martes, 15 de noviembre de 2022

Lugares comunes



 

Todos conocemos la expresión “Déjà vu” (“ya visto”, en francés), que hace referencia a esa extraña sensación de haber visto, vivido, oído o sentido algo con anterioridad. Se trata de un fenómeno no demostrable, sobre el que se ha teorizado mucho desde el siglo XIX, pero del que no existen pruebas científicas que lo avalen.

O quizás sí.

Porque viendo la evolución de la sociedad, y en concreto la de nuestra patria, España, con un gobierno social-comunista desmontando la nación pieza a pieza, pasito a pasito, igual habría que asumir que todo esto lo hemos visto ya, que todo lo que nos está pasando, es una repetición de hechos similares por desgracia ya sufridos con anterioridad.

Y aunque sea una perogrullada, por verdad y por evidente, la maldita izquierda vuelve sobre sus pasos sangrientos, violentos, mentirosos y golpistas, destrozando con saña y maldad todo aquello que nos ha costado construir en tantos años de esfuerzo, de paciencia, de perdón, de ilusión y de visión de futuro.

 

No es por lo tanto casualidad que grandes escritores y comunicadores, como Javier García Isac con su “Historia criminal del partido socialista” o Federico Jiménez Losantos con “La vuelta del comunismo”, tengan que plasmar negro sobre blanco la verdad sobre esa máquina de aniquilación de la sociedad que es la izquierda socialista y comunista. Y aquí sin duda hay que añadir todo la locura del mundo “woke” y su perniciosa Agenda 2030, que tan bien retrata Juan Carlos Girauta en su última radiografía de nuestra triste sociedad actual.

 

La jugada maestra de la izquierda es la de siempre, es ese lugar común al que, por su constante y cíclica aparición, ya ni prestamos atención. Por lo menos la mayoría de la sociedad, ergo los votantes, que erre que erre siguen apoyando y entronizando a una piara de seres malignos que solamente buscan su propio medro, su poder y su enriquecimiento, dándoles igual quien caiga, quien perezca, quien desaparezca. Ya sea el pasado, el presente o el futuro. El rodillo rojo avanza implacable, manipulando, prevaricando, mintiendo, ocultando; destrozando cualquier brote de libertad, de evolución, de justicia, de seriedad, de nobleza o de verdad que encuentra a su paso.

 

Solamente tenemos que repasar lo acontecido en las últimas semanas para darnos cuenta de lo que nos viene encima, pero ¡ay, que desgracia!, que pocos somos los que vemos la realidad. Porque lamentablemente la mayoría de los ciudadanos están por otras cosas. Y se entiende. El ciudadano medio no tiene tiempo para preocuparse de la involución, de la destrucción del estado democrático en el que vivimos desde 1978, del desmembramiento de la unidad nacional, de la liquidación de la separación de poderes, del despilfarro de nuestros impuestos en locuras varias, de la traición diaria y constante de nuestros políticos, tanto de los que gobiernan como los que se proclaman su principal oposición, que demasiadas veces parece que vayan de la mano, llevando al españolito hacia el precipicio mientras se enriquecen, colocan a sus amigos y familiares y preparan su dorada jubilación allende de nuestras fronteras, con su fajo de billetes de 500€ en la mano, su sonrisa maquiavélica en los labios y su eterna mentira a base de necedades dirigidas al incauto y por desgracia iletrado ciudadano medio. 

Que traga con todo, más aún cuando todos los altavoces de comunicación están en manos del mal, radian el mismo mensaje, y dejan el cerebro de Pepito Pérez presto para ser manipulado, cuando no extirpado. Como un yogur.

 

Ya sean manifestaciones políticas contra el gobierno regional de Madrid, disfrazadas de protestas por el mal funcionamiento de la Sanidad, cuando resulta que en esta región es donde funciona mejor; ya sean ilegales, por anticonstitucionales, modificaciones de los delitos de sedición o de malversación de fondos para cumplir con los pactos bajo mano con separatistas y terroristas, y de paso preparar el indulto o directamente la absolución de los ladrones socialistas de los ERE; cualquier acción maligna, subversiva, golpista y antidemocrática, es convertida por los medios de comunicación en una lucha por supuestos derechos, en un acto honorable contra el acechante peligro de los fascistas, de las huestes de Franco que están a punto de salir de sus tumbas para acabar con este supuesto estado de bienestar, justicia y libertad. Anda ya.

 

¿Y que nos queda al final?

 

Pues que de tanto repetir lo de “que viene el lobo”, muy pocos somos capaces de ver que la alimaña ya está aquí. Presta a devorar todo. Y a todos.

 

Como ya sucedió en otro mes de noviembre, del año 1936. 

 

Esos lugares comunes. Y esas fosas comunes

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martes, 4 de octubre de 2022

De gacelas, puretas y otras criaturas




A camino largo, paso corto. 

(Soft pace goes far).

 

21-9-22. Tren Madrid Ferrol y corta etapa hasta Neda (15 km)

Pasados tres años del último Camino que realizamos, superado ese intermedio tan largo y surrealista de la pandemia, los encierros, la soledad y en mi caso hasta un cambio de trabajo forzado, las ganas y la curiosidad por volver a deambular por las variadas y tan queridas tierras de España, se notaban. Dos días antes de salir ya tenía todo preparado, Edu hasta se equivocó de día y pretendía partir el lunes, y por fin un miércoles, con la mayor parte de los madrileños aún durmiendo, nos aposentamos en el ALVIA que nos tenía que llevar hasta el Ferrol, antaño del Caudillo, hogaño punto de partida de nuestra nueva aventura. Previa incautación de la navaja Opinel por parte del tan eficiente servicio de seguridad de Chamartín. Con retintín. Obviamente.


Las cervezas de rigor, con sándwich y tortilla traídos de casa, dieron paso a la primera anécdota del viaje: detrás nuestro le da un patatús a un señor, la mujer que le acompaña no le hace mucho caso, le da un poco de azúcar, se gira y sigue durmiendo mientras que, alertada por megafonía, se acerca una joven española, se supone que médico o enfermera, pero todo se solventa en pocos minutos. Es el primer contacto con esos personajes extraños que siempre aparecen en el Camino. Como si fueran parte del paquete contratado: dolor, incomodidad, cansancio, ruido, hambre, frikis y locos por doquier y como premio la Compostela. Bien pensado, nos la merecemos. Como bien se verá más adelante. 

