lunes, 6 de mayo de 2024

La nostra Catalunya

 

Don Justo Conde Esteve

En la foto, Don Justo Conde,  autor de los diseños de los trofeos por encargo del Sr. Meler.


Mi infancia son recuerdos de mi querida Barcelona,

y un barrio libre a pies del Tibidabo;

mi juventud, cincuenta años en tierras catalanas”.

 

Ante las próximas elecciones del 12 de mayo en Cataluña, tenía que escribir algo. Y hasta me he permitido parafrasear a don Antonio Machado, nuestro gran poeta sevillano, al que el infame, corrupto y demente Pedro Sánchez hizo nacer en Soria, en una más de sus carencias culturales. Por no hablar de las (carencias) éticas y morales.

Como bien sabrán la mayoría de mis lectores, el torneo de fútbol “Nostra Catalunya” se celebró entre los años 1974 y 1990 en el estadio de Sarriá, organizado por el Real Club Deportivo Español. Hablamos de una época en la que el RCD Español era la principal, que no única, resistencia al pensamiento único y sucio, al naZionalismo y al separatismo fomentado por la corrupta burguesía catalana, y cuya principal bandera de enganche era el FC Barcelona, un club racista y clasista fundado por un suizo y mantenido y premiado a base de chantajes, corruptelas y engaños durante toda su negra historia. Y para luchar contra esa dictadura nazionalculerda, se organizaba este entrañable torneo, en el que se daba relevancia y presencia a otros equipos catalanes, como el Gimnàstic de Tarragona, Girona FC, UE Lleida, la UE Sant Andreu o el CE L’Hospitalet.

Eran tiempos en los que el himno del RCD Español era bilingüe, en el que ser catalán no significaba dejar de ser español, en el que la libertad y la tolerancia se respiraban solamente por encima de la Diagonal, mientras que en la parte oscura de Barcelona, maquinaba el rancio separatismo en busca de prebendas y beneficios para las cuatro familias adineradas de siempre, las mismas que bajo Franco se alinearon con el régimen. Siempre buscando el beneficio de unos pocos a costa de la pasividad y la ignorancia de muchos. Lo que viene a ser el nacionalismo.

Pero, quién lo iba a decir, cuarenta años después, la sociedad catalana, tan española como la de cualquier otra región del Reino de España, se ha quitado de encima esa losa que significa el nazionalismo excluyente, y se ha lanzado a las calles con valor y alegría, a luchar por lo que es de todos, a recuperar esa Cataluña que nos han querido robar pero que jamás doblegarán.

Y viendo la campaña electoral de VOX, la emoción que me embarga es mayúscula. No por ser las siglas de un partido, que como bien sabemos todos suelen ser algo temporal, como sucedió con Ciudadanos, sino por la ilusión que desprenden sus protagonistas, por la realidad y la verdad de su discurso, por su lucha incansable contra la degradación de esta parte de nuestra patria tan bella pero tan manipulada por sucios intereses nacionalistas. Tan sucios que prefieren una Cataluña en manos de islamistas violentos, de violadores y ladrones, antes que abandonar su demencia separatista, recuperar el “seny” y volver a ser esa preciosa parte de España.

Pero nuestra Cataluña, la nostra Catalunya, está resurgiendo cual flor en primavera, gracias al empeño y la lucha sin cuartel de muchas personas, mayores y jóvenes, que no aceptan ni aceptarán jamás la rendición ante el poder oscuro del sucio naZionalismo. Me enorgullece sobremanera ver a tantos amigos de infancia y de juventud alzando la bandera de la libertad y la igualdad, como si fuera el año 1980. Y ahí siguen, impasibles, inquebrantables, leales, apoyados por esa juventud catalana que no ha sucumbido a las barbaridades y mentiras vertidas durante tantos años por intoxicadores, por racistas, por corruptos y por terroristas.

Quien de nosotros, los “exiliados” por una razón u otra, no echa de menos las excursiones a Poblet o al Montseny, comer en Santa Fé o en “Los Patos” en Viladrau, subir a Calella a disfrutar de las habaneras, pasear por las Ramblas, bajar, sin miedo a ser atracado, a la granja de Chiquillo, jugar en el Turó Park, subir al Merbeyé, parar en Barbero o en el Mandri, disfrutar de unas mixtas en el Tomás de Sarriá, tomar una jarra de litro en el Pippermint, o simplemente subir por la Diagonal hasta la Rosaleda disfrutando de un soleado día primaveral. Por no hablar de visitar a una de mis tías, ya sea en la calle Escuelas Pías, en Doctor Ferrán o en Vilafortuny.

Comprar en el mercado de Galvany, ir a misa de Gallo en la iglesia “Redonda”, comer un arroz en la Barceloneta, pasar la tarde en el Víctor con los camaradas, tomar unas cañas en el Vaso de Oro, ir al Juan Sebastián Bar, jugar a billar en el bar Velódromo, cantar canciones en el Cau, asistir a una capea en Tortosa, comer calçots en Valls, ir a cazar y comprar aceite en Lérida… una lista interminable de recuerdos de infancia, de juventud, de toda una vida alegre y dichosa en una región tan amada como es Cataluña.

Mi tierra, nuestra tierra, vilipendiada, utilizada y destrozada en los últimos cuarenta años por aquellos que se arrogan un catalanidad pura, racial, excluyente y por ende sucia y maligna.

No, señores, esa no es “la nostra Catalunya”.

La Cataluña que vamos a recuperar es todo lo anterior, todo lo que llevamos dentro, es nuestro pasado y será, sin duda, nuestro futuro.

Y ese futuro pasa por votar en conciencia. No hace falta ni que diga a quien.