viernes, 9 de junio de 2017

Discurso a los idiotas de España

Preámbulo:

Ahora que he llegado a esa edad que Platón consideraba la idónea para gobernar, como bien puntualizaba Joaquín Leguina en su artículo del día 8 de Junio pasado, me permito lanzar al viento (porque llegar a una gran audiencia en este país se me antoja harto difícil, más aún si el texto se extiende más allá de medio folio), estas reflexiones, que no son más que un compendio de lo que pienso, siento y deseo. Y de la verdad que nos rodea. Por mucho que los vendidos medios de comunicación os quieran lavar la cabeza y mientan en la mayoría de los casos.

A muchos de mis fieles lectores os sonarán bastantes temas, ya que es una letanía que llevo cantando desde joven (y replicando en este blog desde el año 2004), por lo que os pido disculpas por ser pesado y repetitivo. (Siempre podéis dejar de leer en este momento y luego decirme que os gustó mucho mi artículo. No pienso preguntar por su contenido ni examinar a nadie). Pero esto es lo que hay, nuestra España está hecha unos zorros y la sociedad occidental en un tris de desaparecer en aras del beneficio económico de las multinacionales, los bancos y las sociedades opacas (y hasta secretas), cuya complicidad con la inmigración masiva (necesaria para mantener sus expectativas de beneficio) está fuera de toda duda.

Y sabedor de que lo que yo piense, escriba o proclame a la mayoría de la sociedad ni le llegará, a los “milennials” les entrará por un oído y les saldrá por el otro (¿Cómo van a escuchar los “milennials” la opinión de un “milenario"?), y a los pocos que lo lean muchas de mis afirmaciones les parecerán exageradas,  por lo menos me quedaré con la satisfacción de haber intentado abrir los ojos a algún que otro lector perdido en esta España adolescente en la que hoy en día “.. un macho alfa del tres al cuarto pretende enseñar al mundo que su corta vida, su escaso esfuerzo intelectual y su mínima experiencia le avalan para echar abajo la Constitución y las leyes.” (Leguina dixit). Y con ello cargarse siglos de nuestra noble e imperial historia patria.




Que en España no van bien las cosas, al parecer desde tiempos remotos, lo saben ya los españoles desde que nacen. Hay y existen mil interpretaciones, mil explicaciones, acerca de los motivos por los que España camina por la historia con cierta dificultad, con pena y sin gloria. Es hora de renunciar a todas ellas. Son falsas, peligrosas, y no sirven en absoluto de nada. Bástenos saber que sobre España no pesa maldición alguna, y que los españoles no somos un pueblo incapacitado y mediocre. No hay en nosotros limitación, ni tope, ni cadenas de ningún género que nos impidan incrustar de nuevo a España en la Historia universal. Para ello es suficiente el esfuerzo de una generación. Bastan, pues, quince o veinte años.

Idiotas. Hace pocos meses titulé un artículo mío “Imbéciles”. Tanto monta, monta tanto. La absoluta mayoría de nosotros, españolitos de a pie, lo somos. Idiotas e imbéciles. O cualquiera de los sinónimos que nos ofrece nuestra rica y querida lengua para describir a personas carentes de intelecto: babieca, memo, bobo, pasmado, pazguato, papanatas, tontaina, bobalicón, estúpido, majadero, simple, tonto, patoso, tarado, gaznápiro, memo, palurdo, ceporro, lelo, torpe, necio, ignorante, inculto, rudo, adoquín, zote, zopenco o zoquete. (Igual convendría incluir una adenda al DRAE con nombres de “influencers” actuales como ejemplos de idiota, para que podamos entender mejor a lo que me refiero: Pablo Iglesias, Irene Montero, Rita Maestre, Gabriel Rufián, Echenique, Kichi, Willy Tolerdo, Albert Rivera, Puigdemont, Mariano Rajoy, Borbones y Bardems varios, Wyomings y similares, Rahola, Lucía Caram, en fin, una lista interminable). 

¡No será por nombres y sinónimos que me quede sin definir la triste esencia de nuestra sociedad! Para algo tenemos uno de los idiomas más ricos y completos del mundo, aparte de ser la segunda lengua más hablada del planeta. Aunque vistas muchas de las recientes adiciones al diccionario de la Real Academia, igual el español deje de ser una lengua rica y propia y pase a ser un batiburrillo de extranjerismos tan propios de la perniciosa globalización en la que estamos inmersos. Para no hablar de la discriminación, cuando no eliminación, de nuestra lengua común en alguna de las taifas de esta nuestra tierra tan querida, que tanto costó reconquistar y unir y que están malvendiendo a precio de saldo los ladrones de turno.

