Sigo
sin lanzarme a escribir sobre la belleza (a pesar de la insistencia de mi amiga
María José), pero por lo menos puedo encabezar este artículo con la palabra
alegría. ¡Qué ya es mucho! Y como supongo que lo estáis esperando todos, la
canción sigue así:
Qué alegría cuando me dijeron
Entró en el presidio un Pujol
Ya estoy sintiéndome mejor
Sólo faltan su familia y el paredón
(Nota para los amantes de la lengua española: yo sigo acentuando el adverbio “sólo” cuando significa solamente, por
mucho que las
nuevas normas ortográficas no lo aconsejen. Soy de la vieja escuela.)
Y no creáis ahora
que soy un iluso: todos sabemos que el paripé que están montando nuestros tan
poco independientes fiscales y jueces no va a servir de mucho. Pasados tantos
años desde que se iniciaron las investigaciones alrededor de los tejemanejes,
las tropelías, los cohechos, las prevaricaciones y demás delitos y faltas de la
“sagrada famiglia catalana”, esa pretendida dinastía llamada Pujol (de una
nación inexistente por cierto), poco tiene que rascar nuestro poder judicial.
Más aún cuando flota en el aire la amenaza de tirar de la manta del “capo di
tutti capi”.
Basándome (con
todo el respeto y admiración) en un mítico discurso pronunciado en 1933 por una
persona honesta, integra y valiente, podríamos seguir así:
Cuando, en mayo
de 1980, un hombre nefasto llamado Jordi Pujol i Soley, asumió el cargo de
presidente de la Generalitat, dejó de ser la honradez política una entidad
permanente. Fueron más de 23 años, 8.626 días, de mangoneo disfrazado de gobierno,
periodo fructífero para la famiglia y su corte de aduladores, pero sumamente desastroso
para el bien común. Jordi Pujol i Soley vino a decirnos que la justicia y la
verdad no eran categorías permanentes de razón, sino que eran, en cada instante,
decisiones interesadas, ligadas a una módica comisión del 3% (o del 4% como se
ha descubierto hace poco).
Jordi Pujol i
Soley suponía que el conjunto de los que vivimos en un pueblo tenemos un intelecto
inferior, frente a la jerarquía natural de cada uno de sus hijos, y que ese
yo superior (que era él) está dotado de unas prerrogativas infinitas, capaz de robar
en cada instante lo tuyo y lo mío, por encima del bien y del mal.
De ahí vino el
sistema nacionalista, que es, en primer lugar, el más ruinoso sistema de manipulación
de la verdad en aras de un beneficio económico. Un hombre dotado para la
altísima función de gobernar, que es tal vez la más noble de las funciones
humanas, dedicó el ochenta, el noventa o el noventa y cinco por ciento de su
energía a recaudar comisiones, colocar a familiares y amigos y a crear naciones
imaginarias, manipular leyendas milenarias y a hacer sonar la flauta por el
bien de los suyos.
Vino después la
pérdida de la voluntad real de los pueblos, porque como el sistema funcionaba
sobre el logro de las mayorías, todo aquel que aspiraba a participar del expolio
del sistema, tenía que procurarse la mayoría de los sufragios. Y tenía que
procurárselos inventado, manipulando, tergiversando, ocultando, vilipendiando, si
era preciso, a los demás ciudadanos, y para ello no tenía que vacilar en
calumniarlos, en verter sobre ellos las peores injurias, en faltar
deliberadamente a la verdad, en no desperdiciar un solo resorte de mentira y de
envilecimiento.
Y así, siendo la
fraternidad uno de los postulados del complot mafioso de la famiglia, ocultó en
su domicilio de la calle General Mitre (y en muchos otros lugares) todo lo recaudado y robado durante su
mandato.
Así resulta que
cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos
encontramos con una Cataluña en ruina moral, una región escindida en toda
suerte de diferencias; y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos una Cataluña
dividida por todos los odios y por todas las pugnas.
Para descubrir al
final que todo fue culpa del avi Florenci.
Como ya cantaba
el insoportable bardo oficial Lluis Llach (en boga de nuevo por sus amenazas a los
funcionarios de Cataluña):
L'avi Florenci em parlava
de bon matí al portal
mentre el sol esperàvem
i els carros vèiem passar.
Jordi, que no veus la trama
que ens tenim que muntar?
si no podem enganyar-los
ens tocarà ben robar!
Si enganyem tots, la comissió
caurà
i molt de temps ens ha de durar,
segur que s’omple, s’omple,
s’omple
la butxaca familiar.
¡Qué os den, malditos ladrones!
¡Gracias! Salvo el «paredón», lo compro todo. Por supuesto, insumisión a la nueva RAE y que devuelvan lo robado y se dediquen a hacer trabajos sociales de por vida. Léase, por ejemplo, limpiar cacas de perro de las calles...como mínimo.
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