lunes, 17 de diciembre de 2018

Alguien voló sobre el nido de la Moncloa



A veces parece que en España de golpe nos hemos olvidado de las tres primeras acepciones de la palabra “loco” que nos ofrece el diccionario de la RAE (o de las primeras dos de la palabra “locura”). Dicho de forma más clara: nos hemos olvidado de la peligrosidad de la locura.

De un tiempo acá no sólo hemos aceptado la palabra “loco” como algo positivo, que describe a alguien diferente, divertido, valiente o creativo, sino que hemos cometido colectivamente el grave error de tolerar que personas claramente aquejadas de locura o demencia ocupen puestos de relevancia, tanto social como sobre todo política.

Y no es algo que haya sucedido en las últimas semanas, meses o años: la última y más grave entrada de la locura en la vida colectiva española se produjo el 16 de abril de 2004, ese nefasto día en el que un personaje loco de atar llamado José Luis Rodríguez Zapatero fue investido presidente del gobierno de España.
¡Ay pobre España, si llegas a saber lo que se avecinaba otras papeletas hubieras elegido!

La desgracia de un loco es dar con otro

Y de aquellos polvos vienen estos lodos. Me imagino las constantes diatribas de Begoña (la tan trabajadora inquilina actual del Palacio de la Moncloa) a su marido durante el mandato de ZP: “Si éste puede ser presidente, por qué no lo intentas tú”, “Ya te vale Pedro, el zumbado ese en la Moncloa y nosotros en este cuchitril”, “Pedro, tú lo vales, eres más guapo, más listo, y nuestras hijas serán más guapas que Laura y Alba”. Y por desgracia, a base de insistir entre plato y plato y entre polvo y polvo (algo que las mujeres dominan con eficacia), el falso doctor cogió al toro por los cuernos, maniobró con maquiavélicas tácticas y femenina estrategia hasta que una sucia maniobra plagada de mentiras le aupó al poder.
   
Quien con locos anda cuerdo, está peor que ellos.

¿Y cuál ha sido la reacción del pueblo español? ¿O la de los dirigentes de los demás partidos políticos? ¿O la de los propios compañeros de partido del susodicho demente? Pues poca cosa hemos hecho entre todos. Algunos más que otros, pero en cualquier caso no se ha producido la reacción unitaria y claramente fundamentada de echar al ocupa de su mansión y convocar con suma urgencia elecciones generales. El miedo a perder privilegios de unos, el constante apoyo de los medios afines, la indefinición de la mayoría de los partidos de la oposición (Vox clamantis in deserto), la descarada manipulación de las encuestas por parte del CIS y el chantaje de populistas, nacionalistas y filoterroristas, han permitido a Pedro “cum fraude” y su tan trabajadora señora seguir disfrutando de los privilegios del cargo y de los viajes en avión a  conciertos, bodas, bautizos y banquetes, todo ello a cargo de nuestros impuestos y nuestra inocencia. O ceguera.

Obrar mucho y hablar poco; que lo demás es de loco.

¡Ay el refranero español, cuánta razón tiene! Porque si es por hablar, nuestro actual presidente por accidente se llevaría el premio gordo, la pedrea y hasta los reintegros. Y en cuanto a obrar, pues todo lo contrario. Algo que en el fondo es de lo poco que tenemos que agradecer al personaje. Porque si llega a obrar, es decir, a hacer todo lo que ha dicho, y todo de lo que se ha desdicho a los pocos días, horas o minutos, este nuestro querido país parecería un erial. Pocas veces en la historia se habrá visto a una persona tan cambiante, tan volátil, tan oportunista y tan veleta. Y pensar que llamamos (y cargados de razón) veleta a Rivera y sus ciudadanos, pero lo de Falconetti (como le llama la poca prensa seria de España) roza la locura. Demencia total y absoluta. Lo que hoy es blanco por la tarde será gris, lo que ayer era bueno para España mañana será malo, lo que ayer prometía, hoy lo niega. Y así día tras día, semana tras semana, mes tras mes, y si no le paramos los pies entre todos de una santa vez, es capaz de regalar Gibraltar a los bárbaros, Cataluña a los iluminados, las Vascongadas a los herederos de los terroristas y destrozar lo que queda de España mientras él surca los cielos cual estrella del rock.

Cuatro locos que andan sueltos traen al mundo revuelto

Y lo peor, su dejadez ante los flagrantes (recordemos que flagrante significa “evidente, que no admite refutación”) y graves delitos que se están cometiendo desde hace años y de forma continuada en Cataluña. En mi Cataluña, en nuestra Cataluña, en esa región tan bonita, importante y parte esencial de España. En ese antiguo condado de la Corona de Aragón que lideró tantos aspectos de nuestra historia: de las guerras hasta el comercio, de la literatura a la música, de la revolución industrial al emprendimiento, del deporte a la investigación. Todos los aspectos básicos de una sociedad avanzada, solidaria, culta y tolerante tenían antaño su reflejo y su presencia en las ricas tierras catalanas. Ahora no queda nada. Cuatro o más locos que con tal de no asumir su enfermedad e ingresar voluntariamente en una institución médica, siguen agujereando los cimientos de nuestra patria común, de la realidad histórica y de la convivencia de la sociedad.

Un loco junto al fuego jamás lo deja quieto

Otro refrán que la clava. No es de recibo, y menos para el presidente de un supuesto estado democrático y de derecho, tolerar, cuando no animar, los constantes insultos, atropellos, ilegalidades y locuras que diariamente se están produciendo en Cataluña. Se aproxima el 21 de diciembre, fecha elegida por el loco narcisista de la Moncloa para someterse de nuevo a las exigencias del resto de zumbados que pululan por Cataluña. Ya ni digo que gobiernan, o dirigen, algo que dejaron de hacer hace años, simplemente campan a sus anchas. Con sus falsos ayunos, sus cachorros violentos, sus iluminados ideólogos y sus sumisos y bien untados medios de comunicación. Arde Cataluña, arde España, y al presidente del gobierno de todos los españoles no se le ocurre nada más que echar leña al fuego, prometer blanco hoy y dar negro mañana, derrochar millones de euros del dinero público (que no es de nadie, María del Carmen Calvo Poyato dixit) para celebrar un inútil Consejo de Ministros en Barcelona y destrozar las cercanas fiestas a cientos de policías y Guardias Civiles cuando existen 17.000 Mossos, en teoría fuerzas del orden, en Cataluña. De locos, oiga.

Mal de locura, sólo la muerte lo cura

Obviamente no le deseo la muerte a nadie. Todo se andará, y la ley de vida es igual de cruel para unos que para otros. Pero mientras tanto, mientras los locos anden sueltos, vivos y haciendo daño a la sociedad, que alguien tome las medidas oportunas, los encierre, los cure o los mande a freír espárragos. Para algo existen las leyes. Y la sensatez. Y las instituciones psiquiátricas.

Quien enferma de locura, no tiene cura.

Zapatero fue un error, Pedro Sánchez es peor. Y ambos están locos. De atar.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Cataluña: diario de una guerra


Día 1. El alzamiento.


Amanece en Barcelona. En la lejanía, en las preciosas islas Baleares que en días claros se pueden distinguir desde el Tibidabo usando unos simples prismáticos, algunos ya habrán desayunado. Por lo menos los lugareños. Los guiris en cambio estarán a punto de recogerse, vadeando entre vómitos, excrementos y bikinis abandonados tras otra noche de sexo sin amor, peleas y un consumo abusivo de alcohol y drogas. Cosas de los bárbaros del norte, que lo único que nos aportan son cuantiosos beneficios económicos (que por otro lado no son baladí). Una suciedad que por cierto se debe en parte a la falta de los tan básicos servicios municipales de limpieza. Desde que el conocimiento del catalán se ha ido imponiendo a martillazos para poder ejercer cualquier función pública, cada vez más servicios están dejando de funcionar: empezó con la enseñanza, pasó a la sanidad y ahora ha llegado a algo tan básico y necesario como la limpieza municipal. Suerte tenemos que los turistas ingleses ni se dan cuenta del lamentable estado de playas y paseos. Otro cantar son los alemanes, que poco a poco están abandonando las islas por otros destinos igual de bonitos, pero más limpios… y seguros. Pero volvamos al amanecer en Barcelona.


La noche anterior había sido movida. Los guerrilleros catalanes de los CDR, divididos en varias columnas según el lujoso móvil que usan (la columna Samsung Galaxy en el sur al mando de Helena Torra y la columna Iphone en el norte, dirigida por Guillem Torra, ambos hijos guerreros del padre con el ADN superior), se habían desplegado por buena parte del territorio catalán bloqueando carreteras, puentes y otras infraestructuras necesarias para el correcto funcionamiento de pueblos y ciudades, comercios e industrias. La nula resistencia de los Mossos (siguiendo órdenes del gobierno regional, es decir, de papá Torra) y la apatía de las pocas unidades de la Guardia Civil y la Policía Nacional que aún están desplegadas en las cuatro provincias de la región (siguiendo órdenes del gobierno central) había permitido que los violentos jóvenes camparan a sus anchas. Pasaron la noche fumando porros, comiendo butifarras, cantando canciones de los Pets y de Sopa de Cabra y “festejando” unos con otros. Aunque al final hubo pocas relaciones carnales. Entre le fealdad de ellas y la estupidez de ellos poca libido había en el ambiente.