Somos ceporros hasta el punto de que nos hemos dejado convencer de que no somos nadie, de que nuestra existencia como nación, como Patria, es una quimera. De que todo lo serio, valioso y duradero se cuece fuera de nuestras fronteras, allende los Pirineos o más allá de los mares que bañan la Piel de Toro. De que lo único importante en esta vida es sobrevivir, si puede ser sin trabajar demasiado, usando la picaresca española como alibi continuo. Sin ningún aliciente más que conseguir llegar a fin de mes, de disfrutar de alguna tarde al sol sentado en el chiringuito de la playa, de echar un polvo aunque sea sin amor y de verlas venir a partir del siguiente lunes. Y al siguiente viernes, más de lo mismo. (Si no media un partido de fútbol, que en eso sí que somos líderes absolutos). 

Solamente nos falta la renta social garantizada para que el suicidio colectivo sea un hecho y España como nación desparezca de la faz de la tierra. Porque de los libros ya desapareció hace tiempo, como bien se puede comprobar en el material educativo de los colegios en muchas partes de España. En Cataluña, en las islas Baleares, en las Vascongadas, en Navarra y próximamente en Andalucía, la historia que se les explica a los más jóvenes no tiene absolutamente nada que ver con la realidad, son adaptaciones oportunistas para justificar los trapicheos y las carencias culturales y sociales de los gobernantes actuales. De esos millones de “políticos” inútiles que pululan a nuestro alrededor sin to ni son, restando en vez de sumando. Pero viviendo como reyes. Así nos va.

Y todo esto viene de lejos. Hablamos de los siglos XV al XIX. Cuatro siglos que marcaron nuestra historia en lo bueno y en lo malo. Son cuatro siglos en los que el resto de las potencias mundiales (“occidentales” para ser más exactos) se dedicaron de forma maliciosa, organizada y estructurada a echar pestes sobre España, sobre el Imperio Español, sobre nuestros logros, nuestra hegemonía militar, cultural y espiritual, con el único fin de arañar un poco (o la mayor parte) del pastel y superarnos cultural, militar y económicamente. No me extenderé en los detalles de estas campañas, para ello simplemente os recomiendo leer el excelente libro de Maria Elvira Roca Barea titulado “Imperiofobia y la leyenda negra”. Una obra maestra, sin duda, en la que la autora desgrana los tejemanejes, las mentiras, las envidias y las conspiraciones de nuestros “amigos” europeos, en especial Francia e Inglaterra, a fin de maquillar su historia y mancillar la nuestra. Acciones todas ellas que simple y llanamente pretendían acabar con todo lo bueno que significó el imperio español y con ello alzarse a las posiciones dominantes en la Vieja Europa.

Pero lo peor de todo no estriba en que los “enemigos” se inventen historias y creen leyendas negras, eso es parte de la guerra (sucia, pero guerra al fin y al cabo) entre naciones, lo realmente trágico es que a base de insistir hayan conseguido que nosotros mismos, los españoles, nos lo hayamos creído. (Y no viene de ahora: bien claro queda en la cita inicial de este escrito, extraída, como la mayoría ya sabéis, del “Discurso a las juventudes de España” de Ramiro Ledesma Ramos, del año ¡1935!).

La manipulación llega hasta tal punto que cualquier ciudadano europeo aún hoy en día, en pleno Siglo XXI, se cree a pies juntillas las barbaridades que franceses, holandeses o ingleses llegaron a inventarse (y siguen, y siguen) sobre nosotros y nuestra tierra. O que donnadies separatistas y nacionalistas de nuestra propia patria hagan uso de esa leyenda negra buscando con ello su propio beneficio. No creo que haga falta nombrar a todos los merluzos que nadan por esas sucias aguas de los nuevos reinos de Narnia insultando a España, a su historia, a su herencia cultural, intentando separar su propia evolución histórica y su pertenencia natural a la nación española con argumentos simplistas, cuando no inventados (con el ínclito “Institut Nova Història” como editor de la nueva enciclopedia de la historia apócrifa) , como si fueran los redactores de burdos tabloides ingleses. Con tal de poder robar un poco (o un mucho), declararse superiores al resto de ciudadanos de España y poder con ello vivir a la sopa boba, se las trae bien floja cualquier razón, cualquier estudio serio, cualquier hecho real y probado que tiraría por la borda sus infantiles argumentos.


España ha sido dirigida y gobernada por gentes, grupos e ideas a quienes caracteriza una mentalidad de liquidadores, de herederos y de cobardes.

