Ante la madre de
todos los debates, es decir, en vísperas del histórico, único y decisivo debate
en pro de la salvación de la patria
española, andaba yo (y espero que algunos cientos de miles más), con la mosca detrás de la oreja. Aunque más
que una mosca, por el ruido elevado, incesante y penetrante, creo que se trataba de un moscardón, de aquellos que cazan abejas y arruinan la apicultura
por donde pasan.
El “mainstreaming”
oficial, el de los lobbys, léase los
grandes partidos, los medios de comunicación
afines, las instituciones financieras aliadas, las constructoras, los gestores
de gasolineras, los sastres, las oeneges , las fundaciones sin ánimo de lucro, las sicavs y los demás
centros de poder, asociados todos
ellos con el único fin de mantener su posición de privilegio ante el resto de
la sociedad, esa “corriente principal” ya había decidido de antemano quién, cómo y
cuándo se celebraría el debate, el color de las corbatas, el modelo de
mocasines, los temas que se abordarían y aquellos “problemillas” que se obviarían para no asustar y ahuyentar al
votante.
Cualquiera de los columnistas
de prestigio, (como por ejemplo hoy Jimenez Losantos y Raúl del Pozo), ha
coincidido en destacar el absoluto vacío
de esta absurda escenificación fruto del bipartidismo, de ese ente que hoy en
día empezamos a llamar la “casta
política”, que no lucha ya por arreglar algo, sino simplemente por el múltiplo en euros que le otorgará cada
uno de los votos que robe al
insensato, por poco preparado, elector.
¿Sinceramente alguien cree que sea de recibo que se gasten 80 millones de las antiguas
pesetas en montar un escenario para que dos
marionetas se enfrenten en un preparado debate hablando un poquitín de de
todo, menos de aquello que realmente
importa? Estoy por repasar el vídeo del
debate para ampliar con el zoom al
máximo la parte superior de la imagen y poder detectar los hilos casi invisibles de los titiriteros que movían las manos
de uno, y los papeles del otro, mientras que el moderador ya ni necesitaba
hilos, dado su papel meramente decorativo
del magno evento.
Ya lo deja bien claro Losantos
hoy en El Mundo: la corrupción, no existe en España. La sumisión a los terroristas, y con ello
la derrota y humillación de las víctimas, tampoco. Para no hablar de desahucios, violencia en la calle, invasión
de inmigrantes con nula intención de adaptarse, beneficios astronómicos de la
banca y sueldos e indemnizaciones millonarias a sus peores gestores, o nepotismos de última hora,
colocando a “corre-cuita”, como decimos
aquí en Cataluña, (aún España), hasta al primo más tonto, la prima más desaliñada y
al cuñado más cleptómano, en cualquier puesto de las múltiples administraciones que sufrimos, en sus empresas asociadas
o en embajadas tan exóticas que ni Tintín
las visitará en las próximas secuelas de su gran película estrenada hace unas
semanas.
Qué fácil es manipular
cuando tienes la sartén por el mango.
Qué bonito y entretenido es intercambiar
cromos en el patio, una vez cada cuatro años, asumiendo hoy el papel de opositor y mañana el de gobernante, como si
se tratara de un simple juego infantil.
Juego, al que por cierto, no dejan entrar a nadie más. No vayan a quedarse sin el placer y el
poder de hacer y deshacer a su antojo.
Los demás, a verlo desde la barrera, desde el grupo mixto
mezclados con etarras, enfermizos nazionalistas catalanes o incorregibles comunistas
ciegos y sordos, desde la cola del INEM o el comedor
de beneficencia, desde la cafetería
del hospital, tiritando de frío por
no haber camas para el acompañante o desde cualquier lejano país al que han tenido que emigrar,como en los años 60, por carecer de futuro en su propia tierra.