Una crónica del 8 de Octubre.
Como suele ser, el título de un artículo, novela, obra de teatro, estudio o ensayo intenta resumir el contenido del mismo, dar una pista sobre lo que sigue o bien buscar la sorpresa y la curiosidad del lector. Como en un eslogan publicitario o en un lema de campaña. En mi caso la inspiración ha sido doble: por un lado un final de jornada emotivo con unas gafas Ray-Ban volando por los aires en otoñal alegría delante de la Delegación de Gobierno en Barcelona con las Fuerzas de Seguridad del Estado mirando entre incredulidad y divertida complicidad y por otro lado un artículo en "El Mundo" del como siempre genial Pepe Albert de Paco sobre la manifestación de ayer, en el que por pura casualidad aparecen otras gafas Ray-Ban en un contexto similar.
Como suele ser, el título de un artículo, novela, obra de teatro, estudio o ensayo intenta resumir el contenido del mismo, dar una pista sobre lo que sigue o bien buscar la sorpresa y la curiosidad del lector. Como en un eslogan publicitario o en un lema de campaña. En mi caso la inspiración ha sido doble: por un lado un final de jornada emotivo con unas gafas Ray-Ban volando por los aires en otoñal alegría delante de la Delegación de Gobierno en Barcelona con las Fuerzas de Seguridad del Estado mirando entre incredulidad y divertida complicidad y por otro lado un artículo en "El Mundo" del como siempre genial Pepe Albert de Paco sobre la manifestación de ayer, en el que por pura casualidad aparecen otras gafas Ray-Ban en un contexto similar.
Ocho de
octubre de 2017, en Barcelona, Cataluña, España (no añado Europa por el nulo
aprecio que tengo a esa ruin unión económica destructora de la auténtica civilización
Occidental. Tema sobre el que hoy no quiero escribir para no estropear el momento).
Ocho de
octubre de 2017, fecha de la que sin duda se hará pingüe uso (corrijo, ya se
está haciendo) con buenas y menos buenas intenciones. Como en su momento con el
“Espíritu de Ermua”, al que el Partido Popular ya quiere equipar con el 8-O, algo
nada sorprendente y que acabo de ver en la prensa. Ya estamos. Es quizás lo
único negativo que diré del día de ayer, pero tengo un extraño retortijo en mis
entrañas de que la euforia sentimental inicial y el uso interesado de la
jornada acaben en los anales de nuestra historia como otro bonito intento de
salvar a España (y van tantos), impulso que a los pocos meses se diluye como cualquier
juvenil amor de verano.
Ojalá no sea así y se convierta en un amor sincero,
adulto y longevo. Y no digo eterno porque bien sabemos que amores de esos
existen pocos. Y menos con tantos intervinientes y tantos intereses externos.
Tras una
decisión nocturna y repentina de asistir al acto de Barcelona y encontrar de milagro una
plaza en autocar gracias a las redes sociales, al amigo Nacho y sobre todo a la
existencia de un sorprendente grupo en Facebook creado el 3 de octubre, hace apenas 6 días, para promocionar el acto del 8-O.
Grupo que a día y hora de estar escribiendo estas líneas tiene 386.148
miembros. Y en este caso no hay hackers rusos usando bots para manipular los
datos, no es TV3% hablando de la asistencia a un acto de la ANC, ni son los perfiles
falsos de Podemos inundando las redes con machacones mensajes hasta cansar o
subyugara al personal: es decir, manipulando.
No señores, son personas reales. Como
tú y yo. Habitantes de Cataluña. Y de España. Que viene a ser lo mismo. Que ya
cansa lo de hablar de catalanes por un lado y españoles por otro. Son catalanes
por un lado y otros españoles por el otro. Que ser catalán es ser español. Como
lo es ser gallego, extremeño, vasco o madrileño. ¿Cuesta tanto asumirlo? Y ya no
digo entenderlo. Bien sabemos que hay mucho lumbreras por ahí que no tiene esta
capacidad intelectual. Y no quiero nombrar a los rufianes. Todos los conocéis.
