miércoles, 21 de mayo de 2025

La mentira más grande jamás contada

 


Como cada Pascua, volví a vivir la pasada Semana Santa, la más importante del año para los creyentes, de la forma tradicional: asistiendo a procesiones, a misa, rezando, reflexionando y viendo las películas de rigor. Como por ejemplo “La historia más grande jamás contada”, que para mi sigue siendo la referencia, por edad y por las veces que la he visto, de la vida de Nuestro Señor Jesucristo.

Y mientras disfrutaba, me emocionaba, lloraba y sufría con el relato de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor, en mi cabeza retronaba de forma insistente un pensamiento: eso fue y será la historia más grande jamás contada, mientras nosotros estamos viviendo justo lo contrario, la mentira más grande jamás contada. ¡Malos tiempos nos ha tocado vivir! Muy malos.

Sí, la mentira más grande de la historia es, sin lugar a duda, la España del demente y corrupto Pedro Sánchez, hijo político (y a todas luces el mejor alumno) del endemoniado Zapatero, el hijo de Satán enviado a la tierra para rematar todo lo bueno e imponer el mal. Repito. El MAL.

Ha habido (y siguen habiendo)  grandes y bien orquestadas mentiras en la historia, de eso no hay duda, pero ni la “Leyenda negra” inventada por ingleses, holandeses y demás herejes enemigos de España, ni las ligas ganadas por el Barça de Negreira, ni la plandemia del COVID gestada y explotada en despachos de Bruselas y de las granes farmacéuticas, ni la propia UE de la bruja von der Leyen y su dictadura antipatriota, ni la inexistente emergencia climática y su maldito Pacto Verde y su Agenda 2030. Nada, chiquilladas, mentirijillas, comparado con el reino del mal que han montado Pedro Sánchez, su pulcra y trabajadora esposa y sus compinches en estos últimos 7 años.

Cortas se quedan películas como “El mayor espectáculo del mundo”, viendo el circo permanente en el que vivimos, por no comparar “El mayor robo del siglo” con el robo masivo y continuado que están llevando a cabo los lacayos, peones y familiares del demente presidente.

Pero volvamos a “La mentira más grande jamás contada”, la de Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Si es que se llama así, porque con este personaje hay que poner en duda todo: su nombre, su hombría, sus estudios, su educación, sus escritos, su moral. Lo único que sabemos seguro es que cuida de su familia.

Si Pedro Sánchez se hubiera retirado 40 días al desierto, y no 5 al cómodo sofá de casa, hubiera caído en todas las tentaciones, aunque en su caso en vez de intentar convertir piedras en panes, lo que hizo es convertir papeletas y rellenar una urna entera en un santiamén. Cayó en la tentación. En la primera.

Tampoco tardó mucho el vivales de Pedro en llamar a sus discípulos, a los que nombró “pescadores de votos y favores” y con los que inició su peregrinaje en busca de gloria y riquezas.

Y en busca de mayor protagonismo, Pedro también obró su milagro, resucitando a un tal José Luis Abalus, que le ayudó fielmente a multiplicar los panes y los peces; los de su familia, compinches y amigos, eso sí. O consiguiendo trabajo para todas las sobrinas, amigas, primas y hermanas de la extensa y sagrada familia.

A Caifás y el Sanedrín ni se enfrentó, despidió a los que pudo y colocó como sumo sacerdote a su amigo Conde Podridus. ¿De quién depende el Sanedrín? Pues eso.

Y con la Cesarina Ursula, ni un problema. Un par de guiños, alguna zalamería y variadas cesiones de intereses nacionales, y todo arreglado. Como amigos.

Y aquí, siguiendo los paralelismos entre la mentira más grande jamás contada y la vida de Nuestro Señor, habría que saltarse un capítulo, el de la entrada en Jerusalén, porque no veo yo una entrada triunfal de Pedro Sánchez a ninguna ciudad, pueblo o aldea de nuestra nación. No hay Jerusalén que le reciba con los brazos abiertos: anda de noche, tapado, protegido y apestado.

Lo que nos queda ahora ya son deseos, pero sin duda se cumplirán. Somos muchos que soñamos, pedimos, exigimos y reclamamos lo mismo.

La traición de Judas está al caer (no será por la falta de potenciales chivatos en su entorno), seguidamente asistiremos gozosos al juicio, la sentencia y el castigo de este maligno ser. Y no habrá intercambio por el Barrabás de turno. Ni habrá crucifixión, no.

Queremos que viva muchos años, exiliado, solo y sin espejos en un islote cualquiera. Perejil, por ejemplo. Y que se consuma poco a poco, para pagar todo el mal que ha hecho a España.

No sería mal final para esta pesadilla que estamos sufriendo.

No sería mal final para esta insufrible película.

No sería mal final para “La mentira más grande jamás contada”