Vaya por
delante que las tan grotescas abreviaturas LAPAO y LAPAPYP no aparecen por ningún
lado en el “Proyecto de Ley de uso,protección y promoción de las lenguas y modalidades lingüísticas propias deAragón” que actualmente se está tramitando en las Cortes de Aragón.
Estas expresiones
se las han sacado de la manga los de siempre, es decir, aquellos que ahora no
tienen el poder, ni en Aragón ni en España, con el interesado apoyo de sus
voceros habituales (esos medios de
comunicación que solamente existen
gracias a las subvenciones oficiales y que encima no los lee ni el tato, si no fuera porque se los regalan y tienen suplementos a color sobre deportes y famosos, cartillas para alguna sartén u olla exprés o cupones de descuento).
Y si llegan a estar en el poder, hubieran sido los de la acera de enfrente. That’s
Spain.
Como
suele ser habitual en este nuestro país tan dado a las confrontaciones locales, a los reinos de taifas, bares y clubes
sociales, al odio eterno al vecino del quinto y a Paco “el Merengue” (o Manolo “el
cule”) del bar de la esquina, esta semana pasada tocaba meterse con el Gobierno
de Aragón y su proyecto de Ley de Lenguas.
Y como
es de recibo en esta nación iletrada, garrula y cainita, en la que lo que
importa nunca son el bien común, la sensatez, la verdad o la realidad
histórica, sino el puro interés crematístico y oportunista de los miles de políticos
profesionales, de los sindicalistas ociosos, de los creadores de opinión sin ninguna
clase de preparación o estudios, del nacionalismo excluyente o del centralismo
avasallador y de sus asalariados seudoperiodistas,
pues esta semana tocaba meterse, sin ton ni son, con un proyecto de ley que
simplemente intenta poner freno a ese pancatalanismo feroz que lleva ya varios
decenios intentando imponer su lengua propia a todas las demás variantes de la
misma que se hablan en nuestra península, y allende de ella.
Que le pregunten sino a
los mallorquines, menorquines, valencianos y a los habitantes de la Vall d’Aran,
después de tanta imposición, persecución e intromisión, si ellos hablan catalán
o su propia lengua o dialecto.
Obviamente
saltarán, se enfadarán y defenderán a capa y espada que lo suyo no es catalán,
que es otra cosa. Y no lo harán, en la mayoría de los casos, por su preparación en filología y su conocimiento
profundo de la historia de sus idiomas o dialectos, sino simplemente como reacción a un
intento externo de apoderarse de algún bien cultural suyo, de manipularlo y de
ser engullidos cual calçot con romesco por algún catalán de rancio abolengo
llamado Fernández i Pérez, siendo el hecho diferencial claramente la “i” la
latina que enlaza sus dos apellidos tan catalanes (o lapaoneses).
Y como
dictan las leyes físicas, ante una acción llega la reacción, y estando este nuestro país tan
lleno de tontos que no cabe ni uno más, pues a tirar piedras al vecino de al
lado, a quemar las iglesias del barrio de enfrente y a quejarse de
manipulación e imposición, cuando ellos mismos lo hacen día si día también. Pero en su caso vale. Como no. Lo dicen Mas, Rosell y Junqueras. Es por lo tanto dogma.
Así
están, en pleno siglo XXI, usando un bien cultural, un idioma, una lengua,
para crear polémicas artificiales, enfrentarse al contrario y abonar el terreno
para la siguiente confrontación electoral, en la que atacarán con furia a los
que hablen LAPAO, por fachas, y los insultarán con vehemencia llamándoles retrógrados,
inquisidores o simplemente “fills de puta espanyols”.
Eso sí,
lo harán en su español limitado, ese español de 100 palabras que Vaughan debería incluir en su método de aprendizaje del español, igual todo ello adornado con alguna interjección en catalán
en plan "culturilla", como calçot, alioli, “som mes que un club”, "cop de falç" o “amics de l’Espinaler”.
Porque
bien sabemos todos que el idioma les importa un carajo, que ellos mismos ni
saben hablar ni lo pretenden, que su conocimiento lingüístico se agota en los diálogos
de los programas basura que suelen mirar o como mucho en la participación desde
el sofá en el concurso del Pasapalabra, con el Google y la Wikipedia abiertos en su tableta
o móvil y aún así no pasando de la segunda letra.
Lo que
ya decía al principio: simples garrulos.
En
catalán, garrulos.
Y en
LAPAO, garrulos.
Dit tot això des de la total objectivitat, es clar. Dir "putos espanyols" es ETA, però dir que els "putos catalanistes" son ETA mola. I així anant tirant...
ResponderEliminarLa táctica es sencilla, vieja y eficaz, Ernesto. Primero provocan, y luego, cuando se produce la reacción del contrario, lloran haciéndose las víctimas y gritando a los cuatro vientos que nadie les quiere.
ResponderEliminarDe esta forma, presentándose como perros apaleados, es más sencillo dar lástima y arrimar el ascua a la propia sardina.
No olvidemos que el nacionalismo, derivado del Romanticismo, es cuestión de sentimientos. La razón y la lógica quedan al margen.
Suerte tienen de ello.
Un abrazo desde territorio comanche.