y Dios (y ahorro) mediante nos veremos en marzo en Bali. Y si no es allí, pues en Mallorca. O en Panticosa. O en Madrid.



lunes, 21 de octubre de 2019

Del Mar Menor al mal menor


Podría haber sido peor, dicen por ahí los iletrados tertulianos, los vendidos periodistas, los maquiavélicos políticos, los guarros argentinos infiltrados en nuestras instituciones y demás especímenes que no aportan nada a nuestra sociedad. Y se entiende: los periodistas y tertulianos necesitan polémicas, incidentes, traiciones y violencia para seguir explotando el sufrimiento de muchos para su penosa algarabía; los políticos se agarran a sus votos (y con ello a sus sucios acuerdos con separatistas y terroristas) como garrapatas a la piel del animal, para seguir ocupando sus poltronas e ir sumando legislaturas que garanticen sus pensiones vitalicias; y finalmente la rancia y casposa izquierda radical, los antisistema, los okupas, los menas y demás lumpen que se aprovechan de la agitación social para dar rienda suelta a sus odios y su envidia y así llevarse una parte de la tarta, ya sea asaltando comercios, destrozando  mobiliario urbano o hiriendo a ciudadanos inocentes y a nuestros valientes y abandonados miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Entre ellos a Iván, un policía de 41 años y padre de dos hijos, que a estas alturas aún se debate entre la vida y la muerte sin que el racista Torra se haya preocupado por su estado. ¡Ánimo, Iván!


Hablamos de una importante región de España, Cataluña, pilar de nuestra patria común y motor económico durante muchos decenios. Y no por ser sus habitantes de raza superior y tener un ADN puro, ni por ser más hábiles, más laboriosos o serios: Cataluña ha liderado el desarrollo social y económico del Reino de España por un chantaje continuado, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, que siempre ha cristalizado en inversiones, subvenciones y ventajas fiscales. Todo con tal de no tener que sufrir el nacionalismo feroz, la violencia y la guerra civil que siempre han usado los adinerados burgueses catalanes como moneda de cambio para conseguir sus beneficios. Al estilo del tinglado que se sacaron de la manga los beodos hermanos Arana en las provincias vascongadas: un relato histórico inventado, una manipulación de la sociedad cautiva e iletrada gracias a la contraeducación continua, una constante y nada velada amenaza de muertes y violencia (como bien llevaron a cabo los terroristas de ETA que ellos alumbraron) y unos beneficios generosos para las acomodadas y clasistas familias dirigentes.

Como el símil que propongo en el título: nuestro querido Mar Menor. Abandonado por el poder central, explotado por múltiples administraciones cautivas de sus siglas partidistas y destrozado por intereses económicos de los siempre presentes familiares y amigos, hasta el punto de que han dejado sin oxigeno a todos los seres vivos, ahogándolos en su charca de favores, malas planificaciones, contaminaciones conocidas y toleradas y las múltiples obras inapropiadas. El afán de riqueza y el nepotismo contra el medio ambiente. El afán de poder y el nepotismo contra la mayoría de la sociedad catalana. El Mar Menor arrasado, el mal menor que según los políticos han sufrido Cataluña y en especial Barcelona.

Mientras sigan en libertad y con poder ejecutivo los animadores socio culturales y dinamizadores de la demente revuelta catalana, léase Joaquím Torra y su corte tractoriana, sostenida por las ovejas abducidas encuadradas en los CDR, los antisistema tolerados por Colau e importados de toda Europa y los menas traídos por las mafias negreras oenejetas cómplices de la burguesía catalana, poco cambiará. 

Como si se tratará de una sesión de “Design Thinking”, tan de moda en el mundo empresarial, pero a la inversa: sesiones de trabajo en común (de ahí "los Comunes") para ver como destrozamos un proyecto que ha costado siglos y siglos en ser construido.

Y encima el maldito y demente Torrá tiene el inmenso morro de anunciar a bombo y platillo que pasadas las elecciones del día 10 de noviembre liberará a todos los golpistas sentenciados.

