viernes, 17 de enero de 2020

El año de la rata



Leyendo la prensa en el ya tradicional desayuno de todos los viernes (esos huevos fritos con panceta y patatas, junto a la siempre necesaria Mahou), me encuentro con que el sábado que viene se celebra el año nuevo chino y que, vaya sorpresa, entramos en el “Año de la rata”. Como entenderéis, los omnipresentes chinos me lo han puesto a huevo (o a huevos fritos).

Las ratas. Ya sabéis de quién hablo. La rata mayor, las ratas consortes, las ratas pelotas, las ratas amigas, las ratas compradas, las ratas poco “racializadas”, las ratas terroristas, las ratas comparsas, las ratas tontas, las ratas sucias, las ratas sodomitas, las ratas golpistas, las ratas asociadas…, en resumen, las sucias ratas idiotizadas e idiotizantes que han llegado al poder en España y que, salvo que nos movamos deprisa y unidos, acabarán con nuestra nación, nuestra historia, nuestro presente y, lo peor de todo, con el futuro de nuestros descendientes.

Parafraseando lo que cantaba Al Stewart en “The year of the cat”, una nueva versión de esta preciosa y tan recordada canción podría llamarse “The year of the rat”, obviamente con ligeros cambios en su letra, como por ejemplo de 

She comes out of the dark in a silk dress running
Like a watercolor in the rain
Don't bother asking for explanations
She'll just tell you that she came
In the year of the cat”.

a una nueva version “ratizada”.

She comes out of the dark in a dirty dress running
Like a black explosion in the rain
Don't bother asking for explanations
She'll just tell you what to think
In the year of the rat”.

Tengo que admitir que no tengo ni puñetera idea de lo que significan las ratas en la sociedad china (realmente desconozco casi todo de su cultura), pero es innegable que en el mundo occidental la rata simboliza algo malo, sucio, rastrero y epidémico. Consultando el DRAE, el Duden alemán o la Enciclopedia Británica, se ve claramente que todos los idiomas occidentales de raíz griega, latina y germánica tienen su acepción negativa de la palabra “rata”.

En nuestro querido idioma a la persona despreciable se la denomina rata, al igual que a la persona tacaña. Y al ladrón lo llamamos ratero. Por algo será. Por no hablar de la acepción de rata en alemán, “elende Ratte”, usado para definir a una persona asquerosa (widerlich).

Y en España tenemos tal gafe que justamente el año en el que las variopintas ratas han tomado el poder de forma fraudulenta, rebuscada, traidora y maquiavélica, los chinos, esos miles de millones de seres que dentro de pocos decenios dominarán el mundo por completo, celebran la llegada del año de la rata. Ya nos vale. Siempre pillamos.

El sábado que viene nuestra rata mayor, ese falso doctor ególatra que nos desgobierna, sin duda se felicitará a sí mismo, a las suyas y a todos nosotros, sus esclavos súbditos, en el año nuevo chino. Felicitación que por cierto omite por Navidad, por Semana Santa o por el Día de la Hispanidad.

Porque ya sabemos que en este país aún llamado España, los que mandan en estos aciagos días son proclives a felicitar al “pueblo” (será su pueblo, digo yo) por cualquier cosa, memez, celebración extranjera, fiesta budista, ballena rescatada, fiesta china o musulmana, por el día de StarWars, el día transgénero LGTBIJKLMNOPERSZ, o el aniversario de la liberación de los habitantes de Pandora; por cualquier cosa menos por nuestras celebraciones cristianas, hispanas y europeas.

Y solamente estamos a principios de año, en los primeros compases de ese oscuro "plan 2030" que ha puesto en marcha la rata Pedro Sánchez con sus socios, las ratas comunistas, las ratas separatistas y las ratas racistas, gracias al voto de la parte idiotizada y ratizada de nuestra sociedad (gracias a Dios la mayoría de los votos han sido a favor del necesario raticida).

¡Vaya año nos espera! Dios nos coja confesados.


O mejor aún, que nos mande con urgencia (si puede ser por Amazon Prime) al flautista de Hamelín.





P.D. Otra opción sería que volviera la única rata buena que conocemos. Nunca se sabe…



miércoles, 8 de enero de 2020

Año I, día 2.


