Introducción
Tiempos
nuevos, tiempos salvajes
toma un
arma, eso te salvará
levántate
y lucha
esta es
tu pelea
levántate
y lucha,
no voy a
luchar por ti.
“Todo fluye, todo cambia, nada
permanece”. Eso es lo que afirmaba
Heráclito de Éfeso 500 años antes de Cristo. Y ahora resulta que 2.516 años
después un joven de 61 años, llamado Jorge María Martinez García, o mejor Jorge
Ilegal, se planta ante su fiel público para demostrar que dicha afirmación es
cuando menos discutible. Porque vista la
situación social, política, climática o musical, me da que seguimos en los años
80 del siglo pasado. (O quizás en los años 30, o en el siglo XIX, pero hasta
ahí no llega mi memoria. A pesar de mi avanzada edad). De los ochenta sí que
puedo hablar con propiedad: son mis años de juventud, de mi mayoría de edad
(legal, que no mental, la cual aún está por llegar… si es que llega), de mi
inmersión en el mundo musical, mis primeros desamores y mi primer contacto con letras
de canciones eternas. Letras de Neil Young, de Frank Zappa, de Sabina, de
Queen, de Madness, de los Clash, de los Eagles, de BAP, de Falco, de Leonard
Cohen…y de Los Ilegales. ¿Cómo que nada permanece, señor Heráclito? ¿Europa
está viva, por ejemplo? ¿Alguien lucha por nosotros en este desalmado mundo?
¿Las princesas no se siguen equivocando? ¿Los mutilados no siguen volviendo a
casa como héroes a cambio de dos piernas? ¿Jorge Ilegal y su banda no siguen
tocando igual de bien 35 años después?
Igual habría
que corregir al filósofo griego y plantearlo al revés: “Todo perdura, nada
cambia, todo permanece.”
Lamentablemente
llegamos tarde al micro-mecenazgo (crowdfunding lo llaman en inglés) de la
película sobre los Ilegales que empezó a gestarse a finales del 2015. Cuando
nos dimos cuenta ya se habían superado con creces los 18.000 € presupuestados
(lo que nos impedía ser patrocinadores) para producir “Mi vida entre las hormigas”, documental que justamente una semana antes del fin de la gira se
estrenó en Gijón y que por lo visto malo no debe de ser: ganó uno de los
premios, el Gran Angular, como mejor largometraje asturiano del año. Documental
sobre la mejor banda asturiana. El premio, de cajón. No pudimos por lo tanto
aportar nada, y con ello perdimos la oportunidad de visitar a Jorge en su casa
y de asistir al preestreno de la película. Pero al mal tiempo, buena cara. Y si
la montaña no viene a ti, pues pillas el buga (que viene de Bugatti, mítica
marca alemana (si si, alemana) de coches) y la vas a buscar. Y nos fuimos de
gira. De gira ilegal.
Episodio I: 23 de
abril, Teatro Barceló, MADRID
escuela
de daños.
buenos
maestros,
para
aprender a odiar.
rebelde
sin causa,
buscando la calle.
Llegó
finalmente abril, tras varios meses de espera y con la desgracia de la muerte a
principios de marzo de Jandro, bajista de la banda. Fallecimiento éste que no
significó una anulación de la gira sino más bien lo contrario, como con suma
firmeza afirmó Jorge: “Entre depresión y rock and roll, elegimos rock and roll.
Hace el dolor más soportable”. Empezaba pues una gira en homenaje a su amigo y
compañero de banda, sustituido para la incipiente ronda de conciertos por el
mítico bajista original Willy Vijande. Una acierto a todos luces. Comenzaba un año
ilegal. Y no nos lo íbamos a perder. Faltaría.