Con pocos minutos de retraso, llegamos a el Ferrol y en la Oficina de Turismo conocimos a las dos chicas que ya detectamos durante el viaje como peregrinas y que estaban en el vagón vecino al nuestro, Rocío y Lurdes. No nos costaría ni una etapa en encontrar un apodo para las jóvenes: las gacelas. Todo debido a la rapidez con la que nos adelantaron en la primera etapa hasta Neda: con parada en bar y compra de pan incluida, a mitad de etapa nos alcanzaron y ya acabamos juntos la bella ruta bordeando la ría. La llegada al albergue no puede ser más bucólica: un prado verde, vistas a la ría, con el sol al fondo anunciando un bello atardecer y una pared en estado ruinoso al fondo con un clásico “Banco Hispano Americano” del verano anterior. La primera referencia a la ruta musical que en paralelo íbamos a vivir durante las siguientes etapas: el espíritu sabinero saltó de golpe y encima Rocío, miembro del dúo “Las gacelas respondonas”, resultó ser de Úbeda. Y toca el saxo. ¡Oh, la la! Sorprendentes chicas, las dos enfermeras, tanto por su madurez como por su simpatía, su desparpajo, sus conocimientos y sus aficiones (cazadoras ambas, aunque de distintas especies): a pesar de tratarse de su primer Camino, no eran extrañas personas de avanzada edad con problemas psíquicos, ni tontas turigrinas buscando fiesta (bueno, algo había), ni prejubilados más solos que Calimero, ni desagradables y altivas “doctoras” tiktokers, la ahora ya bautizada hija de Fumanchú, la misma que en el viaje de ida en el tren pasó de su acompañante y prefirió seguir en los brazos de Orfeo…, quizás soñando en ser una influencer famosa. “I am a doctor”. Personas jóvenes y normales. Lo cual, obviamente, hizo que en un pispás nos devolvieran el apodo con uno apropiado a nuestra realidad: los puretas. Tenemos por lo tanto ya a los protagonistas que dan título a este relato: las gacelas, los puretas y otras criaturas. De estas últimas aún quedan algunas por aparecer. La tarde acabó con un paseo por el pueblo en busca de algún bar, un montadito con cervezas en el único que localizamos, charla con el panchito que estaba tomando el sol en la puerta del bar y que a mi pregunta sobre que hacía ahí tanto rato contestó tan pancho (por panchito, será): “he trabajado un poco y ahora estoy haciendo tiempo antes de volver a casa”. Lo de hacer tiempo se extendió un mínimo de 1 hora, el rato que pasamos nosotros ahí. Tampoco se lo podemos reprochar: las vistas de la ría desde ese punto privilegiado sin duda son mejores que desde su casa.

Algún pequeño incidente más con la doctora arrogante, y nos retiramos a dormir, a sabiendas que la noche podría convertirse en un festival de ruidos y efluvios, como suele pasar en los albergues. Y así fue.

22-9-22 Neda-Pontedeume (16 km)

Haz bien y no mires a quién


Una noche ruidosa, no por esperada menos molesta, y a las 3 ya hago mi primer paseo al baño, y a las 5estamos Edu y yo sentados fuera haciendo tiempo. El festival musical ha sido tremendo: recayendo las culpas sobre todo sobre una oronda alemana a la que jamás veríamos caminar, pero sí en cambio deambular por los albergues. Conocemos a Chris, un jovenzuelo inglés de 71 años, quien degusta tranquilamente su té matinal. Se huele fichaje, y encima el pobre no sabe que será su última infusión en varios días: aquí se bebe cerveza o no se bebe. Faltaría. Salimos a las 7:30 de la mañana, incorporado ya Chris al equipo, y después de unos 6 km de subidas y bajadas (vendrían peores...), llegamos a Fede a las 9 y paramos a desayunar. En frente sigue estando la misma ría que hemos bordeado, y casi se llega a ver la estación de RENFE de el Ferrol, desde donde partimos el día anterior. ¿Quién nos mandará dar todo este rodeo cuando existe un puente a pocos metros que nos hubiese permitido llegar en media hora? Nadie nos manda. Somos tan libres de hacer el primo como lo es la doctora de hacer el ridículo. O la alemana de dejarse ir de noche. Cada uno, a lo suyo. Sin más normas que la educación y el respeto, sin otro techo que el cielo ni más luz que las estrellas del firmamento. Me ha quedado poético y todo. Se nota que ha pasado ya más de una semana y que el cerebro empieza a archivar lo malo y mantener en la memoria reciente solamente las vivencias agradables. Y si no fuera así, mal andaríamos por la vida, reviviendo eternamente las desgracias del pasado en vez de disfrutar de las alegrías del presente. Que en nuestro caso podían ser un simple bar abierto para tomar un café. o para mí un tramo del Camino sin constates ascensos y descensos. Con pocas cosas te conformas cuando estás fuera de tu ambiente habitual, sin tu cama, tu baño, tu sofá, tu nevera, tus libros y tus discos. Y no he querido usar la tan manida expresión “zona de confort” porque ya cansa. Hasta el último mono, iletrado o lerdo, la usa ya, y muchas veces de forma equivocada. Ayer mismo un futbolista de tres al cuarto espetó tan chulo y leído él: “no estamos cómodos en nuestra zona de confort”. ¡A ver, so burro, si no estás cómodo es que no tiene confort! Algo que me saca de quicio. La culturilla de los memes, las frases hechas, las galletas chinas y sus infantiles sentencias y la masa uniforme, inculta, boba y sumisa repitiendo cual ovejas lo que marcan las pautas de la idiotizada sociedad. Cosas mías. 

A las 12 llegamos a destino, Pontedeume, un lugar realmente precioso, digno de ulteriores visitas, con un albergue precioso a pie de la ría, monumentos históricos por doquier, y, sobre todo, bares y terrazas para dar y tomar. “Así sí”, como diría Edu. Tomamos posesión de la planta inferior del albergue, los 5 más María, la chilena solitaria, mientras que en la reserva superior del zoo ya se han instalado las alemanas. Y la pregunta flota en el aire, cual sonora ventosidad germana: “¿Cómo habéis llegado?”. Obviamente pasamos de importunar a la oronda vikinga y cada cual a lo suyo. Paseo hasta la primera terraza, unas cervezas, y a comer en un local que nos recomiendan. Y con acierto: pulpo, tortilla, mejillones, pimientos del padrón y empanadas, todo bien regado con cervezas, a un módico y correctísimo precio de 13 € por persona. La frase de Edu, la esperada: “En Madrid nos engañan”.  Unos helados en la siguiente plaza, unas a dormir la siesta y otros a pasear la mona. Sobre todo, Chris, al que el cambio súbito de las infusiones a las cervezas parece haber pillado a contrapié. En mi papel de peregrino bueno rompo el hielo con la alemana, se presenta, me cuenta sus penas, y tal cual me arrepiento de haber abierto lo boca. Rara, con sus traumas, hablando de cuando montaremos una fiesta, que si está divorciada…, ‘Vade retro, ¡satanás! No estaba yo para charlas de este tipo, deprimentes por conocidas. Ahí se quedó hablando sola.

