lunes, 18 de septiembre de 2006

La importancia de mantener las tradiciones


La importancia de mantener las tradiciones
18 de Septiembre de 2006

El fin de semana pasado cometí el grave error de no seguir la tradición. Llevo muchos años acudiendo a la misma bodega, el mismo día de la semana y a la misma hora; es decir, cada viernes entre las 8 y las 10 de la noche me acerco a la bodega Víctor de Barcelona, un lugar entrañable, acogedor, en el cual tienes garantizada la presencia de algún camarada, una charla amena con el propietario y un rato agradable entre cervezas, vinos y risas españolas.
Pero me equivoqué. Decidí cambiar de hábitos, ignoré varios mensajes y llamadas que reclamaban mi presencia, me quedé en casa y me fui a descansar pronto para poder madrugar al día siguiente y hacer una excursión a la montaña.
Ni excursión ni nada. Equipado para la deseada salida con mochila, botas y bastón, bajé a buscar mi coche, pero este había desaparecido. En cristiano, me lo habían robado.
Me salto la descripción de mi lógico enfado, la pérdida de mis gafas de sol de camino a la comisaría, la sublime estupidez de los Gossos de Escuadra que me atendieron, o la repugnante presencia de un grupo de maricones (MARICONES en mayúsculas, y nada de eufemismos como “homosexuales”) que se habían peleado entre ellos a navajazos y se consolaban con besos y caricias en medio de la comisaría. Intolerable. En un país normal los propios funcionarios habrían actuado de oficio y los habrían detenido a todos por escándalo público, pero como esto ya no es ni un país, ni es normal, ni es nada, se lo montaban ahí, en público, como si fueran una pareja de enamorados en cualquier parque de España.
Las tradiciones hay que mantenerlas. Está clarísimo. Los viernes hay que acudir a la tertulia, la bodega o cualquiera que sea el punto de reunión con los camaradas; los cuerpos policiales deben estar compuestos por hombres y mujeres preparados, serviciales, entregados a su labor, amantes del orden, la higiene, la moral; es decir, deben ser como la Guardia Civil, y las parejas que muestran su cariño en público deben estar compuestas por un macho y una hembra. Es así.



Y ya puestos, no debemos permitir la existencia de zapateros, rubalcabas, zerolos, moratinos, rubianes y demás calaña que organizan grandes desembarcos playeros en el Líbano (solamente faltaban las animadoras repartiendo trípticos del Pacha de Taibe), insultan de forma asquerosamente hiriente a nuestra patria y reciben inmediatos apoyos oficiales y oficiosos, desmontan los callejeros de Madrid con una clara demostración de su inexistente nivel cultural, apoyan a los musulmanes diciendo que nuestra reconquista fue insidiosa, cuando lo “malicioso y dañino con apariencias inofensivas” (definición de insidioso del DRAE) es la creciente ocupación de nuestro espacio vital por parte de los inmigrantes ilegales, o mienten día si día no sobre los hechos del 11-M y los pactos con ETA.

España y la tradición nos lo exigen: reunámonos con nuestros camaradas cuanto más mejor, tengamos relaciones serias, románticas y procreadoras con personas del sexo contrario, honremos a los cuerpos policiales y las unidades del ejército que representan la gran y noble tradición española, luchemos todos juntos codo a codo hasta conseguir echar de nuestra patria a todos los indeseables nombrados más arriba y cantemos todos juntos de viva voz: Si mi padre se tirara de lo alto de un balcón, yo también me tiraría por seguir la tradición…”