martes, 27 de diciembre de 2005

Navidad en la Zona Alta




Navidad en la Zona Alta
el 27 de Diciembre de 2005 por Ernesto Martí Wetzel

Embutido en un abrigo que me hace parecer un traficante de armas de las ex repúblicas soviéticas salí de casa el día de Navidad para asistir a la tradicional comida en casa de una de mis tías. Mi firme decisión de no usar el coche no se debía a causas ecologistas ni estaba pensando en mi salud, simplemente no quería pasar por la gasolinera y arriesgarme a soportar la devolución de la tarjeta de crédito por falta de saldo a manos de un inmigrante sonriente y estúpido. No hubiese cuadrado con el ambiente navideño de calor familiar y amor que deseaba sentir.
El camino hasta casa de mi tía es bastante corto, por lo que decidí tomármelo con calma y disfrutar observando a la gente por la calle. El día de Navidad es una buena ocasión para ver el teatro de la vida en su máxima expresión: la mayoría de personas se convierten en intérpretes de diferentes papeles, uno se convierte en el yerno educado y simpático, otro en el hijo pródigo que vuelve a casa por Navidad, aquel en católico practicante de una misa al año no hace daño y aquellos otros en el paradigma de la familia feliz de los juegos reunidos Geyper.
Con la ventaja de que, a diferencia del resto de España, en Cataluña sí que se edita la prensa el día de Navidad, compré los diarios de referencia, es decir, La Razón y el Mundo, e hice la primera parada en el único bar que es una garantía, que jamás ha cerrado el día de Navidad, Barbero. Y como no, el local estaba abierto, Primitivo preparando cafés y alguna familia haciendo tiempo antes de subir a la casa del padre, suegro o hermano. Poca gente leyendo lo que nosotros llamamos prensa, solamente algún que otro “Periódico de Cataluña” que describe bastante bien los cambios que ha sufrido nuestra sociedad y el nivel cultural que se respira en la Zona Alta. A pesar de la festividad del día y de los sentimientos de amor y fraternidad que iba a sentir dentro de poco pensé:”O son tontos o son rojos, pero de los míos no son”. Seguramente eran ambas cosas….
Después de un rápido desayuno y unas ojeadas a la prensa seguí mi camino bajando por una extraña calle Ganduxer vacía de coches de lujo, madres prepotentes y niños malcriados a las puertas de los colegios luciendo “mini -barbours” y móviles de última generación, a una edad en la que yo aún tenía que recurrir a la sisa en la compra del pan para poder permitirme algún capricho. Según la Real Academia de la Lengua la sisa es la parte que se defrauda o se hurta, especialmente en la compra diaria de comestibles y otras cosas, y según mi experiencia personal siempre ha sido algo muy común ya que tanto mi padre como mis abuelos, tías y demás usaban esta expresión con bastante frecuencia. Igual solamente era común en mi familia.., no lo sé.
Justo después de cruzar la Vía Augusta me encontré de bruces con una carruaje tirado por dos pencos, caballos flacos según la RAE, y guiados por un señor entrado en años vestido de paje. La parte trasera de la carroza estaba abierta, y un Papa Noel (¿quién es papa Noel?) se esforzaba en tirar caramelos a 6 o 7 niños que se arremolinaban en la acera entre los abrigos de visón y astracán de sus respectivas madres y abuelas. Tuve el pensamiento de preguntarles a las señoras que quién era el personaje de los caramelos, indagar sobre los libros del Evangelio que lo citaban, pero por el bien de los niños y la felicidad del momento seguí mi camino.
Ya era casi la una y media.., y pensando en las prisas que suele tener mi padre fui tirando directamente a casa de mi tía, a sabiendas de que por mucho que nos adelantáramos la comida no empezaría hasta las 3. La calle seguía extrañamente vacía y el frío envolvía el silencio de la mañana de Navidad .