A las 7 de la mañana el “sargento” Quim Torra (esa fue su graduación durante el servicio militar en el IMEC) se calza las botas, encaja su gorra, empuña el CETME que se llevó de recuerdo de su estancia en el regimiento de Infantería Palma 47, y al frente de su escolta personal sale del Palau de la Generalitat, a asaltar la historia, la realidad social y la sensatez, cegado por el odio que siente hacia las hienas españolas. Detrás suyo se arrastra el cabo Bentanachs, también conocido como la serpiente, el cobarde o el bocazas. Echando bilis por la boca, con las caras desencajadas de rabia, Torra, Bentanachs y su guardia de corps formada por Toni Alba, Joel Joan, Lluis Llach, Josep Guardiola y Gerard Piqué, se dirigen a toda prisa a los vehículos preparados en la Plaza de San Jaime.

Los motores de los envejecidos y tan contaminantes tractores resuenan con furia mientras los voluntarios fijan en los laterales de los imponentes carros de combate traídos de todas las veguerías  los tirachinas, las banderas negras, las mangueras para rociar con ratafía a los enemigos y las bengalas que sobraron del último partido del Barza.

La emoción se palpa en el ambiente. Pilar Rahola, Elsa Artadi, Karmele Marchante, Cris Gallifantes y Miriam Nogueras gritan como posesas mientras se desnudan, mostrando sus tangas estrellados, sus ligas cuatribarradas y sus sujetadores amarillos. 

La guerra ha empezado. Por fin serán libres. Por fin acabarán con los bestias españolas con forma humana y demostrarán al mundo que un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la plana de Vic 
(continuará, o no, ya se verá).



Nota: Aunque el anterior relato suene a broma (de mal gusto), ha estado (o está) en un tris de convertirse en realidad. Por mucho que ahora los impresentables y cobardes separatistas hayan empezado a recular, a desdecirse de lo afirmado, a negar la mayor y a proclamar que ellos son pacifistas y que la comparación con Eslovenia se ha interpretado mal: bien sabemos que hace mucho tiempo que están buscando ese brote de violencia que les permita seguir lloriqueando inventando agravios, apelando a las Naciones Unidas y hasta a la Confederación de Planetas Imaginarios, mientras siguen viviendo del cuento y destrozando nuestra querida Cataluña, y con ello a nuestra amada España.


España no es Yugoslavia. 
Cataluña no es Eslovenia. 
Malditos enfermos. Malditos iluminados. Malditos lazis.

martes, 27 de noviembre de 2018

Mientras tanto en España


Iba a escribir sobre  lo sucedido en España durante mi corta estancia la semana pasada en Berlín, haciendo referencia en el título a dicha ciudad, pero el maestro Fernando Aramburu se me ha adelantado, tanto en el encabezamiento como con la imagen que lo acompaña y la acertada descripción de la ciudad: Berlín en otoño, gris y fría, pero Berlín, al fin y al cabo.

Ante este contratiempo (que no plagio) decidí cambiar de tercio y titular este artículo en inglés, “Meanwhile in Spain”, pero bien pensado tampoco hubiera sido lo correcto. Casi caigo en la estúpida moda de los “cosmopaletos” españoles de intercalar palabras en otros idiomas para darse un aire de cultura y formación. Cuando solamente hay que rascar un poco (muy poco) para descubrir que de idiomas extranjeros no tienen ni papa, por no hablar de doctorados, másteres, cultura general, historia o hasta de su propio idioma. Suerte que la Real Academia acaba de editar su novedoso “Libro de estilo de la lengua española”, libro que sin duda comprarán todos nuestros políticos, tertulianos y presentadores de televisión. O quizás no. Viendo que la tirada inicial es de 10.000 ejemplares, y restando el que me voy a comprar el día de su publicación, quedarán 9.999. Y dudo mucho que se agoten. España ya no es país de corrección, de cultura, de sintaxis, de ortografía, de amplio léxico, de señorío, de galantería y de buenos modales.  España es por desgracia un estercolero poblado por sinvergüenzas, plagiadores, defraudadores y legiones de cabezas huecas llenas de serrín. Llenas de aserraduras, pero bien pagadas. 

El triste lastre que nos ahoga: cientos de miles de personas inútiles y sin preparación alguna que cobran más que médicos, científicos, investigadores, agricultores, ganaderos, pescadores, taxistas, albañiles, trabajadores de la industria, conductores, autónomos, sanitarios, profesores, barrenderos, bedeles, buenos curas, consultores, militares, policías, Guardias Civiles (¡EquiparaciónYA!) o cirujanos realmente cualificados, y que encima nos insultan día sí, día también, con sus sandeces, sus meteduras de pata, sus arrebatos barriobajeros, su enfermizo narcisismo y su nula aportación al bien común. Y todo ello por culpa de la maldita partitocracia que ha permitido que unos cuantos vendedores de sandías y melones de mercadillos de barrio se hayan convertido en los dirigentes de la sociedad, manipulando a las iletradas ovejas y destrozando siglos de evolución, de valores y de imperial y gloriosa historia.

Ojalá volvieran las cortes reales de otros siglos, en las que por mucho que nos tocara un rey lelo (de los que por cierto hemos tenido bastantes) siempre había mentes privilegiadas que se encargaban del buen gobierno y de aportar el conocimiento, la sensatez y la visión de futuro necesarios para hacer que la patria, y con ello la sociedad, evolucionara (como en su momento el dúo formado por el Marqués de la Ensenada y el ilustre marino Jorge Juan, por dar un ejemplo).

¿Y qué ha pasado en nuestra querida España en estos pocos días de ausencia? Pues que os voy a contar, más de lo mismo. Ese sinvivir al que nos vemos abocados desde hace tantos años por culpa de todos esos personajes circenses, sin menospreciar a los verdaderos artistas del circo, esa grotesca realidad que deja atrás cualquier esperpento de Valle-Inclán. Sería recomendable que la Real Academia enmendara cuanto antes la definición de este género literario para añadir esta nueva acepción:
Esperpento: 4. m. absurda, triste y grotesca realidad social y política en España a principios del siglo XXI”.

Desde las cada vez más groseras actuaciones de Rufián y los demás golpistas, esputos incluidos, hasta las nuevas etapas de la “vuelta al mundo con 84 escaños” del falso doctor y su falsa esposa, con la final y ridícula actuación en supuesta defensa de la españolidad de Gibraltar y su posterior y patética justificación ante la prensa del mundo, todo han sido desatinos. Como siempre.
Y en este caso ha sido aún más doloroso que lo habitual: que nuestro presidente por accidente dilapide nuestro dinero en viajes inútiles, que mienta todos los días de la semana, fines de semana y fiestas de guardar incluidos, ya casi no me afecta, es una enfermedad con la que tenemos que convivir hasta que extirpemos las causas, pero que nos tengamos que arrodillar, nuevamente, ante la pérfida Albión y aguantar las risas y chanzas de los tabloides ingleses, de Picardo y de la propia y asquerosa Theresa May, ya colma la paciencia de cualquier español de bien.

Como bien parodió la Monthy Python en su momento, “We will always fight to keep China British”.

Mientras tanto, en España, el falso doctor seguirá viajando y mintiendo, Begoña seguirá sin trabajar, Rufián seguirá siendo un poligonero maleducado y Puigdemont seguirá escondido en Waterloo dándole a los mejillones y meditando sobre un cambio de peinado. 

Y por si hubiera dudas sobre los constantes desatinos de nuestro presidente, podéis tirar de la completa relación que publicó ayer la siempre acertada Cayetana Álvarez de Toledo. La España de siempre.

En Berlín llovía.
En nuestra patria en cambio caen lagrimones del cielo.
De tristeza, de pena, de rabia y de odio.

P.D. Como bien sabéis, jamás recomendaré votar a un partido, ese ente antinatural y maligno, aunque a día de hoy en España se escuche una Voz alta y clara que se alza en medio de la mediocridad. Allá vosotros.

lunes, 22 de octubre de 2018

La última conversación

Imagen original de Tiffany Schmierer. 


Me cuesta recordar cuando mantuve la última conversación. Y eso que suelo hablar bastante con amigos, conocidos y hasta desconocidos (con estos últimos sobre todo a altas horas de la madrugada). Pero ese intercambio de palabras dista mucho de poder denominarse conversación. Más bien lo definiría como una concatenación de monólogos, interrumpidos obviamente por algún “y yo más”, “eso ya lo sabía”, “es mentira” o “tú qué coño sabes”. Igual en el Camino, en las largas y tranquilas horas que median entre la llegada al albergue y el reparador sueño para afrontar la siguiente etapa, sí que se entablan conversaciones. Al tratarse de desconocidos, normalmente de otras latitudes y hablando en otra lengua, que se juntan en un ambiente extraño, cuando no hostil, la propensión a conversar, es decir, a hablar y escuchar por turnos, crece de forma exponencial. Y hasta dicen por ahí que, en verano, en los tramos del Camino saturados de jóvenes en la flor de la vida, la tercera acepción de “conversación” según el diccionario de la Real Academia, se hace realidad. No lo dudo. Yo también anduve por esos lares, fui más joven que ahora y tuve alguna que otra relación carnal. Con amor, eso sí.


El otro día me agencié en un bar el suplemento “Papel” de “El Mundo” por un artículo muy interesante titulado “La era del yoísmo: cómo el culto al ego nos ha vuelto insoportables”, cuya lectura no hizo más que reafirmarme en que esa maldita enfermedad del “yo”, del narcisismo, ya es imparable (el suplemento, por cierto, se lo llevó una chica guapa y simpática llamada Patricia). Tan imparable que llega hasta el punto que un personaje mediático como el insoportable Cristiano Ronaldo llegue a afirmar cosas como: “Mi hijo igual sabrá jugar al fútbol, pero jamás será tan bueno como yo”. Asqueroso y enfermizo.