Vemos la iglesia de Santiago y calles adyacentes y las flechas de salida para el día siguiente, que presagian duros ascensos, y a descansar.

23-9-2022 Pontedeume-Betanzos (21 km)

Aquel es tu amigo, que te quita de ruidos


Toque de diana a las 6:30, Lurdes me fulmina con su mirada, echando dardos mortales por sus lindos ojitos, sin darme tiempo ni a levantarme de la litera, diciendo que mis ronquidos han sido insoportables. ¿Roncar, yo? Pensaba que mis ruidos quedarían disimulados estando las alemanas, pero me equivoqué. Igual la altura del techo del albergue propició la acústica apropiada. En fin. Cosas inevitables.  Desayuno al lado e iniciamos esta tercera etapa con una buena subida. Mi vida sedentaria, el mínimo entreno y, como no, la edad, se empiezan a notar. Ley de vida dicen que se llama. Afortunadamente alcanzamos el alto pronto, y a partir de aquí la etapa se convierte en un bello paseo, con más tierra que asfalto, bosques, prados: lo que debería ser el Camino en todos su tramos, algo por otro lado imposible de conseguir. Estamos hablando de los caminos más cortos y cómodos utilizados desde época romana. Lo que implica núcleos urbanos milenarios y, consecuentemente, asfalto, centros comerciales y polígonos industriales. En sus orígenes, el Camino no era algo espiritual, lúdico o deportivo;  se trataba de una obligación para los creyentes, que se querían quitar de encima cuanto antes, andando o delegando y pagando. Pasamos por el puesto de una tiktoker (creo) que las gacelas querían ver, cogen pulseras a cambio de donativos, y seguimos hasta un parquin habilitado como parada para el peregrino, en Ponte Baixo. Cervezas, curas a Chris (benditas enfermeras), música de Carlos Núñez y amena charla antes de continuar. Rocío, por cierto, ya ha olvidado a mi sobrino y está más pendiente de un grupo de murcianos. A otra cosa, mariposa. 

Seguimos en un constante sube y baja que se me hace durísimo (1500 metros de desnivel de subida y 1800 de bajada), y hago la pirula parando un coche para que me suba 200 metros.  Para sorpresa de todos, sobre todo de Chris, que no me vio pasar y alucinaba un poco. Hacemos una última parada en una panadería a pie de calle, donde degustamos unas empanadas buenísimas además del buen lomo que lleva Lurdes, y a las 2:30 llegamos al albergue de Betanzos. Destino en el que sí o sí íbamos a probar la tortilla. Tradiciones mandan. O más bien especialidades locales. 

Como no podía ser de otra manera, el pueblo está asentado entre colinas, por lo que cualquier desplazamiento implica subir o bajar pendientes. Vaya plan. El albergue está perfecto, conocemos a dos alemanes, padre e hijo, que darían que hablar, un viejo verde falta al respeto a Lurdes y le doy un pequeño rapapolvos…, oral. No era momento para repartir guantazos en la puerta del albergue y con 3 etapas por delante. Vamos de terraza en terraza hasta acabar en el “Ibérico”, donde nos unimos a María y la colombiana Aleita (o algo así), lo cual me convierte a mi instantáneamente en “Ernestito”. Moriré siendo un payaso. O un animador sociocultural, como educadamente lo disfraza mi hermano. Bufón y orgulloso. OI. Y que no se olvide: Lurdes ha aprendido hoy su primera palabra en inglés, de la mano del profesor para niños especiales Chris (resulta que eso ha sido su profesión en los últimos 26 años, antes de ser policía y abandonar el cuerpo por incompatibilidad de caracteres): Potato. Unas cuantas etapas más con Chris y se saca el Proficiency C2 sin pestañear. Aparece mi compañera de trabajo, Eva, con Rafa su marido, muy agradables y divertidos, y se unen a la cena final degustando la tan afamada tortilla local en Casa Carmen. Bueno, bonito y barato, risas, fotos, bromas y a dormir. Un día completo. Quizás faltaría comentar los guiños y comentarios del padre alemán acerca de su hijo. Siendo psicólogo el padre, sus comentarios eran comprensibles: un hijo vago e inmaduro, 36 añitos, viviendo aún en casa, a la sopa boba, y tirando fotografías creativas por el mundo. Y me pide permiso para citarnos en su Instagram. Cuando no hemos estado juntos más que 1 hora escasa. Criatura extraña. Otra más.

24-9-2022 Betanzos – Hospital de Bruma (28 km, 24 km Chris & yo)

 

Con paciencia todo se logra




Salimos a las 7:30, con foto en la nublada plaza, y ya sufro pensando en la descripción de esta etapa. Por si desfallezco ya avisé la noche antes a Eva que igual le pediría un pequeño rescate al final de la etapa. Con total premeditación y anunciado. Vamos tirando, va siendo un tramo duro pero tolerable, y alrededor de las 9:45 paramos en Meangos a desayunar y comprar pan. En mis notas pone que Rocío tira la caña, pero ya no me acuerdo a quién. Llevamos ya 8,5 km, que no está nada mal, pero cuando llegamos al nuevo desvío, por montaña en un nuevo trazado de 4,8 km, o por carretera, 9 km con un pueblo a 4 km, opto por llamar a Eva. No me veo con fuerzas para hacer la subida, y eso que posteriormente Edu me cuenta que no era para tanto. Chris se apunta al estar bastante tocado en los pies, bajamos en un horita al pueblo y ahí contactamos con Eva para que nos recoja, haciendo tiempo en un pequeño bar en el que sorprendentemente nos obsequian con crepes recién hechos mientras tomamos las respectivas cervezas. Al final mataremos a Chris: el té ni lo huele de lejos. Y será culpa mía, como si yo fuera el capitán del U-Boot que hundió el portaviones en el que sirvió su padre en la segunda guerra mundial (gracias a Dios se salvó).

