Podría haber sido peor, dicen por
ahí los iletrados tertulianos, los vendidos periodistas, los maquiavélicos políticos,
los guarros argentinos infiltrados en nuestras instituciones y demás especímenes
que no aportan nada a nuestra sociedad. Y se entiende: los periodistas y tertulianos
necesitan polémicas, incidentes, traiciones y violencia para seguir explotando el
sufrimiento de muchos para su penosa algarabía; los políticos se agarran a sus
votos (y con ello a sus sucios acuerdos con separatistas y terroristas) como
garrapatas a la piel del animal, para seguir ocupando sus poltronas e ir
sumando legislaturas que garanticen sus pensiones vitalicias; y finalmente la
rancia y casposa izquierda radical, los antisistema, los okupas, los menas y demás
lumpen que se aprovechan de la agitación social para dar rienda suelta a sus
odios y su envidia y así llevarse una parte de la tarta, ya sea asaltando
comercios, destrozando mobiliario urbano
o hiriendo a ciudadanos inocentes y a nuestros valientes y abandonados miembros
de las fuerzas y cuerpos de seguridad. Entre ellos a Iván, un policía de 41
años y padre de dos hijos, que a estas alturas aún se debate entre la vida y la
muerte sin que el racista Torra se haya preocupado por su estado. ¡Ánimo, Iván!
Hablamos de una importante región
de España, Cataluña, pilar de nuestra patria común y motor económico durante muchos
decenios. Y no por ser sus habitantes de raza superior y tener un ADN puro, ni
por ser más hábiles, más laboriosos o serios: Cataluña ha liderado el desarrollo
social y económico del Reino de España por un chantaje continuado, desde
finales del siglo XIX hasta nuestros días, que siempre ha cristalizado en inversiones,
subvenciones y ventajas fiscales. Todo con tal de no tener que sufrir el
nacionalismo feroz, la violencia y la guerra civil que siempre han usado los adinerados
burgueses catalanes como moneda de cambio para conseguir sus beneficios. Al
estilo del tinglado que se sacaron de la manga los beodos hermanos Arana en las provincias vascongadas:
un relato histórico inventado, una manipulación de la sociedad cautiva e
iletrada gracias a la contraeducación continua, una constante y nada velada amenaza
de muertes y violencia (como bien llevaron a cabo los terroristas de ETA que
ellos alumbraron) y unos beneficios generosos para las acomodadas y clasistas familias
dirigentes.
Como el símil que propongo en el título:
nuestro querido Mar Menor. Abandonado por el poder central, explotado por múltiples
administraciones cautivas de sus siglas partidistas y destrozado por intereses
económicos de los siempre presentes familiares y amigos, hasta el punto de que
han dejado sin oxigeno a todos los seres vivos, ahogándolos en su charca de
favores, malas planificaciones, contaminaciones conocidas y toleradas y las
múltiples obras inapropiadas. El afán de riqueza y el nepotismo contra el medio
ambiente. El afán de poder y el nepotismo contra la mayoría de la sociedad catalana.
El Mar Menor arrasado, el mal menor que según los políticos han sufrido
Cataluña y en especial Barcelona.
Mientras sigan en libertad y con
poder ejecutivo los animadores socio culturales y dinamizadores de la demente revuelta
catalana, léase Joaquím Torra y su corte tractoriana, sostenida por las ovejas
abducidas encuadradas en los CDR, los antisistema tolerados por Colau e
importados de toda Europa y los menas traídos por las mafias negreras oenejetas
cómplices de la burguesía catalana, poco cambiará.
Como si se tratará de una sesión de “Design Thinking”, tan de moda en el mundo empresarial, pero a la inversa: sesiones de trabajo en común (de ahí "los Comunes") para ver como destrozamos un proyecto que ha costado siglos y siglos en ser construido.
Y encima el maldito y demente Torrá
tiene el inmenso morro de anunciar a bombo y platillo que pasadas las elecciones
del día 10 de noviembre liberará a todos los golpistas sentenciados.
Y si lo anuncia es porque es muy
consciente de los triunfos que tiene en su mano: sus votos y los de los demás
partidos separatistas serán cruciales y necesarios para que Pedro Sánchez
vuelva a desgobernar España. Y ese caramelo al falso doctor no se lo quitará
nadie, aunque para ello tenga que dejar a la mayoría de los catalanes sin oxígeno.
Como si fuera el Mar Menor. Y siendo para ellos un mal menor. Peor sería que
perdieran el poder, sus sueldos, sus privilegios y su estatus social.
¡Qué más da que se mueran millones
de peces!
¡Qué más da que arruinemos la
vida a cinco millones de catalanes!
P.D. Suerte que la otra Cataluña,
la mayoritaria, la que es tan catalana como española, sigue viva. Por lo menos
en el estadio del RCD Españyol, último reducto deportivo que sigue resistiendo
ante el acoso nacionalista. Y eso que la directiva tampoco está por la labor.
Suerte que nuestra masa social sigue siendo ejemplar.