miércoles, 1 de diciembre de 2021

Ante la próxima Navidad

Si fuera un borrego descerebrado de esos que hoy en día pueblan este antaño próspero, creyente, trabajador y culto continente llamado Europa, tendría que haber titulado este comentario “ante las próximas fiestas”. Porque como bien sabéis la Comisión Europea intentó ayer (por el 30 de noviembre) desterrar la palabra Navidad y obligarnos a usar en cambio algo tan genérico como “fiesta”. Suerte que el tiro les salió por la culata: ante la avalancha de lógicas protestas han retirado el folleto que contenía tamañas estupideces (¿cómo justificarían sino sus felicitaciones “oficiales” por el Ramadán, el Año Nuevo Chino, las Luminarias judías o el nacimiento de Luke Skywalker?). Aunque sea para la galería y en breve los malos vuelvan al ataque con sus demencias encaminadas a acabar con nuestra herencia cristiana e imponer su nueva cosmovisión totalitaria. De eso no nos salva ni el tato. A no ser que nos levantemos de una vez, al unísono, emulando a Polonia y Hungría, y echemos de nuestras vidas a la maldita ralea que puebla los despachos de Bruselas, Estrasburgo y demás sedes de la secta globalista.

Una Navidad que se avecina con las ya conocidas preocupaciones de gran parte de nuestra sociedad: la grave situación económica, el constante dislate con la supuesta pandemia y sus incongruentes, infundadas e ineficaces medidas para combatirla y la creciente inseguridad en nuestras calles. Casi nada. Los pilares de nuestra existencia, la libertad, la salud, la cobertura económica y la seguridad, están en juego y todos nosotros somos funambulistas viendo el cercano y profundo precipicio en un cada vez más difícil equilibrio. Equilibrio físico y psicológico. No llegamos a fin de mes, no comemos lo que nos apetece, no visitamos a nuestros familiares y amigos, no nos sentimos seguros paseando por las calles, no calentamos la casa lo suficiente para sentirnos abrigados…, en resumen, no vivimos. Porque languidecer bajo un régimen autoritario, con el miedo metido en vena en generosas y diarias dosis, con los acreedores haciendo cola en la puerta, con las vacunas caducando y nuevas apareciendo día sí día también, con hambre, sed y frío…no puede llamarse vivir. Digo yo.

Pero aún hay algo peor a todo esto: nuestra propia culpa. Porque si lo analizamos con objetividad, la culpa de la propia sociedad occidental de todo lo que está sucediendo es clara. Y demostrable. Datos y no relatos. El buenismo, el igualitarismo, el falso progresismo y el globalismo han ido minando poco a poco todas las bases de nuestra sociedad, desapareciendo con ellos los valores fundamentales necesarios para garantizar la supervivencia de una cultura avanzada: la unidad, la solidaridad, la caridad, la fe, la laboriosidad, la fidelidad…, tantas piezas necesarias y ya inexistentes, que al final va a ser imposible recomponer el puzle, lo que significa un desastroso presente y un mucho peor futuro para todos nosotros.  

“…Y al llegar aquí (los inmigrantes) ¿qué ven? El caos de un mundo sin principios, sin autoridad, sin decencia. Y hacen lo que no hacemos nosotros, naturalmente, y violentan toda esta podredumbre nuestra. Violencia que nos subleva, pero a la que no tenemos nada que oponer: ninguna verdad, ninguna…”.

Esto anterior es parte de un  hilo en Twitter de nuestro admirado Coronel Pakez. Léanlo si les place y lo verán todo más claro.

Somos nosotros mismos, cada uno en su justa medida, que hemos permitido los desmanes de una burocracia europea dedicada al bien de unos pocos a costa de la larga y fructífera historia del mundo occidental.

Somos nosotros mismos los que miramos a otro lado cuando los inmigrantes ilegales cometen delitos, no vaya a ser que nos traten de racistas.

Somos nosotros mismos los que sucumbimos ante viernes negros consumistas, martes combativos a favor del colectivo del abecedario, miércoles del tofu en salsa y sábados de burdo y soez sexo televisado.

Somos nosotros mismo los que toleramos que nos gobiernen mentirosos compulsivos y que tengamos parlamentarios maleducados y altamente limitados intelectualmente como por ejemplo Rufián. Por citar al gordito líder de la banda de despreciables garrapatas.

Somos nosotros mismos los que no leemos, no comparamos, no analizamos, no pensamos y no protestamos.

Somos nosotros mismos los que hemos renunciado a ser personas y hemos preferido ser ovejas en un redil bien alto y vigilado.

Somos nosotros los que nos hemos suicidado lenta pero inexorablemente.

 

 

lunes, 22 de noviembre de 2021

Más allá del egoísmo

Nunca me ha dado por estudiar el budismo, ni el hinduismo, ni el vudú, ni el confucionismo ni cualquier corriente filosófica foránea y exótica ajena a mis raíces cristianas. Lo poco que sé sobre estos temas es lo que me proporciona mi básica cultura general y algún pequeño escarceo juvenil por la historia de las religiones. ¿Y a qué viene esto? Pues al título que le he dado a este artículo: después de teclearlo me ha dado por buscarlo en la Red, y, como no, existen libros y artículos varios con idéntico epígrafe. Como no podía ser menos. Encontrar alguna combinación de varias palabras que no aparezca en el único y todopoderoso buscador Google es misión imposible. Hace años hasta existía un concurso para lograr tal hazaña, el Googlewhacking. Pero hasta ahí llegó mi búsqueda, todo lo que sigue es cosecha propia. El que tenga interés, que busque y compare. Como si fuera detergente. Y recibirá el Colón directamente en vena.

