lunes, 17 de diciembre de 2018

Alguien voló sobre el nido de la Moncloa



A veces parece que en España de golpe nos hemos olvidado de las tres primeras acepciones de la palabra “loco” que nos ofrece el diccionario de la RAE (o de las primeras dos de la palabra “locura”). Dicho de forma más clara: nos hemos olvidado de la peligrosidad de la locura.

De un tiempo acá no sólo hemos aceptado la palabra “loco” como algo positivo, que describe a alguien diferente, divertido, valiente o creativo, sino que hemos cometido colectivamente el grave error de tolerar que personas claramente aquejadas de locura o demencia ocupen puestos de relevancia, tanto social como sobre todo política.

Y no es algo que haya sucedido en las últimas semanas, meses o años: la última y más grave entrada de la locura en la vida colectiva española se produjo el 16 de abril de 2004, ese nefasto día en el que un personaje loco de atar llamado José Luis Rodríguez Zapatero fue investido presidente del gobierno de España.
¡Ay pobre España, si llegas a saber lo que se avecinaba otras papeletas hubieras elegido!

La desgracia de un loco es dar con otro

Y de aquellos polvos vienen estos lodos. Me imagino las constantes diatribas de Begoña (la tan trabajadora inquilina actual del Palacio de la Moncloa) a su marido durante el mandato de ZP: “Si éste puede ser presidente, por qué no lo intentas tú”, “Ya te vale Pedro, el zumbado ese en la Moncloa y nosotros en este cuchitril”, “Pedro, tú lo vales, eres más guapo, más listo, y nuestras hijas serán más guapas que Laura y Alba”. Y por desgracia, a base de insistir entre plato y plato y entre polvo y polvo (algo que las mujeres dominan con eficacia), el falso doctor cogió al toro por los cuernos, maniobró con maquiavélicas tácticas y femenina estrategia hasta que una sucia maniobra plagada de mentiras le aupó al poder.
   
Quien con locos anda cuerdo, está peor que ellos.

¿Y cuál ha sido la reacción del pueblo español? ¿O la de los dirigentes de los demás partidos políticos? ¿O la de los propios compañeros de partido del susodicho demente? Pues poca cosa hemos hecho entre todos. Algunos más que otros, pero en cualquier caso no se ha producido la reacción unitaria y claramente fundamentada de echar al ocupa de su mansión y convocar con suma urgencia elecciones generales. El miedo a perder privilegios de unos, el constante apoyo de los medios afines, la indefinición de la mayoría de los partidos de la oposición (Vox clamantis in deserto), la descarada manipulación de las encuestas por parte del CIS y el chantaje de populistas, nacionalistas y filoterroristas, han permitido a Pedro “cum fraude” y su tan trabajadora señora seguir disfrutando de los privilegios del cargo y de los viajes en avión a  conciertos, bodas, bautizos y banquetes, todo ello a cargo de nuestros impuestos y nuestra inocencia. O ceguera.

Obrar mucho y hablar poco; que lo demás es de loco.

¡Ay el refranero español, cuánta razón tiene! Porque si es por hablar, nuestro actual presidente por accidente se llevaría el premio gordo, la pedrea y hasta los reintegros. Y en cuanto a obrar, pues todo lo contrario. Algo que en el fondo es de lo poco que tenemos que agradecer al personaje. Porque si llega a obrar, es decir, a hacer todo lo que ha dicho, y todo de lo que se ha desdicho a los pocos días, horas o minutos, este nuestro querido país parecería un erial. Pocas veces en la historia se habrá visto a una persona tan cambiante, tan volátil, tan oportunista y tan veleta. Y pensar que llamamos (y cargados de razón) veleta a Rivera y sus ciudadanos, pero lo de Falconetti (como le llama la poca prensa seria de España) roza la locura. Demencia total y absoluta. Lo que hoy es blanco por la tarde será gris, lo que ayer era bueno para España mañana será malo, lo que ayer prometía, hoy lo niega. Y así día tras día, semana tras semana, mes tras mes, y si no le paramos los pies entre todos de una santa vez, es capaz de regalar Gibraltar a los bárbaros, Cataluña a los iluminados, las Vascongadas a los herederos de los terroristas y destrozar lo que queda de España mientras él surca los cielos cual estrella del rock.