Un duro
viaje nocturno, entre extraños (a excepción del amigo Nacho, más las nuevas
amistades (encantado Oscar) que nacieron en la última fila del autobús, para mí el lugar
tradicional en cualquier desplazamiento, mezcla de confesionario, púlpito y
refugio) y con un chófer o bien cansado o bien poco preparado para un viaje
nocturno, dando intermitentes bandazos y que acabó comiéndose una señal y dejar
el frontal del autocar con mejor aspiración que cualquiera de los últimos
coches de Fernando Alonso, la aventura culminó con una entrada festiva por la
Diagonal, sonando los clásicos de cualquier evento lúdico/patrio con el añadido
del Mediterráneo de Serrat. Canción y persona que a mí personalmente no me
dicen mucho, y menos en este entuerto y a estas alturas, pero que tampoco voy a
criticar ahora cuando está en camino de convertirse en el himno de esta nueva revuelta
patria.
Solamente falta que hagan una remasterización y saquen un doble CD con
los “Mayores éxitos democráticos” para ganarse unos doblones, con perlas como “Libertad
sin ira” de Jarcha, el “Habla pueblo habla” de Vino Tinto y la imprescindible y
cansina “Puerta de Alcalá” de Ana y Victor. Aderezado todo con el himno del PP como
Bonus Track. Y no quiero ser malpensado.
Hoy no. Mañana, Dios dirá.
Pero
todo cambió. De la noche al día. De la oscuridad entre extraños al brillante
sol barcelonés entre amigos, camaradas, jóvenes, menos jóvenes y también las futuras
generaciones españolas en sus cochecitos acompañando a sus ilusionados padres. Como
la guapa Candela y otros cientos o miles (2 o 3 decenas según TV3%) de niños y
niñas de Cataluña. Y en el recuerdo todos los que nos han dejado y que hubieran
disfrutado del día con y como nosotros. Hermanos, abuelos, padres, amigos y
camaradas que no han podido disfrutar de una jornada inolvidable. Como Marc Bonastre,
Carlos Oriente, el pequeño pero gran padre de Rocío y también el mío, fallecido
hace un año y que a su manera me imbuyó el amor a España, su diversidad y sobre
todo su unidad. Seguro que todos ellos hoy sonríen un poco más, allá donde
estén.
Como no
podía ser de otra manera partimos de la Plaza Artós de nuestro querido barrio
de Sarriá, punto de encuentro y cuna del levantamiento popular contra los
enemigos de Cataluña, de España y de la sensatez. Como si fuera Móstoles un día
cualquiera del mes de mayo. Y como bien glosó hace unos días mi estimado Juanjo
en su artículo sobre los “Héroes de la Plaza Artós. No hace falta que añada más
a lo que él escribe. Claro y sobre todo real. Muy real.
Tan real que la bajada
desde la zona alta de Barcelona hasta confluir con el resto de los miles de
manifestantes (de cifras ni pienso hablar, estoy por encima de trileros y manipuladores.
So many steps beyond) fue de los momentos más emotivos vividos en los últimos
años. Centeneras de jóvenes acompañados por algunos adultos (como yo mismo) que
nos debatíamos entre el estupor, la sana envidia y el orgullo de poder formar
parte de esta explosión popular por la que hemos luchado tantos y tantos años. Una
reacción que nace de la verdad, de la pureza de los sentimientos, la alegría desbordante de
la juventud y la cultura e inteligencia de la que por desgracia otros tantos
carecen.
IN - INTE- INTELIGENCIA. Un grito que desconocía, coreado durante el
precioso paseo por lo que antaño fue mi cuna, mi barrio y mi vida y que me hizo
sonreír y añadirlo a mi repertorio de forma inmediata. San Juan Bosco, la
Diagonal, Francesc Macía (oficialmente, aunque siempre la llamaremos Calvo
Sotelo), más Diagonal, saludos a voz en grito al Grande de España y tan poco español Conde
de Gódo que tan poco ha hecho y menos está haciendo por España, encuentro con
más amigos en el cruce con Aribau y unificación con los millares de
manifestantes en el Paseo de Gracia. Como bien dijo Nacho: “Vaya puta locura”.
Cantando
sin parar los ya conocidos “En pie, si eres español”, “Catalunya es España”, “Catalanitat
es hispanitat”, “Yo soy catalán, catalán y español” y el básico, necesario y legalmente
exigible “Puigdemont a prisión” (¿Inane Rajoy, a qué demonios esperas?) los 4,5
km de caminata con esta columna de jóvenes luchadores por la normalidad, la
sensatez, el respeto y la tan clara y mayoritaria hispanidad de Cataluña fueron eso, una bendita locura.