Ahí nos
plantamos, en lo que antaño fuera el Pachá y en un sábado casi primaveral, con
muchas ganas de asistir al estreno del tour. Con una entrada sobrante que no
tardamos en adjudicar (no al estilo mercadillo, es decir, a grito limpio, como
si fueran unas braguitas o unos tomates maduros, sino con un simple paseo entre
la larga cola que se había formado a la entrada), nos colocamos
estratégicamente en la barra más cercana al escenario, y a partir de ese
momento todo fue disfrutar, cantar y bailar. Pese al inicio un poco abatido de
Jorge, algo comprensible por la ausencia de Alejandro, el concierto fue ganando
en intensidad conforme iban cayendo los éxitos de antaño y alguna de las
canciones del nuevo disco. Nacieron nuevas amistades (esa chica rubia que no
era irlandesa) al son de “Chicos pálidos para la máquina”, “Revuelta juvenil en
Mongolia”, “El demonio” o “Bestia, bestia”, entre otras, y hasta hubo un lanzado que se atrevió a
enfrentarse a la corpulencia de Willy subiendo al escenario sin haber sido
invitado; pero tal cual pisó las tablas volvió a abandonarlas impulsado por un
diestro barrigazo del portento Vijande. En resumen, un concierto que supo a
poco, hasta el punto de que a la salida aún estuvimos hablando bastante rato con
otros locos seguidores, entre ellos un locutor de RNE3, Nacho Álvaro, el cual a
pesar de su corta edad (relativa a la mía, claro está) resultó ser un experto
en temas musicales e ilegales.
Y ya de
camino a casa la decisión de seguir la gira de Jorge y los suyos fue tomando
forma en nuestras cabezas.
Episodio II: 21 de
mayo, Sala Oasis, ZARAGOZA
que me
mira con cara de conejo.
Oye tú,
tú que me miras:
¿es que
quieres servirme de comida?
Soy un
macarra,
soy un
hortera,
voy a
toda hostia por la carretera.
Un mes
pasa volando, y si encima ya tienes a buen recaudo las entradas para el
siguiente concierto de Los Ilegales, pues pasa como con un polvo juvenil: en un
pispás ya estábamos el Tato y yo liados de nuevo, enfilando la eternamente
querida N-II, fotografiando los toros de Osborne que decoran el recorrido y
parando aquí y allá a por vituallas y evacuaciones urgentes. Obviamos la
tentación de parar en Calatayud (¡Ay Dolores, esa chica guapa amiga de hacer
favores!) o en la Almunia de Doña Godina, y sin mayores sorpresas (salvo algún
control policial del que nos salvamos de milagro, algo recurrente en nuestra
gira), llegamos a Zaragoza, con ganas de beber y de disfrutar nuevamente de las
eternas y tan actuales canciones de la banda de Jorge Martinez. Después de
alguna vuelta adicional intentando acabar en la puerta del hotel (esas zonas
peatonales que años ha no existían y que rompen los esquemas a cualquier
abuelo, por muy bien que se conserve), conseguimos situarnos y nos instalamos a
escasos metros de la sala Oasis, prestos a dar buena cuenta de las tapas y las
cervezas de la capital aragonesa y de su afamado Tubo (que se quedó en Tubito
como veréis seguidamente). Habíamos leído días atrás que los seguidores de
Ilegales tenían prevista una quedada antes del concierto en un bar llamado Rock
Tapa o algo similar, y como Dios existe (¿o el demonio quizás? ¿O ambos?) al
doblar la esquina del hotel (a una hora prudente, creo que las 11:30 de la
mañana), nos dimos de bruces con un pequeño bar llamado: “De Tapeo Rock”. Y qué hostias “zona de confort” ni leches: nos
lo pasamos tan bien en dicho bar que prescindimos del Tubo y hasta de tocar la
tuba. La mañana fue amena, un servicio atento y simpático (para no decir una
tía guapa e interesante) entre cervezas “glaziales”, cigarritos en la puerta,
buena música, charlas con extraños y roces con trasnochados travestidos. Y con
la lógica inconsciencia de dos jóvenes como nosotros, el día se fue consumiendo
entre cerveza y cerveza, con una mini parada para probar una tapa y alguna otra
para visitar la habitación del hotel, por aquello de poder contar como era la
estancia. No iba a ser la primera vez que dejábamos sin estrenar las limpias