Sin duda la mayoría de los mortales tenemos una prioridad en la vida: nuestro bienestar y nuestra propia supervivencia. El YO en mayúsculas. Llamémoslo “ley de la selva” o simple lógica. Pero a partir de este básico instinto animal, los comportamientos y las prioridades de cada uno divergen cual rayos solares en todas direcciones. Desde el altruista y sincero trabajador social entregado al bien común (excluidos aquí obviamente los oenejetas del clima o del tráfico humano disfrazado de inmigración de refugiados) o el padre de familia trabajador incansable, abnegado y fiel, hasta el malvado, insensible y egoísta traficante, mercader, presidente de la comunidad vecinos, entrenador, encargado de la barra del bar, guardia jurado, director ejecutivo, alcalde, ministro, gobernador, secretario general de partido, presidente de gobierno o dictador. Y entre estos dos extremos andamos todos. Aquí nadie puede tirar la primera piedra. Quizás la hubiesen podido lanzar la Madre Teresa de Calcuta o San Juan Pablo II. Y pocos más. Nota: después de publicar esto me corrige mi hermano sobre la Madre Teresa. No somos nadie.

Y en estos aciagos días de pandemias y gobiernos totalitarios perdidos entre dudas científicas, presiones

comerciales e imposiciones de organizaciones internacionales de oscuro pasado e intrigante presente, ese instinto animal de sobrevivir se hace tan visible en nuestra sociedad que hasta la selva amazónica parece a su lado el Parque del Buen Retiro. Y se ve reflejado en nuestra vida diaria: estamos inmersos en una constante y terrible lucha de todos contra todos, guiados o manipulados por los medios de comunicación de un extremo y otro, con las dañinas redes sociales como instrumento de propagación de las diversas y contrapuestas verdades. La mera posibilidad de realizar un análisis objetivo de cualquier tema, por ejemplo de la efectividad de las vacunas o de la legalidad de las medidas adoptadas por los gobiernos o autoridades locales, ha desaparecido. La prevalencia de la única verdad impuesta por las hegemónicas empresas tecnológicas a través de las redes sociales, los buscadores o los agregadores de información, aliada al mismo tiempo de gobiernos y lobbies, hace prácticamente imposible acceder a datos objetivos, estudiar y comparar, valorar o despreciar y llegar a una conclusión fundamentada. Ni aislándote en un monasterio cual eremita, o encerrándote voluntariamente en la mayor biblioteca del mundo, serías capaz de acceder a la información necesaria para hacerte una idea de cualquier tema. Menos aún de publicar, propagar o hasta comentar tu fundada opinión. La lucha de David contra Goliat hoy en día siempre tendría un mismo ganador: el opresor y forzudo contrario encarnado por el poder absoluto de esa araña manipuladora que envuelve toda nuestra existencia. Y que inyecta su veneno a dosis planificadas y escalonadas. Para conseguir sus objetivos. Es decir, de la minoría que controla la vida y las mentes de la mayoría. Esa mínima parte de la humanidad que en aras de sus propios y egoístas intereses deciden sobre el presente y el futuro del resto de la sociedad. Y hasta sobre el pasado, cuando lo ven necesario. Todo vale para adoctrinar a los ciudadanos, maquetarlos según el molde decidido y esclavizarlos sin que, en su borrega inocencia, se den cuenta. Como la frase tan manida en las redes: “no tendréis nada, pero seréis felices” , usada por una pequeña pero alerta disidencia contra el pensamiento único. Muy pequeña. Insignificante y condenada al fracaso en esta desigual batalla. Lamentablemente.

El ente superior que nos domina, esa nueva religión de consumo a cambio de ciega y muda sumisión, decide quién es el bueno y quién es el malo, qué personas tienen derecho a la libertad y cuales no, que escritor merece un premio o qué versión manipulada e interesada de la historia contar.

Y esto va más allá del egoísmo natural, del buscar el propio bien o la supervivencia de los tuyos: va de imposición, de intolerancia, de segregación, de difamación: en resumen, de tiranía absoluta. Algo que hace decenios aun se veía imposible, pero que gracias a la tecnología y la concentración de poder en pocos (y malos), ha conseguido llevar a nuestra civilización al borde del precipicio. A la involución frente a la evolución de millones de años. A la oscuridad frente a la luz de la cultura y la ciencia. A la negación del pasado, la manipulación del presente y la planificación de un futuro negro para la mayoría y tutifruti para unos pocos y malvados egoístas.

Como bien decía Charles Bukowski: "La tristeza es causada por la inteligencia. Cuanto más entiendes ciertas cosas, más desearías no comprenderlas".

Maldita agenda global. Malditos déspotas. Malditos seáis.



jueves, 11 de noviembre de 2021

Idiotas


Decía Torrente Ballester que “la peor soledad llega cuando descubres que casi todo el mundo es idiota”. Yo llegué a la misma conclusión hace ya mucho (y, sobre todo, ahora, cuando muchos ciudadanos de toda edad y condición estarían preguntándose quién era Ballester, que ellos solamente conocen a Torrente. Si leyeran, claro). 

Charlaba el otro día en el bar la Isla con los habituales del lugar sobre la idiocia, la demencia generalizada y la desaparición de los hospitales psiquiátricos, comúnmente llamados manicomios, algo que en España se produjo allá por los años ochenta.

De forma similar a lo que sucede hoy en día con los presos, de la noche a la mañana soltaron a todos los locos para que pudieran superar sus problemas psíquicos en “libertad, en un entorno social favorable y con todas las garantías médicas”. Juas. Lo único que consiguieron es llenar nuestras calles y plazas con más idiotas de los que podíamos absorber, y así andamos, 40 años después: locos gobernando, dementes legislando, idiotas opinando y millones de ovejas aleladas aceptando el statu quo, sin pararse ni un momento a pensar, a discernir, a analizar, a ponderar…, en definitiva, a ser libres.

Más flagrante aún es el caso de la liberación de los presos, algo que se ha vuelto tan surrealista como por ejemplo que los directores de prisiones se lleven generosos incentivos por soltar antes de tiempo a condenados de todo tipo, ya sean violadores, ladrones, terroristas o asesinos. Todo sea por ahorrarle unos cuantos euros a los dementes derrochadores que nos gobiernan, y con ello cubrir las urgentes necesidades de la sociedad en forma de chiringuitos feministas, operaciones de cambio de sexo, contra-educación de los infantes, campañas didácticas ministeriales sobre como cocinar el pollo o sazonar el tofu y demás sandeces que les van ocurriendo sobre la marcha a los inútiles gestores de nuestra nación.

Y en el caso de la liberación o el acercamiento de los terroristas, todo vale para apuntalar los votos de racistas separatistas y sanguinarios terroristas y poder seguir gobernando sin ton ni son durante unos cuantos años más.

Y ahora me pregunto: ¿no seremos quizás todos nosotros los verdaderos idiotas de esta película de serie B (que no C o hasta Z) en la que estamos inmersos?

Porque, al fin al cabo, los responsables de que nos gobiernen unos u otros somos nosotros mismos con nuestro voto. Con las limitaciones conocidas de nuestro sistema electoral, que premia los localismos y con ello por un lado hace desparecer el paradigma de “una persona, un voto” y por otro permite la aparición de venenosas setas naZionalistas, separatistas y populistas, todas dedicadas a intoxicar y finalmente matar a esta nación, otrora ejemplar en laboriosidad, cultura, solidaridad, unidad e integración, y ahora convertida en un estercolero de vividores, de vagos, de iletrados, de bocazas, de chantajistas y de enfermos mentales de todo tipo. De los del manicomio.

Pero estas cortapisas legales se superan a base de votos, como bien hemos vistos en las últimas elecciones generales. Por muchas “filiales instrumentales” que los aliados PPSOE se saquen de la manga para rascar cuatro votos locales. Como la nueva “España Vaciada”, agrupación de listos que venderán sus nada representativos (pero efectivos) votos al mejor postor, en este caso el partido que gobierna, generoso sin límite con el dinero de los demás. De todos nosotros. El camino que inicio “Teruel Existe” pero multiplicado por “n”. Y con ovejas prestas a votarles (o a tirarse por el precipicio, todo sea por seguir la moda y sentirse parte de esta absurda sociedad que están creando).

¿Somos pues nosotros los idiotas, que permitimos que se arruine nuestro presente inventando un lúgubre pasado para crear un terrible y totalitario futuro?

¿O son idiotas todos los demás, los dementes que pululan por nuestras instituciones y empresas, sin aportar nada y solamente restando valor a todo lo que hemos creado y afianzado en siglos de evolución social, cultural, política y económica?

¿Somos nosotros los que tenemos que plantarnos ante esta sinrazón, coger al toro por los cuernos y echar a toda la banda de idiotas que destrozan todo lo que tocan?

¿O quizás creemos en la curación espontánea de todos estos pacientes que en los años 80 estaban a buen recaudo en algún tranquilo y alejado manicomio?

Amigos, aquí no hay vuelta de hoja: o nos dejamos llevar por la corriente del maldito y fétido río de la estupidez impuesta, cual barca que navega sin rumbo a los órdenes de un arrogante patán en vez de un preparado capitán, o tomamos cartas en el asunto, nos atamos los machos y plantamos cara en todos los ámbitos: el familiar, el laboral, el político y el social.

Como ya están haciendo muchos compatriotas, trabajando por un bien común, dando ejemplo en sus empleos, liderando corrientes de opinión con sus escritos o militando en y votando a partidos políticos que realmente buscan mejorar lo que tenemos y sufrimos todos. Y no mejorar su propia situación personal.

De eso ya se encargan los partidos tradicionales, ya sean de izquierdas, de derechas o simples veletas al viento que mejor sopla. O los nuevos satélites de la "España Vaciada".

No seamos idiotas.

O volvamos a los manicomios. 

lunes, 11 de octubre de 2021

Numerología ante el 12 de octubre

En tiempos de continuas mentiras oficiales, encuestas manipuladas y memorias histéricas varias que intentan cambiar el presente y el pasado (para asegurar el futuro placentero de una minoría de descerebrados populistas y naZionalistas), quizás toque volver a una pseudociencia, la numerología, para rematar la demencia que no sólo nos rodea, sino que sobre todo y por desgracia nos desgobierna.

Nos explica la Wikipedia, esa enciclopedia abierta en la que todo el mundo puede añadir, corregir, manipular e inventar contenido (esta cuenta de Twitter, permite por ejemplo seguir todas las ediciones realizadas anónimamente desde instituciones oficiales españolas… y en horario laboral, por cierto), gigantesca recopilación del saber que al final ha acabado siendo una fuente fidedigna para la mayoría de los temas gracias a la supervisión y corrección por parte de abonados, estudiosos, expertos, prestigiosas instituciones y muchos particulares (y lógicamente también controlada gobiernos, logias, multinacionales, autoridades religiosas, partidos políticos y demás asociaciones con fines comunes, ocultos o declarados), dice pues la Wiki que la numerología es un “un conjunto de creencias o tradiciones que pretende establecer una relación oculta entre los números, los seres vivos y las fuerzas físicas o espirituales…”.

Se trata por lo tanto una pseudociencia, como la astrología, creencias que, a pesar de carecer de cualquier base científica, siguen muy presentes en todas las culturas y son algo que tenemos interiorizado todos, heredado de generación en generación. Como los refranes y dichos populares, pero simplificado con números que supuestamente significan algo. Como la esotérica cábala judía, a cuyas "verdades" aún sucumben hoy en día famosos, iluminados y drogadictos de todo tipo. Por otro lado, también tenemos las fechas de hechos históricos, como el que conmemoramos hoy, o la correlación de números con letras, algo usado para recrear nombres o frases usando la respectiva posición de una letra dentro del alfabeto, como el 88 que usan los neonazis para hacer referencia a la letra hache, es decir, al “Heil Hitler”. Por cierto, aquí tenemos una reciente y clara demostración de la vigencia de esta simbología numérica: Austria prohibió el uso de los números 18 (Adolf Hitler) y 88 en las matrículas hace unos años (también eliminó la combinación de letras IS, en referencia al ISIS, o de las SS, por las Schutzstaffeln del Tercer Reich). Por no hablar de la planta 13 en los rascacielos o la relación de victorias de Ángel Nieto, número eliminado por su asociación a la mala suerte, algo imposible de eliminar de la mente occidental.

Y como mañana será 12 de octubre, una fecha clave para nosotros, los españoles, y por extensión para todos los europeos y los hermanos hispanoamericanos, voy a hablar un poco de fechas, de números, de su significado y su importancia.

