Hace pocos
días volví a tropezar con una curiosa palabra en una de esas páginas web que me
suelen ilusionar, dedicada a la investigación y cuidado de este rico idioma
llamado español. Una lengua también denominada en ocasiones “castellano” para
diferenciarla de los demás idiomas y dialectos que se hablan en España, a
sabiendas que el castellano original dejó de hablarse hace muchos siglos. Nada
criticable esta denominación, cuyo uso por cierto recomienda Manuel Seco en su “Diccionario
de dudas y dificultades del castellano”; y como yo siempre he defendido la grandeza de
las sociedades plurilingües, como es el caso de nuestra querida península
ibérica, a la que sus diversos idiomas y dialectos aportan cultura, historia y
tradición, enriqueciendo esa patria común
forjada en siglos de historia deslumbrante y enriquecedora cuna de la
civilización occidental, y base de nuestra herencia cultural que tantos niegan
ahora sin ton ni son, pues no me parece mal hablar del castellano. Pero bueno, español
o castellano, “tanto monta monta tanto”, como rezaba el lema de nuestro rey católico
Fernando II de Aragón.
Y ya
que hablamos de reyes, volvamos al origen de mi artículo y a su título. Palabra
seguramente desconocida para muchos (por lo menos en mi caso), el bululú y sus dos
acepciones en la RAE han rondado por mi cabeza desde ayer, por lo que mis ganas de
compartir esta joya con vosotros me han
llevado a escribir estas líneas, y a decorarlas un poquito con la imagen que
incluyo.
No me podréis
negar que después de leer la definición y viendo esta foto sea normal pensar de inmediato en
nuestro esperpéntico Arturo, ahora reconvertido en Artur al dejarse la “o” en
casa para sus ratos íntimos y en familia, en los que, como bien es sabido, el
idioma imperante es el castellano.
Así reza
la definición de la Real Academia Española:
bululú.
1. m. Farsante que antiguamente representaba
él solo, en los pueblos por donde pasaba, una comedia, loa o entremés, mudando
la voz según la calidad de las personas que iban hablando.
Leyendo
esto quien osaría negarme que la prima acepción, en un extraño “déjà vu”, se inspiró en las
aventuras y desventuras, que no paranoias y alucinaciones, del ínclito “President
de la Generalitat de Catalunya”. Empezando por lo de farsante, pasando por lo
de él solo (y cada vez más sólo, por cierto), y acabando por lo de mudar la voz
según las personas, en el caso de nuestro bululú patrio cambiando el discurso
según el público ante el que esté actuando, parece que nos encontremos ante el
acta bautismal de Arturo Mas Gavarró.
Y si
pasamos a la segunda acepción, creo que no tendría folios (en nuestra era
gigabytes de espacio en la nube) para repasar los alborotos, tumultos y sobre
todo escándalos que ha generado, y sigue generando, el triste actor principal
de esta comedia bufa denominada Govern de la Generalitat de Catalunya.
Actor
protagonista que de “Unuraple” (honorable en castellano) tiene menos que
cualquier actor aficionado de hoy en día o juglar de épocas pretéritas.
Me da a
mí que alguno de sus ancestros recorría siglos atrás los pueblos y aldeas de
nuestra geografía acompañado de un oso bailongo, un forzudo deforme (¿de los Junqueras
de toda la vida?) y algún pájaro más.
Y ese ancestro, Ernesto, seguro que en una charla a la vera del fuego, le explicó a Artur(o)que la vida de "bululú" es muy mala, siempre a la carrera esquivando tomates y golpes de vara de un público malhumorado y demasiado exigente para su condición.
ResponderEliminarAhí fue cuando el bueno del "unurable" decidió meterse en Política.
Un abrazo.