Nos recogen y después de varias vueltas con Fitipaldi Rafa al volante, llegamos al Albergue, previa parada en un bar donde está Edu con las gacelas. El albergue es pequeño, como toda la aldea, tomamos posesión, y sufrimos del mal diseño, con las duchas en el patio y pocos inodoros para el número de camas. Como en casi todos los albergues, se nota a la legua que los diseñadores no han hecho el camino en su santa vida. Un poco de zalamería con la hospitalera, como corresponde a todo buen caballero español, y se nos junta de forma muy intrusiva un extraño, un tal Javier. A new and very strange creature. Nada nuevo lo de conocer a gente en el Camino, de unirse en grupos, de separarse y volverse a ver o no, pero la entrada del susodicho es realmente chocante: “Hola, estoy solo, ¿puedo cenar con vosotros?”. Cenamos pues los seis juntos en el único bar de la localidad, bien preparado, con un decente menú, terraza acondicionada, y espacio para que cada uno se distraiga un poco, unos hablando, otros escuchando música, Rocío traicionándonos, juntándose con los murcianos, lo que conlleva su inmediata expulsión del grupo. Antes, durante la cena, el toma y daca entre Lurdes y Javier a raíz de la situación de Javier, 48 años y prejubilado por ser minero, acabo en un divertido espectáculo. Aún no tengo claro si Javier entendía algo, si Lurdes lo hacía en broma, si todos estábamos acosando, haciendo bullying al pobre indefenso o si ya las cervezas nos habían subido a la cabeza. No me daba tiempo ni de ir traduciendo las chanzas e insultos a Chris, que atónito y sin entender ni papa movía la cabeza de una lado a otro cual muñeco de feria o llavero del Fary colgado del espejo de un SEAT 124.  En un momento del espectáculo me acordé de la película “la cena de los idiotas”: filme en el que un grupo de arrogantes ejecutivos y ricachones una vez al mes organizan una cena a la que cada uno tiene que invitar a un idiota para reírse de él en su cara. Cuanta maldad. Ese espíritu del camino, de bondad, tolerancia y amor, hecho añicos en unos minutos. Es que realmente era una extraña criatura, con frases cortas, espaciadas, largos silencios, repeticiones, incongruencias…, quién sabe, igual era el más inteligente de todos nosotros. O el Rain Man asturiano. Chi lo sa.

Al final el local se convierte en sala de reuniones, de terapia, solárium y salón de juego. Yo me apalanco fuera a escuchar música, Rocío a lo suyo jugando sus cartas (en este caso literalmente), idas y venidas a la barra, mesa común con todos los presentes, e interesante charla traducción con Martin, el alemán que de entrada había tachado de macarra tonto, con mi complejo de superioridad habitual, cuando resultó ser un chico majo, educado y curioso por entender que era un hórreo, las razones de nuestro camino y, sobre todo, por averiguar los nombres de nuestras acompañantes, las graciosas gacelas. Definitivamente, tonto no era. Acabó bien la tarde, los del sector pureta nos retiramos pronto y la juventud, guiada por Martin y las botellas de vino, siguió un rato disfrutando del cielo estrellado. Por llamarlo de alguna manera.

 

25-9-22 Hospital- Sigüeiro (25 km)

 

Alcanza, quien no cansa

Salimos hacia las 7:30, el primer bar anunciado a 3 km cerrado y nos toca seguir otros 4 km al siguiente. En Rúa, por fin, paramos a desayunar delante de un hotel rural precioso del que sale la reina Isabel II resucitada. Tantas vueltas en ataúd por Inglaterra simuladas y al final resulta que está viva y escondida en esta pequeña aldea. No sabe nada, la vieja reina. Rocío vuelve a curar los pies al bueno de Chris, que acabará llegando a casa cojo y alcoholizado. O no, porque me habló en una de las etapas de un Camino por su tierra de 75 millas con 26 paradas en pubs. Habría que estudiarlo, igual que lo de hacer el camino de la herencia hispánica en Irlanda. Esas metas que tienes en la vida y que bien sabes que no cumplirás. Como todo aquello que incluyes en la tan popular frase “antes de morir tengo que…”. Afirmación que al final se convierte en la lista de todo lo que no podrás vivir. Se llaman sueños. 

Seguimos andando por grupos, a solas o por parejas, conozco en uno de los tramos a las yankis de Seattle, de ascendencia sueca, que viven en Finlandia y son madre e hija. Una conversación interesante, con personas de nivel. Ojalá hubieran estado ellas desde el principio, y no alemanas extrañas, doctoras arrogantes, rumanas con sueños de ser actrices y autistas del cantábrico. Pero bueno, ya incluía el título de este relato lo de “extrañas criaturas”. Y ha sido un tramo del Camino bastante normal en este aspectos: hemos visto frikis bastante más alocados en otras ocasiones.

Nos encontramos a un cazador con un águila Harris, que tanto Lurdes como Chris reconocen, pero Rocío descarta al cetrero por su frase: “aquí solamente cazamos machos”. Es la experta, por lo que todo dicho y adiós muy buenas

Las chicas van concretando su idea de seguir hasta Santiago, ya que ahí tienen el hotel pagado, se encuentran en forma y prefieren disfrutar de una noche adicional en Santiago. Hacen bien, aunque sean unas viles traidoras que abandonan a los puretas a su suerte, sin derramar ni un triste lágrima. Es broma. Aunque lo de las lágrimas sucedería más tarde, pero a la inversa. Incorregible romántico y melancólico que soy. Supongo que ya hasta que muera. Por lo que no da tiempo de cambiar. Y tampoco lo pretendo. 

Ellas parten, nosotros vamos al cercano piso albergue, bien preparado, con sus muebles de Cuéntame, idénticos a mi actual piso, su vajilla de Duralex, sus figuritas de cerámica, sus espejos y su amplia cocina y terraza, que bien aprovechamos el rato que estamos ahí. Comemos unas pizzas y lasañas con Javier, que sigue con nosotros, de vuelta al albergue y tarde musical en la terraza, con descubrimiento de nuevos grupos de música celta, aportaciones de Edu, mías y de Chris, canciones con Karaoke, cerveza tras cerveza, hasta agotar la batería del altavoz. Nos llegan noticias y un video de las chichas que han alcanzado la meta, me emociono para variar, grabamos un patético video de los 3 cantando como mensaje de vuelta y al rato nos retiramos a unas cómodas camas en nuestra última noche.

