“Mi infancia son recuerdos de mi
querida Barcelona,
y un barrio libre a pies del Tibidabo;
mi juventud, cincuenta años en
tierras catalanas”.
Ante las próximas elecciones del 12 de mayo en Cataluña, tenía
que escribir algo. Y hasta me he permitido parafrasear a don Antonio Machado, nuestro
gran poeta sevillano, al que el infame, corrupto y demente Pedro Sánchez hizo
nacer en Soria, en una más de sus carencias culturales. Por no hablar de las (carencias)
éticas y morales.
Como bien sabrán la mayoría de mis lectores, el torneo de
fútbol “Nostra Catalunya” se celebró entre los años 1974 y 1990 en el estadio
de Sarriá, organizado por el Real Club Deportivo Español. Hablamos de una época
en la que el RCD Español era la principal, que no única, resistencia al
pensamiento único y sucio, al naZionalismo y al separatismo fomentado por la
corrupta burguesía catalana, y cuya principal bandera de enganche era el FC Barcelona,
un club racista y clasista fundado por un suizo y mantenido y premiado a base
de chantajes, corruptelas y engaños durante toda su negra historia. Y para
luchar contra esa dictadura nazionalculerda, se organizaba este entrañable
torneo, en el que se daba relevancia y presencia a otros equipos catalanes, como
el Gimnàstic de Tarragona, Girona FC, UE Lleida, la UE Sant Andreu o el CE L’Hospitalet.
Eran tiempos en los que el himno del RCD Español era bilingüe,
en el que ser catalán no significaba dejar de ser español, en el que la libertad
y la tolerancia se respiraban solamente por encima de la Diagonal, mientras que
en la parte oscura de Barcelona, maquinaba el rancio separatismo en busca de
prebendas y beneficios para las cuatro familias adineradas de siempre, las
mismas que bajo Franco se alinearon con el régimen. Siempre buscando el beneficio
de unos pocos a costa de la pasividad y la ignorancia de muchos. Lo que
viene a ser el nacionalismo.
Pero, quién lo iba a decir, cuarenta años después, la
sociedad catalana, tan española como la de cualquier otra región del Reino de
España, se ha quitado de encima esa losa que significa el nazionalismo
excluyente, y se ha lanzado a las calles con valor y alegría, a luchar por lo
que es de todos, a recuperar esa Cataluña que nos han querido robar pero que
jamás doblegarán.
Y viendo la campaña electoral de VOX, la emoción que me
embarga es mayúscula. No por ser las siglas de un partido, que como bien
sabemos todos suelen ser algo temporal, como sucedió con Ciudadanos, sino por
la ilusión que desprenden sus protagonistas, por la realidad y la verdad de su
discurso, por su lucha incansable contra la degradación de esta parte de
nuestra patria tan bella pero tan manipulada por sucios intereses
nacionalistas. Tan sucios que prefieren una Cataluña en manos de islamistas
violentos, de violadores y ladrones, antes que abandonar su demencia
separatista, recuperar el “seny” y volver a ser esa preciosa parte de España.
Pero nuestra Cataluña, la nostra Catalunya, está resurgiendo
cual flor en primavera, gracias al empeño y la lucha sin cuartel de muchas
personas, mayores y jóvenes, que no aceptan ni aceptarán jamás la rendición
ante el poder oscuro del sucio naZionalismo. Me enorgullece sobremanera ver a
tantos amigos de infancia y de juventud alzando la bandera de la libertad y la
igualdad, como si fuera el año 1980. Y ahí siguen, impasibles, inquebrantables,
leales, apoyados por esa juventud catalana que no ha sucumbido a las barbaridades
y mentiras vertidas durante tantos años por intoxicadores, por racistas, por corruptos
y por terroristas.
Quien de nosotros, los “exiliados” por una razón u otra, no echa
de menos las excursiones a Poblet o al Montseny, comer en Santa Fé o en “Los
Patos” en Viladrau, subir a Calella a disfrutar de las habaneras, pasear por
las Ramblas, bajar, sin miedo a ser atracado, a la granja de Chiquillo, jugar en
el Turó Park, subir al Merbeyé, parar en Barbero o en el Mandri, disfrutar de
unas mixtas en el Tomás de Sarriá, tomar una jarra de litro en el Pippermint, o
simplemente subir por la Diagonal hasta la Rosaleda disfrutando de un soleado
día primaveral. Por no hablar de visitar a una de mis tías, ya sea en la calle
Escuelas Pías, en Doctor Ferrán o en Vilafortuny.
Comprar en el mercado de Galvany, ir a misa de Gallo en la iglesia
“Redonda”, comer un arroz en la Barceloneta, pasar la tarde en el Víctor con los camaradas, tomar unas cañas en el Vaso de
Oro, ir al Juan Sebastián Bar, jugar a billar en el bar Velódromo, cantar canciones
en el Cau, asistir a una capea en Tortosa, comer calçots en Valls, ir a cazar y
comprar aceite en Lérida… una lista interminable de recuerdos de infancia, de juventud,
de toda una vida alegre y dichosa en una región tan amada como es Cataluña.
Mi tierra, nuestra tierra, vilipendiada, utilizada y
destrozada en los últimos cuarenta años por aquellos que se arrogan un
catalanidad pura, racial, excluyente y por ende sucia y maligna.
No, señores, esa no es “la nostra Catalunya”.
La Cataluña que vamos a recuperar es todo lo anterior, todo
lo que llevamos dentro, es nuestro pasado y será, sin duda, nuestro futuro.
Y ese futuro pasa por votar en conciencia. No hace falta ni
que diga a quien.