Difícil
nos lo han puesto en este cambio de año para encararlo con ilusión, buenos
propósitos, tolerancia y amor. El lado oscuro, tan en boga en estos días por el
estreno de la séptima entrega de la saga de la Guerra de las Galaxias que hasta
hemos visto desfilando a las tropas imperiales en el Carnaval de Reyes organizado
por la indecente y senil alcaldesa Manuela Carmena, está triunfando por
doquier, cubriendo con su manto negro lo poco que queda de la cultura y la
civilización occidental tal como la conocemos. Y no me quiero ni recrear en los
despropósitos de la nueva clase “política” española desmontando las tradiciones
navideñas, cual Ferrán Adría asesinando a la tan patria tortilla de patatas que
en otros tiempos vencía sin desvestirse a las tóxicas hamburguesas del
McDonald’s, pues de todo ese pasteleo revanchista, infantil y descerebrado ya
se ha hablado y escrito suficientemente en los últimos días.
Quiero
ir un poco más allá, alzar la mirada al cielo y preguntar a voz en grito: “¿Dios
mío, dios mío, por qué nos has abandonado?” ¿Realmente merecemos este castigo
divino de ver tambalearse todas las columnas que sustentaban nuestra en teoría avanzada
civilización bajo el peso de la idiotez, la incultura, la maldad, el sexo animal,
el consumismo, el revanchismo, la puerilidad, la falsedad y la violencia en
nombre de hechos pasados, polvos no echados, derrotas no asumidas, envidias no superadas,
soflamas de telepredicadores, violentas y primitivas guerras religiosas y una
completa banalización de nuestra existencia alrededor del “ahora me toca a mí”,
“ya verás ahora”, “te vas a enterar de lo que vale un peine”, “y tú qué y yo
más” y la adoración final y definitiva del negro y su pene gigante?
Tenía
yo previsto escribir un bonito artículo sobre la espléndida y bonita Navidad
pasada con la familia, en la siempre acogedora casa de mi prima, con cortos
pero intensos encuentros con entrañables amigos en el Bar-Bero y en la bodega
Víctor de siempre y una postrera escapada a las bonitas tierras de Teruel para
rematar unas fiestas como tienen que ser, cargadas de amistad, de cariño, de
simpatía, de ilusión, pero la intención se fue el carajo. Como casi todo en
España. Y en Europa.
¿Cómo
voy a escribir algo bonito si todo lo que nos rodea produce un hedor vomitivo?
¿De qué serviría describir una bonita fiesta navideña en familia cuando al abrir
la puerta de casa, echar una mirada a la tableta o enchufar el televisor te
enfrentas al peor Belcebú imaginable?
Cabalgatas
de Reyes convertidas en desfiles carnavalescos y hasta pornográficos que
hicieron llorar a más de un niño y que
tendrían que hacer reflexionar a los padres sobre la conveniencia o no de dar
el poder a mequetrefes incultos cargados de odio o a viejas comunistas
chocheantes más falsas que unas Adidas en los chinos; fiestas de fin de año en
ciudades alemanas convertidas en cacerías
organizadas de las “hembras” occidentales por parte de los “buenos refugiados”
y que ya suman un saldo superior a 300 mujeres agredidas y humilladas; mentiras
continuadas de los nuevos gobernantes electos de la sociedad española, con
Potemos, Bildu y demás bandas de asesinos y malhechores a la cabeza del
esperpento; un vergonzoso golpe de estado encubierto en Venezuela, el otrora
más rico país de Sudamérica; lágrimas de cocodrilo del cada día más negro
presidente de los EEUU al hablar sobre el control de las armas cuando preside
el país en el que más no nacidos mueren ejecutados; mentiras sobre mentiras, en
vez de campanas sobre campanas, sobre la verdadera culpabilidad de Arabia Saudí,
los EEUU e Israel en el auge del terrorismo islámico y la invasión de Europa
por las hordas primitivas y medievales disfrazadas de refugiados que nos van a
llevar de vuelta a los tiempos oscuros en un abrir y cerrar de ojos…. ¿Sigo?
Mejor
dejarlo aquí. E irnos a Rusia. O a Corea del Norte.
Está
todo tan podrido y veo tan pocas posibilidades de que el mundo occidental pueda
recuperarse de su decadencia y definitivo declive, que lo único que nos queda es intentar
sobrevivir lo mejor posible, llevarnos por delante a algún hijo de puta y
maldecir el momento en el que nos dejamos arrebatar todos las conquistas
sociales y los avances culturales y tecnológicos por la barbarie, las idolatrías,
el dinero, el sexo fácil, la violencia gratuita, la música insoportable de los
panchitos y las sagas hollywoodienses de superhéroes que han conseguido
convertir nuestro ya limitado cerebro en
un simple repositorio temporal de instintos primitivos y burdos conocimientos
superficiales, destinados simplemente a ayudar a interpretar nuestro papel de
esclavos del capital, del mal y de la mediocridad.
El maldito
lado oscuro.
Que
Dios nos coja confesados.
Vergonzosa cabalgata de Madrid, ¿era el orgullo gay? con dj lobo pinchando, (música techno para niños???)
ResponderEliminar¡Potemos juntos! Comparto el mismo hedor, pero mantengo el anhelo, la creencia o la resistencia de que a alguien o "alguiens" les interesa vernos putrefactos y dolientes. En breve una nueva entrega de "panolis a votar"...¡Potemos, potemos y limpiemos nuestras vísceras! Ayer me contaron que en Toledo se siguen haciendo misas negras... ¿será verdad?
ResponderEliminarEs la nueva temporada de WalkingDead... en Realidad Aumentada.
ResponderEliminarAmén, Ernesto.
ResponderEliminarQue el 2016 nos sea leve.
Saludos.
El mundo siempre ha dado el mismo asco, sólo es cuestión de a qué lado mirar. Ahora, lo que pasa, es que como todo está interconectado y es imposible abstraerse de la noticia/broma/patochada del momento, te enteras de todo quieras o no, sin filtro ninguno. Y claro, así la depresión está asegurada. No es cuestión de épocas sino de especia, el ser humano es así, facilón, vago, soez y aborregable por defecto, pero de uno mismo depende el saber estar por encima de este lado oscuro. Es tal cuál el famoso refrán indio "todos llevamos dentro los mismos lobos, blancos y negros, saldrá aquél al que yo alimente". Áaaaaanimoooo!!!. Isabel
ResponderEliminar