viernes, 15 de agosto de 2025

Arde España


Recuerdo como si fuera ayer un incendio en la falda del Tibidabo, esa que tan bien nos canta Loquillo; tendría yo 12 o 13 años, y nuestro padre, con su manía de vivir emociones fuertes e impresionar a los demás, o quizás con una intención didáctica hacia sus hijos, algo que dudo seriamente, nos metió a todos en el coche, y enfiló la carretera de Vallvidrera para ver el fuego de cerca. Ni hace falta decir que todo acabó a gritos, en discusiones con mi madre, en lloriqueos de mi hermana, y todo por el sinsentido de arriesgar nuestras vidas por la simple diversión de vernos pasar miedo. Igual exagero un poco, pero mi padre era así, había una cierta maldad violenta en sus actos, refrendada con este episodio de mi juventud que jamás olvidaré.

Viene esto a cuento de los terribles incendios que están asolando nuestra patria, incendios como casi siempre intencionados y habituales en época estival, por mucho que los medios oficiales (que son todos gracias a las millonarias subvenciones del gobierno para manipular la realidad y dominar al electorado) se empeñen en soltar la matraca de cada día: “los peores incendios desde que hay registros” (unos registros que siempre empiezan en el punto que interesa políticamente) y culpar, como no, al inexistente cambio climático, que no es más que un cuento para no dormir inventado en Bruselas para imponer su dictatorial Agenda 2030 y acabar con cualquier rastro de libertad en Europa. Como tan acertadamente lo definió ayer en un tuit el impagable Chino de China, @unchinodechina, “Dos detenidos por los incendios...Juan Cambio y José Climático”.

La penosa actuación del gobierno, la falta de medios (hay que apoyar el cultivo inclusivo y resiliente de aguacates en cualquier país del mundo antes que dedicar dinero a la prevención del fuego), las excusas varias de los cobardes ministros, el “y tú más” entre comunidades autónomas y gobierno central, el sucio cinismo del demente dictador desde su palacio en Lanzarote con su ya conocido “si necesitan ayuda, que la pidan”,  todo ello es de tamaña desvergüenza, es tan asqueroso, es tan triste, que más vale no tuitear, por el miedo a ser acusado y detenido por no seguir el discurso oficial.

Porque lo que arde no es solamente el monte, esos bosques, esos campos, que son la base de nuestra tierra, lo que arde son nuestros corazones, viendo como el fuego arrasa con todo, sin que nadie le ponga freno. El que quiera detalles, que use cualquier buscador o IA para listar los incendios y añadir los proyectos energéticos, eólicos o solares. En la mayoría de los casos, hay planes de este tipo en marcha o planificados en la zona del incendio. ¿Casualidad? ¿Causalidad? Que cada cual piense lo que quiera. Yo lo tengo claro. Por mucho que la “Ley de Montes”, la Ley 43/2003, de 21 de noviembre, de Montes (modificada por última vez en 2015 y vigente en 2025), imponga restricciones a la urbanización de los terrenos, ya sabemos que hecha la ley, hecha la trampa, y dentro de las excepciones permitidas, está el comodín de siempre: “En casos excepcionales por razones imperiosas de interés público de primer orden, aprobadas por ley (autonómica o estatal), siempre que se compensen con la recuperación de una superficie forestal equivalente. No aplica a montes catalogados (protegidos)”, es decir, que el poder político puede decidir por su cuenta si se pueden instalar molinillos asesinos o placas solares contaminantes. Y ahí entran de nuevo la Agenda 2030 y el Pacto Verde, que de verde tiene bien poco, aparecen las multinacionales, las inversiones y las tan manidas y queridas comisiones, que son el maná de tanto político corrupto del bipartidismo que se ha empeñado en acabar con España. Pensemos en los olivares de Jaén, en los embalses, en las centrales nucleares…, en el monte que se quema. Todo apunta siempre a lo mismo y a los mismos. A los enemigos del bienestar, a los enemigos del pueblo español. A los enemigos de España.

Lo que arde son nuestras almas. Lo que arde es la rabia de tener a esta ralea destrozando todo lo que tocan y no gestionan. Los que ardemos somos nosotros cuando leemos tuits de Oscar Puente o escuchamos declaraciones de ninistras de cuota y seres malvados como Marlasca o Bolaños.

Cuando lo que tendría que arder (figuradamente, señores censores) son las sedes de Ferraz y Génova y el Palacio de la Mareta, donde felizmente veranea el enfermo mental con su corte de corruptos, donde Nerón Saunez toca la lira y se frota los huevos, mientras España se hunde un poco más en el barro y la miseria que nuestros políticos, las 17 taifas y el maligno bipartidismo están repartiendo por la piel de toro.

