Leyendo el otro día una de esas frases virales tan en
boga, que decía algo así como “¿Y si nos están engordando para comernos
después?”, tuve ese momento de abatimiento por el que sin duda habéis pasado
todos y cada uno de vosotros. Por no hablar de los que ya han estado ingresados,
los que aún quedan abandonados y aislados en los hospitales o los que han
perdido a algún familiar o amigo. Un fuerte abrazo a todos ellos. Poco más
puedo hacer que pensar en ellos.
En ese momento de bajón y mirándome al espejo me
pregunté, con absoluta seriedad, si lo que estamos viviendo, esta pandemia de
mortíferos virus de todo tipo, color y tamaño, aunque predomine el rojo “regre”,
si esta desgracia no podría ser el final de todo.
¿No será esto el apocalipsis anunciado?
Porque una cosa la tengo clara: aunque la mayoría de los
españoles nos lo estemos tomando con humor, intercambiemos fotos, chistes y frases
ingeniosas, le busquemos el lado bueno a la situación y cerremos los ojos ante
la realidad que se está viviendo fuera de nuestra segura madriguera en la
que estamos confinados, la cosa no pinta bien. Nada bien.
¡Qué se lo expliquen a los familiares de los miles y
miles de fallecidos que llevamos a estas alturas! Como bien dice Itxu Díaz en un
reciente y muy recomendable artículo: “Nos están arrebatando jirones de lo que
somos, en medio de distancias de hielo, y convertidos en tristísimos números a
los que apenas se puede llorar”. Frase lapidaria sin duda. Y real. Y muy
triste.
Quizás el símil más apropiado para nuestra situación sea
justamente esa Semana Santa en la que estamos inmersos: esos días tan
importantes para los cristianos creyentes, que relatan los históricos hechos que
comienzan con la entrada triunfal de Jesucristo en Jerusalén hasta su resurrección
una semana después, pasando por hechos fundamentales como la unción, la traición,
la última cena, los interrogatorios, la flagelación, la crucifixión y la muerte.
En algo nos parecemos al cordero que están llevando al sacrificio: engañados,
manipulados, traicionados, encerrados, castigados y, muchos, demasiados,
finalmente crucificados.
Suerte que al final nos queda
la resurrección. Para los que creemos en ello. (Por ahora solamente he visto “Quo Vadis”. Si pienso que aún
quedan “Los 10 mandamientos”, “Barrabás”, “Jesús de Nazaret” y tantas otras películas
histórico-religiosas, las asociaciones a los hechos sucedidos en Jerusalén hace
dos mil años seguro que se multiplicarían). Asociaciones que sin duda son más
apropiadas que los chistes y las chanzas con los que nos van a deleitar los
otros, los de la ceja, los titiriteros y títeres en impúdica orgía. Porque
estos, ni cortos ni perezosos, estrenan creo que mañana una serie de humor sobre
la cuarentena. Si alguien cree que es un momento idóneo para relativizar el
sufrimiento y tirar de humor de brocha gorda, colocar a los amiguetes de
siempre y usar una herramienta más para maquillar la realidad, que me lo
explique. Yo no lo entiendo. Ni lo acepto. Es vomitivo. Irrespetuoso. Vil. Como
si durante una hambruna proyectaran un especial sobre los mejores asadores de
España. O los ridículos informes sobre la mejora general del clima durante esta
cuarentena. O que las apuestas deportivas han caído en un alto porcentaje. Garzón
dixit. Ese ministro. Todo vale para no afrontar la realidad. Para no dar la
cara. Para no asumir responsabilidades.
Pero no, ellos a lo suyo, en vez de sonrojarse y soltar
un humilde “la culpa es nuestra”, han decidido que nos toca tragar chistes
fáciles y sufrir sesiones de psicología infantil en boca de Carlos Bardem y sus
secuaces. ¡Lo tienen claro!
Por ahora la paciencia y la esperanza, pero también la rabia
y la sed de justicia, se imponen en nuestras cabezas, pero con un margen
cada vez más estrecho sobre la claudicación. El asumir conscientemente que nada
volverá a ser lo mismo.
Que los nuevos tiempos que vienen traerán tristeza,
desconfianza, odio, discriminación, ruina económica y un profundo cambio social,
es indudable. Casi todos sufriremos. Aunque
siempre habrá impresentables que saquen provecho de la desgracia ajena. Inversores
a la caza de gangas, intermediaros sin escrúpulos, productores de series,
tele-operadores y, como no, políticos.
Esos personajes preparados e
eficientes elegidos por nosotros para dirigir nuestra nación. Algo que no
debemos olvidar. Muchos les votaron. Igual tendrían que reflexionar un poco.
Tiempo les sobra entre falsas ruedas de prensa, oportunas comedias y pestilentes
arengas totalitarias.
¿Y si es el final?
P.D. Igual toca expulsar a los mercaderes del templo. Creo que hoy es el día.
Es el final de los tiempos, no del mundo. El anticristo ya se está preparando. Vendrán cosas peores q el corona virus, pero luego todo se renovará y vendrá un tiempo d paz. Confía.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo.muy bien escrito
ResponderEliminarMuy bueno. Como siempre en tu línea de veracidad y análisis profundo de la realidad roja.
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