Cave, cave, Deus
videt
(Y por
ende del populismo, tendría que añadir al título. Que ambos cánceres vienen a
ser lo mismo en muchos aspectos. Pero se me iba en longitud).
Hace
siete años escribí un artículo que versaba sobre uno de los
pecados capitales: en concreto hablaba de la soberbia, en contraposición al carisma y la humildad. Y por
desgracia, estos últimos siete años
(siete como los pecados capitales) han sido tan nefastos en lo que concierne a
los valores, la política y el proceder de nuestros supuestos líderes, que me veo
obligado a escribir sobre todas dichas maldades de un solo mazazo. De pegar un
golpe sobre la mesa como el que habría que dar de una santa vez para acabar con
el destrozo paulatino de nuestra patria y de nuestra sociedad. Y no hablo de un
golpecito, casi una caricia, aplicando de forma limitada y de cara a la galería
el artículo 155 de la tan
magnificada Constitución, tal como está haciendo el Partido Popular con el
apoyo del PSOE y de Ciudadanos. Eso de
poco nos va a servir. De aquí a menos de un mes volveremos a estar igual. O
peor. Con los partidos políticos luchando por los votos y las prebendas
asociadas, con los separatistas y populistas embaucando a la gente y con el
sufrido pueblo español languideciendo bajo el yugo de la mentira, de la manipulación en los
medios, del capital de oscura y sucia procedencia, de la corrupción y la
fraudulenta venta de bancos bajo mano y de la maldita unión europea, que de
unión tiene bien poco… y de europea aún menos.
Resumiendo:
en vez del tan castizo y patrio “Seis toros seis” que solíamos ver en los
carteles de las corridas de toros, hoy en día proscritas en gran parte de
nuestra querida península, por desgracia nos toca decir: “Siete pecados siete”.
Aclaración: para todos aquellos que desconozcáis de que va todo el tema de los pecados capitales (y por qué no, también para los que sois muy pecadores), aquí tenéis un buen resumen en la Wikipedia.
Al lío.
La soberbia
Que os
voy a decir que no sepáis. El comportamiento soberbio de todos los líderes
separatistas (como el de los golfos y guarros populistas de Podemos, pero de
esos intentaré no escribir hoy, que tengo el estómago un poco sensible) está
fuera de toda duda. Salvo que mires TV3%, claro está. En ese caso seguro que
los pintan a todos de modestos, humildes y buenas personas. Nada más lejos de
la realidad. Pocas veces hemos asistido en la historia de España a tanta
chulería, tanta prepotencia, tanto clasismo y tanto racismo como en estas
últimas semanas. Fuigdemont y sus múltiples y constantes sandeces e insultos,
Nuria de Gispert y su
patético “¿Por qué no vuelves a Cádiz?” dirigido a la
amiga Inés, o las muertes “evitadas” por el sacrificio de la plañidera Marta
Rovira, por cierto hija de alcalde franquista, aunque los medios afines la
llamen la “Princesa Vigatana”. Pues vaya princesa se han buscado. Con un
curriculum como “para ponerse a temblar”, como bien decía Xavier Rius hace unos días. Sin olvidar a
la madre superiora Ferrusola y su "el español es la lengua de los pobres y
las chachas”. Soberbia es poco.
La avaricia
“En 18 meses dejaré mi escaño para regresar a
la República Catalana” dijo el bufón mayor del Reino, el despreciable Gabriel Rufián, en diciembre de
2015. Y desde ese mismo día todos sabíamos que no iba a renunciar a sus 5.947
euros brutos al mes (más 1.823 para gastos, libres de impuestos). Al igual que su compadre, el rural Joan
Tardá, que usa la burda excusa de la anexión pendiente de Baleares y Valencia
para justificar lo de “estar a la sopa boba” todo el tiempo posible.
Por no
hablar de los “botiflers” traidores como Carme Forcadell, el dúo Tururull o el
mayor Trapero, que con tal de seguir chupando del bote han renunciado a las
primeras de cambio a sus principios y altisonantes proclamas y han jurado y
perjurado a diestro y siniestro, sometiéndose a cualquier ley, norma o
imposición “española” con tal de no perder sus privilegios. Como se bromea por
ahí solamente les ha faltado besar la bandera de España y soltarse por
bulerías.
Todos
ellos fieles seguidores del paterfamilias y sus cachorros, léase Jordi Pujol,
su cornuda esposa y sus vástagos ladrones. Con
ellos empezó todo, como se suele decir. Y sus herederos van camino de
superar todo lo malo hecho por los progenitores. Gracias a Dios ya tenemos a
uno en el “resort” de Soto del Real.
Pero faltan los demás. Y quedan camas. Como en la ciudad de Barcelona, donde gracias
a la vaga e inútil Ada Colau la “okupación” hotelera está cayendo por momentos.
Otra que se merece un artículo especial. Dadme tiempo.