Tranquilos, obviaré incidir en los números simbólicos más conocidos y utilizados por todos nosotros, como el 7, el 13, el 21, el 666, el 777 o el 1582 (esos Nikis); me centraré en tres números: el 1, el 12 y el 52. Pero no desde un enfoque religioso, mágico o adivinatorio. De eso que se encarguen predicadores, magos, chamanes, imanes, antipapas, médiums, camellos y demás intermediarios entre nuestra mente y el más allá desconocido; lo mío es más simple y va relacionado con la fecha de mañana, con nuestra organización administrativa provincial (y también de un grupo de luchadores) y con el uno, el primero, el principal, símbolo de inicio y, ante todo, de unidad.

Doce de octubre, XII en números romanos, día del descubrimiento de América por una expedición marítima hacia lo desconocido que emprendió el Reino de España el 3 de agosto de 1492 desde el puerto fluvial de Palos (en Huelva, la provincia 21 de nuestra patria, España, número asociado a tantas cosas que no es preciso que detalle aquí ni ahora. Para eso está Google, para lo demás, Mastercard).

Doce de octubre, XII en números romanos, una de las fechas más importantes de la historia de nuestra civilización occidental, o quizás la que más para toda la humanidad, evento clave para la evolución social, económica y cultural del mundo de poniente, para el nacimiento del hispanismo, para la existencia de tantas naciones hermanas en el por entonces nuevo continente y por desgracia también para la desaparición de las tribus indias del norte del continente, exterminadas sin piedad por los colonos del norte europeo, en especial por anglosajones, holandeses y alemanes. Aunque esto empezaría siglos después del desembarco español en el nuevo mundo. Por mucha leyenda negra creada en oscuras habitaciones del frío, bárbaro y desapacible norte de Europa, por simple envidia e intereses económicos. Leyenda negra que, ante la desmemoria histérica que el globalismo de la Agenda 2030 intenta imponer con su indigenismo y demás sandeces, está siendo rebatida en grandes obras y por prestigiosos escritores a ambos lados de ese océano atlántico que no nos separa, sino que nos une, como Elvira Roca Barea aquende y recientemente Marcelo Gullo Omodeo allende los mares. Esos mares que cruzó Marco buscando a su madre, para que los menos leídos pero teleadictos lo entiendan.

El cincuenta y dos, 52, LII en números romanos, algo ya eliminado del currículo formativo de esta nueva sociedad que están creando. Y destrozando. Número que, sin cábalas, trampantojos o interpretaciones, simplemente es la suma de cincuenta provincias y dos ciudades autónomas, unidades administrativas que componen nuestra nación, España. A las que con añoranza histórica muchos sumaríamos los cinco virreinatos
americanos y demás provincias de ultramar. Pero la historia, pasado es. Y no se puede reescribir, cambiar o tergiversar. Aunque tantos y tan variados malvados y dementes se dediquen a ello noche y día. Allende y aquende, como ya dije antes.

El cincuenta y dos, 52, LII en números romanos, que por casualidad es el número de valientes que están defendiendo, unidos bajo las siglas de VOX y desde sus escaños en el Congreso, la unidad de España, la justicia, la libertad y el futuro de nuestros hijos y nietos. Pero esto es pura casualidad, que nadie busque ahora asociaciones místicas. Podrían bien ser 50 o 53. O quizás 99 en un futuro próximo. Nunca se sabe.

Y llegamos por fin al número más importante. Volvemos al inicio. 

Al uno, 1, I en números romanos. Al "alpha" numérico, que no es lo mismo que alfanumérico. A un número que no solamente significa el principio de todas las cosas, de todas las cuentas, de todas las historias, sino que simboliza también y sobre todo la unidad. Esa unidad que es necesaria para que todo funcione. Ese 1 del “todos a una”. El uno de la solidaridad, de la cooperación, de la unión en una empresa común. Un número que siempre une y nunca separa, un guarismo indivisible. Y que por lo tanto también simboliza la unidad de España. Y que nadie se ponga nervioso, tire de prejuicios y leyendas negras, remueva a los muertos en sus tumbas, tape verdades y publique mentiras sin base histórica, simples relatos para acompañar sus malvados planes de futuro, y se atreva a recordar y maldecir con saña el antiguo lema de “Una, grande y libre” y empiece a llamarme franquista, fascista o cualquier otro epíteto similar.

Aunque me importa bien poco lo que digan los demás; porque al fin y al cabo se trata de un lema precioso  que no significa nada más que lo que enuncia (que es mucho, por otro lado), sin tener que elucubrar, leer las estrellas, consultar antiguas escrituras, pagar a un vidente, sobornar a un alquimista o pegarse una ronda de peyote: una, grande y libre, simple, llana y comprensible hasta para iletrados políticos y tertulianos desquiciados, quiere decir: unidad, grandeza y libertad. Que es lo que queremos todos para nuestra querida patria. Y por lo que suspiran y luchan tantos españoles en las 50 provincias y dos ciudades autónomas que componen nuestras nación. LII en números romanos. Cincuenta y dos, como el número actual de diputados de VOX. Suerte que odio las pseudociencias. Y en especial la numerología. Se trata de una simple casualidad.

Feliz 12 de octubre, queridos compatriotas. Feliz 12 de octubre, hispanos de allende los mares.

¡Viva España! ¡Viva la Hispanidad!







martes, 5 de octubre de 2021

Del 38 al 7

Aunque el título sea un poco críptico, confío en vuestra sagacidad, estimados y fieles lectores, para descifrarlo. Conociendo encima la falta de discreción y la adicción a la redes sociales de la mayoría de todos nosotros, poco durará el misterio. Pero ahí queda, para solitarios ermitaños y “downshifters” tecnológicos. Que haberlos, haylos.

Este mes se cierra un círculo en mi vida que me lleva, de manera sorprendente pero totalmente casual, a mediados de los años 60. Por lo menos en lo que se refiere a mi domicilio. Y por suerte no se trata de un círculo de fuego (ni de un amor ardiente), un “burning ring of fire” como cantaba el hombre de negro, sino de una inmensa alegría por haber cambiado nuevamente de hogar (van 9 mudanzas en 20 años), por empezar de nuevo, por desprenderme de trastos sin usar, de ropa deshilachada, de papeles desfasados, de periódicos amarillentos, de navajas romas, de salsas caducadas y de agobiantes recuerdos de encierros, pandemias y nevadas. Soltando lastre.

