A Nicolás. In memoriam.
Nuevo día, nueva suerte
Mira hacia adelante, nunca hacia atrás
Porque el día de hoy, ayer aún era mañana.
Mira hacia adelante, nunca hacia atrás
Porque el día de hoy, ayer aún era mañana.
Böhse Onkelz
Desde la tierna infancia vamos haciéndonos a la idea. Todos
moriremos. Unos antes, siempre a destiempo, otros más tarde, y los que más en
línea con la realidad perecedera de nuestro organismo y nuestra presencia
pasajera en el mundo. Y no hay vuelta de hoja.
A partir de esto cada cultura, cada sociedad, cada religión,
cada persona, se agarra a un consuelo: una fe, una filosofía, a cualquier palo
ardiendo, todo con tal de intentar superar ese miedo innato a desaparecer.
Y ahí es donde nos equivocamos todos. A la muerte no hay que
tenerle miedo, dado que es inevitable. Hay que tener miedo a no vivir de forma
correcta, a no aprovechar el tiempo que nos da el destino (que nos otorga Dios
a los creyentes), a pasar por este mundo tan raro sin aportar nada, a hacer
daño a la gente, a no haber repartido sonrisas, a no haber amado, a no dejar un
buen recuerdo.
A mi edad por desgracia ya he visto morir a mis abuelos, a mis
padres, a bastantes y muy grandes amigos, pero todos siguen ahí. Les recuerdo como si
los hubiera visto ayer. A cada uno de ellos. Con sus manías y sus defectos, sus
virtudes y su simpatía, su ayuda, su consuelo, su compañía. Lo mismo que espero
que recuerden de mí cuando llegue la hora.
Hoy es 25 de julio, día del Apóstol Santiago, patrón de
España. Como muchos sabéis, un día especial para mí. Soy peregrino, desde hace
muchos años, y ese espíritu de avanzar, ese “ultreia et suseia” que proclamamos
los peregrinos cuando nos encontramos (Siempre adelante, siempre más allá),
jamás me abandonará.
Y justamente hace tres meses
volví a llegar a Santiago de Compostela, andando, y como es costumbre, pedí al apóstol por el
bien de todos, y dediqué una oración especial a mi amigo Nico. Esa misma tarde
contacté con él, se lo comenté, y su contestación risueña fue: “Pues tú sigue rezando, que
me ha ido muy bien, y las pruebas han salido perfectas”. Con optimismo, con alegría, como era él.
Pero pasados solamente tres cortos meses y justamente en el día de Santiago ha
fallecido. ¡Maldita sea!
Dios le acoja a su lado, con su alegría, su simpatía y su característica sonrisa.
Y me corrijo. No ha fallecido. Ha pasado a ser un bello e
imborrable recuerdo.
Uno más de tanta buena gente que se ha quedado por el camino
terrenal y ha pasado a ser parte de nuestra memoria.
Porque nadie muere mientras sea recordado.