Hace poco más de un mes hablaba en mi último artículo sobre la sociedad distópica en la
que por desgracia vivimos, y una amable y muy querida lectora me sugería en un
comentario que escribiera en un futuro alguna cosa sobre la belleza.
¡Ojalá
pudiera dedicarme a loar la belleza de este mundo, los valores de nuestra
sociedad y el magnífico estado evolutivo y nivel cultural que hemos alcanzado
entre todos!
Pero va a ser que no.
Habrá que esperar a tiempos mejores (asumo
que será una espera inútil y que dejaré este mundo bastante antes) y volver a
descargar toda la rabia, impotencia y asco que me produce nuestra sociedad actual
en este pequeño comentario. Lo siento María. Otra vez será.
Hablemos
pues de imbéciles. De nosotros.
En
estos cuarenta y pocos días transcurridos desde mi artículo anterior se ha
producido tal avalancha de sucesos y comentarios insensatos, estúpidos, falsos,
manipulados o inventados, que ni uno de los minúsculos copos de nieve del
desprendimiento se salva de su parte de culpa, por mucho que se excuse con un
“no ha sido culpa mía” o un “no sabía” de clara influencia borbónica.
Y ya
que hablamos de sangre azul, vamos a por la primera bofetada que nos han dado en la
frente a nosotros, los ciudadanos imbéciles: la sentencia dictada contra el cuñado del
Rey y su tan olvidadiza y real esposa. Tan contentos que nos sentíamos la
mayoría de ciudadanos de bien y amantes de la justicia (esa que es igual para
todos) por ver procesados a Urdanga & Co., y al final van el juez y el fiscal
y nos estropean la fiesta, a mayor gloria (y beneficio económico obviamente) de los abogados defensores, con el inefable
Roca i Junyent al frente. De pagafantas hemos
pasado a ser pagainfantas. Por no hablar de las risas que se habrán pegado a
costa nuestra los encausados, que en vez de purgar sus delitos en las celdas de
rigor seguirán disfrutando de su “dolce far niente” en algún agradable exilio
portugués o suizo. Y nosotros, los imbéciles, a pagar. As usual.
La
segunda afrenta a nuestra inteligencia es la feroz campaña contra el presidente
de los EE.UU, el rubio Donald Trump. No me erijo aquí en defensor de esta
persona, faltaría más, (teniendo en cuenta el poco respeto y cariño que siento desde pequeño por los yanquis, no creo que sea el momento de cambiar de golpe de opinión),
pero lo que sí que es vergonzoso es asistir al dantesco espectáculo del llamado
“establishment”, que viene a ser lo que en nuestra patria son los artistas de la
ceja, los amigos de Zapatero, las compinches de Ramoncín, las sextarios de
Wyoming, los inútiles admiradores de Pedro Sánchez y los recién llegados (y ya
enriquecidos) populistas de Podemos y sus adláteres. Estos seres engreídos, que
se arrogan ser poseedores de la verdad absoluta en todos y cada uno de los
aspectos de la vida, se han lanzado cual jauría hambrienta a por un presidente
elegido por la mayoría de los ciudadanos de su país, que cumple sus promesas
electorales y que por lo tanto es de los pocos políticos que realmente son
dignos de respeto. Por lo menos ejerce como tal: proclama sus
intenciones, promete y las cumple. Como las neveras, que cuando las compras enfrían. O
los coches, que cuando los adquieres arrancan, giran y frenan. Y no como los cientos
de miles de politicuchos de tres al cuarto que campan a sus anchas por la piel
de toro mintiendo, robando y riéndose de nosotros mientras devoran mariscos y cobran
dietas por desplazamiento y alojamiento cuando tienen su pisito a escasos metros de su puesto de
trabajo (y probablemente ocupado por alguna amante, cortesana o mujer de mal
vivir aupada al poder por todo menos por sus méritos intelectuales). Meretriz,
para afinar un poco más. O Irene.
La
tercera afrenta, que no por ridícula y pequeña nos salva de ser unos completos
imbéciles por tolerarla, ha sido el concurso “democrático” de remodelación de
la Plaza de España de Madrid. Una más de las ya tan habituales “carmenadas” que
un día de estos acabarán con nuestra paciencia y saber estar (tiempo al tiempo,
que se acerca el World Pride Madrid a celebrar en Junio).
¡Qué Dios nos coja
confesados, o mejor, armados!
