lunes, 30 de enero de 2006

Mucho frío


Mucho fríoEMW el 30 de Enero de 2006

El día ha amanecido igual de frío que otros días, pero a mi me está congelando. Cuando los caminos se despejan y parecen soleados y radiantes a pesar de la lluvia o nieve que pueda estar cayendo, es que tienes alguna fuente de calor que te da ánimos, que te aviva el corazón.
Pero cuando de golpe te enfrentas al frío del ambiente sumado a un gélido sentimiento que brota del interior de tu cuerpo, la situación se hace insoportable.
Puede ser un sentimiento de soledad, o bien la consecuencia de haber hecho las cosas de forma equivocada, puede ser la lectura de un editorial sobre lo está sufriendo nuestra Patria o el miedo a quedarte solo en este mundo, puede ser la angustia de ver como se derrumban todos los edificios a los que te acercas demasiado o la tristeza de haber vuelto a ser el malo de la película y de haberte quedado sin el beso de la princesa, pueden ser tantas cosas….
Pero no decaeré. Seguiré en la lucha, la lucha por hacer una España mejor. Y este combate empieza dentro de mí, en mi mente y mi corazón. Si realmente deseo una España mejor deberé predicar con el ejemplo y serlo yo también cada día un poco más. Estoy en ello…..

lunes, 23 de enero de 2006


De la noche al día

23 de Enero de 2006. por Ernesto Martí Wetzel

No me acuerdo de todos los detalles de mis sueños de esta noche, pero puedo asegurar que han sido muy bonitos. Reconozco en seguida esa sensación de cariño (supongo que por falta de práctica), de sensibilidad y bienestar que te invade cuando sientes amor. Hacía mucho tiempo que no me costaba tanto levantarme, más aún sabiendo que el primer paso sobre el suelo frío e impertérrito, ajeno completamente a mi estado de felicidad, iba a desmontar mi castillo construido en el aire de un fin de semana muy sentido.
Y como no, ha sido pisar la fría piedra (¿pero no había parquet en mis sueños?) y poner la COPE, y todo se ha ido al garete. Digo garete porque las 3 acepciones de la Real Academia se pueden aplicar indistintamente a la situación de esta mañana. Veamos. La primera definición dice textualmente "1.frs. Mar. Dicho de una embarcación sin gobierno: Ser llevada por el viento o la corriente." Sin duda alguna la podemos aplicar a lo que está sucediendo con nuestra querida España. Aunque deberíamos ampliar esta definición con un “… embarcación sin gobierno o con un gobierno nefasto”. La segunda definición va muy en línea con la anterior, "2. frs. Ir a la deriva, sin dirección o propósito fijo." , que es lo que está haciendo el actual equipo gestor de nuestro destino, aunque nuevamente con una omisión al final, falta “ ..o propósito fijo.”. Aquí si que existe un propósito fijo, que es simple y llanamente acabar, como diría Don Federico, con la nación más antigua de Europa. Y la tercera, la coloquial, es justamente eso, la forma en la que cualquier persona de cultura básica expresaría la sensación que sentimos todos hoy, lo que está punto de suceder con nuestra España, “3. frs. coloqs. Fracasar o malograrse.”. Despertemos todos, porque esto está cambiando a marchas forzadas, y nos queda poco margen de maniobra. Como decía, lo que pueden cambiar las cosas de la noche al día.

miércoles, 11 de enero de 2006

Ni Morlanes ni Zapatero
El 11 de Enero de 2006 por Ernesto Martí Wetzel

Siempre se ha dicho que los males nunca vienen solos, pero en esta nuestra querida España este dicho popular está llegando a unos límites que son muy difíciles de soportar.

Pongámonos en situación: nosotros tenemos básicamente dos amores, España, nuestra madre patria, y el Español, nuestro querido club de fútbol (digo básicamente, porque también nos gustan las mujeres, la música y el vino.).

A nuestro primer amor, España, lo están destruyendo día si día no las huestes de Zapatero I el Imbécil (tonto le queda corto y hay muchos tontos en el mundo que no se merecen ser comparados con este tipejo), y al segundo, el Real Club Deportivo Español, se lo está cargando un tal Morlanes, ex Secretario General de UGT en el Baix Llobregat reconvertido en seguidor españolista y, peor aún, en Consejero Delegado de nuestro club. Y digo NUESTRO en voz alta, porque el Real Club Deportivo Español pertenece a sus accionistas, socios y seguidores, y no puede estar dirigido por personas ajenas a un sentimiento que va mucho más allá de un contrato laboral conseguido con la única y clara intención de llevarse algún beneficio con las obras del futuro campo del Español en Cornellá.

¿Por qué sino una persona como Morlanes Galindo (que injusticia que tenga un segundo apellido tan honroso como Galindo) abandona una carrera política a la sombra del Sr. Montilla a cambio de convertirse en director general de un pequeño club de fútbol al que no ha estado vinculado nunca?

El refranero español nos dice que “Abierto el saco, todos meten la mano”, y como la sabiduría popular nunca falla, tanto nuestros actuales gobernantes en España están metiendo la mano a fondo en todos y cada uno de nuestros asuntos, como el Consejero Delegado del Español está hurgando en nuestra historia, en nuestros símbolos, mediando en la venta de parte de los terrenos de Cornellá, y, aún peor, atacando de forma injustificada a amigos nuestros, socios ejemplares desde hace más de 20 años, personas integras, nobles, entregadas al prójimo y amantes de España y del Español.

¿Quién cojones te crees que eres, Morlanes?