 

26-9-2022 Sigüeiro – Santiago (16 km)

 

 Lo que no se comienza, nunca se acaba


A las 7:30 nos ponemos en marcha para rematar el tramo de este año con unos escasos 16 km por delante. Chris está demasiado fastidiado de los pies, y decide ir en bus. Del extraño Javier no sabemos nada: a las 3 de la mañana se movió, a las 4 cogió sus cosas y se fue. No entendemos muy bien esas prisas. Raro es poco. Edu y yo tiramos por lo tanto solos, en un tramo monótono, en paralelo a la nacional y entrando y saliendo de los núcleos poblados para evitar el asfalto. Un tramo que se hace largo al carecer de bares, y no encontramos la primera `posada hasta casi llegados a destino, en el “bosque encantado”, a escasos 6 km de Santiago. Café, bollería y a por el último tramo, que incluye el correspondiente polígono industrial. Esto está hecho, y ya andamos con la inercia del final del Camino, pensando en llegar a tiempo a la misa del peregrino, en la cola para recoger la Compostela y en las viandas y bebidas que nos esperan en la rúa Franco, el Paris-Dakar local, repleto de peregrinos, vendedores, pícaros, bardos, mesoneros y se supone que mujeres de moral distraída. Tal cual lo describe el Codex Calixtinus, del siglo XII, donde ya se habla de las extrañas criaturas que rodean el peregrinaje a Santiago: “[…] Una abigarrada cantidad de mercaderes, vagabundos, ladrones, juglares y prostitutas se mezclaba en los caminos con los auténticos peregrinos […]”. De ello hace más de nueve siglos. Que poco ha cambiado todo. Al final la vida se sigue rigiendo por los mismos principios y las mismas necesidades.

Llegamos clavados a la misa del peregrino, Edu se queda fuera, y después de varias vueltas por el interior localizo a Chris y al rato también se unos unen Rocío y Lurdes. Juntos atendemos a la misa, a la larga homilía del arzobispo don Julián Barrio y su voz de pito, apunto una de las frases, con Lurdes atenta ya que al salir sabe exactamente lo que he apuntado: “no somos fugitivos, somos peregrinos que sabemos de dónde venimos y a donde vamos”. Yo añado de propia cosecha una coletilla al Padrenuestro: “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a Javier”. Y a Rocío, como no, le gusta uno de los curas. Cada loco con su tema. Y no creo que acabe vieja y sola en casa rodeada por 100 gatos. 

Acabada la misa vamos a por la merecida certificación, que este año estrena organización, con sus códigos QR y de barras, y mientras Chris & me hacemos unas compras para las chicas y tomamos unas cervezas, ya están de vuelta los demás para poder ir a beber y comer. A Javier aún le vimos un momento en el Obradoiro, nos pidió una foto y despareció, de la misma forma que apareció 2 días antes.

Nos los pasamos genial bebiendo vino y cantando con uno de los bardos canciones de los Beatles, entramos y salimos de tiendas, compras compulsivas como tiene que ser, y acabamos comiendo unos platos combinados en uno de los bares del entorno. Ni bueno, ni malo, aunque la carne de Rocío quizás estaba un poco salada.

Y hasta aquí llegó la aventura de este año. Entrañable, bonita en sus paisajes, aldeas y villas, agradable por la presencia de las sorprendentes y geniales gacelas y de Chris, un joven de espíritu, aunque mayor de edad, aficionado a la música, bonachón y simpático. Casi más irlandés que inglés, como él mismo iba remarcando orgulloso cuando enseñaba su pasaporte de la República de Irlanda. Y casi conseguimos que deje el vicio de las infusiones. Sláinte haith!

 

A todos muchas gracias por estos geniales días caminando por tierras gallegas, en especial a Lurdes y Rocío, por vuestra simpatía, vuestras curas y sobre todo por la paciencia aguantando a los puretas, sobre todo al tito Ernestito danzando por ahí. Ha sido un verdadero placer, y si se diera la ocasión, repetiríamos con mucho gusto. Se dará. La ocasión.

 

¡Ultreia et suseia!




 

martes, 16 de agosto de 2022

El milhombres


El otro día, después de pasar una gran semana en casa de Don R., alias Donkey Kong, tropecé con la maravillosa palabra que da título a estas líneas. Y obviamente la compartí al instante, dadas las risas que me provocó su definición en el diccionario de la RAE: “1. m. coloq. Hombre pequeño y bullicioso y que no sirve para nada”.

A partir de aquí empecé a rebuscar en mi mente a todos esos personajes que encajan con la descripción, y tuve que parar, porque son legión y ya me veía insultando a diestro y siniestro. Desde Echenique hasta Iceta, pasando por Pablo Motos, Pere Aragonés, José Javier Vázquez, Jordi Pujol…, hasta amigos y conocidos más cercanos, que no hace falta que nombre: bastante tendrán con el acoso sufrido de pequeños (o mejor de jóvenes).

Me quedo pues con lo segunda parte de la definición, “que no sirve para nada”. Y de esos los tenemos a montones, bajitos, de estatura media y altos. Sin ir más lejos, nuestro actual dictadorzuelo, que es tan alto que el riego sanguíneo no le llega al cerebro. Lo único que alcanza sus neuronas son su enfermiza rabia, sus celos, su arrogancia y su egocentrismo.

Y siguiendo la corriente “woke” (se nota que acabo de leer el último libro de mi estimado Girauta, que os recomiendo vehemente a todos), igual tendríamos que exigir a la RAE que incluya de inmediato la palabra “milmujeres”, o mejor “milmenstruantes”, porque ahí si que podría meter el hacha a fondo y quedarme a gusto insultando a ellas y elles, a toda esa patulea de mujeres bulliciosas que no sirven para nada. No hace falta ni que las nombre. Tampoco hay folio para tanta impresentable loca del coño. Porque, amigos míos, estamos rodeados de tanto y tanta inútil, que da pánico. Y encima ocupando cargos de relevancia que están marcando nuestro presente y, si no espabilamos, nuestro futuro. Sin duda cualquier grupo de gigantes y cabezudos de nuestras fiestas populares gestionaría mejor nuestra otrora gran nación.

Este verano caluroso que se acerca a su fin (como cada año, por cierto, y después vendrán el otoño, el invierno… y volver a empezar), con su canícula tradicional (días de perros, como los llaman en el mundo anglosajón, adaptación literal del origen romano de la expresión, “al caernos la 'canícula' encima, nos deja como perros sin aliento echados a la sombra. Pues la palabra latina 'canicula' significa 'perrita' de 'canis' (perro) y designa la Estrella de Sirio (o Perro) en la constelación de Can Mayor cuyo nacimiento heliaco (de 'sol') coincidía con la época más calurosa del año (solsticio de verano)”. Si señores, en época de los romanos ya hacía un terrible calor en agosto y se quemaban los bosques y hasta nuestro rico refranero incluye un “hacia San Lorenzo, calor muy intenso”. Eso sí, de hecatombe climática y demás sandeces “fragmentarias” (Girauta, de nuevo), no hablaban los romanos. Ni los griegos. Ni los celtas. Ni los europeos hasta hace unos pocos decenios. Ni tampoco hay refranes ni dichos populares que nombren a Greta Majareta. Aunque su nombre y su propia existencia se presten a ello. O quizás más a chistes y chanzas.

