miércoles, 12 de diciembre de 2018

Cataluña: diario de una guerra


Día 1. El alzamiento.


Amanece en Barcelona. En la lejanía, en las preciosas islas Baleares que en días claros se pueden distinguir desde el Tibidabo usando unos simples prismáticos, algunos ya habrán desayunado. Por lo menos los lugareños. Los guiris en cambio estarán a punto de recogerse, vadeando entre vómitos, excrementos y bikinis abandonados tras otra noche de sexo sin amor, peleas y un consumo abusivo de alcohol y drogas. Cosas de los bárbaros del norte, que lo único que nos aportan son cuantiosos beneficios económicos (que por otro lado no son baladí). Una suciedad que por cierto se debe en parte a la falta de los tan básicos servicios municipales de limpieza. Desde que el conocimiento del catalán se ha ido imponiendo a martillazos para poder ejercer cualquier función pública, cada vez más servicios están dejando de funcionar: empezó con la enseñanza, pasó a la sanidad y ahora ha llegado a algo tan básico y necesario como la limpieza municipal. Suerte tenemos que los turistas ingleses ni se dan cuenta del lamentable estado de playas y paseos. Otro cantar son los alemanes, que poco a poco están abandonando las islas por otros destinos igual de bonitos, pero más limpios… y seguros. Pero volvamos al amanecer en Barcelona.


La noche anterior había sido movida. Los guerrilleros catalanes de los CDR, divididos en varias columnas según el lujoso móvil que usan (la columna Samsung Galaxy en el sur al mando de Helena Torra y la columna Iphone en el norte, dirigida por Guillem Torra, ambos hijos guerreros del padre con el ADN superior), se habían desplegado por buena parte del territorio catalán bloqueando carreteras, puentes y otras infraestructuras necesarias para el correcto funcionamiento de pueblos y ciudades, comercios e industrias. La nula resistencia de los Mossos (siguiendo órdenes del gobierno regional, es decir, de papá Torra) y la apatía de las pocas unidades de la Guardia Civil y la Policía Nacional que aún están desplegadas en las cuatro provincias de la región (siguiendo órdenes del gobierno central) había permitido que los violentos jóvenes camparan a sus anchas. Pasaron la noche fumando porros, comiendo butifarras, cantando canciones de los Pets y de Sopa de Cabra y “festejando” unos con otros. Aunque al final hubo pocas relaciones carnales. Entre le fealdad de ellas y la estupidez de ellos poca libido había en el ambiente.


A las 7 de la mañana el “sargento” Quim Torra (esa fue su graduación durante el servicio militar en el IMEC) se calza las botas, encaja su gorra, empuña el CETME que se llevó de recuerdo de su estancia en el regimiento de Infantería Palma 47, y al frente de su escolta personal sale del Palau de la Generalitat, a asaltar la historia, la realidad social y la sensatez, cegado por el odio que siente hacia las hienas españolas. Detrás suyo se arrastra el cabo Bentanachs, también conocido como la serpiente, el cobarde o el bocazas. Echando bilis por la boca, con las caras desencajadas de rabia, Torra, Bentanachs y su guardia de corps formada por Toni Alba, Joel Joan, Lluis Llach, Josep Guardiola y Gerard Piqué, se dirigen a toda prisa a los vehículos preparados en la Plaza de San Jaime.

Los motores de los envejecidos y tan contaminantes tractores resuenan con furia mientras los voluntarios fijan en los laterales de los imponentes carros de combate traídos de todas las veguerías  los tirachinas, las banderas negras, las mangueras para rociar con ratafía a los enemigos y las bengalas que sobraron del último partido del Barza.

La emoción se palpa en el ambiente. Pilar Rahola, Elsa Artadi, Karmele Marchante, Cris Gallifantes y Miriam Nogueras gritan como posesas mientras se desnudan, mostrando sus tangas estrellados, sus ligas cuatribarradas y sus sujetadores amarillos. 

La guerra ha empezado. Por fin serán libres. Por fin acabarán con los bestias españolas con forma humana y demostrarán al mundo que un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic 
(continuará, o no, ya se verá).



Nota: Aunque el anterior relato suene a broma (de mal gusto), ha estado (o está) en un tris de convertirse en realidad. Por mucho que ahora los impresentables y cobardes separatistas hayan empezado a recular, a desdecirse de lo afirmado, a negar la mayor y a proclamar que ellos son pacifistas y que la comparación con Eslovenia se ha interpretado mal: bien sabemos que hace mucho tiempo que están buscando ese brote de violencia que les permita seguir lloriqueando inventando agravios, apelando a las Naciones Unidas y hasta a la Confederación de Planetas Imaginarios, mientras siguen viviendo del cuento y destrozando nuestra querida Cataluña, y con ello a nuestra amada España.


España no es Yugoslavia. 
Cataluña no es Eslovenia. 
Malditos enfermos. Malditos iluminados. Malditos lazis.

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