Iba a escribir
sobre lo sucedido en España durante mi
corta estancia la semana pasada en Berlín, haciendo referencia en el título a
dicha ciudad, pero el maestro Fernando Aramburu se me ha adelantado, tanto en el encabezamiento como con la imagen que lo acompaña y
la acertada descripción de la ciudad: Berlín en otoño, gris y fría, pero Berlín,
al fin y al cabo.
Ante
este contratiempo (que no plagio) decidí cambiar de tercio y titular este
artículo en inglés, “Meanwhile in Spain”, pero bien pensado tampoco hubiera sido
lo correcto. Casi caigo en la estúpida moda de los “cosmopaletos” españoles de
intercalar palabras en otros idiomas para darse un aire de cultura y formación.
Cuando solamente hay que rascar un poco (muy poco) para descubrir que de
idiomas extranjeros no tienen ni papa, por no hablar de doctorados, másteres, cultura
general, historia o hasta de su propio idioma. Suerte que la Real Academia
acaba de editar su novedoso “Libro de estilo de la lengua española”, libro que sin duda comprarán todos
nuestros políticos, tertulianos y presentadores de televisión. O quizás no.
Viendo que la tirada inicial es de 10.000 ejemplares, y restando el que me voy
a comprar el día de su publicación, quedarán 9.999. Y dudo mucho que se agoten.
España ya no es país de corrección, de cultura, de sintaxis, de ortografía, de amplio
léxico, de señorío, de galantería y de buenos modales. España es por desgracia un estercolero poblado
por sinvergüenzas, plagiadores, defraudadores y legiones de cabezas huecas
llenas de serrín. Llenas de aserraduras, pero bien pagadas.
El triste lastre
que nos ahoga: cientos de miles de personas inútiles y sin preparación alguna
que cobran más que médicos, científicos, investigadores, agricultores,
ganaderos, pescadores, taxistas, albañiles, trabajadores de la industria,
conductores, autónomos, sanitarios, profesores, barrenderos, bedeles, buenos curas, consultores, militares, policías, Guardias Civiles (¡EquiparaciónYA!) o cirujanos realmente cualificados, y que encima nos insultan día sí,
día también, con sus sandeces, sus meteduras de pata, sus arrebatos
barriobajeros, su enfermizo narcisismo y su nula aportación al bien común. Y
todo ello por culpa de la maldita partitocracia que ha permitido que unos
cuantos vendedores de sandías y melones de mercadillos de barrio se hayan convertido
en los dirigentes de la sociedad, manipulando a las iletradas ovejas y
destrozando siglos de evolución, de valores y de imperial y gloriosa historia.
Ojalá
volvieran las cortes reales de otros siglos, en las que por mucho que nos
tocara un rey lelo (de los que por cierto hemos tenido bastantes) siempre había
mentes privilegiadas que se encargaban del buen gobierno y de aportar el
conocimiento, la sensatez y la visión de futuro necesarios para hacer que la patria,
y con ello la sociedad, evolucionara (como en su momento el dúo formado por el Marqués
de la Ensenada y el ilustre marino Jorge Juan, por dar un ejemplo).
¿Y qué
ha pasado en nuestra querida España en estos pocos días de ausencia? Pues que
os voy a contar, más de lo mismo. Ese sinvivir al que nos vemos abocados desde
hace tantos años por culpa de todos esos personajes circenses, sin menospreciar
a los verdaderos artistas del circo, esa grotesca realidad que deja atrás cualquier
esperpento de Valle-Inclán. Sería recomendable que la Real Academia enmendara cuanto
antes la definición de este género literario para añadir esta nueva acepción:
“Esperpento: 4. m. absurda, triste y grotesca realidad social y política en España a principios del siglo XXI”.
“Esperpento: 4. m. absurda, triste y grotesca realidad social y política en España a principios del siglo XXI”.
Desde
las cada vez más groseras actuaciones de Rufián y los demás golpistas, esputos incluidos,
hasta las nuevas etapas de la “vuelta al mundo con 84 escaños” del falso doctor
y su falsa esposa, con la final y ridícula actuación en supuesta defensa de la
españolidad de Gibraltar y su posterior y patética justificación ante la prensa
del mundo, todo han sido desatinos. Como siempre.
Y en
este caso ha sido aún más doloroso que lo habitual: que nuestro presidente por
accidente dilapide nuestro dinero en viajes inútiles, que mienta todos los días
de la semana, fines de semana y fiestas de guardar incluidos, ya casi no me
afecta, es una enfermedad con la que tenemos que convivir hasta que extirpemos
las causas, pero que nos tengamos que arrodillar, nuevamente, ante la pérfida Albión
y aguantar las risas y chanzas de los tabloides ingleses, de Picardo y de la
propia y asquerosa Theresa May, ya colma la paciencia de cualquier español de
bien.
Como bien
parodió la Monthy Python en su momento, “We will always fight to keep China British”.
Mientras tanto, en España, el falso doctor seguirá viajando
y mintiendo, Begoña seguirá sin trabajar, Rufián seguirá siendo un poligonero
maleducado y Puigdemont seguirá escondido en Waterloo dándole a los mejillones
y meditando sobre un cambio de peinado.
Y por si hubiera dudas sobre los
constantes desatinos de nuestro presidente, podéis tirar de la completa relación que publicó ayer la siempre acertada Cayetana Álvarez de Toledo. La España de siempre.
En Berlín llovía.
En nuestra patria en cambio caen lagrimones del cielo.
De
tristeza, de pena, de rabia y de odio.
P.D. Como
bien sabéis, jamás recomendaré votar a un partido, ese ente antinatural y
maligno, aunque a día de hoy en España se escuche una Voz alta y clara que se
alza en medio de la mediocridad. Allá vosotros.
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