Todo vale para atontar, asustar y con ello amordazar al pueblo llano, vago en sus hábitos de lectura hasta el punto de que en pocos años será incapaz de formarse una idea sobre cualquier tema. Tragará lo que le echen, desde mil nuevos géneros hasta escarabajos y saltamontes en el arroz. Que no todo van a ser gambas, mejillones, almejas y langostinos. Estos últimos, por cierto, hay que ir olvidándolos, teniendo en cuenta el acaparamiento que están haciendo de ellos los ministerios de los milhombres y las “milmenstruantes”.

Como decía, este estío que se acerca a su fin (disculpad el excurso anterior), nos ha traído de todo, desde centenares de nuevos asesores gubernamentales nombrados a dedo, pasando por las ya tradicionales vacaciones de lujo del demente y su cuadrilla en Lanzarote, disfrutando del palacio de la Mareta, la protección de unidades especiales de la Guardia Civil (mientras el resto de las islas y costas son invadidas por cientos de ilegales traídos por oenejetas ávidos de comisiones) y sus helicópteros y aviones de uso personal, abusivo e ilegal, o por lo menos carente de ética, hasta un infantil decreto de ahorro energético del que aún se están riendo más allá de los Urales.

Nada nuevo, queridos amigos. Cosas del verano. De los veranos de Sánchez. Que estos si que son de emergencia, no climática, pero si económica, cultural y social. Y cuanto antes acabemos con él, mejor. 

El “acabar con él” en sentido democrático, claro está. Que lo del “Falcon derribado” queda para los duros, húmedos e inquietos sueños caniculares.

 

 

 

P.D. No puedo acabar sin agradecer al gran Alberto su visita a Can Donkey, sus sublimes arroces, su generosidad y su paciencia. Que no todo en la vida son milhombres, también existen grandes hombres. Como él.

 

 


 

lunes, 18 de julio de 2022

Los de siempre

 A Fernando Ginesta. ¡Presente!

Preámbulo: mientras estoy escribiendo esto me interrumpen con la triste noticia de la repentina muerte de Fernando. Malditos caprichos del destino. Dedicado a él, por supuesto, todo este artículo. Nadie mejor que él para ilustrar esta pequeña reflexión. Descansa en paz, querido amigo.



Ya he escrito en varias ocasiones (llevo 18 años publicando en este blog, que se dice pronto) sobre los amigos, los seguidores en las redes sociales, los conocidos, los camaradas, el número máximo de amigos íntimos que se pueden tener y temas similares: y por algo será.

Porque nuestra vida, al fin y al cabo, se basa en las relaciones familiares y sociales. Salvo que seas un eremita encantado de gritar Jehová a los cuatro vientos, como nuestro querido amigo de “La vida de Brian”, o un demente como Pedro Sánchez, al que le bastan unos cuantos espejos bien distribuidos en uno de sus palacetes veraniegos y la compañía de sus amigotes palmeros para ser feliz. Palacios que por cierto son propiedad del Estado, pero como este déspota malvado hizo suyo el tópico de “l'état c'est moi” del Rey Sol, pues todos estos edificios históricos han pasado a engrosar su patrimonio particular. De ahí su enfermiza obsesión de mantenerse en el poder contra viento y marea. Le importa un pepino que todo se derrumbe a su alrededor, que se queme el bosque, que se arruinen las familias, que España sea el hazmerreir de moros y cristianos: mientras sobrevivan él y los suyos y pueda seguir volando en su Falcon a cualquier destino que se le ocurra a Begoño/a, el/la experta en no sé qué, titular de falsas cátedras y editora de la guía “Lonely Planet para Dummies y vividores”, que por cierto esta semana ha incluido un lago nudista en el pirineo catalán para disfrute de la familia y sus 25 íntimos. No vaya a ser que pasen calor, pobrecitos. Los de siempre. Los caraduras. Los jetas. Los hijos de la gran puta.

Siento haberme desviado del tema: no quería hablar de estos cortesanos de graduado escolar y rodilleras gastadas, quería hablar de la buena gente, de esos conocidos o amigos que ves de tanto en tanto, a veces de decenio en decenio, pero que siguen ahí. Y que cuando te encuentras con ellos parece que fue ayer que estuvisteis juntos, aunque quizás hayan pasado varios años desde coincidisteis por última vez. Es lo que me pasó el otro día con mi tan querida Almudena y su marido Federico. Y sin duda fue algo buscado: no quizás encontrarme con Almu, pero si que tenía la seguridad de que, en la inauguración de un Frankfurt en Madrid, al estilo de los nuestros de BCN, de la mano de la esposa de Jaume Vives Vives, a algún amigo me encontraría, a alguien de los de siempre. Y así fue. Y esa magia, ese momento de encontrarte con un ser querido y que de inmediato el tiempo transcurrido sin verle pase a mejor vida y te sientas feliz, arropado, ilusionado, cual niño a la vuelta de vacaciones al ver a su proyecto de novia, cual recluta en la mili disfrutando de su primer permiso, como encontrarte a un periquito rural en un partido del Real Club Deportivo Español en un campo jamás visitado, o iniciar en solitario una etapa del Camino de Santiago y que la calle del albergue se llame “Oriente” y sientas su protectora presencia… esos son los momentos mágicos. Como el largo rato que compartí con Alberto y Pedro. De bar en bar, de cerveza en cerveza (de alguna manera había que digerir las excelentes salchichas que nos sirvieron).  
Y quizás por ello, por caprichos del destino, al acabar la agradable velada en dicho local, que os recomiendo fervientemente, camino del metro me crucé con el inigualable mago Tamariz y su familia. Justamente el día antes había leído un artículo sobre él, sobre su nuevo espectáculo que presentaba junto a su hija, y, chan ta ta chán, ahí estaba. Risueño como siempre. Otro de los de siempre. Aunque jamás hubiera hablado con él. Hasta ahora. 