Girando hacia Escuelas Pías y a escasos metros de mí destino, en un semáforo desactivado por falta de usuarios, estaba el clásico buscador de compasión Navideña vendiendo calendarios del próximo año. Pobre hombre, pensé, yo me quejo, pero es que lo suyo ya es demencial, repartiendo tarjetas en un semáforo desactivado. Que triste es la vida. Más triste fue que ni me digné en comprarle un calendario. Intentaré hacer algo bueno estos días … para compensar.
Sin más anécdotas subí a casa de mi tía, que como era de esperar estaba decorada con mucho estilo. La suerte de disponer de tiempo y medios económicos te permite estas cosas, un belén tradicional precioso, según ellos montado a mano, velas decorativas, un árbol de navidad natural sin colores chillones ni cableado de bombillas de colores de tienda china, una mesa baja de 3 x 3 metros preparada para el aperitivo y la mesa de Navidad puesta con máxima corrección y mejores galas, en resumen, una casa que rebosaba Navidad por los cuatros costados, por lo menos en la parte estética. Igual mi complejo de superioridad me hace considerar a mis familiares unos ricos tontos y superficiales, pero creo que poco a poco me tendré que ir bajando del burro, visto como estaba preparado todo y que encima al lado del televisor “apagado” había una ejemplar de La Razón.
Mis primos estaban durmiendo, mis tías hablando y mi padre adelantando parte de la comida aduciendo no haber desayunado. En su caso me lo creo, siendo conocedor de sus vicios, su falta de horarios y su situación económica bien puede ser que no hubiera comido nada.
Después del buen aperitivo “gentileza” de Semon, la comida transcurrió siguiendo a pie juntillas el rito de cada año: escudella, carn d’olla , pausa para el primer cigarrillo, capón, segundo cigarrillo, fruta, turrones, cava, neules, llamada a los familiares que no han asistido, y la fase FAQs, es decir, las preguntas y respuestas más comunes que se dan en las comidas de Navidad. Pero, sorpresa, hubo más, hubo conversaciones de más de 1 minuto, tuvimos tiempo para la nostalgia y los recuerdos, y se creó un ambiente familiar que hacía tiempo que no vivía. Algo es algo. Me imagino que será debido a la edad, todos vamos madurando, para llamarlo de alguna forma, y el sentimiento general de soledad y de aburrimiento abre paso en estos días a las ganas de comunicarte, de compartir sueños y deseos, aunque sea por un espacio de tiempo breve. Igual se deba a que la lectura de ese diario que vi al entrar esté cambiando a personas de las que dudaba hasta ahora. Qui lo sa.
Acabada la comida, serían las 6 de la tarde, emprendí el camino a casa, con la idea clara de retirarme a mi piso a disfrutar de un poco de música y relajación, pero hete aquí que en el bar el Yate, nido de personas mayores, muy mayores, y de camareros de pajarilla y servilleta blanca al brazo, divisé a través de las ventanas ahumadas por el tabaco a 2 amigos míos, a los que no tardé en convencer ni 1 minuto en salir del local y tomar unas cervezas en el bar de enfrente, bastante similar en cuanto a la dejadez y antigüedad, pero poblado por extrañas criaturas de la noche y mas cercanos en edad a nosotros. Lo de llamarlo un bar es un decir, yo mas bien lo definiría como un mini hospital psiquiátrico de 20 metros cuadrados, pero esto no impidió que cayeran unas cuantas cervezas, algún que otro chiste oportuno y disfrutáramos un rato viendo la película Los niños del Coro. Justo antes de recurrir a mi ya tan sobado chiste de “Que vengan los psiquiatras a mil” (sigo creyendo que un servicio de urgencias mentales a domicilio podría ser una buena inversión) recibí una llamada de otro grupo de amigos que estaban en el Barbero.., en el mismo punto donde había iniciado mi celebración Navideña. Mi decisión de acudir a ese bar acompañado ya de 4 amigos (como unen la cerveza y los canutos) fue acertada al cien por cien. El recibimiento fue agradable, las chicas preciosas y españolas, las copas fueron cayendo una tras otra, la música que sonaba era española, acabamos cantando brazo en alto canciones de Estirpe Imperial y entre todos consiguieron que me sintiera muy a gusto. Unas horas antes no hubiera dado ni un duro por esta Navidad, y, mira tú, fui feliz, canté, bailé y me acosté (bastante tarde, por cierto) con una sonrisa en los labios y sin haber perdido ni los dientes ni la compostura .
