Como
bien estamos viendo en estos últimos días con el debate sobre el rescate, la
ayuda, la subvención, el préstamo o como quieran llamarlo, que las autoridades Europeas (léase nosotros
mismos, digo yo, al ser parte de la UE) han concedido a los bancos españoles,
que no a España como nación, la
importancia no radica en el hecho en sí, sino más bien en como lo presentamos y
como lo llamamos. Mi admirado Carlos Esteban se me ha adelantado desde “La
Gaceta” con un, "as usual", buen artículo titulado “No le llames"rescate", llámale Lola”, por lo que no incidiré demasiado en las
diferentes maneras que ha elegido la prensa para mentar el préstamo, usurero a más no poder, que ha sido concedido
a una parte de la banca española para arreglar sus propios desaguisados.
Tampoco entraré en discusiones teológicas sobre lo pecaminoso de todo el
proceso, atendiéndonos a la Sagrada Escritura (cf. Lc 6,35; Mt 5,42), dado que la
usura es un pecado insuperable, omnipresente y asumido por el sistema capitalista desde
hace siglos (como tantos otros “pecados” que ya solamente lo son en los libros
de historia o en las sesiones de catequesis, pero nunca en la conciencia de los ciudadanos). Me
dedicaré pues a correr un tupido velo sobre el particular y hablaré un poco
sobre otros apodos que nuestra sociedad actual suele utilizar para esconder la
realidad. Es decir, sobre el lenguaje “políticamente correcto”, o mejor dicho, sobre
la poca hombría y decencia para decir las cosas de forma clara.
Los
negros, subsaharianos. Obviamente, cuando te presentan a un doctor en medicina
negro, delegado por la Universidad de Boston en el Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas de España, se te hace raro llamarle de
esa forma. Vaya cara se le quedaría al pobre al oír que su procedencia la marca
el límite del desierto el Sáhara.
Los
inmigrantes del Magreb son claramente nuestros “queridos vecinos del sur”. O en
Cataluña “els nous catalans”. Y por desgracia no del sur de la península ibérica,
sino del sur de nuestro barrio o hasta del sur de nuestra escalera de vecinos. En
ciertas regiones de España se han convertido en mayoría en muchas poblaciones, con
su nulo respeto hacia nuestras tradiciones, su propensión a delinquir y vivir
del cuento y su inexistente intención de integración: pero “moros” no se les
puede llamar. Por Alá.
Los
terroristas asesinos, pues nada de eso. Dependiendo del político, del contertulio o del medio
de comunicación, pasarán de ser unos represaliados políticos y presos dispersados
a denominarse luchadores por la libertad, defensores de milenarias tradiciones,
gudaris o mil sandeces más inventadas para ocultar la realidad: una panda de
asesinos a sueldo, traficantes y matones que han conseguido imponer su ley en una
vasta parte de nuestra geografía a base de tiros en la nuca y la connivencia
interesada de los medios de comunicación y los partidos políticos, afines o no.
Los
ERE, expedientes de regulación de empleo, no son más que una forma suave de
endiñarnos por detrás despidos masivos e improcedentes avalados por la
autoridad competente. Hecha la ley, hecha la trampa. Como no.
A los
maricones, ni nombrarlos. No vaya a ser que me asocien al lúcido y querido
obispo de Alcalá de Henares y se me echen encima las huestes de Shangay Lily
para demostrarme con sus comportamientos blasfemos, violentos e insultantes que ellos son libres,
felices, buena gente y amantes de la
naturaleza. Será de la contra naturaleza, digo yo.
Y, para
rematar, a la Selección Nacional Absoluta de Fútbol de la Real Federación
Española de Fútbol del Reino de España, denominación quizás un poco larga pero a
mi entender la oficial, aunque me conformaría con lo de Selección Española, pues
a llamarla “La Roja”, para no herir las susceptibilidades de nadie, mantener
viva la maquinaria de la mercadotecnia y vender el máximo de camisetas y demás
gadgets, sin nombrar a la nación representada por los futbolistas en los
torneos internacionales.
Ya os
podéis ir todos a freír espárragos, políticos
bien hablantes, con los “préstamos” bancarios , con vuestros amigos del sur y
sus colegas subsaharianos, acompañados por los gudaris por la libertad con
apellidos muy castizos como Pérez o Fernández y envueltos en la camiseta de “La
Roja”, que no tiene nada que ver con España, y después de condenar a miles
de ciudadanos con un despido improcedente en su empresa para disfrute y cobro de
comisiones de los gestores del eufemismo
llamado ERE, bien apuntaladas vuestras relaciones con consejeros amigos en
todas las grandes instituciones financieras y políticas, y cobrando rentas
vitalicias por 7 míseros años de nulo esfuerzo acompañado de comidas, viajes,
dietas y posteriores tertulias bien
pagadas.
Y encima sin poder llamaros a todos lo que de
verdad siento dentro: maricones, que sois todos unos maricones.
Menos apodos y eufemismos. Las cosas claras.
¡Mu bien, coño!
ResponderEliminarNada es peor que el eufemismo. Vamos, ni pegar uno mismo a su padre con un calcetín sudado (cosa que se sitúa en la cúspide de la indecencia y que supera de largo a cualquiera de los pecados capitales hasta el momento tipificados por nuestra santa madre Iglesia, a menos que el interfecto, claro, se lo merezca, en cuyo caso hay dispensa).
Si algo tuviera que puntualizar, sería sólo que, si no yerro, pareces haberte dejado en el tintero a uno de los más asquerosos: discriminación positiva. Vamos, eso que hace un idiota progresista o no-progresista cuando, por ejemplo, porque sí reserva el 50% de los puestos en su gobierno para ser ocupados obligatoriamente por señoras, en vez de hacer que el 100% de los mismos lo sean por personas capaces, bien señoras o señores y en cualquier proporción, lo cual podría tener como resultado, incluso, que todos fueran ocupados por las primeras.
En fin, motejar de positivo a cualquier cosa que sea una ventaja para unos y una clara desventaja para otros es ser en lo moral eso que se llama un hijoputa. Y, por lo demás, lo de "discriminación positiva" es una contradictio in terminibus que habla de la idiotez de que quien la utiliza y de la soberana memez de quien se la deja endilgar. Desde el punto de vista semántico, ético y lógico, el genocidio fue, igualmente, "discriminación positiva", ¿no? Imbéciles…
Uf, si tuviera que escribir sobre todos los eufemismos que se utilizan hoy en día tardaría más con el artículo que Rajoy en dar la cara. Y eso es mucho tardar.
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