Dicen literalmente los memos de Podemos y Ahora
Madrid en sus sitios web y en sus medios afines que “LA CIUDADANÍA” ha elegido
el nuevo proyecto, “Welcome mother Nature”, como mejor opción para la reforma
de la plaza de España de la capital del Reino. Si la “ciudadanía”, como dicen
ellos, son los veinte y pocos mil votos recibidos (algo así como el 1% del censo electoral), pues que a partir de ahora sea
esa "amplia" representación ciudadana la que financie con sus impuestos las
locuras de la vieja bruja y su banda de cabezas de chorlito. No le daría ni
para comprarse una bolsa de chuches. O un par de pastillas alucinógenas o medio
gramo de cristal. Que, vistas las
actuaciones de la alcaldesa y su equipo, debe de ser la merienda común en los
salones del otrora Palacio de Comunicaciones.
Podría
añadir bastantes afrentas más, cada una de ellas peor y más ridícula que la anterior,
desde la petición de la exhumación del cadáver de Franco, pasando por los
propietarios de pisos ocupados acusados de violencia mientras los usurpadores
disfrutan de las comodidades de las viviendas sin estrenar, las gilipolleces de
Piqué o de Gabriel Rufián, la desfachatez del antiguo vendedor de helados (y actualmente
de mentiras) Homs, la “carmenada” de
proponer pintar los pasos de cebra con los colores del movimiento LGTB, las
continuas blasfemias durante el Carnaval o la cruel y vil injustica con los
encausados por el caso Blanquerna; todo ello sucesos que corroboran, por
nuestra poca o nula respuesta, que somos unos imbéciles de grado máximo.
Pero me
centraré en el cuarto y más reciente atropello que hemos sufrido los ciudadanos
de Madrid, y por extensión todos los habitantes de España. Esa gota que colma
el vaso. Como todos sabéis, un autobús, pagado por la organización no
gubernamental “Hazte Oír” (prefiero evitar las siglas ONG para no confundir
algo serio como “Hazte Oír” con las fantochadas de los progres pijos y sus acciones
sociales y culturales, limitadas a engañar
a la inculta galería y a satisfacer su propio ego), ha estado circulando durante unas
pocas horas por Madrid con un lema tan veraz, irrebatible y científico como que
“Los niños tienen pene y las niñas vulva”.
Creo recordar algo de mi etapa escolar sobre los cromosomas X e Y. Creo…
¿Qué
ataque hay en la frase que adorna dicho autocar? ¿Qué derechos de la humanidad han
infringido los amigos de “Hazte Oír”, como
afirma la insoportable y asquerosa nulidad Rita Maestre? ¿Qué maldita locura
les ha entrado a todos, incluida la cada vez más repugnante presidenta de la comunidad
Cristina Cifuentes, de ceder ante el lobby “transgénero” y convertir casos aislados,
enfermedades o trastornos, en la nueva base científica sobre la realidad genética
del ser humano?
¿Con qué derecho bloquean a este autobús poniéndole un cepo, atacando
con ello el derecho a la propiedad privada, la libertad de movimiento y la libertad de expresión?
Uf, me
callo. Que si me embalo me ponen un cepo. O me destierran a Cádiz, que aún
sería peor.
No incido
pues en este tema. Es tan patético, triste, ridículo, y a la vez dañino y
peligroso para nuestra sociedad y el futuro de la humanidad, que más vale
volver al inicio de mi artículo y repetir con toda nuestra rabia y
desesperación:
¡Qué Dios nos coja confesados y armados!
Si no
reaccionamos, pues eso, seremos y seguiremos siendo unos imbéciles. Muy
imbéciles.
Y me
permito acabar con un siempre acertado y lúcido comentario sobre el particular del
admirado amigo José Javier Esparza:
Orwell pensaba en
Madrid: Usted puede estar de acuerdo con el mensaje
del bus de Hazteoir. Está en su derecho. Usted, claro, puede estar en
desacuerdo; también está en su derecho. Lo intolerable es que la fuerza pública
intervenga para prohibir que ese bus circule; para reprimir lo que, al cabo,
sólo es un gesto de libertad de expresión. Orwell, es bien sabido, imaginó en
'1984' una Policía del Pensamiento, brazo armado del Ministerio de la Verdad,
que perseguía a los disidentes de la doctrina oficial. Pues bien, henos aquí de
nuevo, en '1984'. Y no es sólo la evidente querencia estalinista de Podemos y
sus marcas; no, es todo el establishment político y mediático el que ha
alentado el linchamiento del disidente. Poniéndole el cepo a ese autobús
intentan callarnos la boca a todos. A usted, piense lo que piense, también.
Te aplaudo...como a Javier Marías y a Pérez Reverte.
ResponderEliminarEspero que te guste el piropo :-)
Y el próximo seguro que puedes relatar iniciativas, ejemplos, esfuerzos, casos, etc. de "trabajadores de la luz". Anda...