sábanas de una cama King-Size y los siempre bienvenidos artículos de higiene
personal gratuitos. Pero la tarde aún nos deparaba una gran y muy grata sorpresa:
los dueños del bar mencionado, Eliseo y Ana, ambos enrollados y buena gente,
tenían preparada una sorpresa para Jorge Ilegal. Le iban a entregar unos
muñecos que crea Ana artesanalmente (ver foto), y Eliseo tuvo el gran detalle
de invitarnos a la entrega y de paso brindarnos la oportunidad de asistir a una
parte del ensayo de la banda. ¡Ya ves! Ni que llovieran doblones de
oro. Vaya
suerte y que grande fue el rato que compartimos con Jorge, con canciones
eternas en primera (y única) fila, entrega del regalo, charla obviamente ilegal,
rotura de su móvil y unas fotos y risas que presagiaban un fin de semana
redondo. Del concierto, pues que decir: superando al de Madrid, de nuevo disfrutamos
de una gran fiesta con buena música y algunos detalles que por desgracia se han
quedado en esa nebulosa que suele rondar nuestras cabezas al acabar las grandes
noches (¿No será la memoria selectiva?). Baste con decir que a las 7 de la mañana
el Tato despertó por teléfono a un amigo preguntando por mí, sin saber en qué
ciudad se encontraba. Cuando quizás estaba simplemente desayunando unos churros
o visitando un museo. ¿O no? ¿Chi lo sa? Tampoco importa. Genial concierto,
risas y encima sobrevivimos. Y nadie nos pudo quitar a la vuelta, ya enfilando
las largas rectas hacia Madrid, el último placer de entrar en una área de
servicio copada por los seguidores de ese club de fútbol que se cree tan
catalán pero que fue fundado por un suizo, y a pleno pulmón gritar lo que
opinamos de sus para nosotros tan vomitivos colores. Un premio final a un gran
fin de semana y a por otra cosa, mariposa (y en cuanto podamos a por los
muñecos de Iron Maiden que se quedaron por ahí en el limbo).
Episodio III: 13 de
agosto, Eras de la Sal, TORREVIEJA
nos
echaron del club.
No
pagaba las cuotas,
y me
dejaste tú.
He
saltado la verja,
me
gustan tus quejas.
Sube la
marea.
Seguimos
de gira. En este caso veraniega, hacia la costa alicantina, a la tercera parte
de nuestro tour ilegal. Esta vez nuestros amigos actuaban antes que otro viejo
conocido, Loquillo, por lo que alguno tendría el corazón partido. No era mi
caso, y centré por lo tanto mi atención en los supuestos teloneros (en el fondo
la banda principal esa noche, y lo sabes) en el muy curioso y bonito Conjunto
Histórico Monumental de las Eras de la Sal, “una antigua dependencia salinera donde años atrás los salineros
cargaban sus barcazas de sal y las transportaban hasta los barcos anclados en
su bahía” (así sale descrito en su web). Nos recibió una larga cola a la
vera del mar, con un fuerte mareo debido a unas cervezas demasiado calientes
para la época del año, pero conseguimos entrar sin mayores sobresaltos y por
fin adquirir la camiseta de la gira, que en las sesiones anteriores se nos
había escapado por estar agotada. Vestidos por fin de “oficiosos” Ilegales, con
minis de güisqui para calmar la sed y recuperar el líquido perdido en la
tediosa espera, la actuación del cuarteto maravillas volvió a ser espectacular.
Invitaba la noche veraniega, acompañaba el lugar, y la banda sonora encajó
perfectamente con este escenario privilegiado. Huelga decir que de la segunda
parte del programa, la del Loco, me acuerdo más bien poco. Aunque parezca un
pareado, es pura sinceridad. Y el broche final a una noche especial lo puso el
taxista que se prestó a llevarnos al pueblo de al lado: hombre dicharachero,
con su música heavy a toda hostia, ignorando cualquier límite de velocidad y
que por un módico precio, muy por debajo de las tarifas oficiales, nos dejó
sanos y salvos en casa, con los riffs de Jorge resonando en nuestras cabezas y
la cerveza caliente de la tarde más olvidada que la educación en nuestras
calles.
Episodio IV: 9 de
septiembre, Pabellón Deportivo, ALCAÑIZ
Voy al
Bar
Bebiendo
mil licores, de triste calidad
¡Turbia
inquietud!