Las horas que separan el cierre del Barbero del final de la noche desparecen en una nube de humo, risas, alegría, bailes y bolsos robados, pero, sobre todo, en un sentimiento: existe una Navidad de amor al prójimo, de cariño, de dar y recibir inyecciones de amistad y buenos sentimientos.
Ha sido la primera Navidad que recuerde en la que ni he recibido ni he hecho ningún regalo que haya tenido que pagar, en cambio he recibido (y espero haber dado) esos regalos que necesita el corazón para seguir latiendo. Primero fue en la comida de nuestra tertulia, el Iuris, y luego la Navidad que acabo de relatar. Muchas gracias y Feliz Navidad a todos!!!









lunes, 19 de diciembre de 2005


Juan Ignacio González: hace ya 25 años
Por Ernesto Milá, 17 de Diciembre 2005

Redacción.- El 12 de diciembre de 2005 tendrá lugar el XXVº Aniversario del asesinato de nuestro amigo y camarada Juan Ignacio Rodríguez González. Los que fuimos sus compañeros de lucha y los que lo tuvimos como jefe político, no podemos pasar por alto esta fecha que permanece, a un cuarto de siglo vista, presente de manera indeleble en nuestros corazones.Aquellos años en los que teníamos un ideal para vivir…Juan Ignacio emergió como militante político en los últimos años del franquismo y principios de la transición. No procedía de nuestro ambiente, sino que militó durante un tiempo en la izquierda comunista. El proceso de transformación de sus ideas políticas tuvo lugar durante la transición, tras la muerte de Franco. Juan Ignacio ingresó en Fuerza Nueva en donde pronto se convirtió en uno de los líderes de la organización. Fundó la “Sección C”, verdadero servicio de orden del partido, cuyos distintivos eran diferentes a los del resto de la organización: camisa gris y boina negra. En aquel período se curtió en numerosas luchas callejeras contra la extrema-izquierda, permanentemente adicta al ideal estalinista y a la intolerancia que siempre ha practicado contra sus adversarios políticos. Mal asunto para la extrema-izquierda, porque permanentemente fue batida sobre el terreno y puesta en fuga, incluso en situaciones de superioridad absoluta. En todas estas acciones de autodefensa, Juan Ignacio nunca dio un paso atrás y su personalidad y empuje hicieron que siempre, incluso los “primerizos” y menos lanzados, le siguieran hasta en las circunstancias más desfavorables.En los años 77-80, buena parte de la juventud española optó por militar en formaciones patrióticas y antiestalinistas. Para todos los que, en aquel momento, optaron por esta opción, Juan Ignacio se convirtió pronto en un referente político. Especialmente, a partir del despegue de Fuerza Nueva, durante el verano de 1977. Lamentablemente, el partido cometió suficientes errores políticos y de conducción, que todo el formidable potencial de energías patrióticas que logró movilizar Blas Piñar, quedó dilapidado a la vuelta de pocos años. En 1977, cuando nosotros mismos militábamos en la Delegación catalana de Fuerza Nueva, percibimos el problema interior del partido: un excesivo escoramiento hacia el nacional-catolicismo que no iba a ser entendido por el pueblo español, además de unas formas paramilitares (inadecuadas en una democracia formal como la que se inauguraba en aquellos momentos en España) y unas referencias constantes al franquismo, entonces en pleno desmantelamiento, que hacían mirar atrás más que hacia el futuro. Tras nuestra expulsión del partido, Fuerza Joven de Catalunya se desvinculó del mismo, creándose el Frente Nacional de la Juventud. En Madrid, ocurrió un proceso similar, quizás sólo diferente en los elementos detonantes de la crisis y apenas un año después.En 1978, 300 militantes de Fuerza Joven de Madrid y de la Sección C, se dan de baja de Fuerza Nueva y fundan el Frente de la Juventud. La dirección del partido, mal aconsejada, había