¡Despierta España!


miércoles, 6 de agosto de 2025

Hay moros en la costa


Siete largos y duros siglos (casi ocho) nos costó a los sufridos y valerosos habitantes de la península ibérica, a los hispanos, ergo a los españoles, echar a los bárbaros musulmanes que nos invadieron a sangre y fuego, arrasando con todo lo que encontraron a su paso, matando, violando, robando, imponiendo su religión y su modo de vida a los reinos cristianos de nuestra piel de toro. Una lucha, una reconquista, que inició Don Pelayo en Covadonga en el año 711 y que culminaron los Reyes Católicos, que Dios les tenga en su gloria, con la conquista de Granada en 1492.

Pero no todo acabó ahí, los “moros”, por el “maurus” (oscuro) del latín, siguieron al acecho, ya no en tierra firme con sus habituales aceifas, pero si como piratas, con sus razias, capturando barcos, asaltando localidades costeras (con la traidora colaboración de moriscos, los “cristianos de nuevo moro” que se convirtieron, pero que de cristianos tenían bien poco), arrasando poblaciones poco protegidas e islas aisladas, y tomando rehenes para negociar su rescate. Más de un millón de cristianos fueron capturados y vendidos como esclavos, con la inestimable ayuda de corsarios ingleses y holandeses, conversos o no, pero siempre ávidos de las riquezas de los buques hispanos y de los ingresos por el tráfico humano. Por esa razón nació por ejemplo la orden de los Mercedarios, cuya principal ocupación era reunir dinero para rescatar a los cristianos capturados por los berberiscos. Y esto duró hasta bien entrado el siglo XIX, hasta la caída del Imperio Otomano.

Como es de entender, desde la toma de Granada, los reyes españoles, sabedores de que los moros no eran de fiar, comenzaron a fortificar las costas mediterráneas españolas, con torres de vigilancia, que jalonaron el litoral desde Alicante hasta Cádiz y Huelva. Y desde estas torres, almenaras y castillos, salía el grito tranquilizador para la inquieta e indefensa población, “no hay moros en la costa”, lo que permitía las tareas diarias de los habitantes, la pesca, el comercio, la vida en sí.

¿Y dónde estamos ahora, dos siglos después? Pues que el grito que se oye a diario en nuestras playas (aparte del éxito veraniego “Pedro Sánchez, hijo de puta”), ya sea en nuestros archipiélagos canario y balear o en las costas mediterráneas, es el intolerable y tan dañino “hay moros en la costa”. Pero con diferencias y, como no, con coincidencias, con respecto a lo sufrido durante siglos.

La diferencia: no hay torres de vigilancia y no hay reyes preocupados por el bienestar y la supervivencia de su pueblo. 

La coincidencia: la traidora colaboración de los herejes del norte de Europa, de belgas, de holandeses, de ingleses, de alemanes, todos unidos en su propósito de arruinar Europa, para mayor beneficio de sus cuentas corrientes, maquinando desde Bruselas, el Mordor de nuestra era, fomentando el tráfico humano, permitiendo la invasión continuada y masiva de nuestras naciones, invocando guerras inexistentes, miserias imaginarias, hambrunas provocadas por ellos mismos y falsas crisis humanitarias diseñadas en sus bien amueblados despachos para justificar el sucio negocio pactado con los países de origen a cambio de materias primas y concesiones de explotación, y usando intermediarios bien remunerados, las sucias y malvadas ONGs y las mafias locales, para ir descargando día tras días miles de primitivos bárbaros en nuestras costas. No hay ningún interés humanitario, ni ninguna necesidad real en estos países de origen de abandonar sus tierras, lo que hay son planificaciones económicas, cálculos de perdidas y beneficios, y un interés de acabar con las naciones cristianas europeas, imponer una dictadura globalista, esclavizar a los ciudadanos europeos, reemplazarlos por los nuevos esclavos traídos del continente africano, y enriquecer a la sucia élite de Mordor / Bruselas. Lo que han hecho siempre los herejes del norte de Europa: explotar otros continentes para su propio beneficio. No han cambiado desde hace muchos siglos, y el único obstáculo para su imperio del mal, es, como ha sido siempre, el Reino de España.

Por eso somos el destino principal de su operación de invasión y sustitución, previo destrozo de nuestra economía y de nuestra sociedad.

Todo lo demás, todo lo que te cuenten en sus medios comprados, son milongas.

Hay moros en la costa y hay herejes allende los pirineos que los traen.