Llevaba yo varios días, o quizás semanas, tomando notas para este artículo. Y creo que fue a raíz de un artículo futbolero que publicó “el Mundo”, escrito por Jesús Beltrán (si si, de los Beltrán de toda la vida, que son varios y encantadores todos), que decidí dedicar mis reflexiones a todos esos conocidos, amigos y camaradas, a los que más bien tratas poco, a los que ves de pascuas a ramos, pero que están ahí, en tu subconsciente, en tu vida pasada, en tus recuerdos, y que jamás dejan de ser parte de tu vida. Aunque quizás no hayáis sido amigos íntimos, o llevéis largas temporadas sin compartir una cerveza, existen esas personas en tu circulo de amistades, que permanecen. Y te dan sorpresas y alegrías. Como ver a Juanjo como diputado impartiendo lecciones a tanto lerdo que puebla nuestra santa tierra. O admirar a Chiquillo trabajando duramente y sin acercarse ni en broma a la bandeja de cruasanes. O disfrutando de la maestría oratoria y la lucidez de Buxadé. O leer un libro de Juan Ricart. En fin, que os voy a contar. La mayoría de los lectores sois del mismo grupo, de los de siempre. En algunos casos compartiendo mi vida desde el año 1979. O 1980. Y algunos de vosotros lleváis algunos años más juntos (mis dos años pasados en Friburgo entre 1977 y 1979 me alejaron quizás un poco, pero recuperé rápido el tiempo perdido).

Y tal vez por ello, cuando alguna de estas queridas personas por desgracia fallece, ni lo asumes. Ni te lo crees. Como los encuentros cada vez van siendo más espaciados, tu cerebro, o quizás tu corazón, es incapaz de procesar que ya no está: sabes muy bien que un día u otro te lo volverás a encontrar.

En un parque, en un bosque, en un campo de fútbol, en un concierto, en una iglesia, en un albergue, en un bar (en mi caso quizás lo más probable). Y si no es ahí, sin duda te lo encontrarás en el cielo. Que es donde nos veremos todos. Y encima sin la molesta presencia de aquellos que jamás pasarán el filtro de San Pedro.

Va por todos vosotros. Por los de siempre. Por Fernando.



¡Sólo los mejores mueren jóvenes!



martes, 28 de junio de 2022

Lumbreras


 

“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”.

 (Miguel de Cervantes.)


Me topé el otro día con la frase “leer siempre lo mismo es peor que no leer”, por lo que, como esto va a ser más de lo mismo, eximo de leer a quien le cueste o no tenga interés. Y de paso puede seguir en su inopia cultural e intelectual, llena de emoticones, galletas chinas, frases simplistas, canciones infantiles, ritmos tribales, tiktoks, reels, stories,y demás bellas artes del siglo XXI. ¿Dónde fueron a parar la arquitectura, la pintura, la escultura, la música, la literatura, la danza y el cine? ¿Cuántos de tus conocidos han ido últimamente a un museo, han leído un libro, han asistido a un concierto de verdad o han visto una película seria? ¿Y tú mismo? Buf, vaya pregunta a estas alturas. La respuesta obvia que espero de todos vosotros es un “¿Y a ti que cojones te importa, sabiondo? Que presumes de sabio sin serlo. Es decir, que eres un lumbreras.

Aquí es donde quería llegar: yo siempre he asociado y utilizado la palabra lumbreras en su sentido peyorativo, y en plural. Es decir, como un insulto hacia alguien que va de listo, que mete la pata, que es un sabelotodo. Y creo que a muchos de vosotros os pasará lo mismo.

Pero resulta que la palabra lumbrera, ya presente en el “Vocabulario español-latino de Antonio de Nebrija” en 1495, y en la RAE desde 1734 (estos datos son gracias a la tan útil e interesante web del proyecto IEDRA, como ya he comentado en varios de mis escritos), original y “oficialmente” no tiene una acepción negativa, sino todo lo contrario: “3. f. Persona que brilla por su inteligencia y conocimientos excepcionales”.

Pero con el tiempo esta palabra mutó en su intencionalidad, y se empezó a utilizar, casi siempre en plural, de forma despectiva. Tal como la conocía yo. Es decir, de una palabra polisémica (que tiene varios significados), paso a ser una antisemia, a significar lo contrario de su acepción original.

Suerte que hace mucho, mucho tiempo que perdí los celos, tan humanos por otro lado, a cualquier persona que sepa más que yo, o el propio miedo al conocimiento, ese complejo infundado que lleva al menosprecio o el insulto hacia aquél que sabe más y encima lo demuestra. Y ahí radica quizás la diferencia principal entre el singular y el plural del palabro de marras: la lumbrera es una persona que brilla por sus conocimientos, mientras que el lumbreras es un sabelotodo que te restriega día si día también palabras o hechos, recién aprendidas o conocidos, para sentirse más importante, más sabio y más protagonista de la fiesta.

Y aquí me asalta la gran duda: ¿yo mismo en qué lado de la balanza caigo, en el singular o en el plural? ¿En la femenina lumbrera o el masculino lumbreras? Porque encima, en su cambio de significado, se produce un cambio de género (esto son genéros, no las invenciones de las locas del coño y sus lerdos secuaces). Sinceramente, no lo tengo muy claro. Me encanta aprender palabras nuevas, conseguir tocar un nuevo acorde, acabarme un libro, aunque cada vez me cueste más, usar indistintamente durante una jornada laboral 3 idiomas diferentes (y hasta cuatro cuando me llaman desde las oficinas de Barcelona y usamos el catalán), cocinar un buen plato, andar 17 km del tirón sin derrumbarme, pero no me vanaglorio de ello. Lo veo tan normal, tan habitual después de 32 años de vida laboral usando varias lenguas, de acordes mal tocados y palabras mal utilizadas, de aprendizaje y mejora, de superación y hasta a veces de esfuerzo, que sería una pena y casi una imposibilidad ocultarlo.

Algo que pasa, por ejemplo, cuando te das cuenta de que hablas de cosas que los interlocutores o bien no entienden o que bien les interesan un pepino. Intentas adaptarte a la situación, lo que muchas veces te lleva a caer en el triste pozo de las conversaciones banales y superficiales, cuando no cutres y soeces. Charlas de las que por otro lado tampoco reniego, que no todo van a ser disquisiciones culturales de alto contenido intelectual. ¡Válgame, Dios! Tampoco soy yo aquí un sabio doctor, ni profesor emérito de nada. Una persona más, curiosa, inquieta, joven de espíritu y mayor de envoltorio. Y enamorado de los idiomas que unen (y no de las lenguas que separan, como ya titulé un artículo hace bastante tiempo).

