Por
muchas mentiras que nos cuenten en el presente que (por desgracia) vivimos, por muchas falsedades
cortoplacistas que se inventen los mangantes de turno, al final la historia
pone a cada en su sitio. Y más aún en la actualidad, en una época de
digitalización absoluta en la que todo lo que sucede queda registrado, grabado,
copiado y archivado en soportes accesibles a todo el mundo y, sobre todo, carentes de caducidad física. O casi.
¿Pero
nos servirá de algo? ¿Qué nos importará como individuos que se descubra algún hecho
manipulado en otros tiempos, si no llegaremos a ver a los culpables condenados o
a los inocentes absueltos?
Pues mira
por donde, yo creo que servirá de algo. Por lo menos nuestros hijos, nietos o
biznietos podrán algún día respirar tranquilos y ver que no estábamos locos y que
los malos eran otros. Se tarde unos meses, años o siglos. Y desde el cielo los
luceros de los que ya se fueron, nosotros incluidos, brillarán de alegría por
ver triunfar la verdad. Y eso ya vale mucho.
Vienen
a cuento estas reflexiones por varias razones, todas ellas de peso. Tenemos por
un lado las graves mentiras del 11-M, el peor atentado terrorista sufrido por
Europa en los últimos decenios. Hay que remontarse a los bombardeos aliados sobre
Yugoslavia en 1999 o a la bárbara destrucción de ciudades japonesas y alemanas (Hamburgo,
Dresden, Hiroshima, Nagasaki) por parte de los mismos adalides de la libertad en
los estertores de la Segunda Guerra Mundial, para encontrar un hecho similar. Y
cruel. Y cargado de falsedades. Y manipulado hasta la saciedad por aquellos que
ostentan el poder. Ya sea político o mediático. O ambas cosas. Trece años han
pasado ya, con los pocos inculpados puestos en libertad, las pruebas sin
aparecer, el relato oficial sin tener sentido y la justicia brillando por su ausencia.
Pero tiempo
al tiempo. En España hay suficientes personas enteras, luchadoras, nobles, constantes
e idealistas que seguirán investigando.
Por la justicia. Por la verdad.
Como han
hecho los investigadores Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García, que
acaban de publicar el libro “1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular”, exhaustivo y profesional
estudio de las bien localizadas y, esta vez sí, documentadas y cuantificadas
manipulaciones de las elecciones de 1936 por parte del Frente Popular (es decir,
la gran farsa comunista que precipitó una justa reacción militar ante el golpe
de estado que habían perpetrado las huestes del mal). No desgranaré detalles
del libro (algo imposible, por cierto, ya que sale al mercado hoy mismo), ni
repetiré lo que ya han escrito plumas serias sobre el tema, o han comentado preparadas
y cultas autoridades en la materia en las pocas emisoras radiofónicas serias que
quedan en España. Simplemente dejo caer, como ya digo al principio de este
comentario: al final la historia pone a cada uno su sitio.
Para no
hablar por otro lado de la famosa “Leyenda Negra” que pesa sobre la historia de España,
leyenda inventada, sacada de contexto, exagerada y manipulada por los históricos
enemigos de España (los ingleses, los holandeses y los protestantes a la
cabeza), que con máximo detalle desmonta página tras página Elvira Roca Barea
en su último libro “Imperiofobia y Leyenda Negra”. Dejando al descubierto que el supuesto “genocidio”
perpetrado por los españoles durante el descubrimiento y la conquista de América
no es más que una gran y bien elaborada mentira de los demás países, celosos
del éxito español e incapaces de aportar a la historia universal algo tan
bonito, valioso y duradero como la hispanidad.
O quizás
valdría nombrar a la “Santa Inquisición”, parte de dicha leyenda negra, institución
tan seria, avanzada y justa que en 260 años solamente condenó al 1,8% de las
personas imputadas en los 44.674 juicios celebrados. En Inglaterra durante un
periodo similar condenaron a muerte a más de 260.000 personas. Y en Alemania quemaron
a decenas de miles de brujas aún en menos tiempo.
Pero
claro, los malos fueron los españoles. Que viene el coco. O el Duque de Alba, “amenaza”
que aún se cierne sobre los niños holandeses si no se compartan o se niegan a
ir a la cama.
Y viene
a cuento este comentario, sobre todo, por las constantes, continuadas y
cansinas mentiras de los principales “actores” de este nefasto presente que
estamos viviendo en España: los Iglesias, Monedero, Echenique, Otegui,
Cifuentes, Zapatero, Rajoy, Sánchez, Bárcenas, Toledo, Bono, Wyoming, Maestre, Cristina, Urgandarin, Montero, Soraya, Mas, Pujol, Luis Enrique, Aytekin… esa lista
interminable de embaucadores, con sus medios afines liderando la gran estafa, dejándonos
en herencia un sinfín de medias verdades, horrendas mentiras, baratas manipulaciones
y vomitivas actuaciones, todo ello llana y simplemente para cubrir su falta de
valores, proteger su único y principal objetivo, el poder y el dinero, ocultar su
carencia de ética y, obviamente, su desconocimiento absoluto de la estética.
Pero,
malditos todos, que sepáis: la historia os juzgará.
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