Y si lo anuncia es porque es muy consciente de los triunfos que tiene en su mano: sus votos y los de los demás partidos separatistas serán cruciales y necesarios para que Pedro Sánchez vuelva a desgobernar España. Y ese caramelo al falso doctor no se lo quitará nadie, aunque para ello tenga que dejar a la mayoría de los catalanes sin oxígeno. Como si fuera el Mar Menor. Y siendo para ellos un mal menor. Peor sería que perdieran el poder, sus sueldos, sus privilegios y su estatus social.

¡Qué más da que se mueran millones de peces!

¡Qué más da que arruinemos la vida a cinco millones de catalanes!


P.D. Suerte que la otra Cataluña, la mayoritaria, la que es tan catalana como española, sigue viva. Por lo menos en el estadio del RCD Españyol, último reducto deportivo que sigue resistiendo ante el acoso nacionalista. Y eso que la directiva tampoco está por la labor. Suerte que nuestra masa social sigue siendo ejemplar.





martes, 15 de octubre de 2019

Hispanismo versus nacionalismo


He esperado tres días en ponerme a escribir esta pequeña entrada: desde el pasado sábado, 12 de octubre, día de la Hispanidad, hasta hoy, 15 de octubre, he tenido la santa paciencia (y me ha costado lo suyo) de no dejarme llevar por la ilusión y la alegría que significó la asistencia al desfile de las Fuerzas Armadas, el haberme encontrado por pura casualidad con Alba y de paso haber conocido a Sergi y Ruth, simpáticos pericos catalanes y nuevos miembros de la creciente colonia de exiliados en esta bella Villa y Corte llamada Madrid (y quién sabe si los futuros presidenta y secretario de la Peña Españolista de Madrid).

¿Y a qué se ha debido esta espera? Pues es muy simple: coincidía este fin de semana festivo con la filtración de la sentencia del “procés” (ya me gustaría saber quién ha sido el chivato que se ganó las albricias anunciando la buena nueva a los golpistas) y todo lo que ello conllevaba: la rabia por la sentencia, los previsibles incidentes que iban a producirse y la gran pena que siento al saber que esta pesadilla no tienes visos de acabar, sino que más bien parece que se va a eternizar, con todo el dolor y el drama que ello conlleva. Por todo esto no me puse a escribir el mismo sábado: habría resultado un simple y superficial relato del desfile, de sus anécdotas, de las lógicas risas y las pertinentes cervezas al intenso sol que acabó quemándonos las espaldas, pero manco de la trascendencia de la sentencia contra los golpistas separatistas y de todo lo que ello significa como contrapunto a la alegría del día de la Hispanidad. Hubiera sido un relato del Yin sin el Yang, del Bien sin el Mal. Y por desgracia, el mal sigue existiendo. Y en este caso se llama “nacionalismo”.

Empecemos por lo bonito. Por el lado bueno de la historia. Por el “hispanismo”: un sentimiento, una filosofía y una manera de entender la vida como algo positivo, algo que une, que representa muchos siglos de evolución, de historia, de cultura, de esfuerzo común, de unidad en la diversidad. Asimilable a lo que significa el “españolismo” (ser seguidor del RCD Españyol) al mundo del fútbol.

Había quedado con algunos amigos en la estatua de Indalecio Prieto en Nuevos Ministerios, una elección como mínimo controvertida, teniendo en cuenta lo siniestro del personaje en cuestión: golpista contra el gobierno legitimo de la república en 1934, culpable de innumerables muertes y expoliador de museos y fortunas particulares, para acabar fugándose a Méjico con todo lo arramplado. Pero la suerte hizo que me tropezará unos cientos de metros más al norte con la amiga Alba y que lo de vernos en la funesta estatua quedara olvidado a las primeras de cambio. 
Y fue todo un acierto: al rato se nos unieron dos amigos de Barcelona, pericos ambos, y a partir de aquí el rato que pasamos a escasos metros del palco de autoridades intentando atisbar a la soldadesca, a las autoridades y descubrir que vestido llevaba Letizia, voló entre risas, fotografías y pequeñas anécdotas que anoté para ilustrar un poco este escrito ya previsto de antemano. A nuestro lado, por ejemplo, se sentaron dos matrimonios originarios de Castelldefels (Castefa para los insiders), una casualidad como tantas otras, teniendo en cuenta que por ahí andaban cientos de miles de españoles intentando pillar un lugar con un mínimo de visibilidad. Sus sonrisas cómplices ante  nuestros cánticos de “Puigdmemont a prisión” contrastaban con las caras de no entender nada de las japonesas que teníamos a nuestra derecha, y que a pesar de todo aplaudían con educación y recato todo aquello que a nosotros nos emocionaba: la Patrulla Águila, los helicópteros de rescate marítimo, los cazas, los imponentes Airbus o los paracaidistas descendiendo desde lo alto con nuestra querida enseña nacional (dejo para la parte fea del relato hablar del cabo Pozo). Hubo foto con un voluntario que se autoproclamó ser la “cabra” de la Legión, grandes risas avisando a un joven matrimonio que teníamos delante de que estaban asesinando a su pequeño oso panda con las ruedas del carrito (ni que fuera Borja), acabando la agradable mañana con un distendido refrigerio en una terraza cercana, un tuit anunciando a Tomás Guasch la buena nueva sobre su “nuera” y planificando ya futuras citas, entre ellas un asalto directo a las tropas enemigas del Bar Capuccino.