Dice el autor en el anteriormente nombrado artículo: “En la sociedad actual, ser una persona sin empatía, egoísta, manipuladora y sin escrúpulos -características todas del narcisista- puede ayudar a ascender en ciertos sectores laborales”.  ¡Cuánta verdad! Quien no conoce a personas que encajan en esta definición, a los déspotas trepas que pululan por todas las empresas, instituciones y, en número muy, pero que muy elevado, en los partidos políticos, cuyo único objetivo en la vida es triunfar y figurar, y que para ello son capaces de mentir, inventar, manipular, insultar, tergiversar y hasta matar. El declive de la sociedad en mayúsculas. Aunque lo disfracen de democracia, de competitividad, de libertad y hasta de meritocracia: pocos líderes empresariales, sociales o políticos deben sus puestos, sus emolumentos y su fama a sus conocimientos o su esforzado trabajo. No hace falta que dé ejemplos, los tenemos cada día en los medios, en portada, soltando sandeces ante las hipnotizadas e incultas audiencias, cuyos balidos de estúpidas ovejas mueven todo el cotarro de la superficialidad, la banalidad, la carencia de valores y, por ende, del dinero fácil que extraen de esa fuente dorada e inagotable que son sus mentes vacías y sus ruinosos microcréditos (“La inflación narcisista del yo fue la hermana gemela de la inflación crediticia”, como bien dicen en el referido artículo).

¿Cómo vamos a esperar mantener una conversación con alguien en este entorno artificial y sucio que solamente adora al becerro de oro, las tetas grandes, los coches rápidos y el efímero protagonismo de un tuit, un Snapchat o un video exitoso en Youtube?

¿Cómo vas a conversar con alguien que ni se interesa por tus palabras ni tampoco espera respuestas, que ni tiene ni le interesa la cultura, y cuyo máximo placer es poder subir a las redes una fotografía del plato que está comiendo antes de haberlo ni siguiera probado?

¿Cómo vas a pretender conversar con alguien que, mientras intentas razonar, está buscando en Google (y a hurtadillas) la respuesta a cualquier carencia cultural o intelectual suya, con el único fin de saber más que tú en una trivial discusión sobre nimias e infantiles paparruchas (gracias Cristina por esta bonita palabra)?

Nuestra sociedad, nuestra civilización, otrora cuna de historiadores, descubridores, científicos, filósofos, ha acabado siendo una sucia pocilga habitada por sandios, inútiles y vividores. 
Y dirigida por plagiadores, malandrines y zafios rufianes.

Bien pensado, mejor que no haya conversación. Por lo menos con toda esta chusma que está destrozando nuestra cultura milenaria. Sin duda es mejor y más gratificante disfrutar del silencio, del ruido del viento, del goteo de la lluvia en la terraza, de una buena lectura o de una pieza musical de antaño.
¡Qué ni la música de hoy vale un pimiento!






jueves, 11 de octubre de 2018

Caminando hacia poniente (de nuevo).


Puebla de Sanabria- Orense, 22 al 28 de septiembre de 2018



A Carlos Oriente y todos los que nos precedieron. ¡Siempre presentes!


Empiezo a redactar este relato un 8 de octubre, una semana después de haber vuelto del Camino de Santiago de este año, y justamente cuando conmemoramos la histórica manifestación contra la irracionalidad, el golpismo y la mentira, celebrada hace un año en Barcelona. Buen día, por lo tanto, ya que el paralelismo entre la reacción popular catalana contra el pensamiento único y la dictadura nacionalista y las experiencias de solidaridad, bondad, esfuerzo, alegría, igualdad e hispanidad del Camino son innegables. El bien y el mal. El esfuerzo, la generosidad y la sinceridad frente a la manipulación, la mentira y el robo. El camino correcto frente al atajo pestilente. La verdad frente a la mentira.

Me ha costado empezar a escribir este año. Igual se deba a que al llegar, un viernes, y previo descanso recuperador de 12 horas en la cama, el resto del fin de semana pasara de una salida teóricamente “light” con Ramis a tomar el vermú y comer en la Oktoberfest de la parroquia católica alemana de Madrid, a convertirse en una fiesta completa, acabando todo ello a altas horas de la madrugada con un buen “colocón” e imágenes difusas de todo lo que puede dar de sí un sábado de juerga. Pero sin nada que reprocharme ni a mí ni a los demás: risas, salchichas, cervezas, música, tómbola, bailes, la conga de Ramis al son de los 300€, pero todo ello de forma correcta, inofensiva, respetuosa y alegre. Como tiene que ser. ¡Malditos güisquis!

Combinaré, al igual que otros años, las notas manuscritas y casi telegráficas tomadas durante el camino con mi aportación “literaria” posterior. Vamos allá.

Sábado 22/9/18

Tren Madrid-Puebla de Sanabria y ruta Puebla de Sanabria-Requejo 12 km.

Salida desde Chamartín. A las 10:30 ya en la estación, desayuno basura, prensa y a esperar a Edu. Tren a Puebla (con cerveza mala y cara, 2,90 la lata). El año que viene compraremos una nevera desechable. Primer bote de 50€. Casi nos equivocamos a la salida de Puebla pero una señora nos corrige y carretera, bosques, carretera. A las 19 estamos en Terroso, iglesia de Santiago, fuente, cura con sotana y muchos feligreses, paradita y a las 19:30 en el albergue. 5 euros, cerveza en el rincón de Maite y a cambiar de bar a ver si dan el fútbol. 1 esloveno, un canario y uno de San Sebastián. Dice que le sueno de algún Camino. Cena huevos fritos con chorizo y ensalada. Vino y gol del Madrid. Queda la segunda parte.

De nuevo nos sentamos en un Alvia, ese proyecto de tren de media distancia que, comparado con las excelencias del AVE, más bien parece una diligencia de otras épocas. ¡Cuánta razón tienen nuestros conciudadanos de Extremadura, de Castilla, de León y de otras tantas partes de España en quejarse de las nefastas comunicaciones en pleno siglo XXI! La maldita y cobarde manía de todos nuestros gobiernos, desde los tecnócratas de Franco hasta nuestros últimos y tan estúpidos presidentes (pensad en ZP, en Mariano, en la media porción Soraya o en el último fichaje, el vividor y amigo de los aviones, los espejos y la autocomplacencia, el doctor cum fraude Pedro Sánchez y su enchufada esposa): todos ellos viles negociantes en manos de los nefastos chantajistas nacionalistas y populistas, vendidos por cuatro votos para seguir gobernando y favoreciendo a contrapartida las infraestructuras, los traspasos de competencias y las subvenciones a los enemigos de la patria, de la igualdad y la justicia. Y de paso dejando de lado al resto de nuestra nación, enriqueciendo a unos y empobreciendo al resto. 
Esperemos que, de una santa vez, España despierte y acabe con esta infausta herencia de taifas, reyezuelos, mentiras, corrupción y falsa historia sobre la que asientan su chantaje.

Poco que contar del viaje y de la primera y corta etapa; los abusivos precios del coche bar del Alvia claman al cielo: pagar 2,90€ por una lata templada de cerveza extranjera (si al agua sucia que embotella Heineken se le puede llamar cerveza) no es de recibo, más aún cuando se trata de un líquido sagrado y necesario para nuestro cuerpo y nuestra mente. El paseo de poco más de 12 kilómetros desde Puebla de Sanabria hasta el primer albergue fue eso, un fácil recorrido entre bellos bosques, riachuelos estancados y carreteras comarcales sin tráfico ni sombra. Está claro que no son horas para andar por tierras de España: de 4 a 7 de la tarde cualquier cristiano antiguo tiene que estar en casa, en su patio o en la cama con el orinal cerca. Hay tradiciones que seguir. Y honrar.

La aldea de Requejo nos recibió con un albergue normalito, pocos peregrinos aún desconocidos repartidos entre los 3 bares y una bella puesta de sol detrás de la siempre presente y bonita iglesia. Cerveza (asín si, a 1€, fresquita y Mahou), cena nada frugal (tampoco opípara, simplemente una ensalada variada y tres huevos con chorizo), partido del Madrid en televisión y a descansar. Intentando adivinar de dónde y cómo son los pocos peregrinos presentes. A sabiendas que en pocas horas se convertirán en conocidos, cuando no amigos, y que con ellos compartiremos muchas horas de ruta. Como siempre pasa. No se trata de una excursión gastronómica, ni de una visita a un bar de un centro comercial: estamos hablando del Camino. En mayúsculas. Otra historia, como bien sabéis los que ya lo habéis disfrutado alguna vez. Y como bien aprenderéis los que estáis a punto de iniciarlo.

Domingo 23/9/18

Requejo de Sanabria – Lubián, 20 km.