Ahora que lo pienso, quizás la fiesta blanca con Filomena no debería figurar en el debe de la ecuación: tuvo su gracia rescatar a policías de sus coches encallados, vestirse de Reinhold Messner para sacar a un amigo a pasear y alucinar con el metro largo de nieve que cubría calles, plazas y jardines. Y repetiremos, ya que como bien sabéis llega el apocalipsis climático anunciado por voceadores sin conocimientos, tertulianos multi-talento, enfermas marionetas como Greta y gobiernos cómplices sometidos a una nefasta y destructiva agenda globalista; ese supuesto desastre ecológico que nos permitirá ver nevadas en pleno agosto, bañarnos por Navidad en el río Manzanares como si viviéramos en las antípodas (cuya existencia por cierto una de nuestras “ninistras” desconocía), hacer bobsleigh en el Cerro del Tío Pío, sembrar marihuana en otoño para recolectarla en primavera y admirar simultáneamente las dos bóvedas (sic), Ártico y Antártico, que protegen nuestro hogar, la madre tierra, de todo mal, de los virus, del frío, del calor, del creciente precio de la luz, de los bebelejías, de los negacionistas en general, de Ayuso y sobre todo de VOX. Pedro Sánchez dixit.

Trasladados los enseres básicos, los deuvedés que pasan directamente al desván, los libros, cuadros, fotografías, bufandas, banderas, armas blancas y oscuras y gadgets varios, las especias, la colonia del pequeño Calvino, las jarras de cerveza y todos aquellos recuerdos que se van acumulando mudanza tras mudanza, etapa a etapa, llega el “déjà vu” de siempre. Me siento en el sofá, miro a mi alrededor, y todo sigue estando en su lugar. Al frente, a diestra y siniestra, a mis espaldas. Todo sigue ahí. Cambia el continente, el contenido sigue siendo el mismo. Desde hace 20 años. Que no son pocos. Si fuera una póliza de seguros el perito no se creería que el contenido no ha crecido en dos decenios. Y yo diría que hasta ha disminuido. Ese lastre ya nombrado antes, que queda hundido para siempre en un mar de tranquilidad como el que usó el Apolo XI para aterrizar en la luna.

Quedaba pues poco por hacer, esperar al instalador de la fibra óptica, configurar redes, contraseñas (esta vez con gentil ayuda femenina) y pasar al estreno oficial del nuevo Rommeland (el tercero por eliminación de una fase que no computa). Una fiesta de inauguración que se limitó a lo básico, que ya sabemos todos que somos de desayunar fuerte. Tabaco, cerveza, güisqui, música y buena compañía. Y en este caso con dos invitados especiales, los operarios de Vodafone, que aguantaron estoicos nuestros chistes, risas, interrupciones, canciones y preguntas. Dos simpáticos mozos, uno negro, alto y trabajador, otro blanco, bajito y más dado a chatear que a echar una mano al compañero. Como entenderéis mi pregunta borde de: “¿Y tú qué haces?” dirigida al escaqueado no tardó en caer. No cambio. Y hasta el negro se unió a las risas. Por algo será.

En resumen, alegría, sonrisas, música y cerveza. Poco más se puede pedir. Que dure.


 

 

 

viernes, 6 de agosto de 2021

Comodines

¿Quién no ha soñado con tener un comodín, un joker, un as en la manga que le permita ganar donde y cuando quiera? Es sin duda una ilusión recurrente que nos acompaña toda la vida, desde la tierna e inocente infancia, en la que con tal de recibir un Calipo de fresa eras capaz de aceptar cualquier tarea, pasando por la juventud y los amores no correspondidos, que un repentino y popular talento o don podría haber solucionado, hasta la madurez y el sueño de la Primitiva premiada y sus súbitas comodidad y popularidad asociadas; en todas las fases de nuestra soñadora existencia hemos llorado, implorado y hasta rezado por que se nos concedieran el comodín, el as de picas o esos míticos tres deseos del genio de la lámpara popularizados por Scheherazada en uno de sus cuentos de las “Mil y una noches”.

Y mira por donde, a nuestro presidente por accidente, el demente Pedro Sánchez, cual moderno Aladino, se le apareció el genio en forma de virus. Nada de antiguos cuentos escuchados atentamente en una jaima del desierto bajo un cielo estrellado, comodines saltarines disfrazados de jugadores del Barza o un as de picas cayendo de la manga  en un grácil descuido (que por mucho que sea la carta más alta de la baraja en el mundo anglosajón, siempre asociaremos a Motörhead): nuestro ínclito líder, y con él tantos otros oportunistas en nuestra patria, en Europa y allende los mares, ha ganado el gordo con la aparición, accidental o intencionada, exagerada o desconocida, del COVID-19, con sus variantes, mutaciones, olas y tsunamis.

Esta pandemia, este joker, ha permitido a mediocres (cuando no inútiles) líderes políticos auparse a lo más alto, aprovechando el miedo creado por los medios de comunicación comprados, tanto en los EE. UU., como en Hispanoamérica y, desgraciadamente, en España. En nuestra querida España que está enfilando su última etapa de tan largo y arduo camino que inició hace más de mil años.

Un inciso: Igual que el FC Barcelona ha usado siempre sus ases en la manga para chantajear o bien al gobierno (con su naZionalBarcelonismo racista y clasista) o a la Liga (con su “importancia mundial”, algo que con la salida de Messi y la quiebra financiera gracias a Dios ya no cuela).

Y si la plandemia no fuera suficiente para hacer y  deshacer a su antojo, tanto Pedro Sánchez I “el Hermoso Políglota”, como sus homólogos en los demás países del eje del mal (ya tuvimos un EJE, pero diferente, el de “Adolfo, Benito, Hirohito”), siempre pueden recurrir a la baraja completa, llamada “Agenda 2030”, curioso juego de naipes que solamente contiene comodines: 17 simplistas (por su público objetivo) pero efectivos jokers, cada uno de ellos disfrazado de una necesidad, amenaza, perogrullada, gilipollez o invención sin base científica, con el único objetivo de engañar, manipular y dominar al rebaño.