Que si empezamos a tirar de refranero, ya no nos vale el “Manden unos, manden otros, los tontos siempre somos nosotros”, y que vayas con cuidado, que la “Mano que te da de comer no has de morder.”

(Ánimo Javier)

martes, 3 de enero de 2006


Quien tenga miedo que no salga de casa
Jesús LAINZ en “La Razón” el 2 de Enero de 2006

Pero Niño, almirante de Castilla a principios del siglo XV tuvo por lema: «Quien tenga miedo, que no salga de casa». Fue valiente, impetuoso y temerario, lo que le llevó de victoria en victoria sobre sus enemigos, principalmente los ingleses, a los que batió repetidamente por tierra y por mar.
Un siglo más tarde un acérrimo enemigo de España, sir Walter Raleigh, no pudo dejar de alabar —en admirados párrafos de su “History of the World” - la virtud, la invencible constancia, la resistencia; la inmunidad al descorazonamiento, la fortaleza y la valentía que demostraban los españoles, generación tras generación, en las cuatro esquinas del globo.
Alonso de Contreras, el portentoso guerrero cuya biografía inspiró a Lope de Vega, afirmaba en los años iniciales del siglo XVII que nada quedaba fuera de su alcance mientras tuviese diez dedos en las manos y ciento cincuenta españoles.
Goethe, en los infaustos días de Carlos IV, aún recordaba en su drama “Egmont” que los españoles del siglo anterior estaban hechos de uña pasta especial y que era mejor no tener problemas con ellos.

¿En qué consistía esa pasta que hoy nos parece cosa misteriosa? En la moral, el optimismo, la fortaleza, la confianza en sí mismos. Nada más que eso.
Los herederos en el siglo XIX de esta moral de victoria fueron los británicos. La gran literatura inglesa de las épocas victoriana y eduardiana (Conan, Doyle, Stevenson, Kipling) esta plagada de referencias, implícitas o explícitas, a ese sentimiento de deber, de virtud, de sacrificio, de virilidad y de responsabilidad que nacía del mero hecho de pertenecer a la nación británica, pertenencia que exigía a su hijos obligaciones mayores que a las demás naciones. La herencia de esa mentalidad, no del todo perdida en la Inglaterra de hoy, es la que hace de ella una nación confiada y orgullosa de sí misma, en la que no cabe imaginar complejos ni separatismos. Por el contrario, la pérdida masoquista de la mentalidad que caracterizó a los españoles durante siglos nos ha conducido a nuestro enclenque estado actual.

El poeta catalán Joaquín María Bartrina lamentábase a finales del siglo XIX: “Oyendo hablar a un hombre, fácil es acertar dónde vio la luz del sol: si os alaba Inglaterra, es un inglés; si os habla mal de Prusia, es un francés, y si habla mal de España, es español.”
Ninguna otra nación de Europa —ni siquiera la alemana—, a pesar de las páginas oscuras que todas tienen en su historia, sufre este complejo negador de sí misma. Todas recuerdan sus efemérides, todas celebran sus victorias, sus hechos memorables. Sólo aquí pedimos perdón por ellos, como en el infamante 1992.

El historiador francés Joseph Pérez ha escrito al respecto líneas sobre las que quizá se debiera reflexionar: “Uno tiene a veces la impresión de que son los mismos españoles los que han contribuido a difundir la Leyenda Negra al insistir con excesivo masoquismo sobre determinados aspectos del pasado de su patria.”

Pues bien, esta imprescriptible crítica fue y sigue siendo uno de los principales motoras de los separatismos, que, con ignorancia sólo superada por su mala fe, envenenan las mentes y los corazones de los ciudadanos con un rechazo y un odio a España que casi nadie se ha atrevido a denunciar para no ser señalado por los inquisidores de lo nacionalistamente correcto.

En Inglaterra todo el mundo conoce a Nelson —en Inglaterra y fuera de ella—. Y a Drake, y a Wellington, y a Cook, y a Gordon, y a Scott, y a Mallory. ¿Quien conoce en España a Blas de Lezo, a Churruca, a Oquendo, a Juan de Urbina, al Gran Capitán, a Ramón Bonifaz, a Guzmán el Bueno, a Hernán Cortés, a Orellana, a Cabeza de Vaca, a Álvaro de Bazán, a los últimos de Filipinas y a mil más? ¿Cómo se van a conocer si desde hace siglo y pico cierta y muy influyente intelectualidad decretó que la historia de España era un error y que había que olvidarla y recomenzar de cero? ¿Cómo se van a conocer si su simple mención huele a fascismo? ¿Cómo se van a conocer si el gobierno Aznar sacó de la capital el Museo del Ejército? ¿Cómo se van a conocer si los gobiernos jamás han tenido el menor interés en aprovechar los medios de comunicación de masas para hacer llegar al gran público la cultura y la historia con mayúsculas? ¿Cómo se van a conocer si el único héroe español al que se ha dedicado una película en las últimas décadas ha sido Torrente?

Los gobernantes que durante tantas décadas se han desentendido de la esencial labor de ilustrar a los españoles sobre los principales hechos y personajes que a lo largo de la historia han forjado nuestra nación son culpables de la ignorancia que hoy se tiene sobre lo que es España. Y los resultados se recogen en las urnas, con tanto separatista activo y tanto acomplejado pasivo. Pues para que una nación se respete a sí misma, lo primero que tiene que hacer es conocerse. Y España no se conoce. Por eso se disuelve.

lunes, 2 de enero de 2006


La frase de la mañana

Decía el Príncipe Valiente:
"Dejad que me moje en soledad
pues antes de molestar a la gente
hay que tener clara la verdad."