La noche dura, ardor hasta el final, casi no duermo … cosas de cenar fuerte . A las 7 en marcha, desayuno café y magdalenas. El canario se llama Manolo y el de Sanse Vicente. A las 9:30 en Padarnelo con el matrimonio escocés (ella irlandesa). Encantadores. Por casualidad su hija nació en la clínica Corachán. Cae el primer apodo: Don Vicente el Vascón y su amigo el doctor (alias Juan el Golosinas). Bárbara irlandesa, Clive escocés. Viven en Edimburgo. A las 11:30 llegamos a Lubián. Albergue con cocina completa, paseo, pueblo muy bonito, compra en súper y lavado de ropa. Música cocinando espaguetis… Camino total. Tarda una eternidad en hervir el agua, pero al final triunfamos con la pasta, 2 platos cada uno y el matrimonio aporta un tomate y una bolsa de aceitunas. 4 litronas mano a mano y aparecen otros españoles que se toman su fabada litoral. Parecen deportistas. Son las 3, toca siesta. Dura, con pesadillas y ruidos varios y el albergue se llena. 2 guarros de Tarrassa con sus porros y otros españoles, 20 personas en total y algunos se han tenido que ir. Paseo, iglesia (restaurada, pero cono chochonas, muy Ecce Homo), café en el bar de Vickie el Vikingo (Tejure), compramos cerveza y de vuelta a sellar entre charlas y chanzas (Nemesia Lubían Lubían se llama la hospitalera… de pura cepa). Segundo bote de 50€. Padre e hijo son de Granada (Orce, con el mejor embutido del mundo, cerca de Vera, de donde es la prima de Pepo) y Valencia. Paseo de nuevo al bar, cerveza y orujo y nos confirman que mañana abrirá Maria de Carracedo a las 6:30. A dormir.

No hemos tardado mucho en juntarnos con algunos de los pocos peregrinos que parten hoy con nosotros. Pocos por una obvia razón: Requejo no es final de etapa, por lo que los presentes ya son muchos. Nos juntamos con Vicente, de San Sebastián, pero originario de Galicia y Dušan, el primer esloveno que conozco. Seguro que caerá alguna conversación interesante, más aún cuando hace unas semanas estuve viendo un documental de 4 horas sobra la guerra de la ex Yugoslavia (si llego a saber que el amigo es profesor de historia ya le hubiera atacado la primera noche con mil preguntas sobre dicho triste conflicto, tan parecido en sus inicios al problema catalán, pero mi natural “timidez” me hizo esperar un poco). La ruta es bastante más dura de lo esperado, con subidas y bajadas constantes y un alto con cruce de un largo túnel de la antigua nacional incluido. Al lado discurre la nueva autovía, aunque en ambas carreteras los coches lucen por su ausencia. Si no recuerdo mal en 20 km habremos visto pasar un máximo de 3 vehículos. Igual se deba a que es domingo. O a que estamos en medio de la nada. A ambas cosas, supongo. 

Pasado el alto paramos en un pequeño pero curioso bar en Padarnelo, y hablamos por primera vez con Bárbara y Clive, un matrimonio irlandés / escocés de pura cepa. Cosas del destino: de jóvenes vivieron en Barcelona y Lérida, hablan un más que aceptable español y encima una de sus hijas nació en la clínica Corachán, sita en Sarriá y en la que nos trataron de cáncer tanto a mi como a mi madre. ¡Qué pequeño es el mundo! Un fácil paseo en bajada nos condujo a Lubián, una preciosa aldea cuidada con esmero (los altos de los alrededores están coronados por innumerables molinos de viento, significando cada uno de ellos 6 millones (de euros o pesetas, no nos aclaramos) de inyección para las arcas del pueblo: y se nota. Casi todas las casas están restauradas con sumo gusto, incluida la bonita iglesia, aunque en esta última las figuras recuerdan más a las muñecas "chochonas" de una feria que a los santos personajes. No llegan a la vergüenza del Ecce Homo de Borja, pero por ahí andan. 

El albergue es de los bonitos: casa antigua pero cuidada, cocina completa, bancos, sombra, castaños y panales de miel en la parte exterior y amplias terrazas para colgar la ropa y la bandera de Tabarnia. Toca dar la nota un poco. Viendo que se puede cocinar y que vamos sobrados de tiempo invitamos al matrimonio escocés a comer y compramos lo necesario para cocinar pasta. La eterna espera hasta conseguir que hierva el agua la amenizamos con música apropiada para los invitados: Rod Stewart para Clive y los Chieftains para Bárbara. Para rematar nos comentan que el primo de Rod tiene un hotel puerta con puerta con su casa en Edimburgo. Lo dicho, el mundo es un pañuelo. La pasta sale buena, acompañada por un buen tomate y unas aceitunas que aportan los guiris y bien regada con 4 o 5 litros de cerveza. Las miradas extrañadas de los demás no hacen mella en nosotros: la cerveza es buena y necesaria para los caminantes. Que ellos lo ignoren no es culpa nuestra. Ya aprenderán.

Después de una reparadora (más o menos) siesta nos sorprende la presencia de una decena de nuevos peregrinos en el albergue. Desde 2 deportistas con su lata de fabada litoral hasta un par de “guarros” fumando porros, hay de todo. El bonito albergue se ha quedado pequeño y nuestra inicial intención de dormir en el salón de la planta baja para partir a primera hora sin molestar queda olvidada. Ya han tomado posesión de las cuatro literas los porretas y un admirable padre granadino con su hijo. Admirable por su edad, su fuerza, su capacidad de andar con la mega ampolla en un pie que nos muestra, y encima simpáticos y divertidos. Gente sana, de un pueblo llamado Orce, famoso por tener el mejor embutido de España. Como otros tantos pueblos de España. Sin abuelas, pero ricos en deliciosas viandas. Esa riqueza no nos la quitará nadie. Ni los separatistas, ni los separadores, ni la maldita globalización y su comida basura ¡Viva el vino y viva el buen jamón!

Un último paseo al bar para asegurarnos de la hora de apertura del día siguiente, café y orujo y a descansar. Nota: Edu me llama la atención sobre el enorme parecido de la simpática camarera con Tejure (de la serie Vickie el Vikingo). Jamás hubiera pensado que los vikingos rondaron por estas tierras
Nos hemos quedado sin ver la famosa lobera o “cortello” del pueblo, aunque por suerte Vicente ha hecho el esfuerzo de acercarse y nos la describe. Como ya ponía en la guía, estamos en tierra de lobos, y hasta la prensa local hablaba ayer mismo de una manifestación en Zamora para alargar el permiso de caza del “canis lupus” unas semanas. La eterna lucha en estas tierras: hasta el punto que la fiesta tradicional de Lubián en otras épocas era atrapar lobos en su gigantesca lobera, atarlos vivos y humillarlos paseándolos por el pueblo en señal de victoria. Aquí lo explica con más detalle D. Felipe Lubián, sin duda familiar de la simpática hospitalera que nos atendió, llamada Nemesia Lubián Lubián. De pura cepa la señora, sin duda.

Lunes 24/9/18

Lubián - La Gudiña – 25 km

A las 6:30 en la puerta del bar, a las 6:50 aparece Maria y tomamos café con bollería (con Vicente y Dušan. A las 7:10 en marcha. (La amiga de Tejure ni es guapa ni tetas ni hostias). Camino duro pero muy bonito. A las 9:30 coronamos el alto y entramos en Galicia. Conocemos a nueva gente, Georg de Aachen y los simpáticos de la marihuana (ya he cambiado de opinión) me han dado un poco. Desayunamos en Vilavella, bocata de tortilla francesa y unas cervezas. (El entrar hemos visto un perro con pinta de lobo, pocos animales por ahora). El resto del camino sube y baja con mucho calor, pero bonito. Llegamos a las 14:00, paramos en el bar Oscar y llamamos al Albergue. Hasta las 7 no abren por desinfección. Algunos deciden ir a pensiones, nosotros hacemos tiempo comiendo hamburguesas, jamón asado, cervezas…. Paseo buscando tienda de zapatos para Vicente y Edu se hace un masaje en un fisio, volvemos al bar a esperar. La conversación va subiendo de tono sexual ;-.) Ya se habla de hacer un tatuaje a Vicente. 
Albergue, espera en el patio con todos, camas, ducha, música en el patio y de paseo con Don Vicente a un hotel al final del pueblo (aún no sabemos para qué), vuelta con luna llena y bonitas fotos y cenamos en el mismo sitio, jamón y calamares, poco más… a dormir.



Confiados en lo que nos dijo Tejure la noche anterior nos plantamos a las 6:30 en la puerta del bar. Por ahí rondaban ya un par de peregrinos estirados (de esos que van a la suya, no hablan, no comparten y te miran por encima del hombro), los cuales por suerte desistieron al rato y partieron en la oscuridad. Como Dios es justo, y más aún cuando estás haciendo el Camino, los chuletas se equivocaron de camino, y después de desayunar nosotros con tranquilidad (acompañados por Dušan y Vicente, es decir, el cuarteto ya fijo para lo que quedaba de Camino), nos topamos de nuevo con ellos. Cosas de las prisas y la soberbia. 

Hoy tocaba abandonar tierras zamoranas y entrar en Galicia por un tramo anunciado como bonito y duro, y así fue. El inicio en descenso constante entre bosques frondosos, puentes de piedra, riachuelos, una bella ermita y una oscuridad absoluta presagiaba un posterior y largo ascenso. Al rato (es decir, hora y media después) nuestros temores se confirmaron: el ascenso fue considerable, duro para algunos (sobre todo para mi), pero la llegada al alto, la entrada en Galicia a las 9:30 de la mañana, las preciosas vistas y el espléndido día que asomaba por detrás de los montes compensaron el esfuerzo previo. Ya de bajada el tramo fue perfecto y, rodeados de verde, con buena música sonando (2 cedés clásicos escuchamos paseando alegremente entre robles y abedules), llegamos sin problemas a Vilavella, donde nos recibió un perro que más bien parecía un lobo. Algún ancestro salvaje tendría, digo yo. Nos juntamos unos cuantos en un bar a tomar unos buenos bocadillos de tortilla a la francesa (con Tabasco que me pasó el mexicano porreta, que de golpe pasó de ser un guarro a un amigo peregrino más), los escoceses sentados con unos canadienses muy estirados y nosotros a lo nuestro, apurando las cervezas para afrontar el resto de la jornada. Un sube y baja constante, alternando caminos agradables y duros tramos de asfalto, nos llevó sin más sorpresas a La Gudiña (en español, si escribiera en gallego obviamente pondría A Gudiña, al igual que escribo Londres en español y London en inglés. Algo que los “lazis” en Cataluña no logran entender: los topónimos se usan, siempre que exista una versión, en el idioma en el que se esté hablando o escribiendo. En español Gerona es Gerona, Nueva York es Nueva York, Lérida es Lérida, y Huesca es Huesca. I en el cas de parlar en català Girona, Nova York, Lleida i Osca). 



