Para los
que llevamos más de medio siglo amando a Catalunya y con ello a España (que es
lo mismo), y unos cuarenta años luchando sin descanso por unos ideales nobles y eternos,
por la patria y la justicia, lo que está sucediendo estos días es una
liberación. Y una culminación. Aunque en el fondo sea triste lo que está
sucediendo, muy triste, Dios (o el destino) nos ha dado la oportunidad de estar
en la lucha final por algo que llevamos defendiendo y gritando a los cuatro
vientos desde nuestros años mozos.
Y es ahora, en
este preciso y delicado momento, cuando tenemos que asumir y defender todo lo que hemos proclamado
y gritado en estos decenios: lo de “España, una grande y libre”, lo de “Patria,
Justicia, Revolución”, lo de “no nos engañan Cataluña es España” o lo de “Dios,
Patria y Justicia”. Por poner algunos ejemplos de lemas tantas veces coreados,
pintados en las paredes, impresos en pegatinas y hasta tatuados sobre nuestra
piel.
Ya no
valen excusas, ni finuras dialécticas, ni purismos partidistas. En caso
contrario todo quedará en agua de borrajas. Si realmente estos eran y siguen
siendo nuestros ideales, si verdaderamente buscamos el bien común, la igualdad
entre los españoles, la justicia social y la grandeza de nuestra patria,
estado, nación o lugar habitual de residencia, llamadlo como queráis, ya no
caben siglas, disputas, interpretaciones complejas, anacronismos clamorosos o
violencia gratuita sin ton ni son. Ni el tan usado “y tú qué, y yo más”. A la
mierda con todo ello.
La
lucha ya no es de bar, ni de tertulia, ni de bonitos escritos que emocionan
pero no aportan, ni de elecciones bajo 30 siglas diferentes, ni de ser el más
malo de la película, ni de tener más razón que el en teoría camarada sentado a
nuestro lado, ni de hablar de contubernios, tejemanejes, infiltrados, de los
otros y de nosotros. O vamos de la mano o se nos escapará la ocasión de
culminar un sueño. De conseguir acabar con las separaciones artificiales que
han acechado a nuestra Patria desde hace varios siglos. Las que bien conocéis
todos. Las que han llevado a menos a España: los separatismos, los corruptos partidos
políticos y la falsa lucha de clases que no esconde nada más que envidia y un egoísmo
absoluto, que busca simplemente darle la vuelta a la tortilla y llegar al poder
para hacer lo mismo, o cosas peores, que los actuales gobernantes.
Tomemos
como ejemplo los discursos de ayer en Barcelona. Aunque nos duela por quien los ha pronunciado.O nos cueste asumirlo. Los de
Borrell y Frutos. El excelente de Freixas. Los parlamentos de todos ellos. Aunque en
nuestro egoísmo y terrible complejo de superioridad queramos seguir montados en
nuestro caballo blanco, el más puro y blanco de todos, el único y verdadero, el
de la salvación definitiva de esa España que tanto decimos querer.
Abramos
los ojos, miremos a nuestro alrededor, aportemos nuestros millones de granos de
arena a esa causa común que tanto decimos querer.
Luchemos por España. Aquí y
ahora
.
Tiempo
nos quedará a algunos (si no fallecemos en los próximos años), o en su caso a nuestros
hijos y nietos, de avanzar y culminar esa obra majestuosa que es la lucha por
unos ideales.
Porque bien sabemos todos que después de salvar a España (ahora o
nunca), aunque sea bajo un sistema pseudo-democrático que no nos gusta,
aceptando una corrupta partitocracia que conocemos y por eso detestamos desde
pequeños, manteniendo a reyes felones que no nos van ni nos vienen, aguantando
a una falsa Europa en manos del capital, del sionismo, de la masonería y de los
enemigos de las Patrias (sobre todo de la nuestra), sabemos que quedará mucho
por hacer.
Y tampoco
sería justo dejar todo arreglado a las generaciones que nos siguen. Ni justo ni
posible. Ellos también querrán aportar algo. Y nosotros no vamos a poder
arreglar el destrozo de tantos siglos en un par de semanas o meses. Por una vez
seamos maduros, en línea con nuestra edad, dejemos las chiquilladas y el egocentrismo,
ayudemos a la sociedad, a Cataluña, a España, en estos momentos críticos, demos
ejemplo y usemos nuestra madurez, nuestros conocimientos, nuestro oficio,
nuestras virtudes, nuestro amor por España que tantos años ha madurado en
nuestro interior, y trabajemos unidos por esa grandeza que soñamos y que tiene
que llegar.
Los que
me conocéis sabéis bien lo que cuesta escribir todo esto.
Lo que odio a los
partidos políticos.
Lo que detesto a los Borbones y su maldita sangre.
Lo poco
que creo en este absurdo y falso sistema político.
Pero no hay vuelta de hoja.
Es
ahora o nunca. Y lo sabemos todos. Hasta yo.
Muy bueno Ernesto
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