No voy a perder el tiempo en desmontar, por falsos, infantiles y malignos, todos los 17 comodines que manejan y manejarán los menos preparados de la sociedad para imponer sus ideas retrógradas, uniformes, globalistas y autoritarias, pero por aquello de que tú, apreciado lector (ni lectora ni lectore ni leches), rabies un poco o abras los ojos de una vez, un par de perlas de los malditos del NOM.

  • Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas.
    • Para que las mujeres por fin puedan montar en bicicleta y estudiar una carrera y los transexuales ganen todas las medallas de oro de la categoría femenina.
  • Asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos.
    • Energía asequible, moderna, fiable y sostenible solamente existe una, la nuclear. Lo demás, mandangas.
  • Conseguir que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
    • Como en todo, los zurdos regres descubriendo el fuego e inventando la rueda. E incluyendo asentamientos, que tanto valen para chabolas de traficantes como para campos de concentración de no vacunados. Porque bien sabemos que las polis griegas y las urbes romanas eran exclusivas, inseguras y tenían fecha de caducidad (aquí solamente valdría la Roma de Nerón, pero la excepción no confirma la regla, como bien sabemos).
  • Tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
    • Ni voy a hablar de las “olas de cambio climático” en verano ni en del desconocimiento de Ione Belarra de que existen dos hemisferios con estaciones climáticas invertidas. Es mucha ciencia para una podemita de cuota (y bragueta).

Creo que con esta muestra de los comodines de la baraja AG2030 (seguro que Fournier vendería muchas si la patentara), hay suficiente para ilustrar la mayúscula mentira totalitaria que subyace a los colorines de su logotipo, que sin duda muestra la enfermiza sinapsis que se produce en la mente del decrépito, demente y peligroso Soros. Y su banda.

Pues eso, muerte a los jokers, a los comodines, que no solamente son usados, sino encarnados por la purria que nos lleva al abismo. Sobre todo, en su primera acepción en inglés:

Joker: an insignificant, obnoxious, or incompetent person

 

FCK20230, como bien reza en esta camiseta de los amigos de Luz de Trento.




 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 9 de julio de 2021

El circo de la tristeza

Todos recordamos el show “Alegría”, uno de los espectáculos más conocidos del “Cirque du Soleil”, creado en 1984 y convertido en una multinacional del circo, montaje espectacular que como casi todo llegó con unos cuantos años de retraso a España, como en su momento el show de “Viva la Gente”, los Harlem Globetrotters, los preservativos de colores o las cadenas de comida basura como McDonalds y similares.

Ese desfase temporal entre la llegada a Europa de algo nuevo y su penetración en España se ha ido reduciendo conforme han pasado los años desde el advenimiento de nuestra ¿democracia?, aunque sinceramente tengo mis dudas si esto es positivo o negativo. Porque mucho de lo que vamos importando del mundo globalizado y uniforme como simples consumidores sumisos de breves modas y cortos relatos, bien podrían habérselo quedado. O todo.


Lo que sin duda y lamentablemente llega con inmediatez a nuestra piel de toro es todo lo maligno. Somos como un imán que atrae todos los males: la falsa, subvencionada y planificada inmigración, la vergonzosa deformación del lenguaje, la imposición de las locuras de género, la música basura, la carne artificial, las inventadas catástrofes climáticas, las infinitas variantes de los virus artificiales o la banalización del sexo y el desprecio de la familia como unidad básica y fundamental de nuestra sociedad. Por citar algunas de las plagas globales que nos acechan y que ojalá tuvieran ese desfase, esos años de carencia, que disfrutábamos años ha. Más felices, sanos y unidos viviríamos. Sin duda.

Esa Europa que cada vez tiene menos que ver con lo que fue, esa civilización occidental ahora empeñada en suicidarse ante el globalitarismo: ese maldito “ismo”, es decir, esa imposición de “su globalización”, como el feminismo, el LGTBIQ+ismo y su demente relato, el oenejetismo y su falso altruismo “Made for Instagram” o el naZionalismo con su vomitiva y supuesta superioridad cultural o racial. Todos estos “ismos” totalitarios, déspotas y retrógrados. De ahí que siempre llame “regres” a los supuestos “progres”, aunque ellos sean incapaces de entenderlo. Algo que siempre me hace recordar unos de nuestros cánticos de juventud: “Contra la derecha, revolución, contra la izquierda, educación”. Viendo a los hermanos Garzón (que poco tienen que ver con los ilustres hermanos Pinzón), lo de la falta de educación salta a la vista.

Ese (no)pensamiento único que poco bueno está aportando a la unidad política y económica llamada como la hija más bella de Agenor, rey de Tira. O quién fuera, porque del origen etimológico de la palabra “Europa” hay más versiones que del "Yesterday" de los Beatles. Que ya son versiones.  Claro que, si las influencias que llegan a nuestra patria fueran de países punteros en la defensa de los valores occidentales y cristianos, como Hungría, Polonia o Eslovenia, aún podríamos apreciar el hecho de ser parte de Europa, pero por desgracia nos es así: lo que nos llega y se nos impone son las locuras y los desvaríos de los mafiosos de Bruselas, con sus países herejes, sumisos y cómplices, encabezados por Alemania, Francia, Bélgica, Holanda y el resto de bárbaros del norte.

Ver todo este declive social, cultural, moral y espiritual, está generando una gran tristeza en aquellas personas (que las hay) que han dedicado su vida a luchar por algo más que sus propios intereses. Ciudadanos concienciados que han batallado por una sociedad culta, justa y libre, aunque con tal de que fuera culta lo demás seguiría de forma natural. De ahí que ya no haya que aprobar para pasar de curso u obtener un título. Tontos y sumisos nos quieren.

