Me ha
inspirado escribir este artículo esta viñeta tan bonita que lleva mi amigo Pumuky
en su Whatsapp como foto de perfil. Dibujo emocional, con ese aire de infantil
inocencia, que entra directamente al corazón. Pero que por desgracia se quedará
en eso, en una ilusión más de que en la vida las cosas pueden acabar bien,
cuando todos sabemos que los finales felices son más raros que un tuit de
Gabriel Rufián con un mínimo de sentido. O de Alberto Garzón. O de Escolar. O
de Junqueras. O de Fuigdemont. O de Iglesias. O de Bea Talegón. De cualquier
miembro de esa piara de vividores que no dan un palo al agua pero se arrogan
una superioridad moral e intelectual de la que, obviamente, carecen por
completo.
Ver las
cuatro barras de Aragón limpias de polvo y paja, tal cual nacieron bajo el
reinado de Alfonso II de Aragón, y liberadas del lastre del nacionalismo que desde
el Siglo XIX intenta reescribir la historia a su conveniencia, produce un
cierto alivio, pero éste se desvanece en el momento en el que enciendes TV3,
escuchas Catalunya Radio, asistes a cualquier escuela en Cataluña o intentas
razonar con algún abducido separatista. Por desgracia, y ahí radica el mayor
error de nuestros gobernantes, ya sean del PP o del PSOE: mientras no se
combatan la manipulación, el adoctrinamiento y la reinterpretación de la
historia obviando cualquier verdad y pruebas irrefutables, esa estrella fugaz que
sigue manchando las barras de Aragón y con ello la “senyera” catalana, seguirá destrozando
la sociedad, la convivencia, la verdad y la historia de nuestra patria.
De poco
nos va a servir la limitada aplicación del artículo 155 si dejamos que las
medios de comunicación en Cataluña, los cinco fugados en Bruselas (cada vez que
oigo hablar de los cinco me vienen a la cabeza los libros de Enid Blyton, en
especial el llamado “Los Cinco se escapan”) y el enfermo ex presidente
Fuigdemont, campen a sus anchas, llenen de mentiras el ambiente y nos insulten
a todos los españoles por activa y por pasiva.
Es hora
de acciones contundentes, de que la justicia actúe de forma ágil, de que se
impute de forma urgente a todos los cómplices de esta patraña, que se
intervengan los medios “públicos” en Cataluña (lo de llamarlos públicos es de
chiste cuando se trata de entes al servicio del poder separatista), que se
depuren las responsabilidades en la STASI catalana (esos sucios y violentos mozos
de cuadra), cuerpo policial nacido en 1983 con la única misión de servir y
proteger a maquinadores y golpistas del tres al cuarto, que la juez haga su
trabajo sin presiones y se detenga de una vez a Trapero, se le ingrese en
prisión y pruebe por una vez su propia medicina.
Si no
se toman las medidas oportunas, si dejamos que cuatro pandilleros bloqueen toda
una región cuando no representan a nadie en número de votos, si seguimos
tolerando que los profesores adoctrinen, TV3 manipule, la maldita Terribas
engañe y Fuigdemont vomite su infecta bilis en el corazón de Europa, de nada
servirá esta ilusionante recuperación de las cuatro barras aragonesas, de
nuestra verdadera bandera (junto a castillos, leones y cadenas navarras), y la
estrella que debía ser fugaz se quedará pegada cual esputo de un tísico en un
emblema que nació para unir y crear una de las naciones más antiguas del mundo
y permitió que el mayor Imperio de la historia aportase todo lo bueno que tiene
la hispanidad, y con ello la catalanidad, al resto del planeta.
En caso
contrario, todo acabará en un funeral. Un funeral por nosotros, por nuestra
Cataluña, por nuestra patria España, por nuestra historia y, lo que es peor, un
funeral por el futuro de las nuevas generaciones.
Y tristemente
no nos quedarán nada más que las cuatro barras manchadas con el vómito, el clasismo,
el racismo y el odio de los malditos separatistas y sus siniestras intenciones.
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