¡Impertinente
y Punk!
Abortos
infelices, de la revolución.
¡Turbia
inquietud!
Haces,
pero en el bar
La
verdadera patria,
con que
puedes contar.
Teruel
también existe. Por ello no hubo ni un atisbo de duda cuando decidimos asistir
a este nuevo concierto: Teruel nos tira mucho, a José Antonio Labordeta aún le echo
de menos (por encima de posibles discrepancias políticas siempre será un poeta
de referencia ), cerca de Alcañiz tenemos amigos que se apuntaron sin dudar a
la fiesta, y gracias a nuestro conocido y profundo carisma hasta logramos
movilizar a sendos colegas de Barcelona y Tarragona (por desgracia a última
hora fallaron otro par de ellos, que encima nos iban a deleitar con un
“invitado especial”, pero bueno, otra vez será Alex. Y para el amigo que ibas a
traer igual mejor que se anulara vuestro viaje).
Con la
firme intención de portarnos bien y de hacer vida sana nos plantamos un día
antes en el bonito pueblo de Calaceite, limítrofe con mi (por culpa de cuatro
desgraciados) tan poco añorada tierra catalana, donde Alberto y Sonics nos
recibieron (como suelen hacer) con los brazos abiertos, buenos manjares,
paseos, piscina, risas y una noche previa digna de nuestra longeva amistad que perdura
desde mediados de los años 80. Como los Ilegales. Entiéndase: una noche de lo
más ilegal, de bar en bar, de copa en copa y tiro porque me toca, para acabar
cantando en la barra del pub cual jóvenes airados.
Y al
día siguiente, previa recuperación física y espiritual, una más que buena
comida en familia y una necesaria siesta, nos juntamos ya con el resto de la
banda, Miguelito y Santi, para recorrer los pocos kilómetros que separan
Calaceite de Alcañiz. Aunque el responsable de las peñas del pueblo nos había
guardado las entradas, no hubo problema alguno en adquirirlas en taquilla, y
con suficiente tiempo para charlar con el responsable de los pocos productos de
mercadotecnia que lleva la banda (productos que al final de la gira adquiriríamos
casi en su totalidad), un espacio amplio y no demasiado lleno y las barras sin
cola alguna para ir bebiendo, volvimos a trasladarnos en el tiempo y el espacio
a esas épocas salvajes en las que casi todo era posible. O por lo menos
pensábamos que lo era. Con su repertorio habitual, tocado con la maestría que
dan tantos años al pie del cañón, Jorge y su banda volvieron a brindarnos esas
2 horas de música encadenada que tanto aporta. Palabras que dan un
valor
añadido a nuestras vidas, al contrario de tantas imbecilidades que sueltan los políticos,
famosos y mangantes de turno. Letras apropiadas, guitarras sublimes, el bajo de
Willy en su sitio y la batería acompañando nuestros saltos y coros (aunque no
todos saltábamos al unísono, y alguno hasta parecía cansado de la noche
anterior). Cosas de la edad. Impecable noche en perfecta compañía (del club de
fans del Tato, un grupo de personas con ciertas limitaciones, y de sus miradas entre
alucinadas y lascivas, prefiero no hablar, seguro que eran buena gente. ¿Qué opinas
Sonics?). Y con unos buenos tomates y patatas de la huerta calaceitana
regresamos a nuestro hogar, a la espera de la siguiente etapa en esta nuestra particular
y tan entretenida gira.
Episodio V: 21 de
octubre, LAVA, VALLADOLID
baila,
idiota.
Baila
como las moscas en la mierda
baila
idiota.
Tú no
bebes, solo abrevas
tu no
ligas, solo apestas
la grúa
está llevándose tu coche
baila
idiota.
Te han
elegido el bobo de la noche
baila
idiota.