Cuatro locos que andan sueltos traen al mundo revuelto

Y lo peor, su dejadez ante los flagrantes (recordemos que flagrante significa “evidente, que no admite refutación”) y graves delitos que se están cometiendo desde hace años y de forma continuada en Cataluña. En mi Cataluña, en nuestra Cataluña, en esa región tan bonita, importante y parte esencial de España. En ese antiguo condado de la Corona de Aragón que lideró tantos aspectos de nuestra historia: de las guerras hasta el comercio, de la literatura a la música, de la revolución industrial al emprendimiento, del deporte a la investigación. Todos los aspectos básicos de una sociedad avanzada, solidaria, culta y tolerante tenían antaño su reflejo y su presencia en las ricas tierras catalanas. Ahora no queda nada. Cuatro o más locos que con tal de no asumir su enfermedad e ingresar voluntariamente en una institución médica, siguen agujereando los cimientos de nuestra patria común, de la realidad histórica y de la convivencia de la sociedad.

Un loco junto al fuego jamás lo deja quieto

Otro refrán que la clava. No es de recibo, y menos para el presidente de un supuesto estado democrático y de derecho, tolerar, cuando no animar, los constantes insultos, atropellos, ilegalidades y locuras que diariamente se están produciendo en Cataluña. Se aproxima el 21 de diciembre, fecha elegida por el loco narcisista de la Moncloa para someterse de nuevo a las exigencias del resto de zumbados que pululan por Cataluña. Ya ni digo que gobiernan, o dirigen, algo que dejaron de hacer hace años, simplemente campan a sus anchas. Con sus falsos ayunos, sus cachorros violentos, sus iluminados ideólogos y sus sumisos y bien untados medios de comunicación. Arde Cataluña, arde España, y al presidente del gobierno de todos los españoles no se le ocurre nada más que echar leña al fuego, prometer blanco hoy y dar negro mañana, derrochar millones de euros del dinero público (que no es de nadie, María del Carmen Calvo Poyato dixit) para celebrar un inútil Consejo de Ministros en Barcelona y destrozar las cercanas fiestas a cientos de policías y Guardias Civiles cuando existen 17.000 Mossos, en teoría fuerzas del orden, en Cataluña. De locos, oiga.

Mal de locura, sólo la muerte lo cura

Obviamente no le deseo la muerte a nadie. Todo se andará, y la ley de vida es igual de cruel para unos que para otros. Pero mientras tanto, mientras los locos anden sueltos, vivos y haciendo daño a la sociedad, que alguien tome las medidas oportunas, los encierre, los cure o los mande a freír espárragos. Para algo existen las leyes. Y la sensatez. Y las instituciones psiquiátricas.

Quien enferma de locura, no tiene cura.

Zapatero fue un error, Pedro Sánchez es peor. Y ambos están locos. De atar.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Cataluña: diario de una guerra


Día 1. El alzamiento.


Amanece en Barcelona. En la lejanía, en las preciosas islas Baleares que en días claros se pueden distinguir desde el Tibidabo usando unos simples prismáticos, algunos ya habrán desayunado. Por lo menos los lugareños. Los guiris en cambio estarán a punto de recogerse, vadeando entre vómitos, excrementos y bikinis abandonados tras otra noche de sexo sin amor, peleas y un consumo abusivo de alcohol y drogas. Cosas de los bárbaros del norte, que lo único que nos aportan son cuantiosos beneficios económicos (que por otro lado no son baladí). Una suciedad que por cierto se debe en parte a la falta de los tan básicos servicios municipales de limpieza. Desde que el conocimiento del catalán se ha ido imponiendo a martillazos para poder ejercer cualquier función pública, cada vez más servicios están dejando de funcionar: empezó con la enseñanza, pasó a la sanidad y ahora ha llegado a algo tan básico y necesario como la limpieza municipal. Suerte tenemos que los turistas ingleses ni se dan cuenta del lamentable estado de playas y paseos. Otro cantar son los alemanes, que poco a poco están abandonando las islas por otros destinos igual de bonitos, pero más limpios… y seguros. Pero volvamos al amanecer en Barcelona.