Para desgracia de todos nosotros el nuevo año, que no la nueva década, no empezó el 1 de enero, como marca el calendario gregoriano por el que aún nos regimos en el mundo occidental, al que visto lo visto le queda menos vida que lágrimas a los neo-comunistas vividores de Podemos. El desgraciado año nuevo empezó ayer, día 2 del nuevo régimen y día 8 del calendario aún vigente. Porque de aquí nada igual se les ocurre adoptar el calendario chino, lo que nos llevaría al 4.717, o peor aún, y más en línea con sus patrocinadores iraníes, al año 1.441 del calendario musulmán. Del calendario hebreo ni hablar, eso lo dejan para los malotes extremistas pro-Israel de VOX.


Porque el falso progresismo de los nuevos aliados del Frente Popular que han tomado la Moncloa al asalto a base de mentiras, triquiñuelas, sobornos turolenses, amistades asesinas y ocultaciones varias (igual que hicieron en 1934), está bastante más cerca del siglo XV que del XXI, por mucho que se les llene la boca de palabras como progreso, libertad, justicia, igualdad y demás gritos infantiles que no llegarían a oír ni su propio eco en el más profundo de todos los valles. Arengas y proclamas al viento que mejor les sienta, el de la demagogia, la mentira, el egoísmo, el revanchismo y el nepotismo.

Hemos pasado varios años insistiendo en la similitud de los dirigentes de Ciudadanos con las veletas, algo innegable por otro lado, pero quizás no hemos insistido lo suficiente en algo mucho peor: la mentira permanente, institucionalizada, aceptada y refrendada por las masas enfervorizadas al grito de “¿Qué hay de lo mío?”, “Muerte el capital” o “Chalés para todos”. Marxismo en su pleno esplendor: mentir, manipular, tergiversar y matar si hiciera falta. Todo vale para llegar al poder. Y así ha sido.

Han mentido desde el primer día, sobre todo el falso doctor, ese ser abominable capaz de mentir varias veces en una misma frase, cambiar totalmente de opinión a la mañana siguiente y coger su avión particular al tercer día, para, bajo secreto de estado, visitar algún exótico destino al dictado de las largas noches de insomnio de Begoño devorando las guías de “Lonely Planet”.

Han manipulado usando para ello tanto los medios de comunicación privados (cautivos y afines), como la televisión pública, que, de ser un referente y un refugio para muchos de los españoles, ha acabado siendo un instrumento más de adoctrinamiento, manipulación y noticias sesgadas. Como una Sexta, una TV3, un Newtral o un “Maldito Bulo”, pero encima pagado con nuestros impuestos. Tanto los impuestos de los 10.920.950 votos representados en los 167 escaños que dieron el SI, como los de la mayoría social, cuyos 11.360.610 votos representados en 165 escaños que votaron NO, han quedado diluidos en un sucio y contaminado mar de acuerdos bajo mano, cesiones de poder, incumplimientos legales y desprecio absoluto a la democracia, la Constitución, la justicia, al propio estado y su máximo representante, su majestad el Rey Felipe VI. Aquí podría parafrasear a la ilustre, culta y elegante diputada de ERC, Montse Bassa, y decir que me importan un comino el Rey y la Constitución, pero no es así.

Han sobornado y tergiversado. No hace falta que entre en detalles. Desde subvencionar a las empresas del único diputado de “Teruel Existe”, por cierto, residente en Valencia, hasta pucherazos en muchas localidades y recuentos poco claros de los resultados electorales.

Y han matado. De forma indirecta, quizás, pero con el mismo grado de maldad y culpabilidad que sus socios terroristas de Bildu. Si los aceptan como socios, aceptan sus pecados. Y sus más de 850 viles asesinatos.

Y así hemos llegado, como tantas otras veces en nuestra historia, a tener que elegir bando. Y volvemos a estar, también como otras tantas veces, sin poder recurrir a una tercera vía que se acerque más a nuestros ideales y que al mismo tiempo tenga alguna posibilidad de triunfo.

En estos momentos no hay tercera vía que valga, salvo que optemos por el suicidio colectivo, la invocación del Apocalipsis o plegarias masivas para que estalle una guerra definitiva entre los EE. UU. e Irán y con ello reviente todo de una santa vez.

O estamos con España y con este sistema democrático que por mucho que nos disguste es lo mejor que podemos soñar en este momento, o estamos contra España, contra la historia, la verdad, la justicia, la igualdad y la decencia.