lunes, 22 de julio de 2013

¿Españoles de mierda?

Poco honorable patria la nuestra en la cual las envidias, los celos, las artimañas, los rencores y los odios tribales son y han sido el motor de la involución de la sociedad, que ha pasado en pocos siglos de ser grande, conquistadora con intención creativa,  colonizadora con un claro y declarado objetivo de unión, evangelizadora con afán de aportar fe, consuelo y alivio y culturizadora con intenciones sumatorias e integradoras, a ser pequeña, ladrona y mezquina.

Y tal como avanza el siglo XXI me da a mí que cada vez será más pequeña, más pícara y menos noble. 

Hasta no ser.

Porque bien sabido es que no todos los habitantes de las provincias vascongadas son asesinos que pistola en ristre rematan por la espalda, o que certificado médico falseado en mano pasean su moribundo cuerpo en fase terminal de bar en bar disfrutando del “carpe diem” en un insulto continuo a todas las víctimas del terrorismo y a España entera;  también es notorio que no todos los andaluces se han beneficiado de EREs fraudulentos ni que se dediquen a vigilar cual perro de presa a sus vecinos para abalanzarse sobre sus predios a las primeras de cambio para arramblar con ellos a precio de saldo, cual subasteros mafiosos tan omnipresentes en nuestra piel de toro. Y tampoco creo que nadie pueda afirmar que todos los habitantes de Huelva, provincia de origen del ínclito tesorero, inversor y alpinista Bárcenas, se dediquen en cuerpo y alma a medrar, invertir lo ajeno, intermediar y cobrar comisiones, o a defender los intereses de regiones remotas, como hizo este bicharraco representando a Cantabria como senador, digo yo que algo lejos esta región de su pueblo natal como para conocer sus  necesidades y poder defender sus intereses con un mínimo de honestidad.

Y, aunque les parezca mentira a algunos separadores que se llenan la boca con la palabra España, personajes con cargos oficiales promocionando en teoría esa “Marca España” que engloba también a mi querida tierra natal Cataluña, resulta que no todos los catalanes son separatistas, ni silban al himno nacional en su tiempo libre, ni plantan banderas estrelladas en los patios de los colegios, ni se benefician de los millones defraudados en el caso Palau o en las concesiones de las iteuves, ni abren la puerta a la invasión islámica en la otrora salvaguarda del mundo occidental llamada Marca Hispánica. 

Vaya diferencia de “Marcas”.

Pero por desgracia en nuestra sociedad, entregada, conformista  y alelada, la tan cacareada y cacareante “minoría ruidosa” acaba siempre imponiéndose a esa “mayoría silenciosa” que calla (luego otorga). Y si encima que padecemos la dictadura de esa minoría ruidosa nacionalista, que controla el poder y los medios en importantes partes de España,  nos crecen los enanos con centralistas que no ven más allá de sus confines mesetarios, mal vamos.

La culpa es compartida. De todos. Y si la mayoría de los españoles optamos por la vida fácil, por cerrar los ojos, por seguir manteniendo a toda esta chusma con nuestros votos y nuestros impuestos, sin pedir un mínimo de decencia a los que nos representan, pues entonces no tenemos el mínimo derecho de quejarnos a estas alturas de que existan separatistas y separadores.

Perfiles ambos que buscan simplemente el enfrentamiento para conseguir sus sucios objetivos.

Incultos, manipuladores y vengativos ambos colectivos,  que  no pretenden otra cosa que su propia notoriedad y su ansiado bienestar a costa del esfuerzo de los demás;  alimentadores de prejuicios, leyendas y mentiras altisonantes lanzadas al aire para en su caída llenar el bolsillo de ruines políticos y cargos nombrados a dedo y poder así seguir pasando los lunes, martes y demás días de la semana  al sol sin hincar los codos y ponerse a trabajar por el bien común.

Eso sí, insultando (a poder ser en la barra del bar de moda ante unas gambas y una cerveza bien fresca), al inocente del barrio, pueblo o región vecinos, sin conocimiento de causa ni razón que lo justifique.

Digo yo que con tantas etiquetas circulando por el ciberespacio cual sentencias dogmáticas,  pero con menor alcance  y vida útil que cualquier mentira piadosa o programa electoral, el único “hashtag” que debería imperar en las redes sociales es el de #AmoaEspañaporquenomegusta.


¿Españoles de mierda?