La larga y pesada entrada por asfalto a La Gudiña nos deparaba otra sorpresa: el albergue estaba cerrado por fumigación y no abriría hasta las siete de la tarde. Varios peregrinos optaron, dado que eran las 2 de la tarde, por tirar de hoteles y pensiones, pero nosotros, fieles al espíritu peregrino (y considerando el precio de más de 35€ por habitación doble en la pensión más barata), optamos por hacer tiempo comiendo, paseando y charlando hasta que nuestro albergue abriese. La comida en el bar Oscar, a base de hamburguesas, calamares, jamón asado y algún capricho más, transcurrió entre risas y bromas sobre bares de luces rojas y mujeres que duermen de día, hasta el punto que se nos ocurrió buscar en Google “bares de citas en La Gudiña”. A la gracia de que el propio bar en el que estábamos apareciera como primer resultado, se sumó la sorpresa de que a los pocos minutos se presentara en el bar una mujer de mediana edad con pinta de tener la moral distraída, intentando acercarse a nosotros de modo discreto, pero claramente identificable. No tenemos muy claro si el Gran Hermano Google lanzó una alerta para que se presentara, o bien el dueño del bar nos oyó bromear y llamó a una conocida. Más tarde se lo comentaríamos entre risas y nos informó que era una chica portuguesa que iba y venía sin rumbo fijo…, como mínimo sonaba sospechoso. A partir de aquí ya tuvimos la broma a mano y cada dos por tres tiramos de la historia de la portuguesa para “picar” un poco a Don Vicente. Por no hablar del tatuaje que le íbamos a regalar una vez llegados a Orense. Había momentos en los que el bueno de Vicente no sabía a ciencia cierta si le tomábamos el pelo o si íbamos en serio, cambiando su semblante, cual veleta al viento, de la risa al pánico en cuestión de minutos. Por no hablar de Dušan, que alucinaba con lo poco que llegaba a comprender (entre mis parcas traducciones y su conocimiento del español) y nuestro jolgorio general. Si llego a saber que nuestro buen amigo esloveno recientemente había publicado un libro titulado “Amor, pecado y castigo. Imágenes y desarrollo de la moral del amor en Eslovenia hasta el siglo XIX” igual me habría cortado un poco. O quizás no. Ya nos conocéis: somos muy de la broma. 

Dejamos las mochilas en el bar y nos dedicamos a pasear arriba y abajo por la calle principal (al mismo tiempo carretera nacional), buscando por un lado una tienda para que Vicente se comprara unas sandalias, y por otro haciendo tiempo sin ton ni son. Nos cruzamos con un funeral, encontramos un fisioterapeuta que atendió con inmediatez y simpatía las dolencias cervicales de Edu, y finalmente nos dirigimos al Albergue a esperar junto al resto de caminantes la apertura del local y con ello la ansiada ducha y el cambio de ropa y calzado. El rato en el patio tuvo su gracia, conversaciones cruzadas, risas y al voluntarioso mexicano barriendo el polvoriento suelo y convirtiendo de este modo, cual chamán del desierto de Yucatán, la camisa blanca que la peregrina holandesa Anna van den Putten (sin risas, que es su nombre real) había lavado y colgado a secar, en una moderna camiseta color gris marengo

Llegaron a las 7 en punto los empleados de Protección Civil, airearon un poco el local, nos abrieron las puertas y pudimos instalarnos en un albergue amplio, limpio y cómodo. Por no hablar de la amabilidad y gracia de estos dos lugareños, algo extensible a todas las personas con las que nos habíamos cruzado desde que entramos en Galicia: el interés y la simpatía que muestran todos los autóctonos por los peregrinos es de agradecer, y en cierto modo comprensible: el Camino en Galicia lleva años recuperado y firmemente implantado, por no hablar de su aporte a las economías de aldeas, pueblos y ciudades. Y eso se nota en el trato de la gente. Somos parte de su paisaje, de su tiempo de ocio y de su economía familiar. Por no mentar su curiosidad por nuestros países de origen, nuestro recorrido y nuestras razones para andar por ahí cargando peso y desgastando las suelas de las botas. Como una continuación de las peregrinaciones de la Edad Media, en las que los caminantes eran portadores de noticias, novedades… y sobre todo poseedores de dorados doblones para pagar los diezmos correspondientes en Santiago (ese “Voto de Santiago” concedido por Ramiro I de Asturias e reinstaurado oficialmente por Felipe IV un 25 de julio, día del Patrón, de 1643). Esa descarada simonía que siempre ha servido para mantener la parte oscura de la Iglesia.
Un último paseo hasta el final del pueblo a tomar una cerveza en un hotel, a instancias de Vicente (aún nos estamos preguntando por qué diantres fuimos a dicho local), una vuelta disfrutando de una espectacular luna y una ligera cena, de nuevo en el ya mítico bar de citas Oscar, cerraron este día largo, duro, pero bien entretenido. 

Martes 25/9/18

La Gudiña – Campobecerros 20,1 km.

A las 6 en pie, a las 7 desayunando donde la cena. Noche con radio, sin ardor y tranquila. Buen albergue. Apunto mail de padre e hijo Andres y Emilio, para mandar enlace blog. Apuesta sobre la edad de Dušan, ver foto. Al final tiene 55 años, pierde Bárbara. Camino precioso con la montaña en un lado y el embalse Das Portas (río Miño) al otro. La luna poniéndose en un lado y el sol saliendo por el otro. Algo raro de ver. Andamos con Viva México cabrones (Luis y Juan) y Dušan. Etapa genial, bajada final dura de 1 km y albergue de Rosario increíble. En su tienda compramos cebolla, chorizo, pan, pasta (penne) y bebidas y tomates (regalados) y a cocinar, siguen todos de largo menos Bárbara y Clive, Dušan y el tonto resabido. Es navarro. Y tonto. La comida sale buena, pasta y ensalada de la huerta que está a 2 metros de la ventana. Ahora toca café y cobrar la apuesta de la edad de Dušan . Dice Vicente que la portuguesa no es puta.
Clive sabe de todo, es como Google pero en ecológico. “The Green Googlelin·.  Dušan tiene 55 años, hijo de 19 que nos sigue a una etapa, y una hija de 28 doctora dentista, él es historiador. Tarde de risas, futbolín, música y “Saber y Ganar” en la tele: con Googlelin y Dušan no hay quien gane. Ponemos tercer bote, 50€. Hay un perro mata peregrinos, Juas juas. The Killer Dog, O the Pilgrim Killer. El que lo ha dicho es el tonto notas del pueblo, como dice otra lugareña. En todos los pueblos hay uno. Siesta hasta el momento clave: con una garrafa en ristre y a grito pelado una señora mayor irrumpe en el albergue: “¿No habrá nadie durmiendo verdad? A tomar por culo la siesta, y contesto desde mi litera “Ahora si que ya no duerme nadie”. Pues a beber de nuevo. En la puerta de la tienda con Dušan y Ana (la del apellido gracioso). Nos reímos observando a la abuela Esther matando moscas a cámara lenta. Deben llevar 4 años dando vueltas a su cabeza.  Cervezas en el bar, viendo al Mágico, ya algo piripi todos. Ganamos, risas, hacemos cantar a todos (Apañó, Apañó), cena secreto ibérico y al albergue. A las 10 en cama, llegan los nuevos ciclistas media hora después y no molestan nada. A dormir.



Esta cuarta etapa fue sinceramente memorable. Y eso que, con todo lo que sucedió, en el fondo apunté bien poco en mi sempiterno cuadernito. Como comentó Bárbara, las anécdotas de este día darían para un relato aparte. A las 6 ya estábamos en pie, y a las 7 en punto desayunábamos en el mismo lugar de la comida y la cena del día anterior. No quiero pensar mal, pero habiendo varios bares y restaurantes a lo largo de la calle principal no entiendo la fijación de Vicente por repetir en el mismo sitio (por sus aromas portugueses, supongo). Bromas aparte, partimos pues a buena ahora y nos encontramos ante un tramo de los más bonitos que he recorrido en todos estos años (y van ya 18). Andando por la cresta de unos preciosos y verdes montes, con las montañas a un lado (Verín y al fondo Portugal) y el embalse Das Portas (río Miño) al otro, el esfuerzo de la larga subida y la posterior bajada quedó diluido entre el placer de una naturaleza limpia, unas vistas espectaculares y un fenómeno del que pocas veces se puede disfrutar: a nuestra izquierda se ponía la luna tras las lejanas montañas, y a nuestra derecha despuntaba el sol reflejándose en las azules aguas del embalse. Impresionante. Y todo ello en un absoluto silencio, con nada más que algunas pequeñas ventas desperdigadas por el recorrido, y 2 únicas personas que vimos durante nuestra marcha. El último tramo fue tal como estaba anunciado: una fuerte bajada casi campo a través nos dejó a la entrada de la pequeña y cuidada aldea de Campobecerros. Lo único que rompía el idílico ambiente eran las obras de varios túneles para el nuevo AVE, aunque para los lugareños sean una bendición: mejores comunicaciones para el futuro y un tropel de trabajadores durmiendo y haciendo gasto en el pueblo. 