Una gran mañana, soleada, con risas, cánticos, complicidad, respeto y amistad. Y por lo que me cuentan desde Barcelona, ahí el día transcurrió de forma similar: sol, alegría, unidad, igualdad y libertad. Com Déu mana. Como tiene que ser.

Pero claro, todo sueño tiene su triste despertar. Y el nefasto nacionalismo que tantas desgracias ha causado en Europa en los últimos siglos, siempre acecha. La sentencia del procés, que ya empezaba a embrutecer todo lo bonito vivido el sábado, acabó por amargarnos el domingo y remató el siempre maldito lunes con los intolerables incidentes en Barcelona y Gerona. Y, sobre todo, con la benevolente pena impuesta, que permitirá a la Generalitat soltar a los golpistas antes de las próximas Navidades.

Una sentencia perfecta para Pedro Sánchez (que éste privilegiado alumno de Maquiavelo ha presionado e influido descaradamente en la abogacía del estado, en la fiscalía y hasta en los magistrados está fuera de toda duda), con el racista demente Quim Torra revolviendo el hato y lanzando a la adoctrinada juventud catalana a la calle sin contemplaciones; sentencia que culminó de forma nefasta estos duros años pasados desde el intento de golpe de estado de 2017, para disgusto de la mayoría de los catalanes y del resto de españoles. 
¿Cómo pagar los favores (en forma de votos) al separatismo sin tener que indultar a los condenados? Pues muy fácil: forzando una sentencia por sedición, y con ello las más que seguras medidas de gracia que podrá aplicar la Generalitat sin que nadie pueda oponerse. Todo calculado. Y pactado. A espaldas de los ciudadanos. Riéndose de la separación de poderes. Ninguneando a la mayoría de los ciudadanos de Cataluña que no son separatistas. Las treinta monedas de plata de siempre.

Y a esta desgracia de epílogo del fin de semana habría que añadir las intolerables, asquerosas, y penosas bromas sobre el bueno del Cabo Pozo, que tuvo la mala suerte de chocar con una farola antes de poder tomar tierra con la bandera nacional (maldita sea mil veces la impresentable Anabel Alonso), cuando se ha pasado toda su vida sirviendo con honor a nuestra patria; el vil y traidor puñetazo de un tal Joan Leandro Ventura a una señora ya entrada en años por el simple hecho de ondear una bandera de su tierra en Tarragona, o el abuso de un corpulento mozo separatista arrebatando la bandera y cogiendo por el cuello a una chiquilla en el Paseo de Gracia de Barcelona; y, para rematar, la indecente, asocial, injusta e intolerable ocupación de las calles, las estaciones y el aeropuerto por parte de las huestes de los enfermos separatistas.

Solamente faltaban los no por esperados igual de asquerosos comunicados del maldito Barza, del payaso Guardiola y del iletrado Xavi, la inacción de los Mossos, el apoyo de Pablo Iglesias y demás ratas a los nazis catalanistas y la sectaria programación de TV3, para acabar maldiciendo este maldito lunes 14 de octubre, que quedará en los anales de la historia como una más de tantas traiciones a nuestra patria, a la libertad y la justicia.

Y encima dos días después de nuestra gran fiesta común.

Hispanismo frente a nacionalismo. El bien frente al mal. Y lo que nos queda.