Dedicado a Jaime Arroyo
Carriches. Recupérate pronto.
Hay personas que suben al Everest, otras que se conforman
con el Kilimanjaro, las que no pasan del Cerro del Tío Pío y luego tenemos a
los millones de seres que se quedan a mitad de camino del “Mount Stupid”, el pico de la estupidez.
No quiero ser cansino con este tema (disculpa Alberto PW),
pero visto lo que está sucediendo en España (en especial la esperpéntica sesión
de constitución de la XIII legislatura que sufrimos ayer, 21 de mayo), creo que
se trata una urgente necesidad: cada tanto hay que recordar el efecto
Dunning-Kruger, premio Nobel de psicología del año 2000.
No voy a volver a explicarlo en detalle, sino resumirlo en cristiano básico para que lo
entiendan esos seres con tan escaso nivel intelectual llamados Isa
Serra, Adri Lastra o Gabriel Rufián (por citar a unos cuantos): “cuanto menos sabes, más listo te crees”.
El “Mount Stupid” que nombro arriba.
Hoy anda la poca prensa seria que queda en España llamando “Esperpento” a lo vivido ayer, recordando
a Valle-Inclán por su enorme parecido
con el presidente de la mesa de edad, Agustín Javier Zamarrón y haciendo chistes
sobre los mil y un ridículos y a todas luces ilegales juramentos de los nuevos
parlamentarios. Como bien dijo ayer una mente preclara solamente les faltó
jurar por Snoopy (algo también presente hoy en radio y prensa, aunque fuera
Carlos Esteban el primero al que se lo leí). Y hablando de primicias, sin
arrogarme nada, la noche antes escribí mi artículo titulado “El esperpento interminable” en el que incluía una foto de Don Ramón María, sin conocer al presidente
de turno ni tener constancia de su parecido con el escritor. Casualidades. Seguro
que hay miles de personas más que durante la recogida de las acreditaciones del
día anterior ya vieron el esperpento que se nos veía encima.
Como así fue. Y si
pensamos que esto ha sido el preludio de cuatro años de payasadas, insultos,
perogrulladas y sobre todo de un constante menosprecio a los ciudadanos, a la
inteligencia y a nuestra historia, agárrate fuerte a mí, María. Que el barco se
hunde. Sin duda.
El circo vivido ayer parecía una sesión de un parlamento
tercermundista, de los nuevos/antiguos países del Este nacidos después de la
caída de la Unión Soviética o de una asamblea universitaria plagada de amigos
de Pablo Iglesias, Monedero e Iñigo Errejón. Todos compitiendo por ser el más
gracioso y el más original, acabando al final todos incumpliendo la ley con la absoluta
y prevista complicidad de Meritxell Batet.
De ahí a la desaparición de España
tal como la conocemos hay un paso. Y el pobre Gabriel Rufián llorando en una esquina al haber perdido su patético
protagonismo de los últimos años. Me imagino que acabaría el día zampando
magdalenas como un loco para superar el trauma de estar a punto de perder el
puesto de bufón mayor del reino.
Algún columnista dice hoy que sobraba jurar “por España” como hicieron los 24
valientes diputados de VOX. Pues no.
Jurar por España ha sido lo único serio de la patética sesión. Porque la tan
idolatrada “Constitución” no es sinónimo de España. Una ley temporal,
indefinida, impuesta, abierta a interpretaciones, sujeta a posibles cambios
según el color del gobierno de turno e ignorada en tantos casos (como ayer
mismo), no puede ponerse al mismo nivel que una nación milenaria, ejemplo de
evolución, tesón, grandeza, cultura, valores y base de nuestra propia
existencia. Faltaría.
Paletos y arrogantes. Que nos es lo mismo que rurales y
orgullosos. Leo por ahí que “una de las
características básicas del “redneck” o paleto americano es su orgullo acerca
de su propia ignorancia y cerrazón...”. Pues sinceramente prefiero a un “redneck” consciente de su falta de
cultura que a tanto paleto y patético parlamentario disfrazado, arrogante y
maleducado.
Tristes personajillos que no han dado un palo al agua en su vida y que se
van a llevar un pastón durante unos años mientras destrozan una gloriosa y
milenaria historia que tanto nos ha costado crear y conservar.
Malditos y arrogantes paletos que no llegarán jamás ni a la
falda del “Mount Stupid”.
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