Las
ratas corren por la penumbra del callejón
Tu
madre baja con el cesto y saluda
Seguro
que ha acabado tu jersey de cotton
Puedes
esbozar una sonrisa blanca y pura
(Golpes
Bajos, 1990)
¿Nivel cultural e intelectual?
Apaga y vámonos. Si dependemos de ello, el futuro de nuestra sociedad es
bastante más negro que la tez de Camelo Harris. No existe. Agotado. Sin
stock. Obsoleto. Carca. Facha. Parafraseando a Miquel Giménez, nuestra sociedad “está encadenada al suelo de la ignorancia
sin saberlo”.
¿Valores morales? ¿Y eso
qué es? ¿El precio de los botijos en el bar Morales de la esquina? Porque no
veo otro tipo de valor moral en la ciudadanía. Entendida esta como la mediana,
como el estándar, como el mainstream. Por supuesto que hay excepciones, pero
por desgracia nuestra realidad, nuestro presente y nuestro futuro dependen de
esa mayoría. Una mayoría de la sociedad que atesora menos sinapsis que el
cerebro de Sleepy Joe. Así nos va. De ahí ese afán de los grandes de
nuestra sociedad (que los hay) en insistir en la batalla cultural. Una guerra,
en mi modesta opinión, por desgracia perdida antes de empezar. Por muchos
espartanos, patriotas, guerrilleros idealistas, nobles trabajadores y dotados
pensadores que se unan en la lucha contra la degeneración de la sociedad,
contra la regresión social y cultural que estamos sufriendo, no hay visos de
vencer. Valga como ejemplo lo sucedido en los EE. UU.: el presidente más
votado, con mejores resultados económicos y más cercano a sus compatriotas que
ha gobernado en los últimos decenios, ha sido barrido por un vendaval de
mentiras, manipulaciones y traiciones. Por no hablar de nuestra patria, de
España, donde nos gobiernan desalmados, mentirosos, falsos doctores,
puteros, analfabetos, golpistas y asesinos, y a pesar de ello la mayoría de
la sociedad los ve como triunfadores, ídolos, profesionales gestores y
abnegados trabajadores por el bien común. ¡Cágate lorito!
Al final la obsolescencia
programada no se limitó a los productos manufacturados; en poco más de un siglo
han conseguido que las verdades científicas, la realidad biológica, los valores
morales y la verdad hayan pasado a mejor vida. Todo es obsoleto. Todo hay que
cambiarlo. Todo es un relato de corta duración. La nueva sociedad y su maldita
anormalidad han eliminado las cartas de más de un folio, los libros sin
ilustraciones, las fotos descoloridas, el amor eterno, las tradiciones
milenarias, la familia, la fe, la ética, la generosidad, la solidaridad. Esta
nueva sociedad nos ha traído en cambio los mensajes con fecha de caducidad, las
series de Netflix, las fotos manipuladas, el sexo sin amor, la renuncia a
nuestro origen cultural, las seudociencias, la violencia, el egoísmo, el
narcisismo y la completa sumisión.
La tan cacareada multilateralidad
del pensamiento único impuesta por lobbies, sectas, organizaciones
supranacionales, oenegés teatrales y los arrogantes e ignorantes líderes de la
apestosa ralea.
Sin duda Germán Coppini, si aún
morara entre nosotros, cambiaría la letra que encabeza este escrito. Y hasta Bertolt
Brecht, el autor del poema original, se exiliaría en Andorra en vez de Suecia,
aunque tuviera que aguantar a ElRubius.
Las ratas se vacunan en la
penumbra del poder
tu madre murió sin cesto ni
saludos
no pudo ni acabar tu jersey de
cotton
mientras esbozaba una mueca de
dolor