Paramos en la primera (y única) tienda de la localidad, regentada por Rosario, dueña también del precioso albergue. Sentada en una mecedora descansaba su muy anciana madre, intentando ahuyentar las moscas con una destreza que certificaba años de práctica (la misma destreza adquirida por las moscas para evitar con cuatro aladas los ataques furibundos de doña Esther). Algunas risas cayeron observando a la buena señora. Nos instalamos en el albergue (algunos siguieron la ruta, por lo que solamente nos quedamos los cuatro jinetes del apocalipsis, además de Clive y Bárbara, Anna van den Putten y un resabido y desagradable navarro. (Ya volveré a hablar de este personaje más adelante). Visto el impresionante comedor y su cocina bien equipada decidimos volver a cocinar: y como por añadidura la atenta y servicial señora Rosario suele regalar las verduras de su huerta a los peregrinos (de este simpático y generoso detalle ya nos había informado Vicente el día anterior), compramos pan, pasta y bebida y lo combinamos con tomates, cebollas, ajos y pimientos de la huerta casera. Realmente buenos. Como los que compramos en el Alcampo o el Carrefour, pero al revés. Naturales y con un sabor exquisito. 

Durante la comida se nos unieron en la mesa Bárbara y Clive, que en vez de aceptar nuestra nueva invitación a comer pasta optaron por unos bonitos tomates de la huerta y el pan recién llegado en la correspondiente furgoneta. Años llevan en las aldeas con este servicio, mientras que en las grandes urbes nos sorprenden servicios como Amazon Prime. Está todo inventado, aparte de que en las ciudades “nos engañan”, como cada tanto va recordando Edu. Después de comer quedaba pendiente cobrarnos una apuesta: horas antes, durante el trayecto, habíamos apostado sobre la edad que tendría Dušan, y resultó perdedora Bárbara. A por los cafés pues. (Bárbara no es muy ducha en acertar las edades, o quizás demasiado generosa: el primer día le supuso 42 años a Edu y unos 47 a mí. Thanks Barbara!). Tomados los cafés y algún chupito de hierbas decidimos optar por una reparadora siesta, más aun siendo tan pocos en el albergue, algo que garantizaba una tranquilidad poco habitual en el Camino.

El espectro con la garrafa (una historia aparte)

Echados en nuestras literas, cual jovenzuelos de campamentos o reclutas en los ya desaparecidos y con tanta ilusión recordados CIR del ejército español, dormitando, leyendo o escuchando música, nada parecía poder perturbar nuestro merecido descanso. Craso error. Habíamos superado ya casi todos la fase de adormecimiento y algunos hasta disfrutaban ya del ciclo de sueño ligero, cuando unos gritos y ruidos nos despertaron cual avisadora señal del inicio de la invasión francesa. Desde mi litera no llegaba a ver con claridad quien había sido el o la causante de este estruendo, pero si qué entendí con toda claridad el grito de batalla final del intruso: “¿No habrá nadie aquí durmiendo la siesta, verdaaaaaaad?”. Me asomé, y plantada en el medio de la sala, distinguí a una anciana señora, toda ella vestida de negros y grises, con una garrafa vacía en una mano y unas llaves en la otra, gritando divertida y moviendo la garrafa al ritmo de sus gritos, cual cencerro al cuello de una vaca local. No pude más que contestar en un también alto tono de voz; “Ahora sí que ya no duerme nadie, señora”. Me salió del alma. Hasta los amigos guiris se partían de risa. Adiós siesta. Nos levantamos pues a regañadientes, mientras la susodicha señora seguía en la puerta con sus monólogos, sin prestar atención ni a mis comentarios ni al grupo de ciclistas que justamente en ese momento llegaban al albergue. “Nunca hay que dejar la puerta del albergue abierta”, iba murmurando, “hay que hacer como yo, que siempre ando con mis llaves en la mano y mi casa a salvo con la puerta bien cerrada”. Nos acercamos al bar de Rosario a tomar un café y comenté la extraña aparición de la señora con la dueña. Mi retrato de la invasora no sirvió de mucho: la describí como una señora bajita, de negro y de unos 85 años, a lo que me contestó la señora que esa descripción encajaba con la mayoría de los habitantes de la aldea. Esa triste y constante despoblación del medio rural. En cualquier caso, se quedó bastante intrigada, y a los pocos lugareños que pasaron les iba preguntando quién podría ser esa señora que nos desveló a media tarde. Al final se quedó en un misterio. Nadie parecía conocerla. O quizás no querían admitir que era un familiar. O confesarnos que era la tía Aurelia, fallecida hace varios lustros. Nunca lo sabremos.


No nos quedaba otra opción que volver al bar. Y encima jugaba el mágico Real Club Deportivo Español, y no nos íbamos a perder el partido por nada del mundo. Después de muchos, pero muchos, muchos años, nos estamos codeando con los líderes de la categoría. El sitio que nos corresponde. Por historia, por valores, por ser pericos. La mejor gente que hay. Hicimos tiempo tomando algunas cervezas, intercalando hierbas del lugar y unas partidas al futbolín y hasta estuvimos viendo con Dušan y los amigos gaélicos una parte del diario y mítico concurso “Saber y ganar”. El inmortal Hurtado iba planteando sus preguntas, sobre música, sobre historia, y, pese a ser guiris, tanto Clive como Dušan respondieron con acierto a muchas de las cuestiones. Como comentó Barbara, Clive sabe de todo, es como un pequeño Google (aunque físicamente nos sacaba a todos un mínimo de 15 centímetros), y Dušan, siendo historiador, nos sorprendió con alguna respuesta que ni los propios concursantes fueron capaces de contestar. ¡Y todo ello en un idioma extraño para ellos! ¡Cuánto tenemos que aprender en España, qué poco leemos y qué poco sabemos! Sobre todo, las nuevas generaciones. Ya lo dice Claudia a Jorge Juan en un pasaje de la novela “El espía del rey” que estoy leyendo y disfrutando estos días: “Me sorprende ver que en España todo el mundo opina de todo. Desde que estoy en Madrid no he oído a nadie indicar que no tiene conocimientos para formarse una opinión de un determinado tema”. Así nos va. Nivel Rufián. O Talegón. O de cualquier otro de la inmensa piara populista, izquierdista, inculta y altiva. Y resabida. 

Casi se me olvidan dos detalles sobre animales: delante del bar andaba dando vueltas un simpático perro negro, ladrador, pero a todas luces inofensivo, hasta que un tipejo que estaba apoyado en la barra nos espetó que tuviéramos cuidado, que el susodicho can ya había atacado a varios peregrinos. No pudimos hacer más que reírnos a rienda suelta del personaje, que obviamente (como nos confirmó más tarde una lugareña) simplemente quería llamar la atención. Tontos hay en todas partes, como bien dijo la señora. Entre Bárbara y yo bautizamos al momento al simpático perro: The Pilgrimkiller. El mataperegrinos. Por otro lado, y a media cena, un fuerte ruido a cencerros hizo que todos nos levantáramos, como empujados por un resorte, a ver que se cocía en la calle. Urbanitas que somos. El gran y estruendoso suceso no fue más que un simple rebaño de cabras que bajaba de los pastos guiado por el pastor, se supone que para recogerse en su corral. 

Una buena cena con secreto ibérico, vinito y los goles del mágico Español redondearon una jornada memorable. Hasta conseguimos que todos los comensales siguieran nuestros cánticos al finalizar el partido. ¡Apañó, Apañó! Pleno de felicidad me dormí con una sonrisa en los labios y con un ojo entreabierto por si volvía el ruidoso espectro, muy parecido al “Poltergeist” de las leyendas germánicas, que literalmente significa “espíritu que hace ruidos”. Como la señora de negro.

Miércoles 26/9/18

Campobecerros – Alberguería 27,1 km.

A las 4 de la madrugada empiezan los paseos al baño, y a las 6 ya nos movemos. A y media estamos ya en la puerta del bar esperando a que abra, y en punto a las 7 aparece la señora en una especie de negligé, casi sin hablar y hasta con problemas de sordera. Aun así, tomamos nuestros cafés con magdalenas y nos ponemos en marcha los 4 (Don Vicente, Dušan, Edu and me). Camino muy bonito, sube y baja, impresionantes obras del AVE a lo lejos y andando por los bosques con buena música (2 discos enteros, Céltica e Hispánica). En Erias hay un pequeño puesto sin atender con café, galletas y después de una mini parada y una dedicatoria al bufón de Rufián seguimos, y a las 10:20 ya estamos en Laza, mitad de la etapa. Compramos chorizo, queso y cervezas y desayunamos en la calle. Al rato seguimos alternando carretera y caminos hasta Tamicelas. Ante la dureza anunciada del cortafuegos final (4 o 5 km) , paro a un señor del lugar  que pasa con su caballo y carro y le pregunto si por 10€ nos puede subir a Vicente, a mí y las 4 mochilas hasta el albergue. Dice que con el carro a caballo no, pero que con su coche sí. Solucionado.  Albergue y bar de lo más curioso, conchas firmadas a miles… y eso que el hospitalero empezó en 2004. Ducha y a esperar a los valientes. Edu no tarda mucho (45 minutos creo), y Dušan un poco más. Apunto el mail de Dušan: y su móvil. Calimero es Navarro. O viceversa. No tiene amigos.
Un milagro: el hospitalero de Alberguería es del ESPAÑOL de toda la vida. Nos cuenta una anécdota de un peregrino de Gerona que en el 2010 durante el mundial pasó por ahí Gerona y le arrancó la bandera de España…, por lo que hubo bronca. Se va a ganar la bandera de Tabarnia. Llega un (ruso) húngaro mayor y solamente habla alemán. Bela. La holandesa Ana, ataca mucho  . También está Anneliese, de Stuttgart.
Entre el apellido de Anna (van den Putten)  y que Anneliese se apellida Voegele (pajarito), que también significa hacer el amor en alemán, las risas se multiplican. Cocinamos Dušan y yo para todos, sale bueno (pasta con atún), cafés, chupitos y pierde el puto Barza. ¿Qué más queremos? Aparece el Calimero (que se había quejado del precio de la cena) y le multo. Se va indignado. A chuparla. La tele por cierto es UHD 4k (profundidad tiene)  (ver fotos). Pierde el Madrid 3-0 y a dormir.