Y ahí estamos, en ese circo de la tristeza en el que somos los apesadumbrados payasos, las fieras amaestradas, los mimos sin voz ni voto. Un desgraciado espectáculo al que asisten alborozados en una de las gradas los espectadores islamistas, en la de enfrente dictadores de todos los colores, razas e ismos conocidos y ocupando el resto del aforo los felices chinitos, viendo como Occidente se desgañita en números circenses sin entrenamiento previo y sin red que les proteja. Bien separados en la grada, cada uno de estos colectivos sometido a su absolutismo local, pero unidos en el objetivo de acabar con más de 3.000 años de evolución social y cultural de Occidente y devolvernos a la Edad del Cobre, como mínimo.


Ojalá volviera a ser Zeus el que raptara a Europa. Y no toda esta banda de malnacidos.


 

¡Despierta, España! ¡Despierta, Europa!

 

 

martes, 29 de junio de 2021

Variantes

Leía ayer en el suplemento dominical XL (¡Cuantos recuerdos de las épocas en las que el suplemento de los diarios en el día del Señor era grueso, interesante y objeto de peleas familiares para adueñarse de él!) un artículo sobre el número de Dunbar y las nuevas teorías acerca de cuantas relaciones personales puede gestionar el cerebro humano.  Lo de poder tener un máximo de 150 amigos al parecer no encaja con nuestra nueva sociedad hiperconectada, hiperrelacionada, ávida de cantidad y no de calidad, algo necesario por otro lado para mantener en marcha la siniestra maquinaria de la publicidad, la manipulación y la sumisión. Tampoco me lo tomé muy en serio y apliqué el sistema de lectura en diagonal apropiado para escritos de este tipo, temas mainstream, de moda, impuestos y metidos en vena por todos los medios de comunicación mundiales al unísono. Ese periodismo de copia y pega lo que yo te diga, que es lo que se lleva. Y que por lo tanto ha dejado de ser periodismo y se ha convertido en pura mercadotecnia a las órdenes de quién sabe qué organismo, lobby, multinacional o gobierno mundial en la sombra. Munición para memes, campañas publicitarias, material espurio y efímero de mercadeo para las masas de ovejas iletradas y carentes de conocimientos y por lo tanto de opinión fundada.

Tres cuartos de lo mismo está pasando con el virus chino nacido en un laboratorio para dominar el mundo, bicho artificial que está(n) mutando con mayor rapidez que las siglas de los géneros inventados por los regres dementes, acólitos de Ireno Montere y demás ignorantes que se han apuntado al chollo de las gilipolleces y sus subyacentes chiringuitos tan rentables. Y atentos, que en el caso del virus vamos por la variante delta: no nos queda nada para llegar a la omega… y más allá. Como si fuera Orión.

Por no hablar de Greta Majareta, que visto que su perorata sobre el cambio climático está empezando a cojear y dejar de ser “monetizada” convenientemente, está introduciendo variantes a su manipulado, anticientífico y ridículo discurso: ahora toca hablar de géneros inventados, de sistemas políticos fallidos (e inventar de paso “su” democracia) y de fobias inexistentes. Con tal de que un mínimo porcentaje de sus seguidores aporte una parte de sus ahorrillos al bote común de los malditos oenejetas, voy que me chuto.

Igual sea esto la razón para acabar “científicamente” (esa ciencia que citan tanto les ministres de nuestra gobierna de inútilos vividores para justificar su manifiesta incapacidad) con la teoría de los 150 amigos de Dunbar e ir a por el millón de Roberto Carlos (el cantante, también citado en el susodicho artículo del suplemento semanal).


"Yo quiero tener un millón de amigos, y así a más gente poder engañar..."


 

 

viernes, 12 de febrero de 2021

De ratas, bueyes y toros

Hace un año escribía sobre el año nuevo chino, el de la rata, animal que por su naturaleza no presagiaba nada bueno. Y así ha sido. Quién nos iba a decir que la influencia de las ratas iba a ser tan nefasta, triste y destructiva como al final lo ha sido. Más de 100.000 muertos por la dejadez e inutilidad del 
desgobierno, ruina económica absoluta, cuando no definitiva, golpismo continuado en Cataluña, cesiones diarias y vergonzantes a los racistas vascos, comunismo carca, regre y totalitario en el gobierno (por acción en un lado y por omisión en el otro), ignorancia, incultura y despotismo de los ministros y ninistras y violencia de todo tipo contra los pocos pero valientes opositores al pensamiento único que está a pocos pasos de acabar con nuestra patria, nuestra sociedad y nuestro futuro.

Como para empezar a creer en la astrología (y de paso en el Reiki, la quiromancia, las flores de Bach, el Feng Shui, la homeopatía, el terraplanismo, la cerealogía y demás pseudociencias).

Pasados estos desgraciados 12 meses entre muertes, encierros, abusos de poder, corrupción política, golpismo encubierto, ruina, censura y mentiras para dar y tomar, hoy empieza el año lunar chino del buey (no tardará mucho el maniquí de la Moncloa en felicitar a todos y todas por esta festividad tan importante y entrañable para los españoles, muy por encima de la Pascua, la Navidad o el 12 de octubre y solamente superada por el BlackFriday).

Para los compatriotas de Confucio y esclavos de Xi Jinping el buey simboliza esfuerzo, tranquilidad, prudencia y prosperidad. Si no fuera por el esfuerzo bien podría valer como definición del Partido Popular. Aunque no los veo cambiando la gaviota por un buey. Sería muy facha. O fatxa como lo escribiría el neo-catalán y vil traidor Pablo Casado. Y eso que el buey les viene como anillo al dedo. Porque un buey no es más que un toro castrado y sometido al yugo de sus dueños. En este caso los maestros de ceremonias del desmembramiento de España, de la destrucción de la sociedad y todos sus valores y de la imposición de la Agenda 20230.

La “derechita cobarde” que es capaz de renunciar a todo con tal de mantenerse a flote en esta nación venida a menos por la conocida triple división que tanto me gusta citar, “la división engendrada por los separatismos locales, por la división engendrada entre los partidos, por la división engendrada por la lucha de clases”. Frase que por cierto podríamos ampliar a cuatro con la división de género. Esa demencia antinatural y acientífica que solamente se promociona e impone para justificar las locuras de feminazis, periolistas, enfermeras despechadas, tertulianas colocadas (por excesivo consumo), ignorantes ninistras con niñeras bien pagadas y demás purria.

