Entiendo
que el críptico título de este artículo sembrará dudas acerca de su contenido. Intencionado
es, por lo menos así conseguiré despertar la curiosidad de algún lector y con
ello que lea más allá del titular, algo por desgracia poco habitual en un país
de iletrados y alelados consumidores de titulares de un tamaño de fuente mínimo
de 36 puntos, televisión barata, música repetitiva y placeres materiales carentes del
mínimo contenido espiritual.
Este
fin de semana pasado ha estado plagado de detalles, en lo bueno y en lo
malo (cual compromiso de matrimonio), que me han llevado a reflexionar un poquito sobre las
personas, la amistad, el saber estar, la fidelidad, la compasión, la
solidaridad. Y a intentar trasladar esos
pensamientos a una hoja de papel. Tarea harto difícil, por otro lado, al
tratarse de sentimientos inconexos y puntuales, que tal como los sientes
vuelven a desparecer. Como esos enamoramientos de barra y nocturnidad de los
que al día siguiente te arrepientes mientras intentas echar de la cama al ser
extraño que tienes a tu lado (en el peor de los casos) y, haciendo el máximo ruido posible, buscas el último y salvador “Espidifén” en
todos los rincones de la casa, incluidas maletas y mochilas, objetos estos que
suelen ser el refugio final de mecheros, medicinas, pañuelos, esponjas
limpiabotas y kits de costura requisados
en el último hotel. Por lo menos en mi caso.
Y no ha
sido tanto una sesuda reflexión, sino más bien una nueva constatación de la
enorme diferencia entre las personas normales, léase buenas, y los "joputas" que
por desgracia tanto abundan en la sociedad actual.
Todo
empezó con una comida “informal” con unos cuantos compañeros de trabajo en un mesón
gallego en Boadilla del Monte (local ciertamente muy recomendable por su
excelente relación calidad / precio, llamado O’Carro). Entre parrochas con
pimientos de padrón, pulpo a feira,
fabas con almejas y unos buenos entrecots, el ágape (en su 2ª acepción de la Real Academia, porque ni somos de los primeros cristianos ni la comida
tuvo un carácter religioso), el ambiente fue distendido, sin tensiones ni
bandos enfrentados, la conversación fluyó de forma natural y sin más
pretensiones que disfrutar de unos buenos manjares y pasar un rato agradable. Y
así fue.
En algunos momentos me sentí trasladado a una de tantas comidas
vividas con desconocidos peregrinos en los mesones de las pequeñas poblaciones
que visitas en los diversos tramos del Camino de Santiago, en las que sin
ningún tipo de intención comercial (o sexual) oculta, sin jerarquías, objetivos o tensiones simplemente se disfruta
del lugar y del momento. Gente normal reunida
alrededor de una buena mesa. Primer momento dulce del fin de semana.
Salidos
del restaurante, cada mochuelo se dirigió a su olivo, como es menester, y en mi
caso, y dada la proximidad con Majadahonda, localidad en la que reside un
amigo, me acerqué a visitarle. No habiendo autobuses hasta bastante rato más
tarde, un simpático taxista que quizás advirtió mi cara de circunstancias y de
frio debido al viento de la sierra que amenazaba con enfriar ese estómago
recién calentado, se ofreció a llevarme por unos módicos 10 euros (cuando según
él el precio con taxímetro oficial ronda los 15).
Un detalle de agradecer, que me permitió
plantarme en casa de mi amigo en pocos minutos y disfrutar de una agradable
sobremesa que al final se alargó más de lo debido, supongo que por la necesidad
de ayudar al proceso digestivo con los líquidos etílicos de rigor. No fuera a
ser que me sentaran mal los manjares engullidos por una falta de componentes
purificadores y disolventes. Llegado el momento de recular y volver a casa
resultó que ya solamente quedaba un último autobús de línea, y que encima no
estaba claro si ya había pasado por la estación o aún estaba por llegar. Por
suerte no era el único en esta situación un poco desesperante, más aún si el
remanente en mi cartera no daba para muchas alegrías, y una simpática chica con
la que entablé conversación me propuso compartir un taxi hasta Madrid, vistas
las pocas probabilidades de que el autobús de línea nos rescatara. En un visto
y no visto nos plantamos en Moncloa, cada cual cogió su línea de metro
correspondiente, y cual aparición mariana dicha señorita desapareció de mi
vista y de mi vida. La escasa media hora que compartimos volvió a ser uno de
esos momentos especiales, en los que dos desconocidos se ayudan mutuamente sin
ninguna segunda intención, sin egoísmo y con una naturalidad tan poco frecuente
en la vida diaria. Y hete aquí la primera razón para el título de este artículo:
de la chica no recuerdo mucho, si era fea o agraciada (me imagino que más bien
lo primero, sino hubiera insistido un poco más), mucho menos su nombre, pero si
su ciudad de origen: era de Badajoz y trabajaba los fines de semana en un
restaurante en Madrid para sacarse un pequeño sobresueldo. Obviamente podría
haber sido de cualquier otro lugar, hasta catalana o vasca, pero la casualidad
quiso que fuera de una de las provincias más agradables y sorprendentes que he
conocido en los últimos años, habiéndola recorrido a pie de cabo a rabo
siguiendo la Vía de la Plata. Tanto la provincia de Badajoz como la de Cáceres son
unas joyas en todos los sentidos: su paisaje, sus pequeñas poblaciones, sus
dehesas llenas de manjares andantes en forma de preciosos cerdos ibéricos,
vacas blancas cacereñas, vacas retintas y ovejas merinas negras, sus ríos, riachuelos
y cascadas, sus valles y sus altos, pero,
sobre todo, sus gentes, abiertas, sin pretensión alguna, con esa nobleza que atesoran
las zonas rurales de nuestra piel de toro, tierras de honorables y cultos
creadores, valientes conquistadores y bellas damas. Y de personas desprendidas
prestas a ayudar al extraño sin pedir nada a cambio. Como otro compañero de
trabajo originario de estas bellas tierras, que con la fidelidad como lema intenta
siempre ayudar a los demás sin pedir nada a cambio. Ejemplo hecho hombre de lo descrito
con anterioridad.