La noche anterior había sido movida. Los guerrilleros catalanes de los CDR, divididos en varias columnas según el lujoso móvil que usan (la columna Samsung Galaxy en el sur al mando de Helena Torra y la columna Iphone en el norte, dirigida por Guillem Torra, ambos hijos guerreros del padre con el ADN superior), se habían desplegado por buena parte del territorio catalán bloqueando carreteras, puentes y otras infraestructuras necesarias para el correcto funcionamiento de pueblos y ciudades, comercios e industrias. La nula resistencia de los Mossos (siguiendo órdenes del gobierno regional, es decir, de papá Torra) y la apatía de las pocas unidades de la Guardia Civil y la Policía Nacional que aún están desplegadas en las cuatro provincias de la región (siguiendo órdenes del gobierno central) había permitido que los violentos jóvenes camparan a sus anchas. Pasaron la noche fumando porros, comiendo butifarras, cantando canciones de los Pets y de Sopa de Cabra y “festejando” unos con otros. Aunque al final hubo pocas relaciones carnales. Entre le fealdad de ellas y la estupidez de ellos poca libido había en el ambiente.


A las 7 de la mañana el “sargento” Quim Torra (esa fue su graduación durante el servicio militar en el IMEC) se calza las botas, encaja su gorra, empuña el CETME que se llevó de recuerdo de su estancia en el regimiento de Infantería Palma 47, y al frente de su escolta personal sale del Palau de la Generalitat, a asaltar la historia, la realidad social y la sensatez, cegado por el odio que siente hacia las hienas españolas. Detrás suyo se arrastra el cabo Bentanachs, también conocido como la serpiente, el cobarde o el bocazas. Echando bilis por la boca, con las caras desencajadas de rabia, Torra, Bentanachs y su guardia de corps formada por Toni Alba, Joel Joan, Lluis Llach, Josep Guardiola y Gerard Piqué, se dirigen a toda prisa a los vehículos preparados en la Plaza de San Jaime.

Los motores de los envejecidos y tan contaminantes tractores resuenan con furia mientras los voluntarios fijan en los laterales de los imponentes carros de combate traídos de todas las veguerías  los tirachinas, las banderas negras, las mangueras para rociar con ratafía a los enemigos y las bengalas que sobraron del último partido del Barza.

La emoción se palpa en el ambiente. Pilar Rahola, Elsa Artadi, Karmele Marchante, Cris Gallifantes y Miriam Nogueras gritan como posesas mientras se desnudan, mostrando sus tangas estrellados, sus ligas cuatribarradas y sus sujetadores amarillos. 

La guerra ha empezado. Por fin serán libres. Por fin acabarán con los bestias españolas con forma humana y demostrarán al mundo que un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic 
(continuará, o no, ya se verá).



Nota: Aunque el anterior relato suene a broma (de mal gusto), ha estado (o está) en un tris de convertirse en realidad. Por mucho que ahora los impresentables y cobardes separatistas hayan empezado a recular, a desdecirse de lo afirmado, a negar la mayor y a proclamar que ellos son pacifistas y que la comparación con Eslovenia se ha interpretado mal: bien sabemos que hace mucho tiempo que están buscando ese brote de violencia que les permita seguir lloriqueando inventando agravios, apelando a las Naciones Unidas y hasta a la Confederación de Planetas Imaginarios, mientras siguen viviendo del cuento y destrozando nuestra querida Cataluña, y con ello a nuestra amada España.


España no es Yugoslavia. 
Cataluña no es Eslovenia. 
Malditos enfermos. Malditos iluminados. Malditos lazis.