Enamorado, en general.

Del amanecer, del frío y del calor, de la penumbra y de la luz, de las palabras y sus significados, de su origen y sus acepciones, de esa canción y aquella fotografía, del día y de la noche, de las miradas sinceras, de bonitas sonrisas, de bellos ojos, si verdes, mejor, de los sueños y de las realidades, de palabras y de silencios, de descansos y esfuerzos. De ilusiones y planes. De cambios de planes. De derrotas y victorias. Enamorado de la vida, en general. Lo que venga después, se verá. Dios proveerá. O el destino. Que cada cual lo llame como le salga del pijo. Como bien dicen por aquí en Madrid.




lunes, 20 de junio de 2022

Canciones

Las olas rompen el castillo de arena
La ceremonia de la desolación
Soy un extraño en el paraíso
Soy el juguete de la desilusión
Estoy ardiendo y siento frío

 

Lo prometido es deuda: vaya dedicado este artículo a Bea. Por abrirme las puertas de su hogar de par en par sin pedir nada a cambio. Y juro por Snoopy que jamás volveré a nombrar a tu abuela, aunque esté muy guapa en el cuadro que preside vuestro acogedor salón. 😉


Tengo un amigo que dice conocer a otro tipo que tiene un problema de erección. O de eyaculación precoz. O de lo que sea. Algo así suelen decir en los anuncios de la clínica Boston y demás centros médicos dedicados a solucionar problemas de esta índole. Describiendo de forma casi irónica la lógica vergüenza de los hombres ante situaciones tan incómodas. Que por suerte aún no aplican en mi caso, pero todo se andará. Que la edad no perdona. Aunque igual muera empalmado, como dicen que les pasa a los ajusticiados en la horca.

Pero a mí no me hace falta escudarme en un conocido de un amigo de mi primo para decir lo que pienso y describir lo que siento. Aquí escribo yo y hablo de mí. Y no de mi novela, que está pendiente de ser escrita. Hablo de mis andares por la vida y por España. Para eso creé este blog hace ya 18 años. Y ha llovido mucho desde entonces, aunque poco haya cambiado. Ni el clima, aunque los abducidos por Greta y su locos seguidores insistan en lo del cambio climático. Menos pelo, menos sueldo, menos vida por delante, y más recuerdos, buenos y malos, que me llevaré a la tumba.

Al lío pues: como bien sabemos, el dardo más mortífero no es el de los indios amazónicos, untado en curare o cualquier otra savia de la infinidad de plantas que contienen elementos tóxicos, no, lo más dañino para cualquier persona es la frase “Tenemos que hablar”. En cuanto la lees (con el contrasentido de que esta frase suela llegar escrita cuando incluye el verbo hablar), un sudor frio se apodera de ti, un escalofrío recorre tu cuerpo y, al igual que sucede con los venenos extraídos de las plantas, tus músculos se paralizan y asumes con resignación que ha llegado el final de algo.

Pero por desgracia no es tan fácil cambiar de estado mental, como hacerlo en las redes sociales y las aplicaciones de mensajería. Por lo menos para los de mi generación o mi manera ser. No tengo esa capacidad de hacer clic y pasar de estar “en una relación”, o “feliz””, a saltar de golpe al “libre”, “tranquilo” o “buscando nuevas metas”. Así no funciona mi cerebro. Más aún después de haber estado tan bien acompañado después de 22 años de soledad. Aunque desearía que fuera así, que tuviera esa aptitud para olvidar, desconectar, hacer borrón y cuenta nueva y a otra cosa, mariposa. A partir de aquí, no tengo ni la más mínima idea de cuanto tardaré en olvidar los pasados dos meses. Igual será cuestión de semanas o quizás tendré ese dardo clavado el resto de mi vida. Teniendo en cuenta que estoy en la parte final de la misma, cabe esta posibilidad. “Chi lo sa”. O Dios dirá.

Volvemos pues a la soledad, a la terapia musical y al apoyo de los amigos. Que para eso están. Ambos. Al ritual de encerrarte, de mirar fotos de tiempos mejores con los ojos humedecidos sin haber cortado cebollas en juliana, de escuchar todas aquellas canciones que expresan lo que sientes en este momento, a recurrir a los amigos para descargar tu rabia o tristeza, al hombro en el que apoyarte o a la barra de bar en la que emborracharte. Siempre con la intención de no llegar al patético paseo con la cofradía del santo reproche, como tan bien nos canta Sabina (del que tiramos bastante el sábado pasado en casa de Bea, Edu, Carlos, Inés y Soto, por cierto), además de escuchar, bailar, reir y llorar con Calamaro, Urrutia, los Secretos, Loquillo, Estirpe y demás poetas patrios de alegrías y de penas.

Para que vamos a inventar la rueda si todo está escrito y cantado. Hoy en día esto se soluciona con un grito suplicante a Siri, Echo o Alexa, un “sube el volumen”, un “busca esto o aquello”, y todo arreglado. O estropeado. Que estas terapias muchas veces son más dañinas que sanadoras. Pero inevitables. Hasta que el asistente de voz de marras deja de contestar porque ya eres incapaz de vocalizar correctamente. Lo que tiene mezclar lágrimas con alcohol.  “Lo siento, no le he entendido”. Ese es el momento clave para apagar la música.

Y de dejar de darle más vueltas a la tortilla, que al final acabará siendo una crepe con el diámetro de un sombrero mexicano.

Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar, pasar haciendo caminos, caminos sobre la mar” escribió Antonio Machado, nacido en Sevilla, aunque nuestro demente, inculto y lerdo presidente Sánchez situara su alumbramiento en Soria. Es lo que pasa cuando te suena una canción de Gabinete Caligari sin entender nada. Me jugaría cualquier miembro de mí vetusto, pero aún vivo cuerpo, a que tampoco sabe por qué se llama así esta recordada y querida banda.

Una más de las gilipolleces dichas por este siniestro personaje, autócrata, demente, embaucador, plagiador y mentiroso, pero, gracias a Dios, próximo a desaparecer de nuestras vidas.

Para acabar, y como cantaba Albert Hammond y también, y tan bien, versionan los Secretos en su disco “Algo prestado”:

 

Échame a mí la culpa

De lo que pase

Cúbrete tú la espalda

Con mi dolor

Que allá en el otro mundo

En vez de infierno encuentres gloria

Y que una nube de tu memoria

Me borre a mí

 

Suerte, querida ojos verdes. Cuídate.