Viendo
la evolución de la fantástica, rica y por mi tan querida región de Cataluña, mi
patria chica en la que nací, viví, estudié, trabajé, amé y también, no voy a negarlo,
odié, vagueé, blasfemé, insulté y golpeé cuando la situación me lo exigió, no
me queda más remedio que hacer mío el sueño y anhelo de tantas otras personas
como yo y proclamar a los cuatro vientos que quiero una Cataluña libre.
Quiero una Cataluña libre de manipuladores profesionales, también llamados políticos, que usan sus prerrogativas y privilegios para su lucro personal y el de sus allegados.
Quiero
una Cataluña libre de jóvenes educados en el odio a sus propias raíces, adoctrinados
con medias verdades y mentiras enteras, incapaces de hacer la “o” con un canuto
pero expertos en mitología pan catalanista, analfabetos funcionales que
distinguen las letras pero no saben juntar una palabra si no es para escribir
independencia, pero que si son capaces
de insultar a todo aquel que no piense como ellos con todas las letras del
abecedario y encima en mayúsculas.
Quiero
una Cataluña libre de garrapatas del sistema, elementos a los que para más inri
llaman “anti sistema” , cuando son los que mejor se aprovechan del mismo: no
estudian, no trabajan, campan a sus anchas por doquier, bailan, beben, ríen,
destrozan, orinan y defecan donde y cuando quieren sin que nadie les tosa ni
les llame la atención. Y todo ello con
sus subvenciones, sus prestaciones por desempleo o sus ingresos atípicos, no
reglados y no gravados. Es decir, viviendo a costa del Sistema que mantenemos
los pocos millones de primos que pagamos religiosamente nuestros impuestos, que
renunciamos sin rechistar a más del 50% de nuestros ingresos para mantener el
estado social y de derecho del que la burda y sucia tropa de vividores hace buen uso para cubrir sus primarios
instintos animales.
Quiero
una Cataluña libre de inmigrantes islamistas violentos y subvencionados, de “personas”
que no tienen ni la más mínima intención de adaptarse a nuestra cultura, a
nuestras normas sociales, a nuestras tradiciones o a nuestro concepto de higiene.
Libre de imanes que incitan a la guerra santa en nuestras propias narices, que
predican la violencia contra la mujer y la reconquista de la península ibérica,
que nos insultan y amenazan desde las mezquitas que encima les financiamos o
hasta regalamos .
Quiero una Cataluña libre de pandilleros sudamericanos
violentos y organizados que de allende los mares nos traen todo lo malo de sus respectivos
países, en vez de deleitarnos con sus riquezas culturales, sociales y naturales
que engloban ese rico hispanismo del que disfrutábamos en otras épocas.
Quiero
una Cataluña libre de la dictadura del pensamiento único, del “Gran Hermano”
encarnado por los medios públicos de la CCRTV, con TV3, “la seva”, como abanderada de la tergiversación, la
manipulación y el adoctrinamiento más soez, venenoso y ramplón que se pueda
encontrar en el mundo, solamente equiparable a medios como los norcoreanos, los
cubanos o los venezolanos.
Quiero
una Cataluña libre de iluminados libertadores, de monjas poco devotas e
historiadores poco ortodoxos, cuando no charlatanes e inventores de universos
mitológicos que ni Lewis y Tolkien juntos habrían podido crear.
Quiero
una Cataluña libre de partidos políticos que separan, en una dirección o en
otra, que solamente luchan por mantener sus porcentajes de votos y con ello su “dolce
vita”, en cómodos tramos de cuatro años
al sol y dos semanas de “arduo” trabajo soltando la tan bien ensayada retahíla de
mentiras en campaña que les permita perpetuarse en su nulo valor añadido para
la sociedad.
Quiero
una Cataluña libre de falsas plataformas cívicas que no son más que burdos caballos
de Troya creados por los partidos políticos de siempre, los gobernantes y los
de la oposición, para asegurarse un trozo de pastel en el nuevo reparto que se
avecina.
Quiero
una Cataluña libre de clubes deportivos que se arrogan la exclusividad de toda
una región, despreciando a cualquier otra agrupación deportiva por centenaria
que sea, y cuyos dirigentes no son más que un calco de los gestores políticos, mal
usando los nobles sentimientos que deberían emanar de cualquier deporte para su
propio beneficio.
Quiero
una Cataluña libre de odio al prójimo, de guetos, de imposiciones, de dictadura
chabacana y aldeana, ajena a las necesidades reales de los ciudadanos y al entorno
geopolítico al que pertenecemos.
Quiero una Cataluña libre de separatistas, de
separadores, de ladrones y de aprovechados.
Quiero
una Cataluña española, europea, admirada y respetada por sus logros y su gente.
¡Quiero
una Cataluña libre, como lo era hace 30 años!
Bonitas palabras, Ernesto, y mejores deseos para esta tierra mediterránea tan vilipendiada y ultrajada por esos que se autoproclaman defensores de la misma y que, con su siembra de odio, nos obligarán a recoger tempestades.
ResponderEliminarEl espejismo de lo que pudo ser y no ha sido se lo cargaron los señoritos de siempre, esos que tan bien vivían en la época de los feudos y los "usos y costumbres" que algunos contemporáneos nuestros, ilusos, identifican con modernas constituciones y milenarias democracias que jamás fueron reales, justo como sucede con esos imaginarios Países Catalanes, la Nación catalana o el Quixot.
Mal asunto.
Un saludo.