“El orgullo, cuando vienen momentos de crisis, de caos, es útil porque te mantiene erguido. Es primo hermano de la dignidad. La soberbia no, la soberbia te ciega”.
Arturo Pérez-Reverte, “Sidi”.
Los creyentes, y quizás los pocos estudiosos que aún quedan en esta España alelada, inculta y primitiva, saben muy bien lo que significa la palabra soberbia. Para los menos lectores o seres superiores que creen que saben todo y más (esto va por si alguno de estos zurdos y despreciables censores leyera esto), simplemente decíos (o “quiero deciros”, que es equivalente) que la soberbia es uno de los siete pecados capitales, y dentro de estos quizás el peor y original de todos ellos. Nuestra apreciada Real Academia de la Lengua la define de la siguiente manera:
Del lat. superbia.
1. f. Altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros.
2. f. Satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas conmenosprecio de los demás.
3. f. Exceso en la magnificencia, suntuosidad o pompa, especialmente de un edificio.
4. f. Cólera e ira expresadas con acciones descompuestas o palabras altivas e injuriosas.
5. f. desus. Palabra o acción injuriosa.

¿Quién no es o ha sido soberbio en algún momento?
¿Quién no conoce a personas que lo son bastante o lo son siempre?

Como mienten nuestros gobernantes.
Como mienten sus portavoces.
Como miente la prensa subvencionada y por lo tanto atada a los dictados del mando único. Ahora llamado Comité Técnico. El de los científicos expertos desconocidos. Están ahí, pero nadie los conoce. Como a la niña de la curva. Pero estos impresentables son bastante más mortíferos que la pobre chiquilla que solamente busca un poco de compañía. No como estos, que buscan prebendas y notoriedad. Para alimentar su ego. Para nutrir su soberbia.
Y cuando les echas en cara esas mentiras, esas ocultaciones de la realidad, esa manipulación constante y caótica de las cifras, esas compras fraudulentas y encima poco efectivas, cuando no completos fracasos, pero que seguro ligadas a jugosas comisiones, cuando les pones ante el espejo de su manifiesta incapacidad y sus burdas e infantiles tácticas de ocultación, se les hincha la vena. Y de su podrido interior asciende esa vergonzosa, exagerada y sucia soberbia hasta colorear su cara maquillada hasta un rojo diabólico, hinchar sus ojos cual animal de presa a punto de atacar y expulsar babas de rabia a chorros por la comisura de los labios de su sucia boca abierta de par en par en gesto amenazante. Como hienas a punto de atacar. Atacar a la yugular. A la verdad. A la decencia. A la libertad. A la vida misma. Nuestra vida.
Esta pesadilla ya está durando demasiado. Estamos a pocos pasos del precipicio más profundo. Económico, social, cultural y personal. Si no dejamos de cantar y tragar con toda la basura con la que nos están alimentado, empezamos a darle a las cacerolas, a protestar, a responder a este golpe de estado gestado por los menos preparados, los más malos y los más soberbios, acabaremos siendo esclavos del mal.
De la mentira institucionalizada.
De la verdad única.
De la dictadura regre.
De la maldita soberbia que contenía la marmita en la que cayó Pedro el sepulturero al nacer. Y ahí sigue chapoteando.
Genial como SIEMPRE.
ResponderEliminarVamos caminando hacia el Caos más absoluto.
Increible e impresionante y recital de verdades como templos, soberbio querido Ernesto
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ResponderEliminarErnest cómo siempre totalmente de acuerdo con tú opinión.En que manos estamos... presidente de comunidad... con todos mis respetos a los presidentes
ResponderEliminarde comunidad