Aquí tenemos otra frase lapidaria del ya nombrado discurso de Ramiro Ledesma Ramos. ¡Qué actual suena verdad! Nadie diría que estemos ante unas palabras escritas hace 82 años. Pero por desgracia es así. Ochenta y dos años perdidos, tirados por la borda. Y los que vendrán si no espabilamos. O movemos el culo, como bien gráficamente decimos hoy en día. Porque nadie me podrá negar que los sucesivos gobiernos que hemos sufrido desde el año 1978 no han hecho más que destrozar nuestra herencia, vender nuestro patrimonio y nuestra libertad, liquidar nuestra industria y entregarnos a la esclavitud cultural, militar y económica. Y hablo de todos los gobiernos, hayan sido, sean o se proclamen de izquierdas o de derechas. Nada les diferencia en su propósito final: ostentar el poder, aprovechar el momento para su propio beneficio y prometer sin cumplir,  para arañar algunos años más de “dolce vita” y utilizar las facilidades y las relaciones que generan los cargos políticos para su lucro personal. Ya pueden llamarlo (esos “cosmopaletos” a los que les gusta tirar de palabras en inglés sin antes haber aprendido su propia lengua) de forma pomposa “networking”, todos sabemos muy bien que en lengua española se llama nepotismo. Con todas sus letras. Y consecuencias.

Que os voy a contar de las tropelías que sufrimos en España: “famiglias” de mafiosos como los Pujol, partidos corruptos hasta la médula como el PSOE y el PP (la misma mierda es), gobernantes de “derechas” permitiendo y fomentando el aborto y la ideología de género, perroflautas y guarros sin formación ni educación convirtiendo las instituciones en patios de colegio, bancos y cajas de ahorros dirigidas por los herederos de Alí Baba y rescatados con los impuestos de los españoles o con jugadas “maestras” como la del Banco Popular de esta misma semana, en la que ganan los de siempre y pierde, como no, la clase media y obrera de España: nosotros, los primos que con nuestros votos y nuestros impuestos mantenemos vivo el maldito sistema que nos está ahogando. Los idiotas.

A comienzos del siglo XVII, ya corría por Europa un plan de desgajamiento y balcanización del territorio peninsular, Europa tiraba de Cataluña. Llegó a haber allí virreyes franceses. Se logró no obstante vencer ese proceso canceroso y se conservó la unidad de España. Ha sido la única victoria desde la culminación del Imperio. Aunque empalidecida en el Oeste con la no asimilación de Portugal y avergonzada en el Sur con Gibraltar en manos de Inglaterra.

Y así llegamos al tercer y más pernicioso factor que está acabando con nuestra patria: el maldito nacionalismo. Y como no, arriba tenéis la cita al respecto, nuevamente del discurso de Ramiro. Y seguimos igual, o peor. Aturdidos y manipulados los adolescentes ciudadanos de las provincias vascongadas y de Cataluña (ya mismo los de las islas Baleares, vistos los incidentes en las pruebas de la Selectividad de esta semana, los valencianos y quién sabe si también los andaluces, sobre todo cuando lean “El Principito” en andalú), con ya casi cuarenta años de contra-educación, de tergiversación de la historia, con leyendas convertidas en hechos irrefutables (sobre todo en mi querida Cataluña) , idiomas artificiales sacados de la chistera de la rancia y racista burguesía vasca encabezada por el enfermo Sabino Arana y con el recuerdo (ni olvido ni perdono) de un terrorismo brutal y sanguinario que ha dejado más de 800 muertos tirados en el frío suelo patrio. Viles asesinatos que poco a poco, con la connivencia del Sistema, de la partitocracia, de la derecha y la izquierda, de la Corona, de la Iglesia y de todos los mangantes juntos, están cayendo en el olvido y hasta convirtiéndose en míticos y nobles luchadores contra el opresor español, con la paulatina asignación a las sucias ratas etarras de cargos públicos, la celebración de homenajes, la petición y concesión de acercamientos, indultos y ayudas económicas. El mundo al revés.


En España estamos ante ese fenómeno. Vivimos una asfixiante monopolización de la vida pública por parte de leguleyos, burócratas, renunciadores y lisiados mentales de profesión.

No hace falta que venga a contarlo yo. Todos sabemos que la vida pública vuelve a estar en manos de la chusma, igual que hace 82 años. Lisiados mentales de profesión, como bien los llamaba Ramiro.

Y nosotros, los idiotas, tan panchos. Esperando que nos caiga del cielo la lotería primitiva, que los problemas se evaporen con el sudor de nuestra última borrachera y que los asesinos islamistas pasen de largo y no nos molesten en nuestros meses sagrados de chiringuito y tinto de verano.

Practicando la tan romana “damnatio memoriae” con nosotros mismos, con nuestra historia, nuestro presente y hasta con nuestro futuro.

¿Qué hay que hablar mal de España? ¿Qué hay que robar? Pues yo más.

Que para eso somos españoles.

Suerte que en nuestra Patria quedan, aunque cada vez menos, ejemplos de valor y nobleza. Como Ignacio Echeverría. Descansa en paz valiente. Que tu ejemplo cunda en esta sociedad y levantemos el vuelo entre todos, recobrando la sensatez, recuperando los valores occidentales y cristianos, la moral y la justicia.



Y salvemos a España y a Europa de su tan cercana desaparición.