Sin sobresaltos descansamos hasta las 4 de la madrugada, hora en que empezaron los paseos a los aseos. Por la similar edad de los caminantes, las vejigas y su capacidad de retención también iban a la par. Incluyéndome a mí, obviamente. A las 6 estamos ya listos esperando la apertura del bar. Teniendo en cuenta que la etapa del día iba a ser la más larga del recorrido de este año hubiera sido apropiado partir sin degustar el café, pero no nos pudimos resistir y esperamos hasta las 7 para calentarnos un poco y partir en plena forma. El camino volvió a ser espectacular, subidas y bajas por frondosos bosques, espectaculares vistas, impresionantes obras del AVE a lo lejos y unas horitas de música a pleno volumen sin molestar más que a los centenarios robles y a algún que otro bicho que andaría por los matorrales. Este año ha sido realmente parco, cuando no nulo, en avistamientos de animales salvajes: el perro lobo de hace unos días, el caballo en Lubián, el perro asesino mata peregrinos de Campobecerros, el rebaño de cabras, alguna vaca en la lejanía y poco más. Igual habría que añadir al navarro pesado a la categoría de animal. Para sumar y tal. 

Una corta parada en un pequeño puesto de reposo en la aldea de Erias, con galletas y café a nuestra libre disposición, y un libro de dedicatorias que aproveché para mandar un caluroso saludo a los malditos “lazis” y en especial al gordo e impertinente Gabriel Rufián, y a las 10:30 ya nos plantamos en Laza, más o menos a mitad de etapa. Como nos sobraba pan compramos los necesarios complementos, léase chorizo, queso y cerveza, y desayunamos en plena calle antes de afrontar los siguientes 13 kilómetros. Alternando caminos al lado de la carretera y cruzando bonitas aldeas llegamos sin mayores problemas a Tamicelas. Yo iba bastante molido, Vicente también, y ante el desafío que representaba la última subida, unos 4 o 5 km en vertical por un cortafuego, decidí interpelar a la primera persona que viera a ver si nos podía subir hasta el alto, que coincidía con el final de etapa. Un señor entrado en años se acercó con un caballo tirando de una desvencijada carreta, y mi propuesta de subirnos a Vicente y a mí más las 4 mochilas por unos módicos 10€ la aceptó sin pensárselo 2 veces. Eso sí, liberó al pobre y joven caballo del esfuerzo y nos auxilió con su utilitario.



Llegamos Vicente y yo,

como ancianos sufriendo perlesía, 

cansados y sedientos 
a la bella aldea de Alberguería



Mientras tanto los valientes Dušan y Edu afrontaban ligeros de equipaje y llenos de brío y alegría la para mi terrible y temida subida. ¡Pesan los años! 

Un rústico albergue con todo lo necesario, desde una cocina completa hasta un salón comedor con capacidad para varias decenas de comensales, una guitarra con sus seis cuerdas intactas y hasta utensilios para preparar una queimada, por no hablar de los miles de conchas firmadas que colgaban del techo, presagiaba otra jornada interesante. Y así fue. Vicente y yo hicimos tiempo con algunas cervezas, ducha y decorando la terraza con la bandera de Tabarnia, hasta que poco más de 40 minutos más tarde ya apareció Edu y poco después también Dušan. Los valientes e incombustibles peregrinos ya estaban con nosotros, por lo que nos dedicamos a la tertulia en la terraza del bar del hospitalero, el sorprendente Don Luis. Nos contó que inició su aventura con el bar y el albergue en el 2004, y que desde entonces no ha parado de pedir una concha dedicada a cada uno de los peregrinos que han pasado por sus estancias. Por miles cuelgan de paredes y techos, tanto en el bar como en el albergue, y para sorpresa de todos y a pesar de su ingente número el propietario fue capaz de encontrar al segundo una concha firmada por los “Irreductibles” del RCD Español unos años atrás. 

Algo de truco había: Don Luis es seguidor del Español de toda la vida, ha tenido pubs y bares en Esplugas y en Cornellá, y encima es amigo de Tomás Guasch. ¡Viva Tabarnia! Como os podréis imaginar no tardé ni un minuto en descolgar la bandera de Tabarnia con la que había decorado la terraza del albergue y regalársela, nombrándole de forma “oficiosa” embajador de Tabarnia en Alberguería. Poco a poco vamos conquistando aldeas y corazones. Esto no hay quien lo pare. 



Vistas las facilidades del albergue y teniendo en cuenta que éramos solamente ocho personas propusimos cocinar pasta para todos y cenar juntos en el espléndido salón. Todos se apuntaron, y hasta tuve el detalle (que no se merecía, como veréis más adelante) de invitar al pesado navarro a unirse a nosotros. Mientras el grupo se quedaba al sol apurando cervezas y relajando las piernas, Dušan y yo nos pusimos manos a la obra, cocinamos pasta, añadimos atún, ajo, cebolla y tomate, Vicente preparó la mesa como si fuera una boda y cenamos a gusto todos juntos escuchando música, riendo e intercambiando teléfonos y direcciones de correo. Por los elogios y el completo vaciado de la olla quedó claro que el plato agradó a todos. Tanto que Bela, el húngaro solitario que se unió al grupo ese día, repitió 3 veces. ¡Qué aproveche! 
Recogido todo acabamos en el bar viendo la derrota del Real Madrid, charlando con Don Luis y ahogando nuestras penas en cervezas y chupitos de hierbas. En un momento dado Vicente comentó que el navarro se había quejado del precio de la cena: le parecieron caros 7 euros por 2 cervezas en la terraza, 2 platos de pasta, pan, vino y nuestra compañía. Me enrabietó tanto el comentario que al aparecer el susodicho le espeté un “Tú de qué vas” en tono claramente amenazante. Multa. Salió disparado y ya no volvimos a cruzar palabra alguna con él. Por la noche hasta me dio un poco de pena, pero logré olvidarlo. ¡Qué le den! Por desgracia cada año aparece algún tiparraco de estos: pesado, entrometido, sabelotodo, desagradecido, borde… Me imagino que este tipo de gente hace el Camino porque nadie les aguanta en casa. Pero a pesar de este nimio detalle fue un día completo, diferente y memorable. A dormir tocaba.

Jueves 27/9/18

Alberguería - Xunqueira de Ambía 22 km

A las 6:30 nos levantamos, pero sim prisas, ya que Luis no abre hasta las 8. Hoy en teoría es fácil, 21,8 km. Después del desayuno paseo bonito y a las 10 ya estamos en Vilar del Barrio (hemos salido a las 8:10). Paradita, cafés y seguimos. Camino eterno con una recta interminable, pero bonito. Con la tormenta siguiéndonos, pero sin pillarnos, hasta Bobadela, donde hacemos la última parada, cervezas y olivas picantes, y charla con el hospitalero/bombero/protección civil.  Quedan unos 4 km. Albergue perfecto al entrar en el pueblo, municipal, con Bela que llega, y nos vamos a comer los cuatro el menú al bar Tomás. En la terraza menú correcto (ensalada, pechugas de pollo, cervezas y vino con gaseosa) y una francesita vieja, enana y fea pero simpática en la mesa de al lado. Flanes con nata de postre, y aparece el multado Calimero que nos mira con cara de miedo. En vez de ir al albergue se ha instalado aquí: por algo será. Vaya cagado. Café, orujo, vuelta al albergue y a las 7 de nuevo al pueblo a misa a la preciosa iglesia (me falta averiguar porque tienen la bandera de la Orden de Malta en el altar y las vidrieras). Esta mañana hemos puesto el último bote, 30€, en total pues 180 euros. No está mal. Como cambia cuando cocinas en los albergues y bebes menos. Después de misa subimos al Albergue a sellar en el Nissan del Hospitalero, nos vuelve a bajar y hacemos otros cafés y orujos en una terraza en la que vemos a un peregrino andrógino, que acaba en nuestro albergue (más tarde sabremos que es de Elche... y un poco pesado). A las 10 en la cama. Queda una etapa.


El final del camino se acercaba. Como cada año la “morriña” empezaba a impregnar el aire, y eso que aún nos quedaban dos etapas. Nada nuevo, la intensidad del Camino tiene eso, más aún cuando la realidad que te espera a la vuelta no tiene ni uno de los ingredientes de esta anual peregrinación. Libertad, salud, naturaleza, esfuerzo, solidaridad, recogimiento, silencio…, tantas cosas que echaremos de menos, que más vale mirar al cielo, cerrar los ojos y empezar a pensar en el siguiente tramo. 

