domingo, 18 de febrero de 2024

Murieron en el empeño



Me he tomado mi tiempo antes de escribir esta corta columna, que no quiere ser más que un humilde homenaje a la Guardia Civil. Póstumo para los dos agentes asesinados en Barbate por la dejación del maldito ministro Grande-Marlaska, tributo en vida a los 81.995 miembros que tiene la Benemérita actualmente (datos de la Moncloa de junio de 2023), número que, como entenderá el lector, no significa que sea cierto. No habiendo salido una sola verdad de la boca del actual presidente del gobierno desde que desgraciadamente y con malas artes accedió al poder, cualquier información que faciliten desde la corte del psicópata sus 1.000 asesores, hay que cogerla con pinzas.

¿Y por qué he esperado? ¿A que amainara la tormenta de columnas, reportajes, protestas, dimisiones, actos y homenajes? Pues va a ser que por todo ello no ha sido: todos éramos conscientes de que este maldito gobierno y sus medios afines, que son todos los mayoritarios sin excepción, no iba a mover un dedo para reparar el mal causado, que oficialmente no habría homenajes, ni minutos de silencio, ni nada que se le parezca. De dimisiones ya ni hablo.  Mutis desde Moncloa y excusas varias en boca de los impresentables ministros, mamporreros del sultán (mejor: de ambos sultanes, Pedro y Mohamed), hasta culminar todo esto con la desvergonzada e hiriente frase de la serpiente Patxi López, achacando el asesinato de ambos agentes a una supuesta tormenta. Por no hablar del eslabón perdido Oscar Puente, rescatado de una cueva por el déspota para repartir estopa a diestro y siniestro, sea cual sea el tema. Como que tenemos que ir acostumbrándonos a que ardan las cabinas de los trenes. Pero dejemos a un lado a este simio, a este matón de baja cama que da para un doctorado sobre el no saber estar, la falta de educación, la indigencia intelectual y la maldad hecha persona.

Pero algo tenía que escribir, y bien que me lo recordó hace unos días mi estimado amigo Fran. No podía permanecer en silencio ante este nuevo insulto a nuestra gloriosa Benemérita, lo que viene a ser un insulto a nuestra patria y con ello a todos nosotros. Una fechoría más de este narcogobierno, pero en este caso no solamente han insultado y despreciado al cuerpo más querido por los españoles, sino a todos y cada uno de los ciudadanos. A los buenos, se entiende, porque sabedores somos que hay una parte de la sociedad, esa parte sucia, adoctrinada, iletrada y maldita, que mantiene con sus sumisos votos a la purria que gobierna en España y en sus autonomías, inventadas pseudonaciones de paletos con ansias de dictadores. Y no digo virreyes, porque sería un elogio. Son simples oportunistas que buscan su beneficio personal a costa de cargarse cientos, que no miles, años de historia conjunta, de libertad, de igualdad, de justicia y de progreso. Y en esta lucha eterna de la sucia tropa izquierdista, terrorista y separatista contra la Guardia Civil, no podemos dejarles solos. Ni silenciar el desprecio y la injusticias que sufren día a día a manos de un gobierno que en el fondo lo que persigue es acabar con esta histórica institución, heredera de la Santa Hermandad instituida por Isabel la Católica en 1476. Nuestra inmensa y santa Isabel, que según algunos supuestos periodistas y tertulianos todólogos y dipsómanos, está por debajo de Jennifer Hermoso en su importancia histórica (aunque la petarda Milá usó a Agustina de Aragón, vale igual). Mejor me callo.

En mi juventud tenía colgado en la pared de mi habitación un tricornio de gala de la Guardia Civil. Fue un regalo de un mando de este cuerpo, buen amigo de mi padre, cuyo círculo de amistades incluía a muchos de ellos. Y los conocí, los traté, y los admiré siempre. Sin duda la mejor herencia que me dejó mi padre. Y sigo teniendo por casa, repartidos por estanterías y armarios, objetos relacionados con el benemérito cuerpo: una gorra aquí, un cinturón ahí, un clic de Playmobil caracterizado como Guardia, varias pulseras, algunos llaveros…; y mi admiración y respeto por todos ellos, por este abnegado y fiel cuerpo de seguridad, garante de nuestra libertad, sigue tan firme como entonces.

O quizás más, porque desde que llegó la tan cacareada “democracia”, los ataques a la Guardia Civil han sido constantes, y no hablo solamente de los viles asesinatos sufridos, como el de Barbate, sino del continuo desprecio de todos nuestros gobiernos, del PP o del PSOE, hacia estos hombres y mujeres que simplemente cumplen su vocación, su deber y su juramento, con diligencia, con profesionalidad, con rigor y con honor. Y encima sin un equipamiento adecuado, sin cuarteles en condiciones, encerrados cual apestados en las regiones separatistas, olvidados y abandonados en el mundo rural y sentenciados ante narcotraficantes, inmigrantes violentos y zurdos subcampeones vengativos, que siempre han tenido como principal objetivo a este cuerpo policial.

Pero a pesar de ello, con lo puesto, sin armas en condiciones, sin chalecos protectores, sin sueldos dignos, sin cuarteles habitables, sin protección de la justicia y sin el mínimo apoyo oficial por parte de los cambiantes pero similares gobiernos, siguen ahí, fieles a su juramento, honrando su himno, su historia y su deber.

Como consta en el número 4 de su cartilla:

Siempre fiel a su deber, sereno en el peligro, y desempeñando sus funciones con dignidad, prudencia y firmeza, será más respetado que el que con amenazas, solo consigue malquistarse con todos”.

A mí me parece que los que amenazan y se malquistan con todos son otros. La víbora Glande-Marlaska, por ejemplo. O el psicópata Pedro Sanchez. Una lista interminable para una historia terminable de menosprecio y de odio.

Pero el bien triunfará, tarde o temprano. Y toda esta chusma desparecerá. ¡Malditos seáis, hijos de la gran puta! 

Y pervivirá la única y verdadera historia interminable, que es y será la del glorioso y benemérito cuerpo de la Guardia Civil.

Viva la Guardia Civil. Viva España. Que viene a ser lo mismo.

Descansen en paz, Miguel Ángel y David. 

Murieron en el empeño.