Sombra aquí, sombra allá
maquíllate maquíllate
un espejo de cristal
y mírate y mírate
maquíllate maquíllate
un espejo de cristal
y mírate y mírate
No hay duda de que las canciones
de los inolvidables años ochenta nos marcaron de por vida. Y que esta crisis sanitaria,
económica y social lo volverá a hacer. ¿Y qué tiene que ver aquí el cerdo con la
velocidad? (Me siento tentado a ponerle nombre al cerdo y detallar la velocidad
a la que están destruyendo nuestra patria, pero no iba por aquí, “it’s up to
you” de bautizar al cerdo).
Lo explico.
Por hache o por be desde ayer lleva
dando vueltas por mi cada vez más cargado cerebro una canción de aquellos felices
años ochenta: “Maquillaje” del grupo Mecano. Igual sonó en alguno de los
episodios de “Cachitos de hierro y cromo” que he visto en estos quince días de
forzado aislamiento, no lo sé. En cualquier caso, es bastante extraño asociar nuestro
negro presente a una canción festiva, alegre, vital. O quizás no tanto. Veamos.
Todos sabemos lo que es el
maquillaje y para qué sirve: para transformar la realidad. En la mayoría de los
casos para mejorar el aspecto, en otros para representar un estado, profesión o
sentimiento, otras veces para divertir o asustar y finalmente hay ocasiones en las
que se utiliza para ocultar algo. Un defecto, una herida, un estado de ánimo o,
de forma figurada, la traición, la maldad y la mentira. En resumen, el
maquillaje es un falseamiento de la realidad.
¡De ahí la asociación!
Porque toda la información, todas
las ruedas de prensa, todas las preguntas autorizadas, todas las fotografías,
todas las imágenes en televisión, todos los artículos y comentarios en la prensa
cautiva y dirigida, todos los mensajes viralizados (cuan apropiada la expresión) en las redes sociales por un
ejército de descerebrados y bots de los maquiavélicos partidos golpistas, en resumen,
TODO lo que nos está llegando está falseado. Toda la realidad que nos presentan
está maquillada.
Y son maquillajes expertos, aplicados por profesionales, en todas sus variantes que cito arriba.
La cara de Pedro Sánchez,
el “Enterrador”, que ha mutado en tres semanas de una alegría infantil mejorada
con algunos filtros, esa moda tan extendida entre la juventud, pero tan poco apropiada
para todo un “doctor” y presidente de gobierno, a una cara fúnebre y tristona, inspirada
sin duda en “La familia Addams”. Su ejército de asesores, que no titiriteros,
se han aplicado al máximo para adecuar la cara del enfermo egotista a las
circunstancias. Ocultando algo. Falseando la realidad. Maquillado.

Las noticias en televisión,
que más parecen los boletines del festival de Woodstock, con imágenes “flower-power”
abarcando toda la gama de colores del arcoíris, resaltando los verdes y azules
de “felices” y “contentos” enfermeros cantando y bailando, sin un mínimo de grises
o negros, sin imágenes de tristeza, de ataúdes, de familiares, de dolor, de rabia,
de muerte. Si la mayoría de la población antes de este estado de alarma ya
veía entre 6 y 8 horas diarias de telebasura, imaginad como tendrán hoy en día la
cabeza los telespectadores, encerrados y metiéndose un mínimo de 16 horas de
adoctrinamiento y atontamiento directamente en vena.
Abducidos por los maquillajes. Y con una imagen de la realidad falseada.
Abducidos por los maquillajes. Y con una imagen de la realidad falseada.
El hermetismo alrededor de
la Moncloa, como si fuera el Área 51 hispana, sin que nadie sepa quién
entra, quién sale, quién está, estuvo o estará infectado, quién reside en las
instalaciones, quién maneja los hilos, quién manda. Maquillaje. Ocultación de
la realidad.
Imágenes intolerables del
impresentable, zafio y risueño ministro Ábalos, bromas continuas e inapropiadas
en los programas de telemoncloa cuyo contenido y guion sale de la misma cocina
que las preguntas y respuestas en las falsas ruedas de prensa. Más que maquillaje,
vergüenza.
Sálvese aquí la bonita canción
“Resistiré”, versionada en quince días más veces que el “Let it be” de
los Beatles. Esa melodía original del “Dúo Dinámico” que sin duda ya ha
pasado a convertirse en un himno, como si fuera el “Libertad sin ira” de Jarcha
de finales de los años 70, aunque ahora no la canten aquellos que creían y
luchaban por la libertad, sino sus hermanos pequeños y hasta sus hijos, esos que
ahora nos la están robando (la libertad) pasito a pasito, desde un chapucero y
peligroso gobierno de inútiles, peleles, figuras de cera colocadas por ser
parte de pactos bajo mano, golpistas e iletrados. Esperemos que vuelva esa
libertad. Y esta vez con ira. Canción versionada. Por ende, maquillada.

Sombra aquí, sombra allá
maquíllate maquíllate
un espejo de cristal
y mírate y mírate
mírate y mírate…
maquíllate maquíllate
un espejo de cristal
y mírate y mírate
mírate y mírate…
Impostura. Mentira. Maquillaje.
P.D. He leído por ahí un artículo sobre la “huella psicológica” que dejará la cuarentena en todos nosotros. Yo sinceramente espero que dicha huella no sea nada comparada con el despertar en el corazón y en el cerebro del noble pueblo español de una súbita necesidad de verdad, de razón y de justicia, y con ello la exigencia de responsabilidades. Ya no políticas. Penales. Sin ninguna duda. Ni olvido ni perdono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario