martes, 4 de julio de 2017

Paletos y cosmopaletos

En el fondo quería escribir un corto relato sobre la muy agradable visita de Alberto y Marta a mi casa durante el pasado fin de semana. Pero visto que casi todo lo que hicimos y vivimos no da para un buen artículo, y más aún si tengo que empezar a ocultar un poco de aquí y un poco de allá para no enseñar todas mis cartas, pues mejor será dejarlo y dedicar estas líneas a hablar de las personas altamente limitadas. ¡Que haberlas, haylas! Y aunque no hable del pequeño Nicolás, de los mocasines sin calcetines, de las camisas a rayas con la vuelta de mangas y cuello en blanco, del himno del PP, de Pepe el parapléjico poli-consumidor, de los ídolos de plata, los judíos destrozados, de la maestría a la guitarra, de lo poco que nos gusta enseñar los tatuajes o del momento clave de nuestras noches en el que toca regalar algo a la persona que tienes a tu lado, seguro que a ambos les hará gracia leer esta pequeña reflexión. Digo yo.


Bien sabemos que los paletos siempre han existido. Y tal como los define el diccionario de la RAE, es decir, alguien “poco educado y de modales y gustos poco refinados”, o “rústico y sin habilidad para desenvolverse en ambientes urbanos”, no hay duda de que todos conocemos a bastantes. Pero a pesar de su falta de educación, modales o cultura, a mí siempre me han inspirado más simpatía, ternura y hasta pena que otra cosa. Nadie tenía (en otras épocas) la culpa de haber nacido en un pueblo, de no haber podido formarse en un buen colegio, de no haber heredado aficiones como la escritura o la lectura o de no haber podido viajar. En otras épocas, digo, ya que hoy en día todo lo anterior me sonaría a burda excusa. En pleno siglo XXI nadie puede ya justificar su ignorancia, su no saber estar, su grosería y su mala educación con dichos argumentos. Cualquier pueblo de nuestra geografía ofrece hoy en día casi las mismas posibilidades que una gran ciudad: la educación es obligatoria y de calidad (bueno, calidad lo que se llama calidad…) , viajar ya no cuesta la herencia del abuelo (se llame Florenci o Fulgencio) y, encima, la digitalización y el abaratamiento de las comunicaciones permiten a cualquier "mindundi" acceder a un mínimo de cultura y conocimiento. Si es que se da cuenta y lo desea, claro está. Porque ahí radica el nuevo y grave problema: hoy en día la mayoría de personas son incapaces de entender o asimilar que son paletos. Se han subido al burro de la “culturilla” televisiva, de las cuatro perogrulladas que les llegan por Whatsapp y de saber recitar las alineaciones del Real Madrid o el Barza sin equivocarse, después de repasar en el bar artículos súper complejos (de 2 inmensos y eternos párrafos) del diario AS o del Sport, para al final de la mañana y después de varios botellines erigirse en personas cultas, preparadas y capaces de contestarte con un “eso ya lo sé” o “nada nuevo para mí” a cualquier pregunta complicada que les plantees. O de atreverse a retarte a una partida de Trivial en la máquina del bar, juego al que a base de borracheras y horas de tedio y soledad le han dado ya 50 veces la vuelta y cuyas respuestas conocen por el color y la posición en la pantalla. ¡Cultura en mayúsculas a 1 euro la partida!

Pues estos nuevos “paletos” son mayoría en nuestra sociedad. Sin duda. Simplemente hay que mirar que programas lideran las audiencias en la televisión, las ventas de los periódicos, la relación de monumentos o museos más visitados del país, las películas que triunfan en el cine o a los partidos políticos a los que votan, para darse cuenta que vivimos en un mundo culturalmente acabado. Listo para ser engullido por cualquier enemigo que se lance sobre los restos de nuestra sociedad. Ya sea el capitalismo salvaje, la dictadura de género LGTBI, el integrismo islámico, el populismo manipulador o la masonería camuflada de democracia y liberalismo en estado puro.

Pero aún hay algo peor. Mucho peor a mi entender. Son los cosmopaletos. Palabra que no acuño yo, sino que ya ha sido usada en bastantes artículos, editoriales y comentarios por personas bastante más preparadas y cultas que yo. Hasta leí una posible definición que encaja como anillo al dedo: “el cosmopaletismo es la tendencia a mostrar un cosmopolitismo forzado que revela precisamente el carácter aldeano que se pretende ocultar”.  Es decir, en vez del cosmopolita de otras épocas, una persona que “se ha movido o se mueve por muchos países y se muestra abierta a sus culturas y costumbres”, tenemos hoy en día al nuevo paleto, al cosmopaleto, que usando expresiones extranjeras y repitiendo sandeces que ha oído, que no escuchado, en televisión, se cree de golpe el rey del mambo, políglota, culto, ciudadano del mundo y poseedor de la verdad absoluta.

Es decir: el Agapito de turno que en vez irse a correr con sus deportivas se va a hacer running con sus sneakers, que celebra Halloween en vez de la festividad de Todos los Santos, que se gasta su semanada en un black, red o blue Friday en vez de esperar a las rebajas de verano del Corte Inglés. Los limitados jóvenes formados por la LOGSE que en vez de ir de una santa vez al psiquiatra acuden a un coach, que prefieren decir que compran productos low-cost cuando lo que les falta es parné para comprar algo de calidad, que ante una party lanzan un crowdfunding en vez de hacer la clásica recolecta entre la peña para montar la fiesta, que en vez de resumirte la reunión te hacen un debriefing, un forward en vez de un reenvío y hablan de tu look desfasado en vez de mirarse en el espejo y darse cuenta de que parecen los payasos de antaño.

Y así podría seguir hasta el infinito. Hasta llegar al punto de decir “This is the end”.  Que en cristiano no significa nada más que nuestro mundo se ha acabado. 
Adiós a nuestra cultura, adiós a los cosmopolitas que aportaban algo, adiós al placer de la lectura, del aprendizaje de idiomas extranjeros, de los viajes, al inmenso beneficio de saber por saber y no para sentirte superior al prójimo, a los modales, a la hospitalidad, a la educación, a la humildad, al saber estar y a la modestia.


Malditos los nuevos paletos, los cosmopaletos y todo el asqueroso e inhumano sistema que los ha engendrado con el único fin de dominarlos a todos.

 ¡Maldito Sauron y malditos los cosmopaletos!