Para
otra cosa no servirás
Pocos
conciertos quedaban ya de esta gira, habiéndose ya anunciado el final de la
misma para el 26 de noviembre en Madrid. Ante la posible avalancha de fieles
ilegales venidos de toda España para acompañar a Jorge Ilegal y los suyos en la
actuación que pondría el broche final a la gira “La vida es fuego”, compramos con
anticipación las entradas, y en este caso un par más, ya que a base de
compartir buenos ratos y cervezas con Chache y Pili, decidimos que no podían
faltar a un evento tan especial, más aun cuando la banda les gusta mucho (y se
saben más canciones que yo, por cierto). Y ni cortos ni perezosos aprovechamos
la compra, estilo 2x1, para lanzarnos también a nuestra penúltima etapa, al
concierto anunciado en Valladolid. Ciudad histórica que deseaba conocer desde
hace tiempo, a la que nos dirigimos esta vez en mi antiguo Saab, puesto a punto
pero sin lavar, tomando la N-VI, última de las radiales nacionales que parten
del kilómetro 0, de la Puerta del Sol, que me faltaba por estrenar. Un viaje
sin mayores incidencias, salvo una salida a destiempo después de haber pagado
un peaje absurdo y una furgoneta que, perseguida por la Guardia Civil, casi nos
manda al cielo así, sin ton ni son, nos llevó a las puertas de un buen hotel,
situado cerca del local. Fuimos a ver el centro del que tanto me habían
hablado, pero fue más bien una decepción. O no dedicamos el tiempo suficiente a
descubrir las bellezas de la ciudad, o bien sus encantos se limitan a la, esta
sí, preciosa plaza mayor y sus calles adyacentes (ni conseguimos encontrar una
antigua sala de billar que Jorge Atleti nos recomendó visitar, una pena). Un par de
cervezas y una divertida anécdota en uno de los bares, en el que la propietaria
nos confundió con la banda, es decir, yo me parecía a Jorge y el Tato a Willy, hasta
que le aclaramos que éramos “groupies”, pero no los artistas, nos llevaron de
vuelta al hotel para prepararnos, ducharnos y acicalarnos. De todo esto no
hicimos nada, lo que si hicimos fue sentarnos en la barra el bar del hotel y darle
al palique con la camarera, que mostró mucho interés por el concierto y hasta
conocimientos sobre los Ilegales por encima de la media. Algo sorprendente en
una joven que no debía de pasar de los 30 años.
Usando
un autobús urbano, pese a la insistencia de mi compañero en optar por un taxi
(cosas de ser rico), cuando la sala está situada a menos de 2 km del hotel, llegamos
al Laboratorio de las Artes de Valladolid, un complejo de salas y locales
bastante curioso, que nos recibió con un buen grupo de punks bebiendo en uno de
los garitos. Sorprendente hecho que quedó aclarado al poco rato: aparte de los
Ilegales también actuaban otras bandas, ya que se trataba de un festival, y la
que abría el fuego por la tarde era la de Muguruza. Ya nos extrañaba que se
hubieran reunido tantos punks y a tan temprana hora para ver a Jorge.
Conversamos un rato con un lugareño, el cual estaba más pendiente de su móvil
de “traficante” (es decir, un teléfono de los antiguos, con pantalla en blanco
y negro y limitado a recibir y realizar llamadas de voz), y ya nos dirigimos a
la sala. Entramos con tiempo, nos entretuvimos un rato charlando con el amigo
del merchandising (y comprándole más material, por cierto) mientras sonaban las
buenas versiones de la banda telonera, llamada “Afónikos Perdidos”. Y volvieron
a aparecer los 4 magníficos, repitiendo repertorio pero en este caso a mi buen entender con
más energía (o sería yo que iba más lanzado), pues acabamos bailando todas y
cada una de las canciones que sonaron, ante la extrañada mirada de la gente al
ver a un abuelo y al responsable del puesto moverse cual veinteañeros
celebrando haber aprobado el carnet de conducir. Concierto rompedor, en línea
con lo esperado, y post concierto bastante nebuloso, que pasó por la compañía y
larga charla con un “poeta urbano” de Valladolid, que tuvo el detalle de
dedicarnos un libro suyo, varias invitaciones a desconocidos y una vuelta al
hotel a horas intempestivas y con poca idea de cómo o cuándo conseguimos
llegar. De ahí que por la mañana el malestar fuera el signo claro de que la
noche fue larga y divertida, lo que no impidió que aprovecháramos el viaje de
vuelta para visitar Quintanilla de Onésimo y volver por Aranda de Duero. Un
viaje cómico, cual escena de “Paseando a Miss Daisy”, con el Tato estirado en
la parte de atrás del coche y el menda conduciendo cansado pero feliz dando tumbos por
tierras castellanas. Subiendo a Somosierra nos encontramos con un mega-control
de los amigos picoletos, pero el destino por una vez fue benevolente con
nosotros, y al estar ocupadas todas las plazas previstas para los registros de vehículos
y ocupantes, nos dejaron pasar. Si se llegan a asomar un poco al coche y ver el
espectáculo interior, otro gallo nos hubiera cantado. Un par de noches en el
cuartelillo hubieran caído seguro. O en el psiquiátrico. Así terminó el viaje,
con una gran tormenta que caía sobre Madrid y el recuerdo de buenas letras,
apropiados acordes y bien frías cervezas.
