Leyendo la prensa en el ya tradicional
desayuno de todos los viernes (esos huevos fritos con panceta y patatas,
junto a la siempre necesaria Mahou), me encuentro con que el sábado que viene
se celebra el año nuevo chino y que, vaya sorpresa, entramos en el “Año de la rata”.
Como entenderéis, los omnipresentes chinos me lo han puesto a huevo (o a huevos
fritos).
Las ratas. Ya sabéis de quién
hablo. La rata mayor, las ratas consortes, las ratas pelotas, las ratas amigas,
las ratas compradas, las ratas poco “racializadas”, las ratas terroristas, las
ratas comparsas, las ratas tontas, las ratas sucias, las ratas sodomitas, las
ratas golpistas, las ratas asociadas…, en resumen, las sucias ratas idiotizadas
e idiotizantes que han llegado al poder en España y que, salvo que nos movamos deprisa
y unidos, acabarán con nuestra nación, nuestra historia, nuestro presente y, lo
peor de todo, con el futuro de nuestros descendientes.
Parafraseando lo que cantaba Al
Stewart en “The year of the cat”, una nueva versión de esta
preciosa y tan recordada canción podría llamarse “The year of the rat”, obviamente con ligeros cambios en su letra, como por ejemplo de
“She
comes out of the dark in a silk dress running
Like
a watercolor in the rain
Don't
bother asking for explanations
She'll
just tell you that she came
In
the year of the cat”.
a una nueva version
“ratizada”.
“She
comes out of the dark in a dirty dress running
Like
a black explosion in the rain
Don't
bother asking for explanations
She'll
just tell you what to think
In
the year of the rat”.
Tengo que admitir que no tengo ni
puñetera idea de lo que significan las ratas en la sociedad china (realmente desconozco
casi todo de su cultura), pero es innegable que en el mundo occidental la rata
simboliza algo malo, sucio, rastrero y epidémico. Consultando el DRAE, el Duden
alemán o la Enciclopedia Británica, se ve claramente que todos los idiomas occidentales
de raíz griega, latina y germánica tienen su acepción negativa de la palabra “rata”.
En nuestro querido idioma a la persona
despreciable se la denomina rata, al igual que a la persona tacaña. Y al ladrón
lo llamamos ratero. Por algo será. Por no hablar de la acepción de rata en
alemán, “elende Ratte”, usado para definir a una persona asquerosa (widerlich).
Y en España tenemos tal gafe que justamente
el año en el que las variopintas ratas han tomado el poder de forma
fraudulenta, rebuscada, traidora y maquiavélica, los chinos, esos miles de millones
de seres que dentro de pocos decenios dominarán el mundo por completo, celebran
la llegada del año de la rata. Ya nos vale. Siempre pillamos.
El sábado que viene nuestra rata
mayor, ese falso doctor ególatra que nos desgobierna, sin duda se felicitará a
sí mismo, a las suyas y a todos nosotros, sus esclavos súbditos, en el año nuevo
chino. Felicitación que por cierto omite por Navidad, por Semana Santa o por el
Día de la Hispanidad.
Porque ya sabemos que en este país
aún llamado España, los que mandan en estos aciagos días son proclives a felicitar
al “pueblo” (será su pueblo, digo yo) por cualquier cosa, memez, celebración
extranjera, fiesta budista, ballena rescatada, fiesta china o musulmana, por el
día de StarWars, el día transgénero LGTBIJKLMNOPERSZ, o el aniversario de la
liberación de los habitantes de Pandora; por cualquier cosa menos por nuestras
celebraciones cristianas, hispanas y europeas.
Y solamente estamos a principios
de año, en los primeros compases de ese oscuro "plan 2030" que ha puesto en marcha la
rata Pedro Sánchez con sus socios, las ratas comunistas, las ratas separatistas
y las ratas racistas, gracias al voto de la parte idiotizada y ratizada de
nuestra sociedad (gracias a Dios la mayoría de los votos han sido a favor del necesario
raticida).
¡Vaya año nos espera! Dios nos coja confesados.
O mejor aún, que nos mande con
urgencia (si puede ser por Amazon Prime) al flautista de Hamelín.
P.D. Otra opción sería que
volviera la única rata buena que conocemos. Nunca se sabe…