Pero gracias a Dios no somos chinos. Ni creemos en su horóscopo. Ni nos sometemos a ningún yugo. Si acaso somos toros. Por algo es un animal que nos representa, que forma parte de nuestra cultura, nuestra historia, nuestra simbología y nuestra economía (hasta que la maldita e iletrada pesteroja consiga acabar con el toro bravo y todo lo que aporta a nuestra economía y nuestra sociedad).

El noble toro, libre, fuerte y valiente.

Se me antoja un buen símbolo para aquellos que plantan cara a la mentira, la manipulación, la sumisión, la violencia y la decadencia social y moral. Todos sabemos de quien hablo. De todos aquellos que se están batiendo en calles, jardines y plazas de Cataluña para acabar con la demencia nacionalista.

No nos queda otra. El toro contra las sucias ratas y los mansos bueyes

P.D. Bien pensado, siempre ha sido nuestro símbolo. Vista, suerte y al toro, amigos. 




 

 

 

jueves, 21 de enero de 2021

Malos tiempos para la ética

 

Las ratas corren por la penumbra del callejón

Tu madre baja con el cesto y saluda

Seguro que ha acabado tu jersey de cotton

Puedes esbozar una sonrisa blanca y pura

(Golpes Bajos, 1990)

 

Como si fuera un simple juego de cartas, cuando pintan bastos en nuestra vida, salen a relucir nuestras virtudes (si acaso las tenemos) y nuestros defectos (de los que todos andamos sobrados, salvo los arrogantes de la peste roja y sus aduladores). 

Acomodados, atolondrados y amansados por una nube de ficticia felicidad (el cloud os liberará, como tan bien nos han vendido las Big Techs-Big Brothers) y por una teórica protección del Estado y sus expertos (ya sabéis, el gobierno de los más preparados) gestores que elegimos cada cuatro años (en Cataluña cada año y medio, por aquello de mantener vivo el cuento de la independencia y sus beneficios asociados; la pela es la pela), cuya valía y excelencia es exaltada, decorada, manipulada e inyectada en vena por los medios de comunicación esclavos, dormitamos en una pobre y básica existencia dedicada a oír (que no escuchar, que eso precisa un esfuerzo físico e intelectual), consumir, obedecer y callar, por lo que el mínimo cambio en este “staus quo” mental y social, cualquier disturbio de nuestra esclava, pero apacible realidad, nos desconcierta, nos asusta, nos enfurece y nos hace reaccionar en una u otra dirección.

Y enfrentados a esta encrucijada, dubitativos ante los diferentes caminos a elegir, entran en juego dos factores, nuestro nivel cultural e intelectual y nuestros valores morales, pilares que determinarán la ruta escogida. Y con ello nuestro sino como personas y como sociedad.

¿Nivel cultural e intelectual? Apaga y vámonos. Si dependemos de ello, el futuro de nuestra sociedad es bastante más negro que la tez de Camelo Harris. No existe. Agotado. Sin stock. Obsoleto. Carca. Facha. Parafraseando a Miquel Giménez, nuestra sociedad “está encadenada al suelo de la ignorancia sin saberlo”.

¿Valores morales? ¿Y eso qué es? ¿El precio de los botijos en el bar Morales de la esquina? Porque no veo otro tipo de valor moral en la ciudadanía. Entendida esta como la mediana, como el estándar, como el mainstream. Por supuesto que hay excepciones, pero por desgracia nuestra realidad, nuestro presente y nuestro futuro dependen de esa mayoría. Una mayoría de la sociedad que atesora menos sinapsis que el cerebro de Sleepy Joe. Así nos va. De ahí ese afán de los grandes de nuestra sociedad (que los hay) en insistir en la batalla cultural. Una guerra, en mi modesta opinión, por desgracia perdida antes de empezar. Por muchos espartanos, patriotas, guerrilleros idealistas, nobles trabajadores y dotados pensadores que se unan en la lucha contra la degeneración de la sociedad, contra la regresión social y cultural que estamos sufriendo, no hay visos de vencer. Valga como ejemplo lo sucedido en los EE. UU.: el presidente más votado, con mejores resultados económicos y más cercano a sus compatriotas que ha gobernado en los últimos decenios, ha sido barrido por un vendaval de mentiras, manipulaciones y traiciones. Por no hablar de nuestra patria, de España, donde nos gobiernan desalmados, mentirosos, falsos doctores, puteros, analfabetos, golpistas y asesinos, y a pesar de ello la mayoría de la sociedad los ve como triunfadores, ídolos, profesionales gestores y abnegados trabajadores por el bien común. ¡Cágate lorito!

Al final la obsolescencia programada no se limitó a los productos manufacturados; en poco más de un siglo han conseguido que las verdades científicas, la realidad biológica, los valores morales y la verdad hayan pasado a mejor vida. Todo es obsoleto. Todo hay que cambiarlo. Todo es un relato de corta duración. La nueva sociedad y su maldita anormalidad han eliminado las cartas de más de un folio, los libros sin ilustraciones, las fotos descoloridas, el amor eterno, las tradiciones milenarias, la familia, la fe, la ética, la generosidad, la solidaridad. Esta nueva sociedad nos ha traído en cambio los mensajes con fecha de caducidad, las series de Netflix, las fotos manipuladas, el sexo sin amor, la renuncia a nuestro origen cultural, las seudociencias, la violencia, el egoísmo, el narcisismo y la completa sumisión.

La tan cacareada multilateralidad del pensamiento único impuesta por lobbies, sectas, organizaciones supranacionales, oenegés teatrales y los arrogantes e ignorantes líderes de la apestosa ralea.

Sin duda Germán Coppini, si aún morara entre nosotros, cambiaría la letra que encabeza este escrito. Y hasta Bertolt Brecht, el autor del poema original, se exiliaría en Andorra en vez de Suecia, aunque tuviera que aguantar a ElRubius.

 

Las ratas se vacunan en la penumbra del poder

tu madre murió sin cesto ni saludos

no pudo ni acabar tu jersey de cotton

mientras esbozaba una mueca de dolor