Episodio VI y último: 26
de noviembre, Sala Riviera, MADRID
Si crees
que la calle cuidará de ti
te
romperán el cráneo en la primera esquina.
Hay
muchas navajas por ahí
y puede
que alguna te raje a ti.
Pero yo
sólo sé decir...
mis dos
puños cuidan de mí.
Nada más
llegar has insultado al matón,
¡uhhh...
bestia, bestia!
¡Bestia,
bestia!
Como ya
explicaba más arriba, las entradas para este concierto las compramos con
antelación, y con los lógicos nervios ante el último concierto, nos dirigimos
con Pili hacia la sala, con tiempo para tomar algo y de disfrutar de la previa.
Caía el agua a mares sobre la Villa y Corte, pero como siempre hay algún amigo
enrollado cerca, Nacho (muchas gracias) y Eloy nos acompañaron en taxi, lo que
propició un rato entretenido entre cervezas, chanzas, risas y micciones varias.
En cuanto llegó el amigo Chache, el que faltaba para completar el cuarteto,
entramos al lío, compramos un par de camisetas para ir bien uniformados, el ¿amigo?
del material no se dignó ni a regalarnos unos pins (teniendo en cuenta todo lo
gastado en anteriores conciertos realmente me sentó muy mal), y nos ubicamos en
el mejor sitio posible: con Willy Vijande delante y una barra a mano izquierda
a la que llegaba simplemente estirando el brazo. Y bien que lo estiré, ya que
los minis fueron cayendo uno tras otro (alguno hasta fue a parar al suelo sin
que la “simpática” (lease borde) camarera tuviera el detalle de reponérmelo), mientras los
Ilegales nos brindaban una última y espectacular actuación, con la inclusión de
algún tema no oído en los demás conciertos y un público entregado e ilegal.
Delante un punki con cresta naranja que se sabía todas las letras, detrás un joven
vestido al estilo ilegal, es decir, con su Fred Perry negro característico, que
no solamente se sabía todas las letras sino que encima imitaba los riffs de la
guitarra con una gran maestría (igual toca y
todo), y nosotros cuatro en medio
disfrutando como niños pequeños de las a todas luces escasas 2 horitas que duró
el espectáculo. Noche genial, sin lugar a dudas, que rematamos en el “Agatas”, contándoles
una y otra vez a Jorge Atleti y Angeles todo lo vivido y lo que se habían perdido, tirando
fotos, compartiendo risas y echando ya de menos estos buenos momentos que nos
ha hecho vivir Jorge Ilegal con su banda en esta pequeña pero intensa gira.
Gira
que sin lugar a dudas permanecerá en nuestra memoria como lo más auténtico de este
año 2016.
Un año ilegal.
Un año de conciertos.
Un año de vida.
Que nos quiten
lo bailado. Gracias Jorge. Gracias Ilegales.
He tardado varios días en leerlo entero, Ernesto, ya sabes, falta de tiempo y esas cosas de la responsabilidad maldita, pero me gustó. Vaya gira os habéis pegado, truhanes !! Un muy buen años de vida, sí señor!!
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