Más
momentos dulces del fin de semana. Para el sábado pintaban bastos. Uno más de
los para mí ya tradicionales fines de semana en soledad, sin recursos
económicos para grandes dispendios, sin planes concretos y limitados al descanso,
la música y la lectura. Que bien pensado tampoco está nada mal, aunque se eche
de menos un poco más de vida social y de calor humano. Pero como las alegrías
surgen en el momento menos esperado, se juntaron una invitación de un amigo
para celebrar el cumpleaños de su mujer, con el regalo por parte de un jugador
de mi adorado RCD Español de 2 entradas para asistir al partido en Getafe.
Visita relámpago al cumpleaños, que debido a la extensa y juguetona prole se
celebraba en una guardería, con un rato de agradable conversación en mi idioma
materno con un expatriado de Köln (Colonia) , buenas cervezas y mejores tapas, sobre
todo las pechuguitas “villeroy” (del excelente restaurante Juan Luis de la
calle Santa Engracia),
y un posterior y eterno desplazamiento con varios
transbordos a Getafe, donde, como ya se está volviendo tradición, pude disfrutar de la compañía de unos buenos
amigos y un soporífero partido de esos que hacen afición a la inversa. Suerte tuvimos
que se unieron al grupo varios grandes camaradas de Barcelona, por lo que a
pesar del pobre espectáculo pasamos un rato agradable entre “Shandys” (la única bebida con ligeros aromas alcohólicos,
como bien nos explicaron los camareros del bar del campo), cánticos y recuerdos
de un pasado en común que nunca se olvida. Tercer momento positivo.
Y ahora
llegamos a la segunda parte del título y con ello a lo asqueroso y feo del fin
de semana. Vaya por delante que en este caso pagan justos por pecadores, y que
la comarca de Osona es una de las más bellas de mi querida patria chica, de ese
Cataluña tan bonita y española que algunos mequetrefes manipuladores han
conseguido convertir en objeto de odio y desprecio por parte del resto de los
españoles, cuando ni su población ni su riqueza de todo tipo, cultural,
paisajista e histórica, se merecen tal agravio, causado esto encima por cuatro dementes amantes únicamente
de sus privilegios y sus chanchullos.
Pero
para desgracia de esta comarca, y en concreto para San Hipólito de Voltregá, recibo
el domingo un enlace a un reportaje sobre uno de sus habitantes y para más inri
responsable de la sección local de “Omnium Cultural”, una de las históricas asociaciones
pantalla culpables de todo el desaguisado separatista y receptora de mil y una
subvenciones de los sucesivos desgobiernos tripartitos, nacionalistas y últimamente
directamente separatistas; un malnacido que resulta ser uno de los autores confesos
y condenados por el asesinato de un joven socio del RCD Español hace 23 años,
y que encima se jacta en sus discursos y escritos de su hazaña y anuncia más represalias contra los “fascistas”
españoles.
No
había peor manera de acabar el fin de semana, más aún cuando venía de estar en
compañía de varios socios del RCD Español que al igual que yo vivieron muy de
cerca la desgracia de dicho asesinato y la constante chulería de los condenados
durante el juicio y su posterior estancia entre rejas (a todas luces muy corta, visto el nulo arrepentimiento del perro rabioso éste). Que ahora tengamos que soportar a monstruos como éste
campando a sus anchas en instituciones financiadas por el poder nacionalista y
encima amenazando a futuro al resto de la sociedad catalana que no comulgue con
sus fanáticas, estúpidas, falsas e indocumentadas ideas, no es de recibo.
Dios no
quiera que este movimiento separatista que tanto daño está haciendo cristalice
en un enfrentamiento civil, porque claro está que despreciables seres como éste
serán los que causen los peores estragos.
Siempre
y cuando no acabemos antes con el perro para evitar la rabia.
Queda claro.
Badajoz no está en Osona. Ni la rabia. Ni el perro.
¿Qué se puede esperar de estos sujetos, Ernesto? Nada bueno, por supuesto. Como bien dices, son perros rabiosos portadores de la sarna y demás enfermedades... pero poca cura hay, hoy por hoy, cuando estos mentecatos se pasean por las calles como auténticos héroes. Incuso, como en el caso del tipejo de Ómnium, ostentan cargo "oficial" con sueldo pagado por todos los contribuyentes. Todos conocemos casos idénticos y este, seguro, no es el más sangrante... pero así está de infectada la sociedad que pace por Cataluña.
ResponderEliminarUn saludo.