La lujuria
Este
pecado capital quizás sea sobre el que menos puedo hablar. Tampoco es un tema
en el que me quiera meter, allá cada uno con sus vicios, enfermedades y desvíos. Pero conociendo las historias del
capo Pujol, que después de engendrar siete hijos (me parece que el número siete
me persigue, tendré que pillar lotería con esta terminación) se echó una amante y se fue a vivir con ella al
Palau, o de la esposa despechada de su primogénito, que ni corta ni perezosa destapó el flujo de
billetes de 500 € hacia Andorra, que queréis que os diga. Cuando el río suena…
La ira
¿Cuántos
ataques de histeria, tanto individual como colectiva, hemos presenciado en
estas últimas semanas? Las caras cargadas de odio, la baba espumosa brotando de
sus bocas cual las poco mágicas fuentes de Montjuich, los aspavientos, las
manos alzadas, los insultos y el menosprecio a todo lo que se les antojaba
contrario a sus ideas, han sido por desgracia (y seguirán siéndolo, no lo
dudéis) una constante en estas fatídicas jornadas que hemos pasado. Frente a la
templanza, la paciencia, la contención o la mesura que han aplicado el resto de
intervinientes en esta tragicomedia, hemos soportado patéticos ataques de rabia
de muchos de los personajillos ya nombrados. Imposible listarles a todos.
Bueno, sí que se podría. Bastaría con coger las listas electorales de los
partidos “enfermos”, empezar por el candidato número uno y acabar con el de la
cola. El clásico invitado estrella que por cuatro duros permite que impriman su
nombre en la papeleta. Por ira. Y por dinero (ver avaricia, un poco más
arriba).
La gula
Frente
a la gula el valor cristiano es la templanza. Es decir, una moderación en la
atracción de los placeres, con el dominio de la voluntad sobre los instintos.
Anda. Me suena mucho. Y como no podría ser de otra manera, me vienen a la
cabeza varias escenas harto vistas: el cambio físico del omnipresente Rufián
desde que se mueve por Madrid cargado de euros, las recientes comidas del
enfermo Fuigdemont y los 5 en Bruselas, las paellas en casa de Rahola con el
“Let it be” de los Beatles a los postres o los recientes “encierros”
separatistas en algunas poblaciones catalanas como Rubí, que acabaron en grandes
comilonas a costa del erario público.
O casos extremos como las “supuestas”
huelgas de hambre de frikis separatistas, con horarios de oficina en el caso de
un “enfermo prusesista" barcelonés que dejó de comer entre las 10 y las 14
horas y las 16 y las 20, o el esperpéntico “ayuno a favor de los presos
políticos” por turnos que tienen
montado en una parroquia de Cornellá del Llobregat. Como ya puse en un tuit el
pasado día 10 de Noviembre: ¡Qué originales y sacrificados! Si es lo que hacemos cada
día en casa: desayuno, huelga, almuerzo, huelga, merienda, huelga, cena, huelga
y repetimos”.
En resumen, todos siguen comiendo a destajo. Es decir, pecando.
La envidia
Mucho
podríamos hablar de este pecado capital, al que se contraponen en la fe
cristiana la empatía y la amistad. Y no nos costaría mucho encontrar ejemplos
en el quehacer, el hablar, el calumniar o el inventar de los actores de este
maldito proceso separatista que nos tiene hasta los mismísimos a todos. Valgan
como muestra las locuras de los nuevos historiadores, con Jordi Bilbeny al frente del “Institut
Nova Història”, que conforme pasan los días acabarán convirtiendo cualquier
personaje, invento, descubrimiento o hazaña de los últimos 20 siglos en algo
auténticamente catalán. Como ha sucedido esta misma semana, en la que han descubierto en
Burgos los supuestos restos de la casa del Cid Campeador, saltando rápidamente los
acólitos de la manipulación de la historia afirmando que el Cid era catalán,
como no. Historia “a lo bestia” como
bien titulaba hace pocos días su artículo Luciano Alvarez en “El País”. O
el otro loco que hace bien poco afirmó que la “civilización catalana” es la que
perdurará en el tiempo frente al resto de culturas “inferiores”. Lo dicho. La
envidia les corroe. Y visto lo anterior, les vuelve locos. Muy locos.
La pereza
Pereza
me da volver cada día sobre el mismo tema. Y tener que hablar siempre de los
mismos. Pero es que me lo ponen a huevo. La diligencia, el contrapunto al no
hacer nada, ya no es solamente una virtud, cristiana o no. Es una obligación.
No puedes pasarte toda la vida sin pegar ni sello, haciendo “pellas” como los
diputados de ERC y PDeCAT en el congreso. Ay Rufián, que pecas más que un Fistro Pecadorrr (Ciudadanos, por
cierto, ha pedido que se les retire el sueldo, pero por ahora el resto de
grupos hacen oídos sordos: no vaya a ser que les empiecen a fiscalizar su
trabajo y tengan que aportar algo a la sociedad, como hacemos los demás
mortales).
Y no queda ahí, si cogemos los “curriculum vitae” (el plural va así,
que nadie se le ocurra corregirme con un curricula) de los protagonistas de
esta maldita telenovela barata y zafia llamada el “Prusés”, llámense Pujol, Colau, Rufián, Ernest Benach, Tardá,
Marta Rovira, Pisarello o Anna Gabriel, nos puede dar un espasmo a más de
uno. Entre todos no llenarían ni el formulario inicial de Infojobs. Y ya no te digo cuantas ofertas de trabajo les
aparecerían de forma automática. Por no hablar que les llamara algún
cazatalentos, o headhunter como les gusta decir hoy en día a los cosmopaletos.
Como mucho podrían recibir una visita de los Cazafantasmas. Y no les iría nada mal acabar enjaulados en una
pequeña cajita, sin nada que comer, ni posibilidad de insultar, robar,
inventar, envidiar, denigrar o copular.
Hablo de jaulas de
verdad.
Que
bien se lo merecen.
Por
pecadores.
Cave,
cave, Deus videt
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