"La política y el crimen son lo mismo"- Michael Corleone.
Antes de empezar, pido disculpas a
mis cientos (a veces miles, cuando algún amigo famoso retuitea mis columnas,
aunque últimamente les cuesta mucho) de lectores por insistir siempre en el
mismo tema. A mi hermano, por ejemplo, ya ni se los mando, porque según él soy
monotemático y me repito más que el ajo. Él sabrá. Siempre ha sabido más que
yo. O quizás no. Pero en el fondo, si consigo abrir los ojos a un solo lector,
el tiempo dedicado a escribir esto ya habrá valido la pena.
Pensemos por ejemplo en nuestra
liturgia católica: las lecturas se repiten también, como el ajo, y día tras
día, años tras año, volvemos a escuchar esa o aquella lectura, dependiendo del
día. Y recitamos las mismas oraciones. Y entonamos los mismos cánticos. Y a
esto se añade la homilía del párroco de turno, que intenta desmenuzar, aclarar,
ejemplificar y hacer más comprensible lo escuchado en las lecturas. O por lo
menos es lo que tendría que hacer.
Porque, tengamos siempre presente
que no todos somos Gonzalo Miró ni sabemos de todo y más. Ni nuestros padres
han tenido cientos de empleos como el de Rubén Sánchez. Tampoco somos tan
eruditos y excelentes como Prepucio Teadula, perdón, Euprepio Padula, o
sentenciamos todo como el idiota Fonsi Loaiza, sin tener idea de absolutamente nada.
En fin, no somos nadie comparados
con toda esta élite cultural, intelectual y social. Somos simples mortales, con
nuestras limitaciones, y necesitamos leer, comparar, entender y finalmente saber y hasta creer. De forma empírica.
Hablemos pues de la mafia. En
este caso de la rama española, el PSOE. Y ya no hablo del criminal partido
fundado por Pablo Iglesias en 1879, aunque compartan las siglas. Hablo del Partido
Sanchista (de) Obedientes Empleados.
Organización criminal que aún
consta en el registro como partido político, pero que dejó de serlo hace mucho
tiempo. Y que ha superado con creces a las más famosas e influyentes “famiglias”
italianas, la Ndrangheta, la Cosa Nostra y la Camorra. La organización criminal
y clientelar de Pedro Sánchez ha logrado, en un decenio, convertir a todas las
demás asociaciones criminales, en simples pandillas de niños malcriados. Todos
sabemos muy bien como funcionan este tipo de agrupaciones de intereses: un
capo, los soldados y la omertà. Aparte de esto, solamente quedan el asesinato,
el suicidio asistido o el polonio. Vale todo, o Valetudo, como
escribí hace unos meses. Y quizás, para los enemigos menos peligrosos, el
psicópata tenga suficiente con su cancelación política y social. Que en el
fondo equivalen a un asesinato. Menos sangriento pero igual de efectivo.
Así funciona cualquier sociedad
secreta y sectaria que busca el beneficio de pocos a costa de muchos: la masonería,
los nacionalismos, las sectas, las maras, las simples pandillas de
delincuentes, los falsos sindicatos, las logias, y, por desgracia, la mayoría
de los partidos políticos. En especial, el innombrable y criminal partido que
encabezan Pedro Sánchez, sus allegados y sus soldados. Estos últimos y si
conviene, sacrificables, como el pobre Fredo en “El Padrino”. Papel que bien
podría interpretar en un futuro cercano Ábalos. Porque lo de romper el
silencio, quebrantar la omertà, tiene su riesgo. Pensemos solamente en las
decenas de suicidados amigos de los Obama. O en las victimas del polonio de Putin.
El que ose enfrentarse al capo ya sabe a qué atenerse.
Y todo el mal se cuece entre la
Moncloa y el Palacio de Congresos, edificio y temporales moradores a los que por cierto, como bien lo define
Javier Santamarta del Pozo en su excelente libro "Eso no estaba en mi libro
de historia de la Primera República", “no pidamos nivel a los que se
encuentran en una calle ya de por sí desnivelada de bajada, como es la
madrileña Carrera de San Jerónimo”. Una pocilga desnivelada, cuyos
ocupantes, en su inmensa mayoría, se dedican solamente a medrar, robar,
tergiversar, confabular, engañar y a maldecir al contrario. Menos aquellos
pocos que simplemente van a figurar y cobrar. Que de estos también hay. Los
tontos útiles que solamente sirven al capo para votar cada tanto. Y que son tan
sacrificables como los mejores y más fieles soldados. No hace falta que enumere
aquí a todos aquellos que cayeron en desgracia y fueron apartados. En un lado
del hemiciclo y en el otro. Que los partidos son todos mafiosos. Unos más, unos
menos, pero al fin y al cabo, son entes antinaturales creados para defender los
intereses de unos pocos. Lo de la honradez y el bien de los ciudadanos y de la
patria como objetivo vital, lo dejamos para cuatro admirados pero solitarios
llaneros. O quizás sean treinta y tres. No puedo poner la mano en el
fuego por todos ellos, por algunos sin duda.
Hoy, 4 de septiembre, el capo de la mafia, Pedro Sánchez Castejón, ha rematado su tarea. Como posteaba esta mañana en X, “Tomados el CGPJ y el Banco de España, el autócrata ha alcanzado sus últimos objetivos. La democracia ha muerto”.
Y que nadie lo dude, el psicópata
que lamentablemente dirige nuestro gobierno, que no nación, ha conseguido lo
que pretendía desde que salió de las oscuras saunas gay y decidió llegar al
poder fuera como fuera. Ha tomado el control de todo (hoy en la Gaceta tenéis
una lista de todos sus peones), y a partir de aquí, nos va a costar el oro y el moro echarle
de la poltrona.
Como tan bien escribía ayer un
tuitero, nos ha traído al moro y se va a llevar el oro.
Y los MMM, los medios
de manipulación masiva, aplaudiendo con las orejas (tamaño Fonsi
Loaiza), engañando a los ciudadanos y cobrando sus sobornos en forma de
publicidad institucional.
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