War is Peace. Freedom is Slavery. Ignorance
is Strength.
— George Orwell, 1984
Que somos un país de borregos no
es nada nuevo. Por lo menos en su inmensa mayoría. Quizás lo sean también en
muchos otros países, quién sabe. Pero aquí he venido a escribir sobre España,
que no a hablar de mí libro. España, esa santa tierra que me preocupa. Mi
patria. La tierra en la que nací y probablemente moriré. Y en la que vivo,
aunque sea encerrado y engañado. Como el resto de las ovejas.
¿Somos borregos? Simplemente
analizando (con toda la objetividad posible) las aficiones, las fiestas
populares, la manera de vivir, los ritos, las tradiciones, los gustos, las
preferencias musicales o las audiencias en televisión, está muy claro que somos
un triste ejemplo de sociedad uniforme, obediente, simple y manejable. Un
rebaño. Ojalá por una vez esto nos sirviera para algo, pero ni la mitificada
“inmunidad del rebaño” ha funcionado con esta pandemia, como destacan artículos
de expertos por toda Europa. Expertos con nombres y apellidos, por cierto, no
como los misteriosos hombres de “Fernando Sermón” y el filósofo ministro de
Sanidad “mentirijILLAs”.
Si hay que cantar y bailar el
eterno “Paquito el Chocolatero”, ahí estamos.
Si hay que hacer la infantil y
ridícula ola en la grada, se hace (aunque pocas olas ceo que veremos en el
futuro próximo).
Si toca correr delante de un toro, no falla ni uno de los
mozos, las mozas y hasta los/las moces.
Si por Semana Santa toca convertirse
durante una semana en ferviente creyente, pues capirote, túnica, vesta o capa y
cirio, y a pasear nuestra pasión por las calles y plazas de nuestros pueblos y
ciudades.
Si hay que gastarse un dineral un Black Friday, pues se tira la casa
por la ventana.
Si hay que amar locamente el día de los enamorados y regalar
una rosa, pues pasamos nuestras infidelidades y mentiras a la parte trasera de
la memoria y a ver si por lo menos cae un polvo.
Si por imposición externa de
golpe ya no creemos en el Niño Jesús y los Reyes Magos pues nos adaptamos a
Santas, Elfos y demás seres extraños, no vaya a ser que no estemos a la última
moda.
Si hay que salir a correr en chandal color fucsia brillante de ocho a
diez porque lo manda la autoridad competente, pues salimos.
Si hay que decir “desescalada”,
palabra no correcta según la RAE, o hay que aceptar lo de “nueva normalidad”
tal cual, cuando ni es nueva (la dictadura del Gran Hermano lleva años aplicándose),
ni es “normalidad”, pues usamos la “neolengua” a diestro y siniestro.
Si hay
que citar a George Orwell y su obra 1984, pues se cita, sin saber quién fue
Orwell, conocer su opinión sobre el comunismo o haber leído el libro (o haber
visto alguna de las cuatro adaptaciones a la gran pantalla, alguna de las
cuales está a disposición de todos en Youtube). Claro que dejar de ver Sálvame,
o como se llamen los programas de moda, para tragarse un drama sobre dominación,
despotismo, manipulación y maldad, como que no. Si hubiera un meme gracioso, un
TikTok “molón” o una galleta de la suerte china que resumiera la novela, igual
triunfaría. Lo que no significa que la entendieran. (Si alguno tiene interés en
verla, le recomendaría la versión de 1956, aunque en las redes no he podido
encontrarla en español, hay una versión en español hispanoamericano, pero sería
muy duro aguantar de una tacada la trama, el blanco y negro y el idioma).
Y, finalmente, si toca quedarse
en casa, encerrado, arruinado, aislado, engañado, manipulado y utilizado, pues
nos quedamos. Asistimos atontados a las ruedas de prensa de “Fernando Sermón”,
que por cierto no es doctor, nos tragamos los monólogos dominicales del enfermo
presidente, y al son del pito salimos a la ventana, cantamos el Resistiré,
insultamos o delatamos al vecino, y volvemos a nuestros quehaceres normales, es
decir, a atiborrarnos de croquetas mientras la telebasura fluye por nuestras
neuronas cual veneno terminal.
Dicen que donde hay ovejas hay
pastores. Pero también lobos. Y zorros. Y si por desgracia, como nos está
sucediendo a nosotros, falta un buen pastor y los únicos que nos gobiernan son
depredadores, lobos golpistas buscando imponer su maligna ideología, o pícaros
zorros que buscan sacar provecho del sufrimiento ajeno a base de concesiones a
su enfermizo nacionalismo o a su avaricia cobrando comisiones millonarias en compras
fraudulentas de material sanitario, pues apañados vamos.
Los tímidos intentos de protesta
en forma de caceroladas o manifestaciones con banderas de España han sido
abortados de raíz por el poder absoluto de este encubierto estado de excepción.
Y nuestro golpista presidente ya está planificando otro mes largo de reclusión
obligatoria. Ganando tiempo para manipular, engañar, colocar a sus afines,
desprestigiar a la oposición, blindar su futuro y el de los suyos y dejar el
solar patrio más yermo que el césped del antiguo campo de Sarriá.
“Reunión de pastores”, oveja
muerta, como bien resume un dicho popular. Y si los pastores son lobos, zorros
o Jokers, sentenciados estamos.
Como bien dice un amigo tuitero,
Beni de Tabarnia, sobre la nueva etiqueta aparecida en el tan creativo mundo de
Twitter, “lo de #Fraudillo le viene a @sanchezcastejon como anillo al dedo”.
“Federalísimo Sánchez, Fraudillo
de España”.