Por no
hablar del reencuentro con tantas y tantas personas queridas.
Como era de esperar fue imposible abrazar y besar a todos (ni a mi propia familia que andaba unida por las calles de nuestra ciudad y a la que pidiendo disculpas tengo que saludar desde aquí), ni tomar las preceptivas cervezas y recuperar en tan pocas horas los 6 años de ausencia, solamente interrumpidos por cortas y muy esporádicas visitas.
Como era de esperar fue imposible abrazar y besar a todos (ni a mi propia familia que andaba unida por las calles de nuestra ciudad y a la que pidiendo disculpas tengo que saludar desde aquí), ni tomar las preceptivas cervezas y recuperar en tan pocas horas los 6 años de ausencia, solamente interrumpidos por cortas y muy esporádicas visitas.
Gracias a Dios, y pese a haberme quedado con las ganas de poder
reencontrarme con muchos más de mis amigos, el resto de la jornada con Alberto,
Paco, Carlos, David y Rocío fue tan bonito como las impresionantes estampas de
mi querida Barcelona teñida de rojo y gualda y las cuatro barras.
Y para
rematar, el reencuentro (que ya relato al principio) con mi “sobrino” Manel, puso el broche de oro a un día
inolvidable. Abrazados delante de la delegación del gobierno, con las Ray-Ban volando
por los aires y estrellándose en el suelo ante la incrédula, risueña y cómplice
mirada de policías y Guardias Civiles que llenaban las aceras y las terrazas
vecinas, la realidad superó cualquier sueño.
Estaba en Barcelona, el sol
brillaba, la gente sonreía, cantaba, bailaba y gritaba “Viva España” y “Visca
Catalunya”, como algunos llevamos haciendo desde hace tantos años. Pero con una gran
diferencia: estaba vez estaba rodeado de miles, cientos de miles de personas.
De aquí y de allá. Sobre todo de aquí. Por mucho que los adoctrinadores de siempre
quieran manipular la verdad. Y usen fotografías de otros años y otros actos. Y
censuren, corten y tergiversen. Me la trae al pairo. Los conozco. Son los de
siempre. Los malos.
Como malos
son los partidos políticos que ya están haciendo suyo este movimiento popular
nacido en la mayoría de los hogares catalanes que han dicho basta al racismo y
a la imposición de mentiras, disfrazándolas de históricas y mayoritarias, con la bien
engrasada maquinaria del poder del 3% y sus politizados y vendidos medios.
Para no
nombrar al patético e impresentable titiritero Pablo Iglesias apareciendo por
Barcelona sin que nadie le hubiera invitado. A medrar y mentir como siempre.
Así le fue a su vuelta en el AVE. “Ratas a la carrera” como acertadamente se titula
un tuit que muestra el vídeo en el que se ve al maldito intoxicador corriendo y escabulléndose por la estación del tren ante
el acoso de la verdadera España a la que no ha conseguido engañar.
Y, por
favor, no nos olvidemos de una cosa: esta manifestación no la organizaron los
partidos políticos. Ni Ciudadanos, ni el PP, ni el PSC ni nadie.
Fue la
sociedad civil, el pueblo español, el de Cataluña y el del resto de España, que
se levantó diciendo hasta aquí hemos llegado. Como en Móstoles. Como en el
Bruc.
Y que llenó
las preciosas calles de la Ciudad Condal de vida e ilusión. De valor y de
inteligencia. De banderas de amor y no de odio. De todo lo que no aportan los
otros, los de la imposición del pensamiento único, las mentiras y los intereses
ocultos cubiertos por sucias banderas de latrocinio y traición
.
Seamos pues
ingenuos. Cual jóvenes enamorados. Soñemos con la alegre primavera que a
inicios de otoño nos ha deparado esta jornada inolvidable, como bien la ha
definido mi amigo Miguel Angel.
Mañana
ya despertaremos.
P.D. Un
agradecimiento especial a todos los catalanes de corazón de otras partes de
España que nos acompañaron en este despertar del seny. Y de la verdad. Y a los
anónimos organizadores de los intempestivos pero necesarios viajes a mí querida
ciudad natal.
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