Pocos segundos después le contestan por el intercomunicador, uno de los 234 que han sido instalados en Palacio: desde el dormitorio hasta la pista de baloncesto, en todos lados han colocado los simpáticos y tan útiles botones con los que moviliza a sus lacayos a toque de silbato digital. “¿Qué desea, Majestad?” – “Dos desayunos ibéricos, en la terraza blanca”. Lo de acabar la frase con un “por favor” se le vuelve a olvidar. «En fin, tampoco se lo merecen», piensa mientras sonríe con ganas.
Begoña se une al rato en la terraza. Como siempre con su guía “Lonely Planet” en ristre. Sus ganas de viajar y conocer mundo son insaciables, si sigue así tendrán que hablar con Elon Musk para salir al espacio exterior. «Tampoco sería mala idea», piensa Su Majestad. Creo que no hay ni un rey que haya salido del orbe. Otra nota a la Moleskine “Urbi, orbi et spatium. Llamar a Elon!!!”.
Acabado el opíparo desayuno, cada uno se dirige a su vestidor. Un par de pulsaciones en los intercomunicadores y aparecen los encargados de seleccionar el “outfit” para este día de duro esfuerzo que les espera. Pedro se mira en el gran espejo que ocupa toda la pared del vestidor: «¿A ver, guapo, hoy qué toca?». Decide esperar al asistente. Para algo lo trajo a Palacio, a Juanito, el hijo de su primo segundo, que iba para modisto pero acabó bailando en las alegres fiestas que suele montar Iceta. Suerte que le rescató a tiempo, le asignó un generoso sueldo y ahora le tiene a su disposición las 24 horas del día. Que no todo es bailar, oiga. Hay que ganarse el pan.
Elegido un look casual, “acorde con la rueda de prensa en la sede del partido”, como bien subraya Juanito, se despide de Begoña y avisa a su equipo de seguridad. “Al aeropuerto”. Sus guardaespaldas le miran extrañados: “Pero si vamos a Ferraz, majestad”, comenta el más lanzado. Pedro frunce el ceño, pero que se le va a hacer: hoy toca moverse en coche. ¡Y qué poco le gusta! Sin azafatas, sin nevera, sin vistas. Ya podrían montar la rueda de prensa en otro lado algo más lejano. En fin. El trabajo manda.
Mientras avanzan por la A-6 le da un repaso a su lectura de cabecera: “Mentir sin sonrojarse. Una guía para Dummies”. Es sin duda su libro preferido: siempre encuentra algún truco nuevo para decir lo contrario de lo que piensa. Y de lo que va a hacer. Sonríe hacia sus adentros. «Soy un crac».
La rueda de prensa transcurre sin problemas: dos mentirijillas que jamás cumplirá y, como tiene que ser, sin preguntas. Liquidada la ardua jornada laboral en quince minutos, decide acercarse a ver a unos amigos a un bar cercano al local donde conoció al amor de su vida. ¡Qué pena que Sabiniano cerrará la tan coqueta sala Adán! Con lo bien que se pasaban las horas ahí. Tempus fugit. O mejor, “vapores transierunt”. Unas cañas entre amigos comentando el último partido de baloncesto, mientras el chofer y los guardaespaldas esperan sumisos en doble fila, y a casita. Que llega la hora del vermú y de ayudar un poco a Begoña con su discurso. No vaya a tener que enfrentarse sola a la sesuda presentación que le espera.
Como Begoña está aún acabando con la sesión de la esteticien, Pedro se acomoda de nuevo en su terraza preferida: hace un día precioso, ya ha acabado de trabajar, y quedan muchas horas para su pasatiempo preferido, el “dolce far niente”. Un ligero clic en el comunicador y el pedido está hecho: unas gambitas, unos pescaditos y un blanco bien fresquito. El nuevo Ribeiro, si puede ser. Que les acaban de suministrar uno especial recomendado por la querida Yoli: un poco carillo, pero soberbio de sabor. ¡Cuánto ha aprendido la rojilla en tan pocos años! De codearse con el lumpen vistiendo harapos, a compartir mesa con todo un rey, maquillada, bien vestida y con la manicura y pedicura recién hechas. «Si no fuera por su napia», piensa Pedro sonriendo maliciosamente. Y mira que le he recomendado varios amigos cirujanos plásticos. Y que encima ni le cobrarían. Que de esto en palacio sabemos mucho.
(Continuará)
El reyezuelo vive de los votontos. Falta de cultura y rencor.
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