Madrugamos como siempre, pero sin prisas esperamos a que Don Luis abriera su curioso e inolvidable bar para tomar nuestro café de rigor y emprender la marcha. Unos pocos kilómetros, 22, nos esperaban, por lo que nos lo tomamos con toda la calma del mundo. En un agradable paseo (a pesar del excesivo asfalto) y sin ninguna dificultad a resaltar nos plantamos en Vilar del Barrio a las 10:30 para tomar un café y afrontar el resto de la etapa calentados por dentro. De ahí hasta Bobadela caminamos por una interminable recta de más de 5 km. con una amenazante tormenta pisándonos los talones, aunque nuestro ritmo se impuso a la naturaleza y cual liebre escapando en zigzag del acoso del lobo llegamos a dicha localidad para hacer la última parada. 
Con unas cervezas en la mano y unas olivas picantes de aperitivo entablamos conversación con el responsable de protección civil, que al mismo tiempo era el hospitalero de nuestro albergue en destino, además de bombero y varias cosas más. Persona muy agradable, bromista y servicial hasta el punto de que se ofreció a llevarnos las mochilas en su todoterreno. Obviamente renunciamos a la tentadora oferta: solamente quedaban 4 km de trayecto, sin altos que coronar, ríos que vadear o puentes que cruzar. Al entrar en Xunqueira nos topamos directamente con el albergue municipal, bien cuidado, completo, con varias duchas y aseos, una buena cocina y un gran salón para descansar y charlar. Aunque poco uso le dimos a estas magníficas instalaciones: nos aseamos, dejamos a Bela a cargo del local y nos fuimos paseando al pueblo a comer algo y admirar lo cuidado del entorno y la belleza de su famosa iglesia (con origen románico y pasado templario). Una comida normalita en la terraza del bar Tomás, durante la cual conocimos a una francesa que estaba dando tumbos por el Camino ella sola con total desparpajo (a pesar de su avanzada edad, su mínima estatura y su poco agraciada cara. Pero ya sabemos que lo importante son los valores interiores), acabó con la entrada sorpresiva del Calimero navarro, que sin atreverse a mirarnos a los ojos se instaló en el local (era hotel también) y se puso a comer solito en la barra interior. En vez de ir al albergue y afrontar su no saber estar,  se escondía de nosotros. ¡A mí, plim! (Dicen algunas fuentes que esta expresión proviene de la referencia al General Prim: cuando a alguien se le preguntaba “¿A quién prefieres para sustituir a Isabel II?", la respuesta común y evasiva, como queriendo decir que les llegaba con el General, era: “A mí, Prim”). 

Cafés, orujos y charla en otro bar y volvimos al albergue a hacer tiempo. A las 7 de la tarde bajamos a la iglesia ya que algunos queríamos asistir a misa, mientras los demás se quedaron fuera charlando con nuestro amigo el hospitalero, el cual se ofreció a subirnos al albergue para sellar después de misa, y volvernos a bajar al pueblo posteriormente para cenar algo. No estamos hablando de grandes distancias, pero ahorrarnos unos 2 km siempre va bien. El último ratito antes de volver a descansar lo pasamos de nuevo en una terraza, compartiendo anécdotas, intentando averiguar el sexo de un peregrino andrógino que se sentó cerca nuestro (resultó ser de Elche, bastante pesado, rozando el nivel del sabihondo navarro), aunque no nos dio tiempo a conocerle a fondo, apartarle y en su caso multarle. Otro año será. (Y quién sabe, igual era una persona encantadora, servicial, culta y divertida. Chi lo sa!). 
Eché una mirada al diario local, que por casualidad hablaba del románico “franquista” que protege el alcalde de Xunqueira, que al parecer se niega a retirar las doce fuentes con el yugo y las flechas que siguen adornando las calles de la bella localidad. Esa maldita ley de “memoria histérica” que lo único que pretende es imponer la mentira de los perdedores a la verdad de nuestra historia patria. Chusma populista, falsa, interesada y engreída. Para al final acabar siendo defraudadores, plagiadores o ladrones. 

Así acabo esta penúltima etapa, acostándonos a las diez y con la vista puesta ya en la finalización del Camino y la planificación del siguiente.

Viernes 28/9/18

Xunqueira de Ambía – Orense 22,3 km.

A las 5:45 suena el despertador de Antela, y a las 6:30 estamos en la puerta del bar que prometió abrir a las 6:40. En punto aparece la simpática chica, cafés y al lío y a por los últimos 22 km de este año. A las 8:40 hacemos la primera parada para esperar a Dušan. Llevamos ya 10 km desde el albergue. A las 11:30 sin sorpresas y con una horrible entrada a Chernobil / Orense llegamos al albergue (hacemos un mínimo de 2 km en subida por dentro de la ciudad). Tomamos unas cervezas en la terraza delante del albergue, Dušan y Vciente dejan sus mochilas en el bar (el albergue no abre hasta la 1) y bajamos por unas escaleras a la catedral. La visita es de pago por lo que nos limitamos sellar, vamos a la plaza mayor y optamos por bajar un poco más hasta el mercado de abastos a picar algo. El pulpo soñado (nos explican que las pulpeiras están solamente el domingo) en el único bar que encontramos sale malo malo, pero bueno, mala suerte, Ultima foto de despedida los 4 con Dušan y pillamos un bus de línea a la estación. Sacamos el billete a Vicente y tomamos unas cervezas finales. Vemos al doble de Luis (embajador de Tabarnia en Alberguería) y en un horrible (por eterno) viaje de vuelta con retraso de 40 minutos llegamos a las 8:45 a Madrid. A las 9 en casa, molido, a las 9:15 en la cama.



Última etapa. Decidimos madrugar para intentar llegar con tiempo a Orense y, si fuera factible, aprovechar las aguas termales de la ciudad antes de emprender el viaje de vuelta a la cruda realidad de la gran urbe, los horarios, los pesados, los políticos, los saldos negativos en el banco y el esplín absoluto que sin lugar a dudas me invadiría a la vuelta. La noche anterior una simpática camarera de un bar nos prometió que a las 6:40 abriría su bar para desayunar, y cual reloj suizo de gama alta abrió en hora y nos atendió con presteza y dulzura. Esa ternura que tienen las gallegas y que las hace tan agradables. Buena tierra, sin duda. Andamos los cuatro a buen ritmo hasta que tuvimos que hacer un alto para esperar a Dušan ante un desvío no previsto en busca de un bar. Solamente eran las 8:40 de la mañana y ya habíamos recorrido más de la mitad de la etapa. En un camino a pie de carretera que ya anunciaba la llegada a una gran ciudad, con los consiguientes polígonos industriales a cruzar y la gris realidad urbana destrozando paso a paso la naturaleza, la belleza y la tranquilidad que habíamos disfrutado durante una semana. Como en todas las etapas del Camino que cruzan grandes ciudades: un contraste que igual en otras épocas, pienso en la Edad Media, significaba un alivio para el peregrino, lugares con vida, servicios, hospitales, portuguesas de vida alegre, seguridad y cobijo, pero que a todos nosotros se nos antojaban más que molestos. 
Pensar en las entradas y salidas de León, Burgos y hasta la propia meta final en Santiago, me volvía a reafirmar en mi idea (y la de casi todos los peregrinos, supongo) de que lo más bonito del Camino no es llegar, sino andar. Como bien canta mi admirada Cecilia en su bella “Andar”, canción que todos los años y en cualquier tramo del Camino acabo cantando, escuchando, recitando y hasta enseñando a algún caminante. Me sale de dentro, me emociona y describe a todas luces lo que para mí significa esta caminata anual. 


Aunque el camino sea estrecho,
El polvo se pegue al cuerpo, 
Aunque los vientos me arrastren, 
Sigo mis sendas sin lastre 

Andar como un vagabundo, 
Sin rumbo fijo, sin meta, 
A vueltas de veleta, 
Al soplo del viento al azar,
El caso es andar


El resto del día tuvo poco misterio. Una interminable subida hasta el albergue donde se quedaría Dušan, unas cervezas en una terraza, una rápida visita a la catedral para sellar (la visita, como en tantos otros lugares, es de pago, por lo que lo dejamos para mejor ocasión), y un intento de tomar una buena ración de pulpo en esta ciudad conocida sobre todo por sus pulpeiras y sus termas. Pulpeiras que para desgracia nuestra solamente están los domingos, por lo que nos tuvimos que conformar con una tapa de pulpo salado, pasado, caro …, en resumen, un pulpo de mierda. Como un gatuperio de la peor taberna del puerto más sucio de las indias españolas en la gloriosa época de descubrimientos, conquistas y fundación del glorioso imperio hispano que tanta falta nos hace en estos días. Unas últimas fotografías delante del mercado de abastos y un corto recorrido en el bus urbano acabaron con los tres (Vicente seguía con nosotros para sacar su billete de vuelta) sentados delante de la estación apurando la última cerveza juntos y planificando ya las próximas escapadas. 


Dios mediante será el Camino Portugués desde Oporto, aunque nunca se sabe por dónde soplarán los vientos del destino y que aguas descargarán las tormentas de la vida.


¡Ultreia et suseia!


P.D.:  Un saludo muy especial a Vicente, a Dušan, a Barbara y Clive, a Andrés y Emilio, a Anna van den Putten, a Anneliese, a Bela y a todos los demás peregrinos (Calimero incluido) que este año se cruzaron en nuestro camino. O nosotros en el suyo. 
 ¡Buen Camino amigos!