jueves, 8 de febrero de 2018

Expaña


Siempre he tenido la intención de escribir un artículo, un relato corto o hasta un libro dedicado a la letra EÑE, tan característica y representativa de nuestro querido idioma (aunque no sea una letra exclusiva de nuestra lengua, ya que también es parte de muchos otros alfabetos como el asturiano, el aimara, el bretón, el bubi, el gallego, el chamorro, el mapuche, el filipino, el quechua, el guaraní, el otomí, el mixteco, el papiamento, el rohingya, el tagalo, el tártaro de Crimea, el euskera, el zapoteco y de otras muchas lenguas minoritarias).
Si hasta he pensado infinidad de veces en tatuarme una preciosa eñe en alguna parte de mi avejentada piel.

Como bien canta “Hispánica”:
Tinta negra en mi piel
Son recuerdos del ayer
Una vida, un sentimiento, una historia y un porqué
Tinta negra en mi piel
Aún recuerdo lo que fue
Una idea, una lucha, un deber

Porque más allá de ser una letra muy nuestra, la eñe es claramente un símbolo del hispanismo, de ese concepto integrador y motor de la evolución social, científica y cultural durante los muchos siglos en los que el Imperio español aportó tantas cosas buenas a la humanidad (frente a las mentiras de la “Leyenda negra”, auspiciada, inventada y utilizada a destajo como arma contra nosotros por ingleses y franceses, nuestros históricos y tan mentirosos enemigos). La maldita envidia de unos y de otros. Pero bueno, eso es harina de otro costal sobre lo que se han escrito un sinfín de tratados. Tampoco soy yo una autoridad para desgranar la historia de España y de Europa en un simple comentario en este cuaderno de bitácora. Suficientes maestros y eruditos tiene el hispanismo para alumbrar lo bueno de nuestra historia. Como por ejemplo María Elvira Roca Barea en su magnífico ensayo “Imperiofobia y leyenda negra”.

Pero por desgracia hoy iba a escribir sobre otra cosa. Sobre el prefijo “EX”. Y sobre Expaña, título de este artículo, que refleja la maldita realidad en la que vivimos: España ya no existe. Por lo menos la España que fue, que amamos, que soñamos y que visto lo que hay se perderá irremediablemente en la vorágine de la Europa actual y en la basura de sociedad carente de valores en la que nos ha tocado vivir. Y ya es extraño que la “Real Academia de la Lengua” acepte tantas nuevas (y muchas veces ridículas) palabras y no añada de una vez “Expaña” a su tan preciado diccionario. Si ya existen en el DRAE más de 8.800 palabras que empiezan con el prefijo “ex”, no nos viene de una más, digo yo.

 Expaña con una única acepción:
1. m. Nación que una vez fue y que entre todos se cargaron.

Vamos pues a por el maldito prefijo “ex”.

Una Expaña expuesta a las excentricidades (siendo benévolo) de mil y un payasos (siendo más benévolo aún).
Una Expaña en la que los exabruptos de políticos, pseudoartistas, pseudoperiodistas y demás ralea sobrepasan día sí día también la mínima educación en un país antaño culto y educado.
La exasperación que produce aguantar las sandeces que sueltan inútiles como Rufián, Irene Montero, Eche-Nike, personajes que parece que usen el excretor en vez de la boca.
La exuberancia con la que vive el fugado iluminado Puigdemont en Waterloo (acaba de pedir unos pocos millones de Euros para mantener su alto nivel de vida, su mansión y sus cenas a base de buenos vinos, mejillones y jamón patrio).
Las mil y una excusas que usan tanto Podemos como Ciudadanos para cambiar la ley electoral, cuando lo único que les interesa es cambiar a una nueva fórmula de cálculo que les beneficie. Como su excéntrica petición de que puedan votar los mayores de 16 años. Cuando ellos mismos, léase Pablo, su cortesana Irene, Iñigo y demás vagos populistas tienen menos madurez que los renacuajos de cualquier charca inmunda.
La pendiente excomunión de Sor Lucía Caram y demás religiosos (los monjes de Montserrat los primeros) al servicio del rancio separatismo.
La cansina e insistente petición por parte de los casposos comunistas de la exhumación de cadáveres asesinados por uno de los bandos de la guerra civil, ocultando al mismo tiempo la existencia de muchos miles más en el otro bando. Poca cosa más explícita puede haber que pasear un rato por el camposanto de Paracuellos.
El excluidor racismo y clasismo de los nacionalistas catalanes y vascos.
La rebuscada y falsa exégesis que se han sacado de la manga los populistas asturianos para aupar el asturiano a lengua cooficial y con ello poder empezar a clasificar y separar a la sociedad sin que ni un experto lingüista, sociólogo o historiador les dé la razón. Y a mangonear con subvenciones hasta la extenuación.
El continuo extravío de dinero, de pruebas judiciales, de testigos y de imputados en los miles de juicios por corrupción pendientes a lo largo y ancho de la península ibérica.
El fanático extremismo nacionalista de otros siglos que está enfrentando a los ciudadanos en cualquier rincón de España, desde Cataluña, pasando por Baleares y Valencia hasta Galicia o Asturias.
La expropiación de la voluntad real de un pueblo a base de pactos bajo mano, chanchullos, connivencias y prebendas de todo tipo.
Los experimentos educativos y sociales que han conseguido en pocos lustros convertir los dos únicos sexos existentes en un sinfín de desviaciones y enfermedades que quieren aupar a rango de ley de la naturaleza a golpe de invenciones y mentiras.




En fin, para que seguir.

Acabaría extenuado, excitado y exaltado.
Y con ello expuesto a que con la nueva ley de memoria histérica que nos quieren imponer me tacharan de extremista, explosivo o extemporal.
Y tuviera que vivir expatriado en alguno de los pocos países que aún se resisten a perder sus orígenes occidentales cristianos y europeos. Como Hungría. O Polonia.

Porque por lo que atañe a nuestra patria, lo dicho:

EXPAÑA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario