jueves, 21 de enero de 2021

Malos tiempos para la ética

 

Las ratas corren por la penumbra del callejón

Tu madre baja con el cesto y saluda

Seguro que ha acabado tu jersey de cotton

Puedes esbozar una sonrisa blanca y pura

(Golpes Bajos, 1990)

 

Como si fuera un simple juego de cartas, cuando pintan bastos en nuestra vida, salen a relucir nuestras virtudes (si acaso las tenemos) y nuestros defectos (de los que todos andamos sobrados, salvo los arrogantes de la peste roja y sus aduladores). 

Acomodados, atolondrados y amansados por una nube de ficticia felicidad (el cloud os liberará, como tan bien nos han vendido las Big Techs-Big Brothers) y por una teórica protección del Estado y sus expertos (ya sabéis, el gobierno de los más preparados) gestores que elegimos cada cuatro años (en Cataluña cada año y medio, por aquello de mantener vivo el cuento de la independencia y sus beneficios asociados; la pela es la pela), cuya valía y excelencia es exaltada, decorada, manipulada e inyectada en vena por los medios de comunicación esclavos, dormitamos en una pobre y básica existencia dedicada a oír (que no escuchar, que eso precisa un esfuerzo físico e intelectual), consumir, obedecer y callar, por lo que el mínimo cambio en este “staus quo” mental y social, cualquier disturbio de nuestra esclava, pero apacible realidad, nos desconcierta, nos asusta, nos enfurece y nos hace reaccionar en una u otra dirección.

Y enfrentados a esta encrucijada, dubitativos ante los diferentes caminos a elegir, entran en juego dos factores, nuestro nivel cultural e intelectual y nuestros valores morales, pilares que determinarán la ruta escogida. Y con ello nuestro sino como personas y como sociedad.

¿Nivel cultural e intelectual? Apaga y vámonos. Si dependemos de ello, el futuro de nuestra sociedad es bastante más negro que la tez de Camelo Harris. No existe. Agotado. Sin stock. Obsoleto. Carca. Facha. Parafraseando a Miquel Giménez, nuestra sociedad “está encadenada al suelo de la ignorancia sin saberlo”.

¿Valores morales? ¿Y eso qué es? ¿El precio de los botijos en el bar Morales de la esquina? Porque no veo otro tipo de valor moral en la ciudadanía. Entendida esta como la mediana, como el estándar, como el mainstream. Por supuesto que hay excepciones, pero por desgracia nuestra realidad, nuestro presente y nuestro futuro dependen de esa mayoría. Una mayoría de la sociedad que atesora menos sinapsis que el cerebro de Sleepy Joe. Así nos va. De ahí ese afán de los grandes de nuestra sociedad (que los hay) en insistir en la batalla cultural. Una guerra, en mi modesta opinión, por desgracia perdida antes de empezar. Por muchos espartanos, patriotas, guerrilleros idealistas, nobles trabajadores y dotados pensadores que se unan en la lucha contra la degeneración de la sociedad, contra la regresión social y cultural que estamos sufriendo, no hay visos de vencer. Valga como ejemplo lo sucedido en los EE. UU.: el presidente más votado, con mejores resultados económicos y más cercano a sus compatriotas que ha gobernado en los últimos decenios, ha sido barrido por un vendaval de mentiras, manipulaciones y traiciones. Por no hablar de nuestra patria, de España, donde nos gobiernan desalmados, mentirosos, falsos doctores, puteros, analfabetos, golpistas y asesinos, y a pesar de ello la mayoría de la sociedad los ve como triunfadores, ídolos, profesionales gestores y abnegados trabajadores por el bien común. ¡Cágate lorito!

Al final la obsolescencia programada no se limitó a los productos manufacturados; en poco más de un siglo han conseguido que las verdades científicas, la realidad biológica, los valores morales y la verdad hayan pasado a mejor vida. Todo es obsoleto. Todo hay que cambiarlo. Todo es un relato de corta duración. La nueva sociedad y su maldita anormalidad han eliminado las cartas de más de un folio, los libros sin ilustraciones, las fotos descoloridas, el amor eterno, las tradiciones milenarias, la familia, la fe, la ética, la generosidad, la solidaridad. Esta nueva sociedad nos ha traído en cambio los mensajes con fecha de caducidad, las series de Netflix, las fotos manipuladas, el sexo sin amor, la renuncia a nuestro origen cultural, las seudociencias, la violencia, el egoísmo, el narcisismo y la completa sumisión.

La tan cacareada multilateralidad del pensamiento único impuesta por lobbies, sectas, organizaciones supranacionales, oenegés teatrales y los arrogantes e ignorantes líderes de la apestosa ralea.

Sin duda Germán Coppini, si aún morara entre nosotros, cambiaría la letra que encabeza este escrito. Y hasta Bertolt Brecht, el autor del poema original, se exiliaría en Andorra en vez de Suecia, aunque tuviera que aguantar a ElRubius.

 

Las ratas se vacunan en la penumbra del poder

tu madre murió sin cesto ni saludos

no pudo ni acabar tu jersey de cotton

mientras esbozaba una mueca de dolor