martes, 11 de agosto de 2020

Agosto

Otrora en nuestra querida España (y en muchos otros países mediterráneos) el octavo mes del año, el mes “augusto” de los romanos, mantenía su carácter “sagrado”, lo que en términos terrenales se convertía en un amado ritual. Con el inicio de las vacaciones llegaba todo aquello vivido desde joven y repetido año tras año: la revisión de los niveles del coche, la agobiante guerra contra el saturado tráfico radial hacia nuestros mares, el calor (deseado y odiado al mismo tiempo), la playa, la visita al pueblo, la reunificación familiar (en muchos casos forzada pero gracias a Dios temporal), los chiringuitos, las diversas y apetitosas paellas, las sardinas sufriendo ensartadas o a la parrilla, la sangría o el tinto de verano, la crema solar grado máximo, (“Ferragosto” y la obligatoria sandía en Italia), las fiestas mayores, los petardos, alguna excursión “cultural”, algo de lectura, amores de “boite”, pub, “dancing” o terraza, tan eternos como rápidamente olvidados, la refrescante tormenta y su correspondiente cambio de planes (que abarcaban desde los juegos de mesa hasta la visita a la tumba del abuelo), la canción del verano, simple y por ello inolvidable, la ligereza en el vestir y, en definitiva, el relax en la disciplina y los horarios diarios. La “dolce vita”. Y la paga extra, obviamente. 

Otra más de las herencias franquistas que tanto odian, pero tan a gusto aceptan y disfrutan los idiotas habituales.

Pero en este desgraciado agosto nada ha sido igual. Ni por asomo. De la misma forma que no fueron iguales los pasados meses de marzo, abril, mayo, junio o julio. Atentos: estamos hablando de seis meses de nuestra vida. ¡Seis meses, seis! Que no es moco de pavo. Y los que nos quedan, supongo. Ya ni me atrevo a hacer predicciones. Ante la desinformación, la manipulación, la mentira, los vaivenes informativos y las más que probables conspiraciones, ¿quién es el guapo que se atreve a predecir como serán el otoño, el invierno y el resto de nuestra existencia? Ni Rappel. Ni Nostradamus. Igual solamente nos sirva Fernando Sermón. Porque este muñeco al servicio del déspota de turno quizás sea la fuente más fiable: pasará justamente lo contrario de lo que él anuncie entre risas y chanzas. En línea con las directrices de su enfermo titiritero, el innombrable, malvado y repugnante Fraudez. Burlándose de nosotros. Mintiendo con todo descaro. Como decía esta mañana en un tuit: la mentira cotiza al alza.

“Ande yo caliente, y jódase la gente”. O muérase.

El peor país en la gestión de la “plandemia”, una salvaje, organizada, tolerada y bien comisionada invasión de jóvenes inmigrantes ilegales y violentos, muchos de ellos infectados con la COVID-19 en origen, confinamientos selectivos sin ton ni son, cortinas de humo en forma de malintencionados ataques a la monarquía y a la gestión en aquellas comunidades en las que no manda el Frente Popular: mentira tras mentira, manipulación tras manipulación, todo ello para tapar su corrupción, su perfidia, su maldad innata, su revanchismo y su odio. Y sus abyectas intenciones que pasan por la destrucción de todo lo que nos es querido.

Así andamos en este nada sagrado mes de agosto, en el que las perseidas que serán visibles entre hoy y pasado mañana, más que lágrimas de San Lorenzo deberían pasar a llamarse las lágrimas de España.