Lo que va de una letra más o menos, de olvido a olivo, cambia todo. De la tristeza del olvido del pueblo de Valencia por parte de todas las autoridades, inmersas en sus luchas competenciales y partidistas, con altos cargos y cuadros plagados de inútiles, de familiares, de seres de cuota, de vividores, al esperanzador olivo de una calle en Arganda del Rey, donde la juventud española se alzó contra la tiranía política y su tóxico bipartidismo y contra la tiranía mediática del todopoderoso tirano Sánchez Castejón.
Después de una
semana de la llegada de la gota fría a Valencia, nada ha cambiado. Los políticos
negociando y mintiendo, los militares wokizados diciendo sandeces, y el pueblo
sufriendo su atroz abandono. Siguen en el olvido, siete días después.
Mientras tanto,
en un polígono industrial de Arganda del Rey, en la calle del Olivo número 28,
la juventud de VOX y de otras asociaciones, convocada por redes sociales, por
conocidos tuiteros, por gente anónima, `por patriotas, en resumen, se congregó
de forma masiva, aportando material y esfuerzo, simplemente por solidaridad,
por amor al prójimo, por bondad. Por ser españoles de corazón.
Podría alargarme
ahora y maldecir a las ONGs, a RTVE, a los mentirosos de turno, a la inmensa
familia Adula (segundo apellido de todos los supuestos periodistas de los
medios financiados desde la Moncloaca), pero no vale la pena.
Esto no es más que un sentido y agradecido homenaje a esta juventud española de
la calle del Olivo, que nos hace soñar que no todo está perdido y que España
permanecerá.
Lo que va del olvido al olivo. Del mal al bien.
Del mezquino y egoísta
olvido de la chusma siniestra y sucia, al olivo de paz y prosperidad, de la resurrección y la esperanza de la noble y bella juventud española.
Muchas gracias, compatriotas.