miércoles, 6 de septiembre de 2023

Adiós España

Ni la constitución ni la democracia están en peligro. 
La constitución hace ya mucho que es papel mojado, 
a la izquierda se le ha quedado pequeña. 
Lo que está en peligro es España. Javier García Isac


 


Me permito encabezar esta reflexión con una frase del siempre acertado Javier García Isac. Uno de los pocos periodistas que, sin haber caído en el amarillismo y el sensacionalismo en busca de clics y regalías, no se muerde la lengua y dice lo que muchos de nosotros pensamos. Y que deberían pensar todos los ciudadanos de España, si tuvieran entendimiento, cultura y ese mínimo de sindéresis que se le presume a un ser humano en este siglo XXI, del que ya hemos consumido una cuarta parta sin que se vea un solo avance social, cultural o económico. Más bien al contrario, en estos últimas y nefastas décadas, la civilización en general, y en especial la parte que nos importa, la sociedad española, ha ido retrocediendo en todos los aspectos: en el cultural, en el político, en el social y en el económico. 

Y vuelvo a utilizar una ilustración del maestro Mr. Jonespara reflejar simbólicamente lo que está pasando con nuestra patria, con esa piel de toro extendida, como la definió en el siglo I a.C. el geógrafo griego Estrabón. Un toro que finalmente se convirtió en un símbolo de nuestra nación, sobre todo gracias a la inmortal y única campaña publicitaria lanzada en 1956 por la empresa de bebidas alcohólicas Osborne, fundada por un inglés venido de Exeter en 1772. Ya tiene su gracia que justamente un inglés, proveniente de la envidiosa y pirata tierra regida por la corona británica, sea el origen de nuestro mayor símbolo patrio, amado y conocido en todo el mundo. Pero no hay mal que por bien no venga: ya pueden seguir ocultando los bárbaros de la pérfida Albión la verdadera historia de nuestra nación, las derrotas que les hemos infligido, sus fracasos ante nuestros bizarros soldados y sus estrepitosas derrotas ante nuestra marina de guerra. El toro siempre seguirá alzado en nuestros montes y campos, como símbolo de lo que fuimos. Y no digo “lo que somos”, porque por desgracia la propia España como nación, está a punto de fenecer después de más de 500 años de gloriosa historia. Tirando por lo bajo.

Un toro, una España, venidos a menos, manchados por los sucios colores del totalitarismo violeta, de las imposiciones de ese mundo “woke” que muchos no ven ni quieren ver, pero que está imponiendo su regresiva cosmovisión al mundo entero, no solamente a España, con todo lo malo que ello significa. Un totalitarismo que no admite más que sus ideas sobre cualquier tema, y que condena a la hoguera a todo aquel que se permite discrepar, desviarse un solo paso del ritmo que marcan sus variadas demencias.

Y por si no tuviéramos bastante con esta ideología que atenta contra todo sentido común, contra la ciencia, la biología, la ética y la moral, para desgracia nuestra se le unen un gobierno en manos de un déspota y múltiples y variados aprovechados que utilizan la debilidad del demente Sánchez para alcanzar sus sucios y malvados objetivos, que no son nada más y nada menos la destrucción de España como nación y la imposición de sus delirios tribales, que no son más que la búsqueda de beneficios para una minoría clasista y racista, a costa de una supuesta mayoría que vive en la inopia, manipulada y amaestrada en las últimas décadas por una repugnante elite a la que solamente le importa el ingente beneficio que le pueda traer una fragmentación de España en variadas e inventadas naciones ficticias en las que puedan reinar y robar a destajo. Porque de esto se trata fundamentalmente: de poder y de dinero. El “money makes the world go around” de la magnífica película “Cabaret”, ese afán de riqueza que mueve casi todo en este mundo. Desde el nazionalismo, pasando por el ecologismo, el feminismo y todos los demás ismos, todos estos movimientos no tienen más que un objetivo: imponer sus ideas minoritarias, inventadas y falsas en la mayoría de los casos, a una mayoría de la sociedad que, dominada y adoctrinada, atontada por la falta de formación y por la ocultación de la realidad gracias al dominio de los medios de comunicación, asiste atontada a su propia desaparición, cómodamente sentada en su sofá, comiendo fruta traída de otros países mientras nuestra agricultura se hunde, agarrada a un teléfono móvil fabricado en una dictadura comunista como es China, recibiendo los datos por las redes de operadoras foráneas (ya ni nos queda Telefónica, inaugurada un 12 de octubre de 1929 por Miguel Primo de Rivera y en manos de la familia real saudí desde ayer mismo), engullendo comida prefabricada por empresas americanas y riendo las gracias a falsos periodistas, influencers y expertos en todología

La vergonzante reunión de ayer entre una vicepresidente comunista, iletrada y malvada, que ni corta ni perezosa se acercó a Waterloo en un cómodo viaje en un Falcon, a costa de nuestros impuestos que tanto les gusta malgastar, y un delincuente fugado, un esperpento de persona que encarna todo lo malo explicado anteriormente, este encuentro negado por el autócrata con esa inmensa desfachatez que le caracteriza, puede marcar ya de forma definitiva la desaparición de nuestra tan querida España.

Y nadie moverá un dedo. O casi nadie. La mayoría seguirá ahí, sentada en su sofá, con un ojo en la pantalla del móvil y el otro tragando anuncios de lubricantes vaginales y anales, coches eléctricos inútiles e impagables, viajes irrealizables y degeneraciones varias que poco a poco han carcomido sus pequeños e inactivos cerebros, convirtiéndoles en simples marionetas al servicio del mal.

¿Y qué hace nuestro jefe del estado, Su Majestad el rey Felipe VI, mientras tanto? Supongo que estará felizmente sentado en alguna cómoda hamaca, delante de un mapamundi, decidiendo qué país será el destino de su ya cercano exilio. Y no vale repetir, por lo que Lisboa y Roma quedan descartadas. Pues se tapan en el mapa con unos nachos, y a seguir buscando un destino bonito para disfrutar lo que le quede de vida. Carpe diem y que os den a todos.

Tampoco creo que le importe demasiado: es una tradición familiar, económicamente va sobrado, y lo del amor a la patria o el juramento prestado ya sabemos todos el valor que tienen. Ninguno.

O quizás no, puede ser que nuestro rey esté verdaderamente preocupado por del futuro de SU nación, por el de su hija mayor, ya devenida dama cadete en la academia militar, por el de su familia en general y por todos nosotros, sus leales, abnegados y trabajadores súbditos. Puede ser.