jueves, 25 de julio de 2019

Nacer, vivir, morir, recordar


A Nicolás. In memoriam.
Nuevo día, nueva suerte
Mira hacia adelante, nunca hacia atrás
Porque el día de hoy, ayer aún era mañana.
Böhse Onkelz

Desde la tierna infancia vamos haciéndonos a la idea. Todos moriremos. Unos antes, siempre a destiempo, otros más tarde, y los que más en línea con la realidad perecedera de nuestro organismo y nuestra presencia pasajera en el mundo. Y no hay vuelta de hoja.

A partir de esto cada cultura, cada sociedad, cada religión, cada persona, se agarra a un consuelo: una fe, una filosofía, a cualquier palo ardiendo, todo con tal de intentar superar ese miedo innato a desaparecer.

Y ahí es donde nos equivocamos todos. A la muerte no hay que tenerle miedo, dado que es inevitable. Hay que tener miedo a no vivir de forma correcta, a no aprovechar el tiempo que nos da el destino (que nos otorga Dios a los creyentes), a pasar por este mundo tan raro sin aportar nada, a hacer daño a la gente, a no haber repartido sonrisas, a no haber amado, a no dejar un buen recuerdo.

A mi edad por desgracia ya he visto morir a mis abuelos, a mis padres, a bastantes y muy grandes amigos, pero todos siguen ahí. Les recuerdo como si los hubiera visto ayer. A cada uno de ellos. Con sus manías y sus defectos, sus virtudes y su simpatía, su ayuda, su consuelo, su compañía. Lo mismo que espero que recuerden de mí cuando llegue la hora.

Hoy es 25 de julio, día del Apóstol Santiago, patrón de España. Como muchos sabéis, un día especial para mí. Soy peregrino, desde hace muchos años, y ese espíritu de avanzar, ese “ultreia et suseia” que proclamamos los peregrinos cuando nos encontramos (Siempre adelante, siempre más allá), jamás me abandonará. 

Y justamente hace tres meses volví a llegar a Santiago de Compostela, andando, y como es costumbre, pedí al apóstol por el bien de todos, y dediqué una oración especial a mi amigo Nico. Esa misma tarde contacté con él, se lo comenté, y su contestación risueña fue: “Pues tú sigue rezando, que me ha ido muy bien, y las pruebas han salido perfectas”. Con optimismo, con alegría, como era él.

Pero pasados solamente tres cortos meses y justamente en el día de Santiago ha fallecido. ¡Maldita sea!

Dios le acoja a su lado, con su alegría, su simpatía y su característica sonrisa.

Y me corrijo. No ha fallecido. Ha pasado a ser un bello e imborrable recuerdo. 

Uno más de tanta buena gente que se ha quedado por el camino terrenal y ha pasado a ser parte de nuestra memoria.


Porque nadie muere mientras sea recordado.