Este dicho
popular catalán equivale al “´sálvese quien pueda” en nuestro querido idioma
común, ese idioma castellano o español que es el segundo más hablado del mundo
y cuya enseñanza están limitando, que no prohibiendo, en varias taifas de
nuestra nación.
Pero visto
como están empezando a abandonar el barco las ratas golpistas ante el próximo
juicio que pondrá, Dios mediante, a cada uno en su sitio, tampoco es
preocupante.
Entre el descalabro del
separatismo catalán, con sus peleas internas, sus negaciones, sus locuras y sus
“pelotas fuera” y el profundo cambio que se avecina en el resto de España
gracias a la irrupción de nuevas opciones políticas, sumado al hundimiento ya
casi definitivo de los retrógrados populistas de Podemos y los vividores del PSOE,
pues se vislumbra una nueva luz en el horizonte.
Y no es que
esté cantando victoria, por favor, que la lucha acaba de empezar y la estupidez
inculcada a jóvenes y mayores en los últimos cuatro decenios, unida al odio inoculado
cual virus letal a los niños en guarderías, escuelas, clubes deportivos,
centros de excursionismo y hasta parroquias, no se curan de golpe.
Tenemos por
delante tiempos duros de limpieza, de educación, de recuperación de la libertad
y la sensatez, de volver a los valores reales, de acabar con el populismo, la
manipulación, los chiringuitos, el nepotismo, la desigualdad, el separatismo, la
dictadura de género y tantas otras desgracias que nos han dejado estos últimos 40
años.
Pero no
decaeremos. Lucharemos como hemos hecho siempre. Por nuestra historia, por el
bien común, por la libertad, por la justicia y por el futuro de las nuevas
generaciones. Por España.
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