juzgado conveniente comprar un palacete como sede central. El edificio era desproporcionado para un partido como Fuerza Nueva que, en aquel momento, tenía solamente un diputado. Juan Ignacio y el Secretario General de Fuerza Nueva, José de las Heras Hurtado, habían aconsejado que, en lugar de esa faraónica sede, el partido comprara locales en los barrios en donde tenía más implantación, a fin de reforzar las secciones locales. Así mismo, existía un proyecto de editar un diario del partido. Todas estas iniciativas quedaron desactivadas en cuanto se compró el palacete en cuestión. La polémica no estaba exento de un trasfondo estratégico: se trataba de potenciar una “dirección fuerte” o bien unas “delegaciones fuertes”. Para Juan Ignacio y para Pepe de las Heras, esta segunda opción respondía mucho mejor a la situación del partido y aseguraba su crecimiento en las bases. Para el entorno de Blas Piñar, era mucho más importante priorizar una sede central para reforzar el peso de esa misma dirección. A 28 años vista de aquella polémica, no tenemos más remedio que recordar la lucidez de Juan Ignacio y de Pepe de las Heras. Sin embargo, la discusión (que, en el fondo, era estratégica) generó una primera fisura interior en el partido, especialmente en la Delegación de Madrid que, finalmente, seis meses después, desembocó en la ruptura de 300 militantes madrileños y la Delegación vallisoletana. Así nació el Frente de la Juventud.Era evidente que entre el FNJ barcelonés (que había logrado extenderse a Gerona, Zaragoza, Navarra, Asturias, etc.) y el FJ, necesariamente debía de operarse una aproximación. Ésta fue imposible mientras el FNJ estuvo dirigido por Ramón Graells Bofill que no estaba dispuesto a integrarse en una dirección en la que, sin duda, ocuparía un lugar secundario. Tras la ruptura del FNJ, el sector mayoritario (y todas las delegaciones) esta organización se integró en el FJ a principio de 1979 y, como tal, participamos en el Primer Congreso del Partido ese mismo año. De ese congreso, surgió una nueva dirección en la que Juan Ignacio Rodríguez ocupaba el cargo de Secretario General, José de las Heras fue elegido presidente del partido y nosotros mismos ocupamos el cargo de Secretario Político. En aquel momento, el Frente de la Juventud era el grupo patriótico extraparlamentario más potente. Con buenas relaciones de amistad y camaradería con la Primera Línea de Falange y dotado de una dirección con amplia experiencia política y militante. De hecho, la riqueza del FJ eran sus militantes, siempre dispuestos a cualquier sacrificio y a la aventura más arriesgada para tirar adelante la organización. La edad media no superaba los 25 años y buena parte de la militancia estaba formada por chicas. No vamos a mitificar aquella época: se cometieron errores, tanto de dirección como de táctica; en nuestro descargo podemos decir que todos, incluidos los dirigentes del FJ éramos excesivamente jóvenes, carecíamos de suficiente experiencia política y, por lo demás, procedíamos de una organización en la que no existía ni formación política, ni técnica de la militancia. Así pues, debíamos de partir casi necesariamente de cero.Eran los tiempos en los que la “euroderecha” concentraba al MSI, al PFN francés y a FN. A medida que el FJ fue avanzando en su trayectoria resultaba evidente que la organización tenía un techo limitado en tanto que “organización juvenil”. Fue entonces (hacia finales de 1980) cuando concebimos la posibilidad de transformar al FJ en un partido. A partir de entonces, hubiera sido posible converger en un “Frente Nacional” con la organización de la que habíamos salido y con los falangistas de la Primera Línea.El asesinato de Juan Ignacio y su contexto históricoDesgraciadamente, ya no hubo tiempo para nada más. La primera delegación del FJ desarticulada fue la barcelonesa. Resultaron detenidos una veintena de militantes y nosotros mismos tuvimos que partir para un largo y azaroso exilio. De todas formas, dado que los delitos de los que se nos acusaba –manifestación ilegal- no eran objeto de persecución en otros países y, por tanto, no había riesgo de extradición, seguimos viajando por todo el mundo, teniendo como base París, con nuestro propio pasaporte. Sin embargo, el 17 de noviembre de 1980, determinado servicio de seguridad español hizo llegar unos informes intoxicadores a la policía francesa en la que nos acusaba de haber cometido atentados criminales en Francia. Dichos informes, completamente falsos, no fueron tomados en serio por los servicios de seguridad franceses, pero si llegaron al Partido Comunista de Francia, el cual, a través de su ominoso diario “L’Humanité”, compendio de falsedades, infamias y mentira, aireó que nos encontrábamos viviendo en París y que habíamos cometido atentados en Francia. A raíz de este episodio, vimos nuestra libertad reducida en el vecino país, debimos entrar en la clandestinidad más rigurosa y abandonar Francia durante una temporada, alejándonos del teatro español. Menos de un mes después, ya fuera de Francia, nos llegaba la noticia del asesinato de Juan Ignacio y poco después la detención de José de las Heras y de una treintena de militantes del Frente de la Juventud. Esa operación liquidó completamente en pocas semanas, a lo esencial de la organización, que afrontó los graves sucesos del 23-F con la totalidad de sus cuadros en la cárcel o en el exilio.Quedan, por supuesto, muchas cosas por decir y buena parte de ellas, no nos corresponde a nosotros, sino a quien las vivió más de cerca. Está claro que, han pasado 25 años, un cuarto de siglo y que no todos los protagonistas de aquellos sucesos, están dispuestos hoy a hablar públicamente, ni siquiera, en algunos casos, a reconocer que militaron en su juventud en una organización “políticamente incorrecta”. Mensaje enviado para el que lo tiene que recoger. El asesinato de Juan Ignacio no fue un incidente aislado o una casualidad: sino que hay que inscribirlo dentro de la oleada represiva que sufrió el FJ en apenas unas semanas. Para los que estábamos militando en aquella época, era evidente que el FJ era vulnerable y que podía haber sido desarticulado un año y medio o dos antes, sin embargo lo fue en un momento muy concreto de la historia de España. Algunos fuimos afortunados: pudimos regresar del exilio y ser exonerados de todas las acusaciones que pesaban sobre nosotros; otros debieron prolongar durante más años su exilio o los años de cárcel y, finalmente, Juan Ignacio, resultó asesinado.En estos párrafos, hemos sintetizado el marco histórico-político en el que tuvo lugar el asesinato de Juan Ignacio. Insistimos: no nos corresponde a nosotros, decir lo que queda por decir. A quien le resta hablar, apelaremos a dos valores: el honor y la lealtad. El honor consiste en hacer aquello que estamos obligados a hacer por nuestra condición o situación; la lealtad es el mantenimiento de lo que se ha asumido. Sinceramente, creo que Juan Ignacio se merece algo más que el silencio vergonzante.Mi visión personal de Juan IgnacioLa primera vez que conocí a Juan Ignacio fue durante un mitin de Blas Piñar en el Palacio de los Deportes de Barcelona. Coincidió con el “Día de Andalucía” y los grupos de la izquierda radical intentaron aproximarse al lugar del mitin. Nosotros respondimos abriendo los maleteros de los coches y distribuyendo los cócteles molotov y las barras de hierro; por su parte, Juan Ignacio y la Sección C, respondió de la misma manera. Miré a ver quien dirigía el grupo y entonces me lo presentaron. Inmediatamente nos pusimos de acuerdo: unos defenderían el acceso al Palacio de los Deportes por la calle Lérida y otros se adelantarían hasta percibir el riesgo de la manifestación izquierdista. En aquellos momentos de tensión (en el interior del local unas 5000 personas escuchaban a los oradores) todos respondimos como se esperaba de militantes políticos. La exaltación del combate, la seguridad en nuestra propia gente, el saber que no íbamos a dar un paso atrás, la sonrisa en los labios, crearon en nosotros una sensación de hermandad. En los años siguientes, tuvimos ocasión de reforzar ese criterio.De hecho, solamente he considerado dos jefes políticos dignos de tal nombre, en mi vida de militante político. Uno de ellos era Juan Ignacio. Tenía una intuición extrema, sabía mantener la discreción de aquello que debía permanecer al abrigo de curiosos, era un líder con energía suficiente como para sacar lo mejor de sus camaradas, su carácter era amable, fraterno, entrañable para sus camaradas; se advertían estos valores desde que se estrechaba su mano: la extendía siempre y la apretaba transmitiendo su vigor, acompañaba ese gesto adelantando la otra mano y chocándola con el otro brazo del interlocutor, aumentando la sensación de camaradería. Era un militante valiente en la acción, consciente de los riesgos y de hasta donde podía llegarse, nunca sometió a la militancia a situaciones en las que no estuviera seguro de que íbamos a salir airosos. Era un buen táctico y su perspicacia política le hacía intuir por donde podían venir los riesgos y cómo protegerse de ellos. En una organización militante como el FJ, lo más importante eran las relaciones humanas. Juan Ignacio, en esto era el perfecto militante, animaba las veladas en los bares hasta altas horas de la noche, después de largas pegadas de carteles; todos siempre encontrábamos en sus palabras algún motivo para animarnos; las carcajadas, francas y rotundas, en torno a interminables jarras de cerveza, hicieron que la amistad y la camaradería fueran en el FJ el cimiento que garantizara la cohesión vincular de la organización.Lamenté mucho el asesinato de Juan Ignacio. Sobre todo lamenté no poder estar cerca de mis camaradas, cuando me llegó la noticia de su asesinato, encontrándome alejado a 6.000 km de la patria. Desde no importa dónde, llamé a la sede de Madrid, me contestó Beatriz, confirmándome la tragedia. No era la primera vez que me habían comunicado el asesinato de un amigo y camarada, pero puedo juraros que experimenté una sensación de rabia como nunca antes había sentido.En el XXVº Aniversario del asesinato de Juan IgnacioUna de las pocas alegrías políticas que he recibido estos últimos años, ha sido la noticia de la constitución de la Comisión de Homenaje en el XXV Aniversario del Asesinato de Juan Ignacio. Algunos no nos avergonzamos de lo que dejamos atrás. Hemos, indudablemente, evolucionado políticamente. Muchos, lamentamos algunos de los episodios que vivimos en el pasado y, simplemente, lo único que podemos decir como justificación es: “éramos jóvenes, demasiado jóvenes”. Pero lo hecho, hecho está y ni vamos a silenciarlo, ni vamos a ocultarlo, ni vamos a negarlo. Fuimos militantes del Frente de la Juventud hace 25 años. Algunos evolucionamos hacia otras posiciones. Evolucionamos, no traicionamos.Creo que en este XXVº Aniversario sería preciso no perder la perspectiva de lo que se pretende: en lo personal, yo recuerdo a Juan Ignacio con mucha frecuencia. Creo que con él presente, la evolución de nuestro ambiente político hubiera sido distinta y creo que pertenecía a una raza de líderes y militantes, desgraciadamente hoy ausente. No sé si hubiera evolucionado hacia las posiciones de “autonomía histórica” que hoy sostenemos algunos exmilitantes del FJ. Lo que sí sé es que Juan Ignacio hubiera seguido siendo nuestro entrañable amigo y camarada.Y esto es lo que no podemos olvidar: que su asesinato sigue impune. Veinticinco años son muchos años para la impunidad. Este aniversario debería de servir para que los que fuimos sus camaradas entregáramos al Ministerio de Justicia y al Ministerio del Interior, dos peticiones para la reapertura de las investigaciones y, sobre todo, una explicación de por qué éste sigue siendo EL ÚNICO CRIMEN POLÍTICO IMPUNE DE TODA LA TRANSICIÓN.Yo quiero saber quién asesinó a Juan Ignacio Rodríguez González. Quiero saber por qué fue asesinado. Y no me importa en absoluto tener que dar el paso al frente. Así que pido a otros camaradas que deberían darlo también, seguramente antes que yo, para que recuerden los valores de honor y lealtad que un día hicimos nuestros y que todavía hoy, probablemente, nos mantienen en pie en un mundo que no es como el que ni nosotros ni Juan Ignacio quisiéramos. Insisto, creo que Juan Ignacio se lo merecía y que los aniversarios deben servir, además de para reunir a sus antiguos camaradas, para EXIGIR la reapertura de la investigación hasta dar con quienes ordenaron el asesinato. Este crimen no puede permanecer impune por más tiempo.

lunes, 12 de diciembre de 2005


La Navidad, contaminada
Víctima del consumismo, por Benedicto XVI

Palabras que dirigió el Papa Benedicto XVI, ayer domingo 11 de Diciembre de 2005, al rezar la oración mariana del Ángelus desde la ventana de su estudio que mira a la Plaza de San Pedro de Roma.

Queridos hermanos y hermanas: Después de haber celebrado la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, entramos en estos días en el clima sugerente de la preparación próxima a la santa Navidad.
En la actual sociedad de consumo, este período sufre por desgracia una especie de “contaminación” comercial, que corre el riesgo de alterar su auténtico espíritu, caracterizado por el recogimiento, la sobriedad, una alegría que no es exterior, sino íntima.Por tanto, es providencial que, como una puerta de entrada en la Navidad, exista la fiesta de la Madre de Jesús, quien mejor que nadie puede guiarnos a conocer, amar, adorar al Hijo de Dios hecho hombre.
Dejemos, por tanto, que sea ella quien nos acompañe; que sus sentimientos nos animen a predisponernos con sinceridad de corazón y apertura de espíritu a reconocer en el Niño de Belén al Hijo de Dios, venido a la tierra por nuestra redención.
Caminemos junto a ella con la oración y acojamos la repetida invitación que nos dirige la Liturgia de Adviento a permanecer en espera, una espera vigilante y gozosa, pues el Señor no tardará: viene a liberar a su pueblo del pecado.En muchas familias, continuando una bella y consolidada tradición, inmediatamente después de la fiesta de la Inmaculada, se empieza a preparar el belén, como si se quisiese revivir junto a María estos días plenos de trepidación que precedieron al nacimiento de Jesús.Hacer el belén en casa puede ser una forma sencilla pero eficaz de presentar la fe y transmitirla a los propios hijos. El pesebre nos ayuda a contemplar el misterio del amor de Dios que se ha revelado en la pobreza y en la sencillez de la gruta de Belén.
San Francisco de Asís quedó tan sobrecogido por el misterio de la Encarnación que quiso volver a presentarlo en Greccio con el pesebre viviente, convirtiéndose de este modo en el iniciador de una larga tradición popular que todavía conserva hoy su valor para la evangelización. El belén nos puede ayudar, de hecho, a comprender el secreto de la verdadera Navidad, porque habla de la humildad y de la bondad misericordiosa de Cristo, que “siendo rico, por vosotros se hizo pobre” (2 Corintios 8, 9).Su pobreza enriquece a quien la abraza y la Navidad trae alegría y paz a quienes, como los pastores, acogen en Belén las palabras del ángel: “Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lucas 2, 12). Sigue siendo el signo también para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI.
No hay otra Navidad. Como hacía el querido Juan Pablo II, dentro de unos momentos yo también bendeciré las imágenes del Niño Jesús que los niños de Roma colocarán en el belén de sus casas.Con este gesto, quiero invocar la ayuda del Señor para que todas las familias cristianas se preparen para celebrar con fe las próximas fiestas navideñas. Que María nos ayude a entrar en el auténtico espíritu de la Navidad.— Ciudad del Vaticano

viernes, 2 de diciembre de 2005

La cuestión de Franco
Pío Moa en Libertad Digital – 2 de Diciembre de 2005




La cuestión de Franco es, en realidad, la cuestión de la democracia y sus posibilidades en España. De ahí su importancia y actualidad Se preguntan muchos por qué de pronto ha vuelto a hablarse y discutirse tanto de Franco y el franquismo. Hay muchas razones, pero la principal de ellas es que, por efecto de la alianza entre socialistas, separatistas y terroristas, ha entrado en crisis la democracia española, lo cual devuelve a ésta, inevitablemente, a sus orígenes. La cuestión de Franco es, en realidad, la cuestión de la democracia y sus posibilidades en España. De ahí su importancia y actualidad. Esta cuestión clave encierra a su vez una serie de problemas parciales: - ¿Causó la guerra civil la destrucción de la democracia, o fue la destrucción de la democracia la que causó la guerra? También puede plantearse de otro modo: ¿derrotó Franco a la democracia o derrotó a la revolución? - El régimen franquista, ¿duró tanto porque sometía mediante un terror brutal a la población, o porque la mayoría de la población no se sentía incómoda con él? - Si en la cuestión anterior la segunda opción fuera la correcta –como parecerá lo más probable a cuantos conserven un poco de memoria – ¿se debía esa actitud de la gente a una vocación o carácter servil de los españoles, o a otras causas? Si a otras causas, ¿podrían considerarse entre ellas la experiencia de la república y el Frente Popular, así como las alternativas posibles al franquismo durante los famosos cuarenta años? - Dicho de otro modo: ¿representó la oposición al franquismo una alternativa real a la dictadura, o una salida previsiblemente desastrosa? - ¿Puede considerarse al franquismo un régimen monolítico y rígido, inmune al cambio, o bien cabe distinguir en él una evolución y tendencias internas divergentes? - La democracia actual, ¿entronca con el franquismo o con la república? Lo cual también puede plantearse de otra forma: ¿debemos nuestra democracia fundamentalmente a un franquismo reformista o a la oposición antifranquista? Hay otros problemas de carácter histórico-ideológico, pero éstos me parecen los más cruciales, y de la respuesta que se les dé dependerá mucho, quizá el destino de nuestras libertades. Una respuesta acorde con la experiencia histórica puede acabar de asentar el proceso vivido en estos treinta años, mientras que una respuesta ajena a la realidad histórica, aun si parece coherente con diversos prejuicios ideológicos, puede retrotraernos a una España epiléptica y balcanizante. Se comprende así el calibre y la actualidad de la cuestión de Franco. En un foro de Internet he leído este juicio: “Fíjense en quiénes son los antifranquistas más feroces al día de hoy: los terroristas de ETA; los separatistas de Ibarreche, Arzallus, Carod, Maragall o Pujol; los dirigentes del PSOE, nunca regenerados de su enorme corrupción; numerosos estalinistas o ex estalinistas mal reciclados. Esos pretenden una Segunda Transición: ¿qué puede salir de ella?”. Vale la pena pensarlo.